Los criminales veinte años de la guerra imperialista de Vietnam tuvieron uno de sus momentos más nefastos con la matanza de My Lai del 16 de marzo de 1968, en lo que pasó a la historia como “el episodio más terrible de la guerra”. Documentos oficiales de los Estados Unidos reconocen una cifra de 347 muertos en la operación, sin distinción de géneros o edades, mientras que el gobierno vietnamita denuncia más de 500, en su mayoría mujeres y niñxs.
En Occidente conocemos el episodio por My Lai, pero en Vietnam se habla de la masacre de Son My, por el nombre del pueblo de la provincia de Quan Ngai al que pertenecían las cuatro aldeas destrozadas por la infantería estadounidense, una de las cuales era My Lai.
La operación militar de la compañía Compañía Charlie, I Batallón de la 20ª División de Infantería estadounidense, dirigida por el capitán Ernest Medina, fue llevada adelante como respuesta a la denominada “Ofensiva del Tet”, una operación militar conjunta del Ejército de Vietnam del Norte y el Frente de Liberación Nacional de Vietnam (Vietcong) que le causó más de cuatro mil bajas a las fuerzas armadas invasoras con tácticas de guerrilla.
La orden de las fuerzas armadas de EEUU era buscar a las tropas del Vietcong y destruir sus posibles espacios de asentamiento o de apoyo civil, comando que fue ejecutado de forma entusiasta por los responsables de la Compañía Charlie, especialmente por el teniente William Calley Jr., que estaba a cargo del operativo.
A lo largo de cuatro horas los 100 soldados que los helicópteros habían dejado al mando de Calley se dedicaron a violar, mutilar y matar sin freno, a incendiar las casas y acribillar el ganado, a sembrar la muerte y la destrucción, a operar una venganza imperial que se pretendía ejemplificadora. Luego de la devastación de las aldeas, a la que sólo sobrevivieron unos 20 habitantes, cientos de muertos y heridos fueron amontonados en una acequia para ser ametrallados nuevamente.
La masacre sólo se detuvo cuando un oficial de la compañía de helicópteros intervino para frenar la orgía de sangre, amenazando incluso con dispararle a sus propias tropas. Unos días después, el Ejército de los Estados Unidos reconocía 120 muertos, de los cuales 90 eran vietcong no civiles y 30 vietcong civiles. Pero en el operativo, en el que las fuerzas atacantes no sufrieron una baja, sólo se incautaron tres armas presuntamente del frente vietnamita.
Las estadísticas militares para medir la eficacia de los operativos valoraban particularmente la cantidad de bajas “enemigas”, un factor que decidió a Calley a perpetrar la masacre. Luego del escándalo mundial, en 1970, el ex teniente (que no negó los hechos y se limitó a decir que “cumplía órdenes”) fue condenado a cadena perpetua. Pero la intervención del presidente Richard Nixon le permitió cumplir arresto domiciliario en una base militar y a los tres años terminó indultándolo. No hubo ningún otro condenado por la masacre ni Estados Unidos pagó algún tipo de indemnización.
El fotógrafo militar Ron Haeberle inmortalizó el horror en 18 fotos históricas, que inicialmente fueron ocultadas por EEUU. Las imágenes vieron la luz en noviembre de 1969 en la revista Life, en general acompañando los impiadosos artículos del periodista Seymour Hersh sobre la intervención militar estadounidense (por los que logró el Pulitzer), lo que generó un repudio universal y contribuyó a sumar desprestigio a la operación militar, incluso en el propio territorio de los EEUU. Esas capturas hoy decoran las paredes del museo vietnamita levantado en el lugar de la masacre “para que nadie vuelva a repetir semejante barbarie”.
El imperialismo sostendría su criminal cruzada anticomunista otros seis años hasta que finalmente la heroica resistencia vietnamita y el creciente activismo internacional contra los constantes crímenes de guerra obligaran a la mayor potencia militar del mundo a reconocer una histórica derrota.