17 de octubre de 2015

por Leandros Fischer

Traducción de Valentín Huarte para Democracia Socialista

 

            La estrategia de la izquierda radical de trabajar en el marco de partidos de izquierda amplios ha sufrido un revés luego de la capitulación de SYRIZA. La respuesta a esta crisis no consiste en “continuar como si nada” ni en ignorar la cuestión del poder político. La capitulación de SYRIZA al “diktat” de la austeridad, la emergencia de Unidad Popular y las elecciones que se avecinan, han puesto sobre la mesa el problema de la organización de la izquierda radical. SYRIZA, que solía ser el primer ejemplo de la unidad frente a la austeridad, está dando paso a un escenario político de fragmentación en la izquierda griega, en la medida en que el Primer Ministro Alexis Tsipras ha declarado su voluntad de implementar el nuevo memorándum.

            Tanto el paradigma de los partidos amplios como el de las coaliciones de la izquierda revolucionaria se encuentran en una crisis profunda, y la situación plantea problemas críticos para la izquierda radical. Las respuestas determinarán el curso de los acontecimientos por venir, no sólo en Grecia sino también en todos los otros países en donde partidos amplios similares se encuentran bien establecidos. No es el objetivo de este artículo el de ofrecer la salida correcta a este impasse, sino más bien contribuir al debate sobre las circunstancias en las cuales el orgulloso “OXI” del pueblo griego a la austeridad fue transformado en cuestión de días en un mandato para la austeridad más brutal aplicada por un gobierno de izquierda. Sostengo que las razones para esto deben buscarse tanto en una dinámica estructural de los partidos amplios, como en una mentalidad reduccionista, según la cual la superación de la austeridad de los memorándums pasó de ser una estrategia política a una ideología que nunca fue implementada. Al mismo tiempo, sostengo que la crisis actual no expone necesariamente los límites del reformismo de izquierda, sino más bien los límites de una sub-especie particular del mismo. En la comprensión justa de estos factores se encuentra la clave para prevenir que los errores del pasado se repitan en el futuro. Sólo después podrán desarrollarse nuevas estrategias que estén a la altura de hacer retroceder la austeridad y poner la cuestión del socialismo en la agenda con firmeza.

EL FIN DE UN CICLO

            Sea lo que sea que suceda de aquí en adelante, hay una cosa segura: estamos presenciando el fin de un largo ciclo en la historia de la izquierda internacional, particularmente en Europa y América del Norte. Los orígenes precisos de este ciclo están sujetos a discusión. Algunos harán alusión a las huelgas del sector público francés en 1995, otros a las protestas de Seattle de 1999 como puntos de partida. Precediendo el advenimiento de este ciclo hubo más de dos décadas de derrota en derrota y triunfalismo neoliberal. El colapso de la URSS ayudó, desacreditando a todas las corrientes del marxismo, sin importar cuan críticas eran en relación con los regímenes estalinistas. Varias corrientes de marxistas y keynesioanos, desde los altermundistas de Attac en Francia a los partidos de izquierda refundados en distintas partes de Europa, llenaban el nuevo vacío político dándole una identidad política concreta luego de la conversión de la socialdemocracia a una forma particularmente cínica de neoliberalismo, llamado de manera errada “social-liberalismo”. El colapso de SYRIZA y la consiguiente fragmentación de la izquierda griega (que podría replicarse en otras partes de Europa) marca el fin de este ciclo y plantea serias preguntas sobre la estrategia futura.

            En el corazón de este debate se encuentra la eterna cuestión de los pros y contras que implica para la izquierda radical trabajar en el marco de formaciones reformistas amplias. En un artículo reciente, Catarina Principe y Dan Russel nombran una serie de problemas que dichas formaciones enfrentan, mientras remarcan al mismo tiempo que “estos proyectos permanecen como la única alternativa viable hacia una eventual ruptura no sólo con la austeridad, sino con el capitalismo”. Consecuentemente, ven los partidos reformistas como “instrumentos de intervención social”. Tad Tietze sostiene en otro artículo una visión más pesimista, viendo la espectacular capitulación de SYRIZA luego de una exitosa movilización antes del referéndum como un “obituario para la idea de que la búsqueda de poder gubernamental por parte de la izquierda radical constituye una solución viable a las crecientes contradicciones en Europa”.

FATALISTAS Y OPTIMISTAS

            El debate mencionado puede ser resumido (de manera muy simplista) como sigue: por un lado, se encuentran aquellos (“los fatalistas”) que saludan la emergencia de estos partidos, viendo en ellos un giro social hacia la izquierda, pero remarcan que el electoralismo los llevará tarde o temprano hacia la capitulación. Por otro lado, se encuentran los otros (“los optimistas”) que mantienen que el trabajo en formaciones de izquierda amplias amplía la audiencia de la izquierda revolucionaria e induce a grandes conjuntos de la sociedad a expandir sus horizontes anticapitalistas. Ambos postulados son completamente correctos en principio, y sus defensores más sofisticados serán lo suficientemente honestos como para admitir las deficiencias de cada uno de ellos. De todas maneras, no alcanzan a articular una preferencia clara en favor de una salida. Las limitaciones en el primer ejemplo son obvias. Los miembros de las formaciones más representativas de esta vía – ANTARSYA en Grecia, el NPA en Francia, el SWP y sus sucesores en Inglaterra – son usualmente muy dedicados, altamente competentes y activistas muy respetados. Esos partidos fueron instrumentales en relación al objetivo de crear movimientos masivos contra la austeridad, la guerra y el racismo en los últimos años. Pero no han alcanzado ni el más mínimo progreso electoral antes y luego de la apertura de la crisis financiera global. Por supuesto que las elecciones burguesas no constituyen su principal terreno de operaciones, pero de todas formas sirven como instrumentos para medir su capacidad de interpelación en tanto formaciones con vocación de transformar la sociedad, siendo esta una de las principales razones por las cuales participan de las mismas. Obviamente que “tener razón todo el tiempo” no constituyen ninguna garantía de éxito cuando el reformismo de izquierda no cumple lo prometido. Hay muchas razones para esto, pero la inhabilidad de estas formaciones para romper con su posición subalterna es una de las principales en la lista, siendo la segunda su fracaso en constituirse como alternativas electorales útiles. Las políticas de izquierda radical en las democracias capitalistas contemporáneas – distinto de lo que sucedía en la Rusia pre-1917, o de lo que sucede en Egipto hoy – no son simplemente conjuntos de ideas o un movimiento, sino que constituyen inevitablemente un medio social subcultural que se autorreproduce, en cuyos confines resulta a veces muy tentador permanecer en lugar de aventurarse a un ambiente más amplio. En este caso, la definición de un ambiente más amplio no debe limitarse a un piquete, una reunión pública o a vender periódicos durante una manifestación, sino que debe aplicarse de la misma forma a ambientes organizativos comunes donde enfoques políticos diferentes en la izquierda se encuentran constantemente en diálogo entre sí, poniéndose a prueba. Se trata de un ambiente en donde se habla, se escucha y comprende cómo piensa y actúa la gente que fue socializada en tradiciones reformistas.

            Más allá de su situación actual, uno de los mayores logros de SYRIZA fue la creación de dicho ambiente, en su mejor momento antes de que las diferentes organizaciones de izquierda que componían la alianza fuera disueltas en virtud de una organización más coherente basada en el principio de “una persona, un voto” – que favoreció finalmente el carisma de Tsipras a expensas de las fuerzas más radicales. Es verdad que partidos como SYRIZA se han abierto a los movimientos sociales para incluir varias ramas de la ecología radical y el feminismo por ejemplo, especialmente en los sectores de la juventud. Pero este acercamiento ha tenido poca importancia práctica tal como demuestra el retroceso de SYRIZA en varios puntos una vez que alcanzó el gobierno. Colocar a un nacionalista de derecha con una perspectiva anti-inmigratoria como ministro de defensa y reprimir violentamente un movimiento popular protestando contra la construcción de una mina de oro al norte de Grecia son sólo algunos ejemplos de lo superficial que ha sido la influencia de la izquierda radical en la cumbre de SYRIZA, al menos desde la “apertura hacia el centro” luego de las elecciones de 2012. De hecho, la facilidad con la cual la democracia interna fue dejada de lado en los últimos tres años, a medida que Tsipras comenzó a apoyarse más en los medios y las empresas PR, es increíble. Algunas de las razones de esto son estructurales y típicas de todos los partidos amplios en la actualidad. Los partidos reformistas de izquierda son organizaciones colectivas sofisticadas. Son instituciones con su propia vida interna. Las alas derechas de estos partidos son por lo general lo suficientemente inteligentes como para tomar el control de lo que los sociólogos llaman las “zonas de incertidumbre”, áreas sensibles de operación – la prensa del partido, distribución de fondos, alguna figura carismática en los medios, control sobre las camarillas parlamentarias, etc. Generalmente no tienen problemas con el hecho de que la izquierda se haga cargo de escribir los manifiestos del partido, de hacer el reclutamiento y de generar mitos de movilización para reforzar la identidad colectiva del partido. Incluso en tiempos de flujo en una sociedad como Grecia de 2010 en adelante, este arraigo estructural de los partidos reformistas de izquierda produce situaciones en las cuales la izquierda puede ser desplazada fácilmente si es necesario, chanteajeando a los miembros indecisos con llamados abstractos a la “unidad” y haciendo aparecer a los disidentes como saboteadores. Basta tener en cuenta la cantidad de diputados de SYRIZA que reiteraron su oposición al nuevo memorándum, pero votaron por el “en favor de la unidad”. Claramente, viven en un mundo propio, el mundo del partido, y no se trata de un juicio moral.

            Por otro lado, la uniformidad no implica que un partido de izquierda amplio vire siempre hacia la derecha. En el contexto alemán, la incidencia menguante de las facciones organizadas al interior de DIE LINKE desde el anuncio del manifiesto del partido en 2011 ha beneficiado una identidad anti-capitalista mucho más fuerte, menos dependiente de una figura carismática, al contrario de lo que sucede en Grecia, aún si todavía la derecha retiene las funciones clave del aparato. Por supuesto que esto puede cambiar drásticamente con la profundización de la crisis social, durante la cual los manifiestos ideológicos se vuelven menos significativos en relación con las cuestiones acuciantes de estrategia y demandas transicionales. Es decir que “volverse amplio” no es una receta de “talla única”, sino una estrategia cuyos efectos pueden producir diferentes resultados dependiendo de las circunstancias implicadas. En definitiva, los partidos amplios de izquierda pueden ser ambientes muy hospitalarios para la izquierda radical, pero no debemos subestimar el hecho de que las otras fuerzas en su interior tienen agendas bastante distintas de las nuestras, lo cual nos previene de utilizar estos partidos simplemente como instrumentos de intervención social. Políticos como Alexis Tsipras no son “creyentes” ingenuos en el poder de los parlamentos para transformar la sociedad, que pueden ser convencidos de las ventajas de un enfoque más radical. Son jugadores hábiles con un grado significativo de autonomía, que se balancearán entre distintas fuerzas sociales y políticas con el fin de promover su versión propia del reformismo. Por esta razón, desplazarán alegremente a aquellos que desacuerden con ellos desde la izquierda, cuando la necesidad surja.

EL PELIGRO DE LA ANTIAUSTERIDAD COMO UN FIN EN SÍ MISMO

            Sin embargo, hay otras fallas entre las causas de la capitulación de SYRIZA que tienen que ver menos con la estructura organizativa y más con cierta mentalidad que se siguió en los últimos años. SYRIZA montó la gran ola de las luchas sociales de masas contra las medidas impuestas por el memorándum y reforzadas por los partidos tradicionales de Grecia. Caracterizando de manera correcta esta lucha como la principal tarea, no integró otros terrenos políticos importantes, tales como la política exterior o la lucha contra los nazis de Aurora Dorada en su estrategia de forma coherente – en realidad, de ninguna forma en absoluto. En cambio, para el ala actualmente a la cabeza de los restos de SYRIZA, la contradicción “memorándum/anti-memorándum” fue elevada de estrategia coyuntural a ideología (en el sentido de que nunca se implementó por completo). Esta transformación se volvió visible luego del 2012, con el abandono del eslogan “gobierno de izquierda”. De aquí la importancia atribuida por el gobierno de Tsipras a la abolición simbólica del término “troika”, o su insistencia en que “al contrario de lo que hacían los gobiernos anteriores”, no acepta todo lo que imponen los prestamistas sin quejas. Incluso cuando el gobierno de Tsipras empezó a imponer severas medidas de austeridad al pueblo griego, la retórica de las elecciones actuales está enfocada principalmente en los “corruptos partidos de los viejos días”. Pero más importante todavía es el hecho de que la predominancia de la división “memorándum/anti-memorándum” se reflejó en la alianza con el partido anti-austeridad de derecha “Griegos Independientes” (AN.ELL), la cual no surgió espontáneamente de la necesidad sino que estuvo facilitada por la buena relación de trabajo sostenida durante los últimos años entre Tsipras y el líder de AN.ELL, Panos Kammenos.

            Lo que siguió al 25 de enero fue una situación en la cual todo estuvo subordinado a la tarea fútil de convencer a los prestamistas de sus supuestos intereses en reestructurar la deuda griega. Mientras Tsipras y Varoufakis estaban negociando en Bruselas y Berlín, el “patriota de izquierda” y ministro del exterior Nikos Kotzias estaba firmando acuerdos con Tel Aviv, expandiendo la cooperación militar y garantizando inmunidad a los oficiales militares israelitas en Grecia (convirtiéndose en el segundo país en hacerlo luego de los Estados Unidos). Por otro lado, Kammenos, ahora ministro de defensa, se hacía eco de los conocidos slogans del irrendentismo griego durante su vista inaugural a Chipre, proclamando que el contingente militar griego “no es sólo una fuerza de defensa, sino también una fuerza de ataque”. La voluntad de Tsipras de entrar en una alianza tripartita con los regímenes totalitarios de Chipre y Egipto fue sólo la conclusión natural de un “pragmatismo” general y la búsqueda de respeto a nivel internacional instalada luego de las elecciones de 2012. Se prestó demasiada atención a la austeridad, la precarización y a la cuestión del poder político, y demasiado poca a la importancia de una política exterior coherente y verdaderamente independiente basada en la solidaridad desde abajo. Como si continuar en los confines de las alianzas dirigidas por NATO y EEUU en la región fuese compatible con romper con la austeridad impuesta en parte por el FMI, una institución que actúa como cobertura multilateral de los esfuerzos de EEUU para “promover el mercado libre” a nivel mundial.  

            Más irónico aún para un gobierno de izquierda luchando contra la austeridad fue la retención de altos presupuestos militares, cuyo único propósito es mantener “el balance de poder” en la competencia sub-imperialista con Turquía. En el frente antifascista, SYRIZA perdió la oportunidad – creada por el doble impulso de las victoria electoral de la izquierda y del encarcelamiento del dirigente de Aurora Dorada – de acabar políticamente con los nazis aislándolos aún más. En cambio, su actitud hacia Aurora Dorada fue parte de un clásico juego de “dividir para gobernar” dirigido hacia la derecha en general. Basándose en la dinámica del electoralismo, el gobierno intentó debilitar a la derecha designando a un rival del anterior Primer Ministro Samaras de Nueva Democracia para el cargo ceremonial de presidente, entrando en una coalición con AN.ELL y siendo alarmantemente tolerante para con la presencia de los nazis en el parlamento. Esta actitud no fue pensada ni siquiera en el seno de la ruptura de izquierda adentro del partido, e incluso la presidenta del parlamento Zoe Konstantopoulu, quien desde entonces se ha unido a Unidad Popular – y quien no puede ser acusada de ninguna manera de albergar simpatía alguna por los nazis; por el contrario, es una defensora de los derechos de los inmigrantes y la comunidad LGBTQ – ha tenido un enfoque legalista limitado sobre el problema, similar a la actitud de la social democracia alemana antes de 1933. Esto puede resumirse en la aceptación del partido nazi como legítimo “dado que el pueblo lo votó para el parlamento”. Esta política no fue sólo cuestionable desde e punto de vista moral; fue también miope, dada la obvia sinergia entre los nazis y el gran capital, especialmente los propietarios de buques. En los últimos años, Aurora Dorada ha votado por la exención de impuestos para los ricos en el parlamento, y ha ayudado a crear sindicatos paralelos en la zona de reparaciones de barcos en el Pireo, para contrarrestar el dominio del comunismo tradicional sobre el movimiento obrero en esa zona. Aún si apoyaron oficialmente el “OXI”, según se informa llamaron a sus miembros a votar por las medidas de los prestamistas. Luego del ascenso de los nazis en Alemania, la narrativa del fascismo como fuerza “antisistémica” de las clases subalternas en contra de la élite supuestamente liberal no había vuelto a ser tan absurda como hoy en Grecia. Si se agrega a esto la conocida conexión de Aurora Dorada con el “Estado profundo”, no quedan dudas de que será usado por el capital en el caso de una ruptura drástica con la austeridad que afectaría los intereses vitales de las clases dominantes.

            Pero por supuesto que SYRIZA nunca intentó oponerse a dichas clases. Suele decirse que el gobierno de SYRIZA nunca tuvo en “Plan B”. Esto sólo es en parte verdadero. SYRIZA intentó, en sus primeros días, ser un gobierno realmente diferente de los anteriores. Sus primeros anuncios por decreto incluían la interrupción de las privatizaciones en el puerto del Pireo (una decisión revertida posteriormente), garantizar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes y medidas para combatir el desastre humanitario causado por la crisis. Yanis Varoufakis hizo un excelente trabajo exponiendo la superficialidad, incompetencia intelectual y la naturaleza autoritaria de instituciones como el Eurogrupo. Su legado en esta materia no será olvidado con facilidad. Pero a medida que la estrategia de SYRIZA se desenvolvía, su Plan B no era una ruptura con la Eurozona o con los EEUU, sino la iniciación de un proceso de modernización del sistema político, combatiendo la corrupción y desplazando la base social del partido hacia el centro y las clases medias. Los contornos de este Plan B completamente diferente han sido visibles en los últimos tres años. El reformismo de izquierda en la era de TINA puede ser definido en términos generales como una estrategia de reformar el “status quo” percibido como inaceptable en una dirección progresista. Pero esta dirección puede variar. Puede ser orientada hacia una transformación socialista, pero puede también ser un retorno a y una expansión del Estado de bienestar, simplemente liberando al sistema político de los vestigios feudales de clientelismo (especialmente en el sur europeo) o incluso administrando la austeridad de manera más “humana”.

¿QUÉ QUEDA?

            Es muy fácil proclamar que la capitulación de SYRIZA expone en términos generales los límites del reformismo. De todas formas, si se trata de esto ¿por qué miles de personas apoyan la campaña de Jeremy Corbin para la dirección del Labour Party en Inglaterra? ¿Y por qué – si bien en un contexto muy distinto – es la desigualdad de ingresos un tema en la campaña de Bernie Sanders para la candidatura democrática en los EEUU? ¿La capitulación de SYRIZA no podría haber creado un “colapso del momento-URSS”, relegando el reformismo al polvo de la historia? Ciertamente se trata del fin del camino para un determinado tipo de populismo de izquierda que basa su estrategia en la asunción de que todos los jugadores son agentes racionales que tienen un interés en contrarrestar la austeridad y promover el crecimiento. Esta es la ideología que ha colapsado recientemente. Más allá de todas sus limitaciones, el reformismo de Oskar Lafontaine, Zoe Konstantoupoulou y Jeremy Corbyn es diferente del de Tsipras, Pablo Iglesias y Gregor Gysi, quienes enfatizan el compromiso con el poder de los “mejores argumentos” en su retórica, en lugar de la confrontación. De hecho, la mayor contradicción entre las fuerzas que desafían al neoliberalismo hoy no es la de aquellos que quieren el socialismo mediante la destrucción del Estado frente a la de aquellos que quieren el socialismo mediante la implementación de reformas radicales que cuestionen el sistema económico vigente. Es la contradicción entre los que hablan de socialismo frente a los que quieren “salvar al capitalismo de sí mismo” para hacerlo más redistributivo y menos especulativo, o más “verde” y sustentable. La creencia en la teoría de la revolución permanente frente a la de ganar el Estado mediante una estrategia poulantziana no constituye hoy el dilema más urgente. Lo que se necesita es el reordenamiento de todas las fuerzas que no se acomodarán a la “austeridad con rostro humano” en virtud de alguna idea hueca de transformar socialmente a la Unión Europea. No sabemos todavía la forma que este reordenamiento va a tomar, pero variará dependiendo del país del que se trate. En términos ideales, debería involucrar el diálogo constante, la interacción y la experimentación entre diferentes corrientes de la izquierda revolucionaria y reformista-radical. Si la experiencia de Grecia nos enseña algo valioso, es que no hay recetas mágicas y que la respuesta no se encuentra exclusivamente ni en volverse “amplio” o “populista”, ni en el movimiento abstracto, ni en formaciones que son ideológicamente más compactas pero que tienen influencia limitada a nivel electoral.

LA NECESIDAD DE UN CONJUNTO CONCRETO DE REIVINDICACIONES

            ¿Significa esto que el problema de la reforma y la revolución, tan bien formulado por Rosa Luxemburgo, ya no es relevante hoy? Ciertamente no se trata de esto. Ni tampoco ha perdido relevancia el problema de la organización en los términos planteados por Lenin y Gramsci. Existe claramente una necesidad por parte de los sectores más conscientes de la clase obrera de organizarse en círculos cuyo objetivo será expandirse en términos cualitativos y cuantitativos. Pero lo que la coyuntura actual reclama desesperadamente son reivindicaciones con capacidad de funcionar como reivindicaciones transicionales si la necesidad surge; esto implica que deben ir más allá de la resistencia a la austeridad y la promoción del crecimiento, pero al mismo tiempo ser plausibles para grandes partes de la sociedad, más allá de los confines de la izquierda anticapitalista. La reivindicación clave de salida de la Eurozona, tal como es expresada hoy por Unidad Popular, Lafontaine o tal vez Mélenchon, es una reivindicación de este tipo. No hay ninguna utilidad para los partidos de izquierda en ocupar espacios estatales si la liquidez de los Estados que buscan gobernar depende de instituciones políticas neoliberales. Su naturaleza subversiva, especialmente hoy en Grecia, descansa en el hecho de que su versión de izquierda (no el Grexit + austeridad de Wolfgang Schäuble) sólo puede ser implementada a través de una confrontación directa con el capital local e internacional, mediante controles de capital y la nacionalización de los bancos y de las industrias clave y de los bancos. De todas maneras, tal como sucede con la reivindicación de abolir los memorándums, esta también corre el riesgo de convertirse en ideología, de ser llenada con las ilusiones acerca del crecimiento económico a través del alza en las exportaciones y las alianzas con los Estados del BRICS, cuya mentalidad es igualmente neoliberal. Para evitar que esta estrategia encuentre el mismo destino que la de “reformar la Eurozona desde adentro”, debe ser acompañada de otras reivindicaciones igualmente importantes, que impedirán que otros aspectos vitales se subordinen a la misma. Del mismo modo en que el eslogan bolchevique era “paz, pan y tierra” y no “paz, y tal vez luego pan y tierra”, el conjunto de propuestas de la izquierda no puede reducirse a una ruptura con las instituciones neoliberales de EEUU. Debe incluir también el fin a la inhumanidad que se extiende actualmente a lo largo del continente, los miles de refugiados tratados de la forma más vergonzosa por las instituciones que profesan constituir un “poder normativo” y sus instrumentos de fuerza tales como el FRONTEX. Debe incluir la disolución de la OTAN contra el fondo de las rivalidades resurgidas de la guerra fría en Ucrania. Y debe por último incluir la lucha europea contra todas las formas de fascismo y racismo. Cualquier estrategia que se centre exclusivamente sobre sólo una de estas reivindicaciones (por ejemplo, demandar la abolición de FRONTEX pero ver la salida del euro como una “regresión” al Estado-Nación) está condenada a fracasar, incluso en sus propios términos – la realización de una depende de la realización del resto.

Leandros Fischer es miembro de DIE LINKE en Alemania. Escribió su tesis doctoral sobre la posición de DIE LINKE sobre Israel y Palestina.