En árabe Nakba significa “catástrofe” o “desastre” y es una palabra asociada directamente al forzado éxodo palestino que impuso el terrorismo del naciente Estado de Israel en 1948. Este nuevo aniversario se produce en un contexto trágico en el que se está llevando adelante otra ofensiva genocida contra Palestina, bombardeando sin piedad a Gaza y preparando una incursión terrestre que sumará cientos o miles de víctimas a la imperdonable lista de bajas por las que en algún momento el sionismo deberá rendir cuentas.
Si bien las prácticas de terror contra pueblos y aldeas palestinas pueden remontarse a los años previos, el día posterior a la instauración oficial del Estado de Israel se tomó como referencia histórica para recordar a los 800 mil palestinxs que fueron expulsados de sus hogares en los meses que siguieron a mayo del 48, con más de 13 mil asesinatos y la destrucción de cerca de 500 aldeas y localidades. El 70% de esos miles de desplazados se conviertieron en refugiados, que aún hoy luchan por regresar a sus tierras.
En los años posteriores a la Declaración Balfour que el Gobierno británico aprobó en 1917 para respaldar la creación de “un hogar nacional para el pueblo israelí” en Palestina (entonces bajo dominio británico), decenas de miles de inmigrantes judíos comenzaron a llegar a esta tierra ocupada en su absoluta mayoría por población árabe. Después de la derrota del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, otras potencias avalaron la política británica. Así comenzaron a instalarse nutridas colonias judías, comprando tierras a precio vil y desplazando pequeñas poblaciones árabes, sin pruritos en recurrir al terrorismo como estrategia. Las fuerzas paramilitares de la Hagana y el Irgun llegaron a masacrar a pueblos enteros para sembrar el terror entre la población árabe y forzarla al exilio, como en los sangrientos casos de al-Damaymah o Deir Yassin. Ante la constante alharaca contra el terrorismo a la que apela constantemente Israel es importante recordar que se trata de un estado que se gestó con métodos terroristas y en un baño de sangre palestina.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la Asamblea General de la recién nacida ONU adoptó la resolución 181, que “recomienda” un plan de división de Palestina en un Estado palestino y otro israelí para terminar oficialmente con el mandato británico. El 14 de mayo de 1948 se fundó oficialmente el Estado de Israel, asumiendo esta recomendación de Naciones Unidas y apropiándose del 55% del territorio palestino. Lógicamente los pueblos árabes rechazaron activamente esta resolución, que implicaba la desposesión de la mitad de su territorio, mientras que los israelíes avanzaban con los ataques y deportaciones de población árabe. Esto da origen a la guerra árabe-israelí de 1948 (llamada hipócritamente “Guerra de independencia” en Israel, como si hiciera parte de las luchas descoloniales), luego de la que tras casi un año de combates con varios países árabes un Israel victorioso suma otro 22% de territorio palestino a la partición original.
La medida de la catástrofe no se mide sólo en los territorios ocupados ilegalmente por Israel sino, sobre todo, en centenares de miles de pobladores árabes desplazados. El 80% de la población palestina que vivía en el territorio ocupado por Israel (a esta altura un 77% de la Palestina bajo mandato británico) pasan a ser refugiados, mientras que el porcentaje que logra quedarse pasa a ocupar un lugar de “ciudadanos de segunda” en el naciente Estado judío, sujetos a un régimen de apartheid y de violencia cotidiana. Los números del exilio se incrementan por centenares de miles luego de la Guerra de los Seis Días de 1967. Israel siempre se negó a reconocer e “derecho al retorno” de los exiliados, que hoy suman cinco millones (afirmando que no hubo violencia en su desplazamiento y que se fueron por propia voluntad), para preservar la mayoría judía de un estado de explícito apartheid (como lo reconocen numerosas organizaciones de derechos humanos del mundo, incluyendo Human Right Watch).
Una mirada al mapa de la evolución territorial de Israel, que sin legitimidad alguna y contra todas las resoluciones internacionales fue anexando territorios hasta convertir a Palestina en una serie de islotes incomunicados, da cuenta de que las intenciones oficiales israelíes nunca pasaron por una verdadera apuesta a la resolución de “dos estados”. No sólo el sionismo hace lo imposible para tornar imposible la vida de los ciudadanos árabes en su territorio (en violación abierta a cualquier definición de democracia) sino que no frene la constante expansión de sus colonias sobre tierra palestina, ignorando todas las condenas de la ONU y los pedidos de retracción, e impone brutales controles sobre Cisjordania y, sobre todo, Gaza. El bloqueo absoluto de la Franja de Gaza (un territorio cinco veces menor que la provincia de Tucumán donde se hacinan más de dos millones de personas), que incluso impide el acceso de insumos médicos, ha llevado a la población a condiciones de vida infrahumanas, como reconocen infinidad de estudios internacionales. Israel no está dispuesta a reconocer un territorio ni una soberanía palestina, buscando concretar una total limpieza étnica a la que sólo se le ha puesto freno la heroica resistencia del pueblo palestino.
Por eso para Palestina el día siguiente a la instauración formal del Estado de Israel es el día de la catástrofe, la Nakba. Pero Israel sabe que no basta con el bombardeo, con el hostigamiento, negación de derechos y asesinato constante de la población civil para quebrar el espíritu heroico de Palestina. Por eso también busca borrar la memoria. En marzo de 2011 el Parlamento israelí aprobó la llamada Ley de la Nakba (propuesta por el partido de extrema derecha Israel Nuestro Hogar), que penaliza la celebración de actos o eventos en memoria de la catástrofe. Pero la memoria palestina es porfiada y éste sigue siendo uno de los días más importantes del calendario. Por eso las llaves de las casas que el terror sionista obligó a desalojar siguen pasando de generación en generación, como símbolo de la permanente lucha por el regreso.
Hoy los 73 años de la Nakba se conmemoran en un momento dramático de criminal ofensiva sionista contra Gaza. La incomparable superioridad militar israelí descarta a priori el uso de la palabra guerra para referirse a la masacre en curso. Ya son más de 100 las víctimas de los bombardeos, incluyendo a más de 20 niños. La brutalidad de las Fuerzas de Defensa de Israel este sábado llegó al punto de bombardear el campo de refugiados de Abu Hatab, matando a ocho niños y dos mujeres, y a demoler íntegramente el edificio de Associated Press, donde también funcionaban otras centrales periodísticas como Al Jazeera. Pretenden que no haya testigos que puedan dar cuenta de la brutal ofensiva terrestre para la que se preparan ante el silencio cómplice de la mayoría de los gobiernos e instituciones supranacionales. Por eso, hoy más que nunca, la solidaridad activa con Palestina y la difusión de los crímenes racistas del sionismo depende de todxs nosotrxs.
¡Qué Israel comience a cumplir las resoluciones internacionales y deje de violar abiertamente los derechos humanos en Palestina! ¡Alto a la ofensiva criminal contra Gaza! ¡Basta de bombardear a la población civil!