1.
En mi opinión, cualquier posición política que se identifique con un legado perteneciente o próximo al universo de izquierda no puede dejar de soslayar la idea fundamental de que una de las vertientes clave de ese imaginario gravita sobre la categoría de crítica. En efecto, la idea de crítica conserva aún validez, inclusive asumiendo la crisis de sentido por la que atravesó el pensamiento de izquierda en relación con la hegemonía capitalista de fin del siglo XX en el marco de una cultura en muchos aspectos posmoderna. Asumido ese contexto de crisis, y vinculado con la escena local kirchnerista, algunos supuestos históricos del ideario de izquierda presentan potencialidades que le permiten volver a reformular la discusión central entre democracia, capitalismo y Estado. Sin inscribir entera ni necesariamente su identidad política y su discurso en una tradición nacionalista y romántica, el kirchnerismo se articula alrededor de formas de la cultura peronista, al tiempo que las excede. En cierto modo, convive con esa tensión. Por una parte, ese exceso obedece a la crisis histórica del peronismo y a la matriz estadocéntrica y populista sobre la que había forjado su identidad política. Por otra parte, esto se debe a que el kirchnerismo refuerza aspectos de crítica social que no se condicen enteramente con elementos del peronismo y que sí se hallan más explorados en posiciones relativas a la izquierda e incluso vinculados con aspectos de un liberalismo democrático. En este marco, un encuentro más fructífero entre peronismo y cultura de izquierda tiene que comprenderse a la luz de los cambios que ambas identidades han atravesado, cambios que exigen nuevos lenguajes y perspectivas para pensar y hacer la política. Hija de la modernidad y simultáneamente inscripta en una “modernidad capitalista periférica”, la izquierda debe poder incorporar y asimilar otras tradiciones del discurso, entre las que no se descarta una relación —siempre compleja y contradictoria— con las instituciones del Estado. Imagino que, para la renovación y la conformación de un nuevo ideario político proveniente del acervo cultural de la izquierda, resulta necesaria de igual modo la participación de actores políticos que históricamente quizá han constituido su identidad política desde la cultura peronista, pero que, al traspasar esos muros de referencia identitaria hoy menos rígidos, pasan a integrar un universo popular más amplio. La izquierda cuenta con un aspecto sustancial que no solo es indisociable, sino que, además, es constitutivo de su legado: la producción teórica de categorías como un elemento fundamental en la construcción del análisis de la realidad social.
2.
La complejidad que alberga la cultura de izquierda al momento de abordar los procesos sociohistóricos admite otras interpretaciones, más allá de posiciones políticas de corte catastrofista. Si se observan algunas de las discusiones clave hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, puede darse cuenta de que, en torno al debate sobre la crisis del capitalismo y las estrategias por seguir, las posiciones catastrofistas figuraban por entonces como posibles y legítimas. En ese sentido, sin embargo, estas fueron una de las estrategias consideradas, imposibles de ser asimiladas a todo el pensamiento de izquierda. En contra de cualquier idea mesiánica o redentora, contribuciones como las de Walter Benjamin (en contra del determinismo del progreso) o Antonio Gramsci (en contra del catastrofismo económico), este último de importante recepción intelectual en la Argentina, relativizaron más aún la idea de un derrumbe “natural” del capitalismo como opción posible para el cambio, introduciendo la importancia de la acción subjetiva y de la organización política e ideológica de las masas. Los dos ejemplos indican que la izquierda alberga en su seno puntos de vista que han quebrado una dinámica objetivista de las relaciones sociales. Pero ya adentrándonos en el contexto de la sociedad contemporánea, el carácter progresivo de muchas de las políticas kirchneristas ha generado condiciones sociales para que un discurso y una práctica de izquierda alcancen mayor visibilidad y protagonismo. Cierto que esto no deja de representar contradicciones para la izquierda. Al no cuestionar de raíz el carácter capitalista de la sociedad y al obtener del Estado su principio de legitimidad fundamental —y en ese sentido se liga con el peronismo—, la emergencia del kirchnerismo pone en tensión algunos criterios fundantes de la izquierda. Pero al mismo tiempo, esto revela la tarea fundamental de examinar qué entendemos por pensamiento y práctica de izquierda en el contexto de una sociedad como la actual que, por el momento, ha abandonado la perspectiva de una superación del capitalismo luego del triunfo de la democracia política y el liberalismo económico-político. Además, en América Latina, muchos de los procesos de cambio en un sentido progresivo se han articulado históricamente desde el Estado, lo cual indica que este no solo representa el dominio de una clase social, sino que también ha funcionado como articulador de intereses populares. Así pues, una izquierda a la altura de las circunstancias políticas actuales debe despojarse de cualquier esencialismo de un sujeto finalista (i. e.: la clase obrera es el sujeto de la transformación hacia la revolución), al tiempo que articularse con otros actores de cambio diversificando sus demandas y objetivos políticos. Sobre todo, y por cierto un punto no menor, tiene que comprender su autoconstitución discursiva en sociedades socio-económicamente más complejas y políticamente más fragmentadas que antaño. Una intervención lúcida que permita proyectarse en el futuro no puede dejar de pensar las determinaciones históricas que conforman el Estado, las relaciones sociales de producción, la acción colectiva, la esfera pública o la subjetividad de una época. Así, la cultura de izquierda no es ajena a la innovación política y conceptual. Bien por el contrario, allí reside una de sus más creativas incursiones históricas. Actualizar esa dimensión es una tarea imprescindible y una deuda pendiente en nuestro país.