Democracia Socialista

Nueva etapa, nuevas y viejas tareas

Se abre un nuevo período político en Argentina. El triunfo de Macri extrema el ciclo de recomposición de la dominación de clase abierto por el kirchnerismo, de la peor de las maneras posibles. Con un gabinete de ministros compuesto por altos empresarios y CEO´s de las multinacionales, el nuevo gobierno expresará la unidad inmediata entre Estado y capital. En un contexto donde las presiones objetivas del ciclo económico imponen una agenda de recorte de subsidios, ajuste del gasto público y devaluación, asume un gobierno abiertamente pro-empresario, que buscará restituir las tasas de ganancia del capital, como siempre lo hacen, castigando a la clase trabajadora y los sectores populares. Se abre, además, el peligro de que el nuevo gobierno termine de cerrar la brecha abierta en las jornadas insurreccionales de diciembre de 2001, instaurando una hegemonía derechista que consolide desde el Estado relaciones de fuerza profundamente desfavorables a los y las de abajo.

Frente a este contexto, una certeza básica debe aunar a todos los sectores de izquierda: será preciso enfrentar los ataques de la clase dominante con todas las fuerzas de la lucha social. Hoy, al parecer, se terminan las ambigüedades y los gestos populistas o hegemonistas que el kirchnerismo supo tener sobre los sectores populares y sus organizaciones. El Estado capitalista lo será ahora de modo inmediato, evidente y ostensible, y tarde o temprano la lucha social será el vehículo fundamental para resitirlo. Esta certeza básica, que es correcta en lo fundamental, debe sin embargo ser clarificada y matizada en algunos puntos.

¿Retorna la resistencia social?

Primero, hay una advertencia que debemos hacernos quienes venimos de la nueva izquierda, del 2001, la efervescencia callejera y las experiencias de auto-organización. La idea de una “vuelta de lo social” puede llevar a confundirnos o, incluso, a que omitamos los debates estratégicos y programáticos que nos tuvieron en crisis todos estos años. En efecto, la nueva izquierda se mostró muy capaz de resistir el neoliberalismo de fines de los noventa, cuando protagonizó importantes gestas haciéndose fuerte en la lucha social. Pero tuvo serias dificultades para intervenir progresivamente en la crisis de hegemonía abierta entonces, quedando en manos del kirchnerismo la posibilidad de recomponer la gobernabilidad y la normalidad capitalistas. Tenemos que aprender de los errores del pasado, y evitar simplemente amoldarnos a los ciclos en alza y baja del capital, complementándolos con ciclos de alza y baja de la lucha sectorial. La historia reciente nos previene contra la “ilusión social” que desconoce la amplitud y profundidad de las tareas políticas que exceden la resistencia sectorial y callejera. Las crisis hegemónicas, hemos aprendido, se resuelven en la especificidad del nivel político. La resistencia desde la lucha es fundamental, pero no suprime la necesidad de una estrategia de poder global, que pueda también disputar en la arena estatal y construir una hegemonía de y para los sectores subalternos. Esa tarea requiere clarificaciones estratégicas y proyecciones específicamente políticas, incluso electorales. Construir una organización a la altura de tal tarea sigue siendo, hoy, un desafío pendiente.

Dificultades en la izquierda

También debemos clarificar la situación, no sólo de la izquierda independiente, sino del conjunto de la izquierda. Hoy, el FIT es una referencia de peso en la izquierda argentina. Este espacio, sin embargo, enfrenta dificultades estratégicas para lidiar con el proceso que emerge. El FIT no ha aceptado, al menos hasta ahora, constituirse en un polo de la izquierda anticapitalista en nuestro país. Esto, asimismo, se corresponde con una dificultad para capitalizar el contexto político. En una elección enormemente derechizada por arriba, pero donde no es posible suponer una correlativa derechización del electorado, el FIT creció verdaderamente poco. Cuando los votantes hicieron la experiencia de “desilusionarse” de la dirección burguesa encarnada en el kirchnerismo, casi no viraron a la izquierda, que amplió poco sus guarismos electorales del año 2011. Esto impone algunos interrogantes programáticos sobre la idea de que mantener una posición decididamente minoritaria y frontal ante el proceso kirchnerista, garantizaría las condiciones para empalmar con las masas desde la independencia de clase. Al menos, tal cosa no se ha confirmado. Esto se debe a las complicaciones del FIT ya no para ampliarse a otras fuerzas (lo que excedería la incorporación en las listas y supondría rediscutir la naturaleza del frente), sino incluso para tener una política de independencia de clase verdaderamente no-sectaria, dotada de una firme voluntad hegemónica. La acumulación de fuerzas o el acceso al poder solo es posible para las clases subalternas desde una política contra-hegemónica, que aspire a construir una voluntad nacional-popular que interpele los núcleos de sentido crítico en el sentido común, en lugar de embestir contra ellos desde la proclamación ideológica.

Lo anterior se puso de manifiesto en las limitaciones de la campaña por el voto en blanco. Cuando una importante porción de la sociedad, que excedía ampliamente al kirchnerismo e incluía a buena parte del electorado del FIT, se politizaba y organizaba contra Macri, el FIT optó por militar el abstencionismo. Era necesario, sin adaptarse al kirchnerismo y manteniendo la crítica a Scioli, empalmar con los núcleos progresivos de la campaña anti-macrista, que aglutinó y movilizó a los sectores de izquierda de la sociedad. Cuando planteamos la necesidad de un polo de la izquierda anticapitalista en nuestro país, nos referimos también a situaciones de este tipo. Hoy, es indispensable crear una fuerza que pueda interpelar las complejidades de los procesos populares y las idas y venidas de la lucha política, desde una posición donde la independencia de clase no signifique abstencionismo y auto-limitación.

Lucha social y construcción política

Por todo lo anterior, creemos que la etapa que se abre nos exigirá una construcción en dos planos. Por un lado, deberemos aspirar a los más amplios frentes de masas en la lucha reivindicativa. Enfrentar la ofensiva macrista nos exigirá abandonar todo sectarismo. En el plano de la resistencia, es necesaria una política frentista verdaderamente amplia, que incluirá sin duda a sectores provenientes del kirchnerismo que se decidan a tomar la calle.

En el plano estrictamente político, sigue pendiente la tarea de construir una organización clasista con una firme vocación contra-hegemónica, que supere tanto las limitaciones basistas de la izquierda independiente como los rasgos sectarios del actual FIT. Esa organización, que deberá delimitarse del futuro kirchnerismo opositor en un escenario complejo, tendrá que combinar la lucha social y la construcción de poder popular, con la proyección global de una estrategia y una alternativa política de y para la clase trabajadora. En la etapa de resistencia y acumulación de fuerzas que se abre, es indispensable combinar la organización desde abajo con la proyección política integral y la disputa en la arena institucional, desde una política socialista capaz de interpelar a las grandes mayorías y, a largo plazo, demostrar que los trabajadores podemos gobernar.

Obviamente, tal fuerza no tiene por qué construirse contra las coordinadoras actualmente existentes, como los movimientos de base surgidos de la izquierda independiente o el FIT como frente electoral. La construcción de alternativas políticas no es contraria sino complementaria con la ardua tarea de construir y conservar la unidad, en marcos frentistas amplios donde primen el debate fraterno, una cultura política sana y un clima de deliberación colectiva. Apostar a esos frentes, pero sin resignar la central tarea de construir una alternativa política de los y las de abajo, es hoy una tarea pendiente de primer orden.

cleardot