Este informe fue presentado en la reunión del Comité Internacional de 2013 de la Cuarta Internacional por Laurent Carasso para introducir un debate general, después de la presentación y discusión de los informes sobre el balance de las experiencias de la construcción del partido en Pakistán, el Estado Español y Francia. Las aportaciones a estas experiencias y la discusión general se publican en nuestra sección de debate “La construcción de nuevos partidos de izquierda”.

El propósito de este documento es el de relanzar el debate después de la jornada de discusión en la última IC sobre los informes brasileño, danés, italiano y portugués.

El primer posicionamiento se identifica claramente con los compañeros irlandeses y los de SA, que rechazan sistemáticamente una política de creación de partidos amplios, pensando que deberíamos permanecer en la línea del programa de la IV Internacional sobre construcción de organizaciones.

El segundo posicionamiento, que tomamos desde los años 1990 (en los Congresos de 1995, 2003 y 2010) está entre los compañeros que tomaron parte por la orientación de construir partidos amplios.

La pregunta central es ¿qué queremos construir? El debate gira en torno a la definición y límites de los “partidos amplios”.

Este debate se reanudó en el último congreso de la Cuarta Internacional en torno a la resolución de papel y tareas:

¿Debe ser nuestra orientación la construcción de partidos amplios que reúnan todas las corrientes situadas a la izquierda de la socialdemocracia liberal, incluyendo tanto a las “clasistas” clásicos socialdemócratas reformistas de los partidos estalinistas, corrientes “anti-liberales” y movimientos revolucionarios?

En general, esta definición de partidos amplios es la de partidos o grupos como Die Linke, Synaspismos/Syriza, PAO, Respect, y Rifondazione o el PT (en los años inmediatos a su creación).

La orientación adoptada en el último Congreso Mundial (2010) fue la de la construcción de partidos amplios anticapitalistas, es decir, organizaciones situadas desde el principio en la perspectiva del derrocamiento del sistema capitalista, con un reconocido horizonte revolucionario, aunque no desarrollen una estrategia revolucionaria completa y en su seno reúnan corrientes políticas de diferente historia y tradiciones. Estos partidos también podrían atraer corrientes de activistas de los movimientos sociales radicales.

Partidos como el PSOL, el NPA, el Bloco, la RGA danesa se dedicaron a la construcción desde esa perspectiva. Éste es también el proyecto practicado por Sinistra Crítica e Izquierda Anticapitalista.

Todo el mundo entiende que no existe una frontera impermeable entre los dos proyectos, y los congresos anteriores de la Cuarta Internacional (los de 1995, 2003) incluyeron ambas perspectivas. El punto de partida de estos proyectos, en cualquier caso, es la caída del muro de Berlín y la adopción por los partidos socialdemócratas de una política económica abiertamente neoliberal durante los años 80 y 90. Este nuevo contexto rompió la cohesión de los partidos estalinistas, alentando una dinámica centrífuga (a la derecha e izquierda) de corrientes que surgen de estos partidos, abriendo nuevos espacios a la izquierda de la socialdemocracia, y configurando claramente como no pertinentes las divisiones entre las corrientes revolucionarias anteriores, a menudo determinadas por su actitud hacia la URSS.  Los años 80 también mostraron los límites de construcción de organizaciones autoidentificadas revolucionarias, creadas y mantenidas precisamente en oposición al estalinismo y a la socialdemocracia clásica.

En recientes debates, los compañeros británicos explicaron su desacuerdo con la idea de “partidos anticapitalistas amplios” por la improcedencia de este tipo de proyectos en muchos países, comenzando por Inglaterra.

Nuevas experiencias

En los años 90 surgieron nuevas experiencias para los revolucionarios en varios continentes:

  1. Construcción de partidos amplios como un medio que reúne corrientes a la izquierda de la socialdemocracia incluyendo a reformistas y activistas anticapitalistas, con el único rechazo como base de la gestión social-liberal del capitalismo por la socialdemocracia. Se puede pensar que Die Linke, durante la década del 2000, representó este tipo de partido, en el que coexistían explícitamente corrientes anticapitalistas socialistas, arraigadas en los movimientos sociales, sindicatos, el movimiento de justicia global y corrientes basadas en un “fuerte reformismo” que buscan establecer alianzas con la socialdemocracia sobre la base de una gestión no-neoliberal.
  2. La experiencia de Rifondazione y el PT brasileño se mantuvo más o menos en el mismo punto, pero con una dinámica diferente, pues nuestros compañeros italianos y brasileños tuvieron la aspiración en los años 90 de que su proceso de construcción les daría una estrategia socialista, de ruptura revolucionaria con el sistema capitalista. En ambos casos, la cuestión de la relación con las instituciones y el Estado ha llevado a la crisis a estos partidos o a su plena integración en la gestión del sistema capitalista. Esto muestra claramente que, incluso sin una estrategia revolucionaria completa, la cuestión de la relación con el Estado y la necesidad de situar su actividad política cotidiana en una perspectiva de derrocamiento y no en la gestión del sistema, es esencial para estabilizar a los nuevos partidos.

Por todo ello la orientación desarrollada en nuestros últimos congresos mundiales, y explícitamente indicado en el último congreso, tras el examen, en particular, de las experiencias brasileña e italiana, consistía en, no sólo la construcción de partidos amplios, sino de partidos anticapitalistas que procuren unir a todas los corrientes que rechazan la lógica política de la gestión del sistema capitalista y actuar de forma explícita para una escapada socialista, una ruptura revolucionaria basada en la actividad de los movimientos sociales.

Surgen cuatro preguntas interrelacionadas en relación a los partidos amplios:

  1. Cómo construir herramientas políticas: un partido-instrumento en el momento de la crisis del estalinismo y de la socialdemocracia, diferente de los pequeños grupos propagandistas, partidos capaces de organizar la lucha de clases e integrar el cambio de período de los 90: partidos que son actores y no corrientes críticas de la socialdemocracia y el estalinismo, partidos útiles para los explotados. Partidos que organizan. Esto plantea inmediatamente la cuestión del tipo de actividad, organización e implementación de estos partidos, su base social, no sólo la base electoral, sino el estrato social que el partido es capaz organizar.
  2. La cuestión del programa de estos partidos: un programa anticapitalista dirigido a cambiar la sociedad, el derrocamiento del sistema. Pero, obviamente, la propuesta del programa debe relacionarse de manera directa con su realidad, y no sólo con una mención a los textos del congreso: cuál es la relación entre este programa y las consignas, las campañas del partido, la formación política de sus miembros/activistas, la realidad de su orientación política en un tema dado, tanto más cuanto que, cuando hablamos de partidos amplios, se incorporarían nuevas generaciones de activistas que llegan a la política a través de la movilización social. Los ejemplos escocés e inglés han mostrado recientemente cómo la débil integración en la realidad de las cuestiones feministas puede tener consecuencias lamentables. Pero otros temas también pueden adquirir rápidamente un carácter explosivo, tales como anti-imperialismo, la islamofobia, el racismo, la ecología, ya que provocan tensiones que deben ser sometidas conjuntamente a un debate democrático sobre las orientaciones de estas organizaciones.
  3. La cuestión de la relación con las instituciones: Naturalmente el hecho de que estos agrupamientos se lleven a cabo en oposición a la socialdemocracia, implica ya una identidad distinta. ¿Se traduce esta identidad, en la práctica, como independencia, y falta de colaboración con los socialdemócratas en la gestión de las instituciones políticas burguesas?
    Esta cuestión obviamente guarda relación con el programa, pero de forma más concreta con la relación con el Estado y con la comprensión del partido en su papel en la sociedad y de cómo puede traducirse la acción política.
    Los partidos tradicionales del movimiento obrero (los socialdemócratas o ex estalinistas) no son sólo partidos políticos esencialmente reformistas, sino también partidos parlamentarios, para los que la función, la esencia de una organización política, es su presencia parlamentaria, la actividad institucional se erige el centro de gravedad del partido. Pero esta definición es precisamente en la sociedad actual la de un partido político, porque por naturaleza el sistema democrático parlamentario considera que el papel de los partidos políticos consiste en representar a los votantes en las estructuras de gestión del sistema, y no para organizar a los explotados y oprimidos para derrocarlo. Esta cuestión, la relación con las instituciones, ha originado numerosos debates en partidos como Rifondazione o el PT, que en determinados momentos cruzaron el Rubicón que conduce explícitamente a la gestión institucional al más alto nivel de apoyo estatal o a los gobiernos social-liberales.
    Estos debates también estuvieron presentes en los últimos años en los partidos amplios que tienen un lugar más destacado en las instituciones, como Portugal o Dinamarca, o recientemente en Francia en el NPA.
  4. Relación con los movimientos sociales y nuevas formas de radicalización. Los últimos años de crisis del capitalismo han puesto en tela de juicio la utilidad de los partidos políticos para los oprimidos. La alternancia en la gestión del sistema y los ataques contra los trabajadores por los partidos conservadores y socialdemócratas ha aumentado considerablemente el descrédito de las instituciones y el funcionamiento de la democracia burguesa, así como un profundo escepticismo hacia los proyectos políticos emancipadores propuestos por partidos políticos. Este descrédito también ha repuntado en los partidos de la izquierda radical.
    La experiencia de los indignados en varios países durante los últimos años, después de mucho debate en el movimiento de justicia global, ha puesto de manifiesto esta contradicción: nuevos sectores, nuevas generaciones, se levantan, se rebelan contra el sistema, pero incluyen en el sistema todas las formas de partidos políticos, apareciendo éstas como incorporadas en realidad al sistema que dicen combatir. Al mismo tiempo, estos nuevos espacios políticos son origen de rápida politización anticapitalista o radicalización.

Pero a la vez, la crisis capitalista, sobre la base del rechazo y el descontento generado por el sistema en el seno de la juventud y la clase obrera, también abre la vía a la ultra-reacción, a corrientes fascistas.

Un conjunto de contradicciones.

Los partidos amplios se enfrentan, de este modo, con este  conjunto de contradicciones:

  • Ser partidos en descuerdo con la política socialdemócrata y el desarrollo de un programa anticapitalista;
  • Ser organizadores de segmentos de trabajadores y jóvenes radicalizados con la crisis;
  • Desarrollar una actividad política útil para los oprimidos, participando en la organización de las luchas sociales, mientras se rechaza cualquier colaboración institucional con los gestores social-liberales.
  • Tener una vida política, democrática y educativa interna para construir verdaderos partidos, no únicamente frentes políticos electorales, consolidando, bajo las presiones “del realismo y la gravedad política” que crecen tanto como estos mismos partidos, un lugar importante en la vida política nacional.

Estos debates han puesto de manifiesto varias cuestiones:

¿Resulta creíble la construcción de tales partidos amplios de una manera estable?

La pregunta sobre la realidad de esta opción y sus formas depende obviamente de circunstancias nacionales: la situación de la izquierda radical y nuestra propia capacidad para tomar iniciativas.  No existe un modelo, pudiendo concurrir situaciones donde el único logro perdurable sea la construcción de frentes de organización política o frentes electorales.

Esta era la situación, por ejemplo, de Respect en Inglaterra. Aun en este caso, en un momento dado, se planteó con claridad la cuestión de superar este marco para avanzar hacia un nuevo partido, más allá de los componentes políticos del punto de partida. Esto no se habría traducido, necesariamente, hacia posiciones revolucionarias, pero habría cambiado cualitativamente la situación. En ese momento, el SWP rechazó de forma explícita este hecho, y este fue el primer paso hacia una crisis tanto de Respect como del SWP. 

Pero por encima de lo anterior, la pregunta más importante en los últimos años, ha sido la utilidad de partidos anticapitalistas o partidos amplios para afrontar la crisis.

Existía particularmente en Europa, una onda dinámica durante los años 90 y 2000, conducido por el movimiento de justicia global en beneficio de la izquierda radical.

La fuerza de la crisis capitalista desde 2008 ha exigido con mayor brusquedad la demanda de respuestas anticapitalistas, pero no ha aportado una mayor visibilidad y eficacia para la izquierda anticapitalista europea, sino todo lo contrario. Después de las crisis de los años 2000 (Rifondazione, Respecto y SSP), llegaron las de Die Linke y el NPA.

En cada caso, concurren causas específicas, pero el resultado es que los partidos que aparecieron como fuerza motriz de la izquierda radical europea entraron en crisis.

Estos últimos años han puesto en el centro de las preocupaciones populares la cuestión de la lucha contra los proyectos de ajuste estructurales relacionados con las deudas soberanas, particularmente en Europa. Por un lado, la crisis clarifica el funcionamiento salvaje de un sistema capitalista; por otro, hace aún más fuerte la demanda de soluciones inmediatas a los daños sociales provocados por la política neoliberal.

La importancia tomada por Syriza en los momentos de los recientes vaivenes de la crisis griega y la del Frente de Izquierda en Francia este año pasado se explica por esta situación.

En ausencia de movilizaciones sociales capaces de afrontar la raíz de los males capitalistas y provocar una confrontación social contra el sistema, las víctimas de la crisis buscan respuestas inmediatas a los sufrimientos provocados por la política de austeridad y la crisis.

Debemos aprender las lecciones de este contexto y tener como preocupación prioritaria la construcción de instrumentos políticos aptos para luchar, y proponer respuestas concretas a los ataques sociales llevados a cabo por los gobiernos y los capitalistas en el marco de la crisis actual. La construcción de frentes anti-austeridad o coaliciones que unan las fuerzas políticas y sociales frente a estos planes, en el marco de una política de frente único, debe ser nuestra preocupación fundamental. La propuesta de acción conjunta de las fuerzas políticas que se sitúan en este terreno debe ser la palanca de nuestra acción. Esto significa que debemos ponernos a la cabeza de programas de emergencia contra la austeridad que contengan las exigencias esenciales frente a esta crisis y poder utilizar como soporte esos frentes.

Mantener el debate

Simultáneamente, las experiencias de los últimos diez años exigen mantener el debate del último Congreso sobre la construcción de partidos amplios anticapitalistas.

  1. La continuación de las crisis económica, ecológica y capitalista y su probable agravamiento en los próximos años hace cada vez más indispensable la acción política decidida de los revolucionarios y anticapitalistas para combatir de manera frontal y global a este sistema, la explotación y opresión que genera y mantiene.
  2. Mantenemos la perspectiva de construir partidos políticos que van más allá del marco de nuestras secciones para organizar las luchas sociales de los explotados y oprimidos, buscando reunir corrientes extremistas que actúen social y políticamente en el ámbito de la lucha contra el capitalismo y la dotación a su acción de coherencia política y eficacia.
  3. Las posibilidades y las formas dependerán en gran medida de las circunstancias nacionales y de la realidad de nuestras secciones. En cualquier caso, la posición que necesitamos es la de la apertura a otras organizaciones anticapitalistas, pero también, y sobre todo, a las nuevas generaciones de activistas que aparecen en los movimientos sociales.
    Las experiencias de años recientes refuerzan la necesidad de estabilizar tales organizaciones basándolas en la fuerza de los movimientos sociales y no sobre posiciones parlamentarias. Esto va unido a la preocupación por compartir, dentro de estos partidos, nuestro análisis de las instituciones estatales y burguesas.
  4. También debemos mantener nuestra preocupación por las relaciones internacionales y la acción de organizaciones anticapitalistas. Aunque los últimos años vienen marcados por retrocesos en esta materia, la preocupación se debe mantener, sobretodo, teniendo en cuenta que la evolución internacional de la crisis provoca que esta acción sea cada vez más necesaria. Mientras que el último Congreso Mundial demostró las capacidades de nuestra Internacional para unir organizaciones, los esfuerzos para tener reuniones regionales y acciones conjuntas claramente no se mueven