1.

Creemos que hay elementos en la historia política de las izquierdas en Argentina y América Latina que ya abordaron esa revisión, que buscaron  superar  la distancia entre la izquierda y los movimientos populares de masas existentes en el capitalismo periférico y colonial. A partir de esa relectura crítica se constituyó una de las más novedosas vertientes de la izquierda anticapitalista en el continente, que se identifica como latinoamericanista, antiimperialista, popular y plebeya. Tal vez haya sido Mariátegui quien más claramente puso en cuestión los paradigmas de izquierda ajenos a la realidad social y política latinoamericana. El “socialismo indoamericano” surge como respuesta a una configuración social distinta a la analizada en los textos clásicos del marxismo europeo,  pero  no sólo eso: la propuesta de un socialismo que deba ser “ni calco ni copia, sino creación heroica” habilitó replanteos políticos y orgánicos que alimentaron la búsqueda de nuevas ideas y nuevas vías al socialismo. La revolución cubana, y los pensamientos de Fidel y el Che, constituyeron otro mojón imprescindible para comprender el decurso de esa “nueva izquierda” con pretensiones revolucionarias y socialistas, nutrida además  por aprendizajes contrahegemónicos a partir de las luchas concretas de la época en Nuestra América.

En Argentina ese vínculo se manifestó, por ejemplo, en los orígenes mismos de ese gran movimiento histórico que fue el peronismo. Como señala Horacio Tarcus en la Introducción al Diccionario biográfico de la izquierda argentina: “El movimiento obrero peronista (…) se nutre de una gran masa obrera que lleva consigo concepciones, prácticas de organización y movilización y un imaginario forjados en el sindicalismo y el socialismo”. Ya después del golpe del 55, la resistencia peronista se iría apropiando, con mayor o menor claridad, de conceptos como “lucha de clases”. En ese contexto surgieron expresiones organizadas que resultaron “puentes” efectivos entre una vertiente de izquierda con vocación revolucionaria y ese movimiento “nacional y popular” volcado a la resistencia. Ejemplo de esto fueron John W. Cooke y la agrupación Acción Revolucionaria Peronista, que vinculó al peronismo revolucionario con el ideario del Che y la revolución cubana, y apoyó al Ejército Guerrillero del Pueblo  que impulsó Jorge Massetti en el norte argentino. Nutrieron esa tradición también las Fuerzas Armadas Revolucionarias, organización conformada  por ex integrantes del Partido Comunista con el objetivo de apoyar al Che en Bolivia, que después terminó fusionada con Montoneros. El Peronismo de Base con su propuesta de “alternativa independiente” de la clase obrera, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, e intelectuales como Puiggrós o Hernández Arregui, permitieron a algunas de las vertientes de izquierda tejer lazos con el nacionalismo popular. También la “nueva izquierda” surgida en los 60 y 70, si bien de conformación mayoritaria no-peronista, encontró en estas expresiones canales de diálogo con el peronismo incluso en el marco de las categorías marxistas que le resultaban más afines, como muestra el debate que Carlos Olmedo, dirigente de FAR, mantuvo con el PRT en forma pública a través de revistas como Cristianismo y Revolución durante 1971.
Creemos que esta tradición se encuentra vigente. El historiador Miguel Mazzeo denomina “nueva nueva izquierda” a diversas expresiones surgidas a partir de las resistencias al neoliberalismo en los 90 y de parte de los “nuevos movimientos sociales” que, visualizados a partir de su protagonismo en la crisis del 2001- 2002, en la actualidad se desarrollan “politizando” sus construcciones sociales y buscando dar “carnadura social” a sus planteos políticos, que anidan en la tradición latinoamericanista y popular  y se enriquecen reactualizando definiciones más afines al ideario libertario que al de la izquierda clásica, como la democracia de base y la lucha contra el patriarcado.

2.
Definitivamente creemos  que la izquierda debe superar  la testimonialidad y la espera  crónica de la Gran Crisis, y volcarse con energía cotidiana y efectividad a construir poder social y político tras un ideario socialista, como tarea estratégica. A la vez, entendemos  que esto no podrá realizarse en el marco de la hegemonía peronista/kirchnerista (que en la actual etapa propone  un “capitalismo en serio”, algo diametralmente opuesto al ideario de izquierda). Creemos que la izquierda debe encarar  esa tarea en forma creadora,  sabiendo confrontar con esa hegemonía kirchnerista cuando  agrede  los intereses populares (enfrentando al modelo extractivista, por ejemplo), y sabiendo a la vez destacar sus aciertos (por caso, en la geopolítica latinoamericana). Pero sobre  todo, esa perspectiva estratégica de la izquierda se alimentará construyendo poder  social y político (poder  popular) desde las bases y con vocación transformadora, siempre con independencia y más allá de cualquier hegemonía gubernamental.
Dicho esto, cabe aclarar que la identidad peronismo/kirchnerismo, como toda referencia al peronismo, necesita de precisiones. Según nuestra mirada el kirchnerismo no expresa  un proyecto “nacional y popular” del que la izquierda no debería ser ajena, sino un modelo  neodesarrollista acorde a la nueva etapa que el capitalismo requiere, como señalan Mariano Féliz y Emiliano López en su libro Proyecto neodesarrollista en la Argentina.
Claro que esta mirada no debe habilitar lecturas “gorilas”. Por el contrario, reivindicando la tradición de una izquierda popular y plebeya, debemos seguir esforzándonos por recrear nuestros planteos políticos, sin claudicar en los objetivos estratégicos anticapitalistas y principios emancipatorios. Creemos que eso se expresa con más claridad, en la actualidad, a través del bolivarianismo que en Venezuela permitió la confluencia de sectores de ideología nacional con expresiones de la izquierda revolucionaria tras una prédica socialista; eso expresa el proceso vigente en Bolivia, fruto de la unificación de movimientos indígenas con un ideario nacional-latinonamericano; y podemos  suponer  que algo de esa tradición se expresa, a su modo, en la elección de esa guerrilla novedosa  surgida en Chiapas hace casi dos décadas cuando, aun desde sus concepciones radicales respecto al Estado, eligió incorporar en su propio nombre la denominación “… de Liberación Nacional”.
La “cultura de izquierdas” hoy anida en muy diversos ámbitos, tantos como expresiones de izquierda podamos  encontrar, que no son pocas en nuestro país. Dicho esto, nos parece útil proponer un camino que vaya revirtiendo y superando esa fragmentación, desarrollando una práctica militante que haga su propio trabajo de arraigo popular y de sedimentación identitaria. Una “nueva nueva izquierda” o “izquierda independiente” (de las lógicas del poder de las clases dominantes y el capital, pero también de los dogmatismos de la vieja izquierda) es necesaria. Y posible, como se ve, por  ejemplo,  en la Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares  de Argentina (COMPA). Se trata de un espacio que puja por tener cada vez más protagonismo, aunque hoy sea más reconocible a través de su importante desarrollo en el movimiento universitario, los movimientos barriales, la militancia de solidaridad latinoamericanista, el desarrollo de grupos político culturales, y en forma más incipiente en colectivos de pequeños productores y en la nueva generación de trabajadores que impulsa un sindicalismo clasista y de base. Se trata, como decimos, de movimientos y organizaciones que se identifican en esta vertiente de la izquierda que reivindicamos, readecuada a las condiciones históricas actuales.