¿Qué significa la asunción de Massa?
Luego de unas jornadas ajetreadas a nivel económico, atravesadas por corridas cambiarias, especulación financiera, devaluación del peso y suba del dólar informal, Sergio Massa llegó para “calmar al mercado”.
Decir “llegó” es un eufemismo cuando en realidad fue promovido e impuesto por los grandes capitales, en una maniobra tan alevosa que no dejó lugar a dudas. Después de la salida de Guzmán y la asunción de Batakis, “los mercados” no quedaron conformes y lo hicieron saber en menos de una semana.
El aumento récord del dólar blue y del riesgo país, la sensación de inestabilidad y de crisis inminente (fogoneada además por los medios de comunicación hegemónicos) no fueron casuales y volvieron a generar temblores y desconcierto en el ministerio recién renovado. Fue como si expresaran, por medio de especulaciones, corridas y devaluaciones, que la única forma de estabilizar la economía es poniendo a una persona de confianza para “el mercado”. Nadie más acorde para esto que Sergio Massa, que ni bien fue anunciado en su cargo, no demoró en mostrarse agradecido y retribuir a sus empresarios promotores poniendo, para que tengan un acceso e injerencia directa en sus políticas, a un hombre de la Sociedad Rural Argentina (SRA) en la secretaría de Agricultura y a otro de la Unión Industrial Argentina (UIA) en la de Producción.
La figura de superministro tiene pocos precedentes en nuestra historia. De un día para el otro, Massa asume y concentra un gran poder político: los ministerios de Economía, de Producción y de Agricultura, ganadería y pesca, además de las relaciones con los organismos internacionales de crédito. Una jugada que lo saca de su lugar como tercera fuerza dentro del Frente de Todxs y lo posiciona en el centro de la escena. Haciendo una analogía con los gobiernos de tinte europeo, asume como primer ministro mientras que Alberto Fernández queda relegado como presidente testimonial, apenas una figura simbólica con poca injerencia política.
Esta debilidad del presidente, ya desacreditado a nivel social desde antes, se viene acrecentando a partir de la derrota en las elecciones legislativas que recrudecieron las tensiones dentro del Frente, ocasionando cambios en el gabinete y la salida paulatina de lxs ministrxs albertistas de más peso, siendo primero Cafiero, luego Kulfas y por último Guzmán.
Lo visual muchas veces es importante e ilustra la relación de poder entre las personas. En este sentido, la imagen de Massa y Alberto publicada en los últimos días da cuenta de la nueva relación de fuerzas entre ellos dos: un Alberto retraído y cansado frente a un Massa imponente que parece retarlo con la mirada. A contramano de esto, la fotografía de CFK y Massa, cuando lo recibe y lo respalda por su nuevo cargo (cosa que no hizo con Batakis), lxs encuentra a ambxs compartiendo cada una de las cabeceras de una mesa simulando un acuerdo de paridad de poder. Esto resume y es la muestra definitiva, tanto a nivel simbólico como real, del derrumbamiento político de Alberto Fernández.
Antes de esta situación ya se venía barajando la posibilidad de una candidatura de Massa a las elecciones. En un escenario político cada vez más corrido a la derecha, donde el Frente de Todxs pierde votos frente al avance de JxC y la ultraderecha de Avanza Libertad (Milei y compañía), la candidatura de Massa sonaba más potable para disputar una base social tirada a la derecha antes que un candidato progresista como CFK o Máximo Kirchner.
Ahora con este panorama se refuerza esa lectura. Si Massa logra estabilizar el mercado y generar alivios económicos para los sectores pobres y medios, podría ser una figura que compita a nivel presidencial, pero la duda es si es posible tomar ese rumbo a contramano del programa del FMI y la negativa del gran capital.
¿A quién representa Massa?
Massa viene a representar los intereses de los grandes empresarios y del FMI. Es de público conocimiento su relación con el establishment estadounidense (como Robert Giuliani, por ejemplo) y con vínculos cercanos con grandes empresarios como Marcelo Mindlin.
Detrás de todo esto no hay dudas de que se encuentra Kristalina Georgieva, así como no son casualidad las reuniones previas de CFK con la vicejefa del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de EEUU, el embajador norteamericano y con Carlos Melconian, de la Fundación Mediterránea y ex-presidente del Banco Nación durante el gobierno de Macri.
La relación del gobierno con EEUU se viene estrechando cada vez más, y la asunción de Massa es una nueva muestra al respecto. Unos días después de que se conociera su nuevo cargo se hizo pública la noticia de su viaje a EEUU, seguramente para recibir órdenes de la política a seguir. Así aparece como el único que puede lograr la estabilidad en este momento, con el visto bueno de los sectores de poder. Pero la pregunta es ¿hasta cuándo podrá sostenerlo?
Sobre este punto se dividen los posibles escenarios: Una opción es que Massa consiga cierta estabilidad, maniobrando y conteniendo la devaluación del peso, la inflación y las corridas cambiarias. Si es que “el mercado” se lo permite y no motoriza otra corrida. Logrando esto, tendría oportunidades para posicionarse como figura presidencial del FdT, pero esto es poco probable. La otra opción es que venga a profundizar el ajuste y a aplicar una política ortodoxa clásica en la economía, siguiendo a rajatabla el mandato del FMI, devaluando la moneda y librando la suba del dólar en función de la inflación, con la posibilidad de alcanzar un panorama y números muy críticos.
Para dar cuenta de las políticas que se podrían implementar, alcanza con mencionar la incorporación de Daniel Marx al equipo económico del nuevo superministro. Se trata de un funcionario que gestionó maniobras de endeudamiento usurero en los gobiernos de Alfonsín, Menem y De La Rúa, una persona ya conocida y probada en gobiernos anteriores por el FMI.
Si se diera el primer supuesto, Massa quedaría como un buen gestor de la crisis y con una referencia positiva por su gestión, en el segundo, terminaría con su imagen colapsada y prendida fuego, poniendo la cara y aguantando las consecuencias económicas acumuladas que podrían explotarle en las manos.
Daniel Marx, secretario de Finanzas de Cavallo durante el gobierno de De La Rúa
Si Alberto Fernández ya perdió toda credibilidad y poder político, y si Massa representa al empresariado y al FMI ¿quién representa a los sectores medios y populares? Claramente CFK no es la respuesta a esta pregunta.
Siendo responsable y garante tanto del presidente que ya nadie respalda como del nuevo superministro del establishment, está muy lejos de defender los intereses de lxs trabajadorxs, pese al consenso cómplice y la pasividad de las burocracias sindicales. Y se encuentra mucho más alejada de los movimientos sociales que supo arropar e institucionalizar en sus primeros gobiernos. Incluso actualmente se enfrenta a ellos e intenta quitarles la propia autoorganización de sus recursos para delegarla en los intendentes, mientras a su vez la justicia realiza allanamientos, renueva viejas causas judiciales y persigue a sus militantes.
En esta situación se avecina y presenta un escenario de crisis de representación. Ya el FdT, el peronismo y kirchnerismo no logran representar el descontento social de lxs trabajadorxs y las clases populares. Lxs votantes que depositaron su confianza en este gobierno que prometía “volver al asado”, y un nuevo aumento del consumo y del bienestar social a contramano de lo que había hecho el gobierno del Pro, se vieron defraudadxs por una gestión que continuó y profundizó el ajuste macrista por medio del acuerdo con el FMI, legitimando el súper préstamo fraudulento y sin precedentes en la historia.
Si ya nadie representa a estos sectores, y lxs políticxs de turno se disputan el visto bueno y la legitimidad del mercado ¿quién podrá representar a las clases subalternas e imponer una oposición a estas políticas de ajuste?
En busca de una representación de la resistencia
El agotamiento y la crisis de representación deja un espacio abierto, un lugar por donde se puede construir y consolidar una nueva representación. Las supuestas convocatorias de la CGT a una marcha el 17 de agosto “contra lxs especuladores y la inflación” no son del todo claras sobre lo que buscan representar ni a qué apuntan.
No son en oposición al gobierno porque no lo plantean así, de hecho, convocan en apoyo al mismo y además se sabe que son cómplices y tranzan con el oficialismo. Desde este punto, la movilización y la consigna no tienen mucho sentido si van a continuar avalando la misma gestión inflacionaria que cede ante lxs especuladores.
En esta situación de desmovilización y pasividad hay que volver a revitalizar los movimientos sociales, los sectores de trabajadorxs y el descontento popular para que tome cuerpo en la calle. Si las calles siguen vacías y el malestar ante las políticas tomadas no se expresa ni se hace sentir, el rumbo seguirá siendo el mismo y habrá vía libre para más ajuste y precarización de la vida.
Los movimientos más combativos como la Unidad Piquetera, salen a la calle y exigen respuestas al gobierno. Hay que potenciar esas luchas para empezar a construir un camino político alternativo, uno que apunte a representar ese lugar vacante y que está en crisis.
Nos toca resistir contra un escenario que cada vez es más conflictivo y crítico, es necesaria la unidad en la acción de los sectores populares para combatir las políticas de ajuste y construir una nueva representación emancipadora y de izquierda que se vaya consolidando y sea una alternativa para enfrentar la crisis que se viene.
Ortodoxia monetaria y “equilibrio fiscal”
En el día de ayer, Sergio Massa anunció algunas medidas durante su conferencia de prensa de asunción, en un acto donde empresarixs y burócratas sindicales componían el público, dando un aire de “pacto social” y de “poner el hombro” a una crisis que no sólo la burguesía ha ocasionado sino con la cual se ha beneficiado.
Durante su discurso, el flamante “superministro” puso el eje en el déficit fiscal, la emisión monetaria y la confianza, dando señales de un rumbo liberal ortodoxo en el gobierno y recalcando que la confianza del mercado es fundamental para salir de la crisis.
Como parte de ese discurso anunció una serie de medidas dentro de las cuales, casi como primer punto, se encuentra el cumplimiento de las metas de déficit del 2,5% acordadas con el FMI y la necesidad de corregir un “desorden fiscal”, que fue ni más ni menos que el modo de evitar decir “ajuste”.
Habló de fortalecer las reservas del Banco Central mediante un esquema de “regímenes especiales” que promuevan las exportaciones en sectores como el agro, la ganadería, la minería, los hidrocarburos y la “economía del conocimiento”, al brindarles concesiones tributarias que estimulen dichas exportaciones. También hizo un énfasis especial cuando nombró dichas actividades económicas para marcar la importancia de las reservas de litio y gasíferas de nuestro país marcando cómo, además, la situación internacional de crisis y escasez de commodities por la guerra y el Covid podían ser una “oportunidad para la Argentina”.
Es decir, continúa en la línea de defensa y sostenimiento del modelo extractivista, de superexplotación de nuestros ecosistemas como salida de la crisis ante la falta de dólares, cuando se ha demostrado que dicho modelo sólo nos deja destrucción ambiental y pérdida de la calidad de vida de las poblaciones, sin olvidarnos que no estaríamos en una situación de falta de divisas tan extraordinaria si desconociéramos la deuda ilegal que nos obligan a pagar.
Por otro lado, como ejemplos concretos del “reordenamiento fiscal”, es decir, del ajuste, planteó los principales ejes en el congelamiento del empleo público, reducción de subsidios, poniendo de ejemplo la reducción del subsidio energético, al que además le sumó que se presionara al máximo a lxs usuarixs subsidiadxs para que reduzcan el consumo, al punto de poner un tope máximo de consumo subsidiable.
Tampoco dejó de lado la reducción y eliminación de planes sociales, promoviendo la auditoría de los planes ya otorgados en una nueva embestida a los movimientos sociales y lxs trabajadores informales que, por un lado, les quita el salvavidas del plan y, por otro, les pone la carga y acusación de falsificadores que necesitan ser “auditados”.
Por último, el flamante primer ministro habló de cómo los anuncios podían gustar más o menos, pero que había que entender que “los sacrificios son necesarios”, y todo esto cuando su paquete de medidas pide dichos sacrificios casi exclusivamente a lxs trabajadorxs y las clases populares. En simultáneo a lxs empresarixs sólo les d un tibio reclamo sobre sus sucias jugarretas con la subfacturación de exportaciones y la falsificación de importaciones, diciéndoles que si “no regularizan dicha situación en 60 días podrían denunciarlos en tribunales estadounidenses”, justificando la demora en que “dichas falsificaciones tributarias podrían bien ser un error de buena fe, rectificable”.
En definitiva, mientras desde el gobierno proponen que no habrá ajuste, que se buscará recaudar más, frenar la inflación y perseguir una mayor equidad social, discurso que el propio Sergio Massa repitió hoy, el rumbo y medidas anunciadas demuestran fácilmente lo contrario, nuevamente se pone el peso de la crisis en el pueblo trabajador y las clases populares.
Cabría preguntarle al gobierno: ¿cómo puede buscarse mayor distribución de los ingresos y recuperación del salario, al mismo tiempo que se otorgan concesiones al empresariado y se evita afectar sus ganancias?