Por Murray Smith
[Fue editor de Frontline, revista del International Socialist Movement dentro del SSP
(Scottish Socialist Party – Partido Socialista de Escocia). Al trasladarse a Francia,
ingresó a la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) de ese país.]
Boletín de la International Socialist Tendency, Nº 1, julio 2002
1. No existe un modelo de partido independiente del tiempo y el espacio. El tipo de partido que debemos construir hoy surge de la situación global y de la relación de fuerzas entre las clases, de la crisis y la evolución del movimiento obrero y de la evolución de la conciencia de clase. Durante veinte años la clase obrera sufrió, no sin resistencia, una ofensiva sostenida dirigida a destruir las conquistas sociales del período de posguerra y de finales de los ’60. Esta ofensiva fue y es dirigida tanto por partidos de izquierda como de derecha. Después del colapso de la URSS nos enfrentamos con una ofensiva ideológica sobre el tema del fin de la lucha de clases, el fin de la historia, del capitalismo como único horizonte más allá del cual no se puede ir. Paralelamente la participación en la práctica democrática en la ofensiva neoliberal se completó con el abandono explícito de la perspectiva de transformación socialista. Hubo y todavía hay una crisis de credibilidad del socialismo, del proyecto socialista, de cualquier proyecto socialista, no sólo el estalinista o el social demócrata que han caído en bancarrota. Ya no estamos en la situación de los ’70 donde el socialismo era una referencia común en el movimiento obrero y donde lo que nos diferenciaba de los reformistas y estalinistas era el modelo que defendíamos y la forma de lograrlo. Estamos en una situación en la que los partidos tradicionales abandonan el terreno de la clase obrera. Se convierten en instrumentos de contrarreforma, al punto que los términos reformista o incluso socialdemócrata, por no hablar de socialista, son desusos del lenguaje. En esta situación es cuestión de juntar las fuerzas para resistir la ofensiva burguesa y rechazar la perspectiva del capitalismo como único horizonte, en la defensa de la alternativa socialista. Esto define el tipo de partido que debemos construir hoy. Y aunque sea difícil levantar el socialismo, seguramente en Francia, no podemos simplemente seguir adelante y construir un partido limitado a las demandas y al anticapitalismo. Estamos obligados a plantear algo por la positiva, lo que nos fuerza a definirnos como mínimo en los límites más amplios del socialismo que queremos.
2. ¿El partido que tenemos que construir debe ser revolucionario? No en el sentido que lo entendimos tradicionalmente. Es decir no un partido definido programáticamente ni por una serie de referencias históricas (1917, los cuatro primeros congresos de la Comintern, el programa de transición de 1938, etcétera) ni por la línea divisoria entre reforma y revolución. Las referencias programáticas, a las que debemos llegar críticamente, son difíciles de entender para las nuevas generaciones. Y para aquellos involucrados en las peleas actuales la línea divisoria entre reforma y revolución es abstracta. Sin embargo, hay una ligazón entre la práctica cotidiana y la teoría revolucionaria. Hace diez años pensaba que era esencial definir al partido por su referencia a la revolución, que implicaba determinada actitud frente al estado burgués, para garantizar una práctica basada en la independencia de clase. Hoy pienso que se puede trabajar también en el otro sentido. Construir un partido con práctica en la lucha de clases (y una intervención del marxismo revolucionario) que cree un marco que no es favorable para el desarrollo de corrientes reformistas. Además, es difícil ver otra base de construcción del partido. Incluso para defender reformas existentes y conseguir otras nuevas tenemos que utilizar métodos de clase y de lucha de masas, donde la acción dentro del parlamentarismo sólo puede jugar un rol de apoyo. Pelear por reformas no te define como reformista, menos aún hoy cuando los llamados reformistas no consiguen ninguna reforma. Un partido construido sobre estas bases, especialmente con intervención conciente de los marxistas revolucionarios, no es terreno favorable para el desarrollo de corrientes reformistas.
3. Debemos empezar por definir un partido no por lo ideológico, sino con relación a sus tareas, a los desafíos del momento, a lo que hace. El SSP no se define como partido revolucionario. La LCR y el SWP, entre otros, son lo que podemos llamar “organizaciones revolucionarias tradicionales”. Sin embargo, frente a los desafíos de la lucha de clases en el terreno nacional e internacional las posiciones del SSP son tan revolucionarias como las de la Liga o del SWP. En el sentido abstracto del programa el partido es “estratégicamente no delimitado”. En la práctica concreta está claramente definido con relación a los temas de la lucha de clases. En este sentido consideramos artificial la distinción entre la izquierda revolucionaria y la izquierda radical. Así como la caracterización de “partido centrista” del SSP que a veces hacen tanto el SWP como el ISG (sección inglesa de la Cuarta Internacional), una definición relativa al período en el que el movimiento obrero se caracterizaba por la polarización entre las corrientes revolucionaria y reformista. Creo que estos puntos merecen ser aclarados porque pareciera que prima la idea de que un nuevo partido=diluir la política, y si no, no es un partido amplio. Un nuevo partido debe ser distinto de las organizaciones tradicionales de la extrema izquierda por su funcionamiento y su relación con las masas, no por su programa práctico. Además, un partido que fue capaz de tomar una posición correcta con relación a los temas de la lucha de clases opuestas a la de la izquierda posreformista no tendrá éxito al construirse. Sería contraproducente.
4. Es crucial el rol de los marxistas revolucionarios en el nuevo partido, pero no para polarizar falsamente entre revolucionarios y reformistas-centristas. Implica transmitir críticamente las conquistas del marxismo, analizar las nuevas realidades, convertirse en un centro de reflexión y una fuerza con propuestas y en este sentido irrigar al partido. Esto implica un salto del partido revolucionario, un salto valiente, un cambio cuya extensión y peligros no deben subestimarse. Involucra no vernos más como el presente o futuro partido revolucionario, y por eso enterrar el mito de que somos el núcleo del partido revolucionario, en el que todos creímos en algún momento. Significa estar preparados para abandonar la construcción de nuestra corriente como una organización independiente y concebirnos como una corriente constituyente de un partido amplio anticapitalista, cuyo lugar y rol depende de nosotros, de ser la o una corriente revolucionaria dentro de ese partido. Una corriente y no una fracción gobernada por una disciplina de hierro, porque eso podría matar al partido. Esa es una lección clara de la experiencia del SSP. Se puede empezar con la concepción de organizar una corriente marxista revolucionaria partiendo de una comprensión (falsa, pero esa es otra historia) de centralismo democrático. Cuando uno enfrenta la realidad no se sostiene. La experiencia del SSP presentó el problema en la práctica. Intervenir como fracción de una corriente marxista podría haber tenido la inevitable consecuencia de deformar la vida democrática del partido, si parte de sus miembros hubieran intervenido en bloque con decisiones que se tomaran en otra parte. Mientras más fuerte sea la corriente en cuestión, más serio es el problema. Si gana la mayoría, la vida de la estructura partidaria rápidamente se vacía de contenido.
5.-El partido se concibe no ideológicamente sino políticamente, debe incluir a todos los que estén dispuestos a comprometerse sobre ciertas bases, gente que provenga de diferentes horizontes. Concretamente, en Francia un nuevo partido tiene que poder incluir fuerzas provenientes de la tradición del PC, de la izquierda socialista, de los sindicatos, de los nuevos movimientos sociales, de la “segunda izquierda” con su tradición de anticentralismo y autogestión, de corrientes libertarias. No será entonces un nuevo partido comunista revolucionario ni una versión más grande de una organización de izquierda. Es necesario contribuir en la construcción de ese partido, manteniendo la propia identidad política, eliminando cualquier rastro de sectarismo y ultraizquierdismo, de defensa de las particularidades, de contraseñas.
6.-Para construir el partido también debemos abandonar ciertos defectos de la extrema izquierda. Primero las concepciones vanguardistas y elitistas que exigen “nivel político” y cierto nivel de actividad para poder entrar. La educación política se da dentro del partido, no es una precondición para integrarlo. Y debemos abandonar la visión normativa de la actividad política que no tiene en cuenta la situación social y familiar de los camaradas, su trabajo en los sindicatos o en cualquier otra actividad. Además hay que romper con la forma de funcionamiento verticalista y jerárquica. Reconocemos que la concepción de partido está desacreditada, sobre todo entre los jóvenes, pero seguramente porque muchos militantes tuvieron malas experiencias con organizaciones de la izquierda o la extrema izquierda. Sólo podemos contrarrestar esas actitudes si construimos un partido democrático y transparente, donde las líneas políticas no vengan de arriba sin discusión en la base, donde haya permanente diálogo entre los dirigentes y los organismos de base del partido.
7-¿Cómo unir las fuerzas de un nuevo partido? En un momento tuvimos la perspectiva de que el partido revolucionario de masas surgiría de la fusión entre los marxistas revolucionarios y los famosos “vacíos” que dejan los partidos tradicionales. Esta perspectiva resultó inválida en la experiencia. El único partido de la izquierda radical en Europa que surgió de una ruptura vertical de un partido tradicional fue el PRC italiano. Incluso en ese caso la contribución de la extrema izquierda y los militantes sindicales de izquierda está lejos de ser desdeñable. Las fuerzas de un nuevo partido surgirán del movimiento obrero existente con toda su fragmentación, recomposición/descomposición, mezcla de elementos de lo viejo y lo nuevo.
8-La transformación de la socialdemocracia (y en Italia del PCI) en partidos que abiertamente defienden el capitalismo tanto en la teoría como en la práctica, de espaldas a su propia base social, con la consecuente pérdida de militantes y activistas y de su base electoral, es lo que hace absolutamente necesario y a la vez posible la construcción de nuevos partidos en Europa. Los PC que sobreviven están atrapados en una espiral descendente, entre convertirse en la cola de la socialdemocracia o caer en el sectarismo estéril. Esto es lo nuevo y es lo que nos permite hablar de la crisis de representación política de la clase obrera. Es una cuestión que está muy clara en el SSP, pero sobre la que no hay unanimidad dentro de la Liga. Hay un amplio acuerdo sobre la trayectoria del PS, pero no hay conclusiones teóricas que surjan del análisis. Entonces a pesar del giro a la izquierda con relación al gobierno y a no llamar a votar al PS en la segunda vuelta, esta debilidad política significa que en el futuro podemos desviarnos frente a la izquierda plural, más aún si es en oposición después de las elecciones. Por eso debemos seguir el debate sobre este tema, tener en cuenta cómo evoluciona la política del PS, su relación con la clase obrera, con la burguesía y con las instituciones del Estado, su electorado, su base activa, etcétera.
9-Si es inválido el viejo esquema de los agujeros estructurales, de las rupturas verticales en los partidos tradicionales, no debemos reemplazarlo con otro esquema milagroso, ni con un partido que emergerá del movimiento social ni de la unidad de los revolucionarios. De hecho en la actual situación se darán elementos de todo eso. la unidad de los revolucionarios es deseable pero incierta y prescindible. Más aún, si se presenta como una alternativa a la recomposición anticapitalista amplia más que como un componente y un apoyo para esa recomposición, puede ser incluso un factor negativo. Las fuerzas provenientes del movimiento social son absolutamente decisivas para un nuevo partido, pero la problemática francesa específica de la relación entre lo social y lo político hace particularmente difícil encontrar las mediaciones necesarias. Para los partidos tradicionales, específicamente el PC que está en abierta crisis, mientras no haya una convergencia entre los revolucionarios y los agujeros estructurales de ese partido, debemos tener éxito en ligarnos con corrientes, aunque sean pequeñas, grupos de activistas y personalidades capaces de actuar como punto de partido dentro y fuera del PC. El hecho de que no haya corrientes bien estructuradas, que no tienen un buen programa de acción o proyecto, no tiene importancia. Necesitamos fuerzas capaces de atraer militantes que están rompiendo con la clásica política de colaboración de clases del PC. Para ir hacia un nuevo partido sólo necesitamos un buen programa o proyecto nuestro.