Publicado en Cuadernos de Marte: Revista Latinoamericana de Sociología de la Guerra
Federico Cormick
Doctorando en Historia (UBA), docente UNM,
militante de Izquierda Revolucionaria
Resumen
La Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) fue una valiosa experiencia política que se desplegó en el marco de las luchas obreras y populares de la década del ’70 en Argentina. OCPO se formó por la confluencia de diversos destacamentos del socialismo revolucionario, contó con un acervo ideológico heterogéneo en el marco del marxismo, y realizó planteos originales sobre el proceso revolucionario, el rol del partido y la relación entre la vanguardia y el movimiento de masas. Una recuperación de sus principales aportes puede brindar claves para una relectura de los años ‘70 y para nuevas experiencias políticas.
Palabras clave: OCPO – Organización Comunista Poder Obrero – movimiento obrero – lucha armada – nueva izquierda
Apuntes sobre la Organización Comunista Poder Obrero
Con señalar que la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) contó con valiosos militantes revolucionarios, protagonismo en luchas obreras, audacia política y determinación combativa, habría razones suficientes para realizar un estudio de sus aportes al rico proceso que desplegaron la clase obrera, amplios sectores populares y sus organizaciones políticas en los ‘70.
Se trata de una experiencia breve, que terminó de conformarse poco tiempo antes del golpe de estado de 1976, y poco visibilizada, principalmente porque otras organizaciones como Montoneros y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), por sus dimensiones, trayectoria e influencia, ocuparon gran parte del espacio político y referencial del que formó parte.
Por supuesto, ni el estudio de Poder Obrero -como solía llamársele- ni el de ningún otro actor político o social, nos hará descubrir la llave maestra de lo que se debió haber hecho para evitar la derrota y lograr la profundización del proceso revolucionario que estaba germinando entonces. Sin embargo, experiencias como la de OCPO contienen claves de gran interés para un balance profundo sobre los ‘70, la acción de la clase trabajadora y la acumulación política que se plasmó en sus diversas organizaciones revolucionarias. Claves que pueden ser puntos de apoyo para nuevas intervenciones presentes y futuras.
Poder Obrero es un producto genuino de la nueva izquierda de los años ’60 y ’70. Es fruto de una nueva generación militante que rompió con las prácticas hegemónicas de parte de la izquierda, renovándolas, para volver a poner en el centro el problema de la revolución.
Con el ejemplo de la revolución cubana y las luchas de liberación de los primeros ’60, las prácticas anquilosadas de los Partidos Socialistas o los Partidos Comunistas pro soviéticos, fueron desplazadas por nuevas propuestas políticas que combinaron la recuperación de tradiciones del marxismo y las experiencias revolucionarias pasadas, con la decisión de llevar adelante una intervención concreta, inmediata y coherente con su marco espaciotemporal evitando la atadura con definiciones que allí no eran operativas. Hacia los ’70 se consolidaron organizaciones partidarias, definidamente marxistas, defensoras de tradiciones y aprendizajes históricos del movimiento socialista, pero independientes de centros de referencia como la URSS, China o las variantes de la IV internacional trotskystas, entre las que se encuentran el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, el PRT o el mismo Poder Obrero en Argentina.
En ese marco, quienes confluyeron en OCPO desplegaron su propia búsqueda. Algunas de sus concepciones y características fueron una configuración ideológica compleja enmarcada en el marxismo pero no atada a una única tradición; su concepción de construcción partidaria por confluencia de distintos destacamentos de tradiciones afines pero no idénticas; su análisis de la estructura económico-social argentina y su consecuente caracterización de la revolución en una clave que chocaba con la mayoría de las lecturas de la izquierda; una particular consideración del lugar que ocupan los partidos revolucionarios en el proceso de lucha por el poder que se delimita frente a la concepción de un único partido revolucionario; una lectura del clasismo –hija de su propia experiencia- que no contrapone la independencia política de la clase trabajadora con la vinculación obrero-popular y con una propuesta flexible de alianzas; su insistencia en el rol central de los organismos autónomos de las masas trabajadoras; y su propuesta de una intervención militar ligada al proceso de masas.
Por supuesto, estos y otros ejes de intervención, se fueron construyendo a partir de definiciones, discusiones y, sobre todo, de los balances y autocríticas surgidos de la práctica militante realizada al calor del Sitrac Sitram, la primavera camporista, el villazo, las coordinadoras del ’75, y el creciente ataque a la clase trabajadora y el pueblo por parte de la represión estatal y paraestatal que culminó con el golpe de Estado de 1976.
Vale señalar que, hasta el momento, hay pocos trabajos sobre OCPO. Los más difundidos son los realizados por algunos de sus protagonistas[1] que, junto a algunas entrevistas[2], han servido como punto de partida para nuevas producciones, en algún caso con interesantes aportes, pero de escasa o nula difusión[3]. Algunos trabajos más focalizados han prestado atención a la experiencia sindical de OCPO[4] o a la trayectoria de su afluente más reconocido, El Obrero[5].
Con estos apuntes pretendemos aportar al rescate crítico de esta experiencia, sacando a la luz documentos y lecturas que hasta el momento no han tenido visibilidad. Lo hacemos para el presente y para el futuro, y por supuesto, a la salud de la militancia revolucionaria de OCPO y de todos los que entregaron su vida por la revolución y el socialismo.
Los afluentes
OCPO fue fruto de la confluencia de numerosas experiencias del socialismo revolucionario, también llamado izquierda socialista. El primer paso importante en la cristalización de la organización se dio a mediados de 1974 cuando el periódico El Obrero pasó a expresar conjuntamente a El Obrero, Poder Obrero y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), a los que se llamó genéricamente Poder Obrero. Estos agrupamientos, junto a otros que se integraron en el proceso de confluencia, se habían forjado al calor del Cordobazo y los primeros años ‘70.
Uno de los afluentes principales fue El Obrero de Córdoba. Del Movimiento de Liberación Nacional “Malena” (organización antiimperialista de los años ‘60 dirigida por Ismael Viñas) se desprendieron en 1968 y 1969 dos grupos de jóvenes que formaron los Grupos Revolucionarios Socialistas (GRS) de base estudiantil primero, y el boletín fabril El Obrero después. Una veintena de militantes nutrieron inicialmente la confluencia El Obrero-GRS, que fue avanzando en su actividad en el movimiento obrero, con algunos activistas industriales y trabajo en gremios estatales.
El Obrero, como pasó a conocerse, tomó al “clasismo” de Sitrac Sitram como orientación. Su apoyo irrestricto a la experiencia más avanzada de la clase obrera, lo llevó a tomar posiciones ultraizquierdistas, al pretender trasladar esa dinámica a otros sectores del movimiento, exaltando su radicalidad política y subestimando la necesidad de alianzas y el aporte de otros sectores combativos.
Gran parte sus definiciones estratégicas fueron sintetizadas en “Acerca del carácter de la revolución”, donde el grupo se definía de forma tajante por el carácter socialista de la revolución en Argentina. Allí se señalaba al país como “capitalista dependiente”, rechazando las definiciones de “colonial” o “semicolonial” (mayoritarias en las fuerzas de izquierda), entendiendo que su estructura productiva era predominantemente industrial, con una economía concentrada, desechando la categoría de país atrasado. De esta matriz derivaba la estructura social, con predominancia de la clase trabajadora, y un Estado que era instrumento de dominación de la burguesía argentina. La independencia política, la formación del Estado moderno, la unificación del territorio y el mercado interno, y el desarrollo agrícola capitalista ya se habían generado, y no podían apuntarse como “tareas pendientes”. Aún así, las clases dominantes no estaban libradas de presiones y ataduras con el imperialismo, y el carácter capitalista del país no eximía a la revolución de resolver tareas que no eran estrictamente socialistas, como un mejoramiento en el desarrollo agrario e industrial. Por eso, la revolución socialista debía asumir tareas nacionales y antiimperialistas, en el marco de una planificación socialista, siempre señalando que el rasgo “dominante” de la revolución era su carácter socialista, en contraposición a los planteos de revolución “democrática” o de “liberación nacional”[6].
La Organización Revolucionaria “Poder Obrero” formada en la provincia de Santa Fe hacia 1972 fue otro de los afluentes y su aporte en el plano militar fue fundamental. Provino de la estructura local de las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), cuyas tres o cuatro células parecen haberse desarrollado desde 1970 en la provincia formadas por dirigentes provenientes de la estructura central de FAL y nutridas con militantes que venían del desgajamiento del PC y su paso frustrado por el reciente PCR[7]. Al igual que el resto de FAL, la regional desarrolló acciones militares de distinto tipo, como la exitosa expropiación a las oficinas de la Dirección de Rentas de la Municipalidad de Rosario, en septiembre de 1971[8].
Dentro de las FAL, el grupo de Rosario se destacó por su apuesta al desarrollo de masas. Así, entraron en contacto con otros militantes y los Grupos de Base (formados en Santa Fe hacia 1970 por militantes provenientes del Malena y con trabajo fundamentalmente estudiantil) que se vincularon e integraron con las FAL, manteniendo su funcionamiento como espacio para la intervención de masas y extendiéndose al plano sindical[9]. En este proceso el nucleamiento se definió como una nueva organización política, formando Poder Obrero en 1972 y logrando la incorporación de nuevos activistas.
El MIR se formó en Buenos Aires hacia 1972, contando con una base de militancia principalmente estudiantil. Realizaron su primera conferencia bajo la consigna “Por la democracia obrera y el socialismo” en donde daban muestras de un perfil concejista en sus elaboraciones. Según ellos, la lucha de clases a principios de los ‘70, estaba dando lugar a “embriones de democracia obrera, formas elementales de doble poder para el proletariado y el pueblo”. Allí se planteaban “aportar a la construcción del partido del proletariado como única instancia para transformar la actual situación en crisis revolucionaria, en disputa conciente por el poder del Estado” y caracterizaban a la revolución como socialista, diferenciándose de los planteos de “liberación nacional” que consideraban válidos para experiencias semicoloniales como la lucha de liberación en Vietnam, pero inadecuadas para el caso argentino, donde enfatizaban la centralidad del movimiento obrero, destacando la experiencia del clasismo[10].
Además de estos tres núcleos que se constituirán como el primer agrupamiento formal, firmando conjuntamente el periódico El Obrero desde mediados de 1974, el proceso de confluencia atrajo también a otros grupos como Filosofía/70, Acción Comunista, distintas columnas de FAL, Ardes de Tucumán, entre otros. Uno de ellos, Lucha Comunista, llegó a plasmar su nombre en un primer periódico unificado en mayo de 1974[11] integrándose luego en el grupo sin sostener su nombre separado.
Nace Poder Obrero
Estos grupos de la izquierda socialista, llamados también “socialistas puros” derivaban su política de sus definiciones estratégicas, casi sin mediaciones. En el marco de la lucha cotidiana, planteaban que las tareas principales debían ser propagandizar el socialismo y radicalizar el movimiento en un sentido socialista. Pretendían llevar a los ámbitos de masas las mismas definiciones que asumían los grupos revolucionarios.
El modelo de avanzada del Sitrac Sitram, en donde la vanguardia obrera intervenía en la política nacional reclamando “ni golpe ni elección, revolución” parecía una confirmación de sus presupuestos. Como derivación de esta orientación, definida luego por ellos como “ultraizquierdista”, rechazaban políticas unitarias del movimiento obrero y denunciaban a sectores de la dirigencia sindical que no seguían el modelo de Sitrac Sitram, como sucedía con Agustín Tosco y René Salamanca. Una consecuencia era su relativa marginalidad y sus dificultades para construir en el seno del movimiento obrero, lo que más tarde los obligó, luego de reiterados fracasos, a modificar su concepción y forma de construcción[12].
Las mismas limitaciones estaban presentes en su análisis de la realidad nacional. El GAN y la salida electoral de la dictadura eran leídos como una pura maniobra de la burguesía para contener y desviar las luchas obreras y populares. El Obrero lo señalaba como “el plan de la burguesía” que contaba con la izquierda peronista como “furgón de cola”, jugando un rol “reaccionario” [13] y planteaba “Boicotear la farsa electoral, continuar y profundizar los cordobazos, desarrollar el clasismo, avanzar en la construcción de un partido obrero marxista, que oriente la lucha hacia el poder obrero y el socialismo”[14], lo que mantendría hasta llegar a las elecciones[15]. El MIR se delimitaba del peronismo, incluyendo su ala izquierda y sin ninguna expectativa en las elecciones, con las que –decían- no había nada que hacer[16]. Y lo mismo sucedía con Poder Obrero de Santa Fe, que en la coyuntura se había planteado el “voto repudio”[17].
Sin embrago, el triunfo del Frejuli, la amplia participación en el proceso electoral, el impulso posterior de la movilización y el nivel de convocatoria que mostraron el peronismo y su ala izquierda, llevaron a una crisis de estos agrupamientos.
El Obrero pasó a un “estado de asamblea” y otros grupos como Poder Obrero, MIR y Lucha Comunista, se fueron integrando en el debate y el funcionamiento colectivo durante 1973, preconfigurando la futura organización común.
En un documento que pretendía sintetizar esta posición se decía que hasta el momento El Obrero había tenido una orientación “ultraizquierdista”, careciendo de programa y política de alianzas. Era fruto –decían- de la falta de experiencia y de tradición revolucionaria, y de haberse forjado exclusivamente en una situación de enfrentamiento. Por eso –señalaban- habían tenido la idea de que el movimiento de masas expresaba de forma lineal su situación económica, y el partido se les aparecía como la sumatoria de la teoría por un lado y de la lucha económica por otra. “En nuestras proposiciones organizativas –decían- esto se refleja crudamente en los primeros tiempos: círculos de estudio por un lado y activistas sindicales por otro”, en síntesis, “No comprendíamos la relación entre vanguardia y masa”[18].
Ahora, en contraste con las posiciones de inicios de 1973, los afluentes de OCPO defenderán la necesidad de una alternativa electoral de los sectores combativos y de izquierda con los que articulaban para septiembre de 1973, teniendo especial expectativa en la frustrada fórmula Tosco-Jaime. El MIR incluso, viendo el fracaso de esa propuesta y que el triunfo de Perón era contundente, planteó disputar “el contenido del voto” a Perón, levantando la consigna “Perón presidente con los trabajadores, no con los patrones”, en defensa del programa del 11 de marzo de 1973 (con planteos que iban desde libertades democráticas y demandas sociales, hasta la separación de López Rega y la derecha peronista)[19].
El mismo marco de revisión llevó a estas organizaciones a participar e impulsar el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) hegemonizado por el PRT en alianza con el Frente Revolucionario Peronista (FRP) de Armando Jaime, y donde Tosco era orador principal. Así, el MIR señalaba que “Comienza a erigirse una nueva alternativa donde militan peronistas y marxistas largamente probados en las luchas”[20] y El Obrero adelantaba su periódico para convocar: “Todos al congreso del FAS”, “Por una opción revolucionaria”, “¡Todos con el frente y el frente con la revolución!”[21].
Incluso apostaron a acompañar al peronismo de izquierda para profundizar la brecha con Perón y “ayudar a la ruptura con el reformismo”. De ahí que El Obrero y MIR reivindicaran su participación en el acto de la JP en Atlanta del 11 de marzo de 1974 en donde Firmenich se distanciaba de la cúpula peronista[22].
No es casualidad que el primer comunicado conjunto de estos núcleos consistiera en una convocatoria “Al peronismo revolucionario”[23], para luego destacar que estuvieron presentes en el acto del primero de mayo de 1974 en que Montoneros se fue de la plaza[24], y convocar conjuntamente al VI Congreso del FAS para disputar su orientación[25].
Para entonces, como fruto del proceso de síntesis, El Obrero se transformó en el vocero de “El Obrero-Poder Obrero-MIR”, a quienes se llamó comúnmente Poder Obrero.
Superando los sectarismos previos, los distintos grupos que compartían lo central de su caracterización de la etapa y de su propuesta estratégica dieron pasos hacia la confluencia. Entre sus principales acuerdos se incluía el carácter socialista de la revolución, la necesidad de construir un partido revolucionario, la centralidad de la clase obrera en el proceso revolucionario argentino, la valoración de los organismos propios de las masas, y la necesidad de la violencia revolucionaria organizada para la lucha por el poder.
Se conformaba así una organización que, al igual que muchas otras de la “nueva izquierda”, no estaba encuadrada en una única tradición. Ya los afluentes eran fruto de síntesis de la época. MIR analizaba la situación tomando elementos del concejismo[26] al tiempo que destacaba en su tapa el ejemplo del Che Guevara[27]; militantes de Poder Obrero recuerdan sus lecturas de Ernest Mandel, Milcíades Peña y el Che[28]; y ya El Obrero había señalado que para la revolución era necesario destacar a todos los que “con su pensamiento y su acción han marcado el camino: Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Liebnecht, Ho Chi Minh, Mao Tse Tung, el Che Guevara, etc.”[29] Las lecturas se extendían a “Antonio Gramsci y los teóricos italianos; Georg Luckács, Nicos Poulantzas, Louis Althusser y los franceses; Rosa Luxemburgo, Nicolás Bujarin y los bolcheviques; Vô Nguyên Giap y los vietnamitas, escritos de la Tercera Internacional” como lo recuerda Dardo Castro[30].
La versatilidad para la recuperación de experiencias y referentes del marxismo revolucionario partía de una concepción fundamental: la revolución en Argentina no se derivaba de la pura ratificación de una línea histórica ya definida, sino de la conformación de una estrategia específica, reconocida a partir de las condiciones concretas del país y el período histórico, para lo cual los aportes de las diversas tradiciones podían ser de utilidad. Como diría luego Francisco Drueta, “sentíamos que estábamos en una organización que en el terreno de la teoría no daba nada por sentado. Había una vocación de construir teoría a partir de un análisis serio de la realidad, de la nuestra, sin trasplantar esquemas de otro tipo de estructuras sociales y económicas. Una deliberada apuesta a utilizar las herramientas del análisis marxista en función de comprender nuestra realidad, y a partir de ahí definir estrategias políticas revolucionarias”[31].
Uno de los aspectos en que se vio la maduración de los afluentes, fue en la nueva política frentista. Así, para fines de 1974 –contando con la experiencia de Villa Constitución- proponían al menos tres niveles de articulación: el “frente revolucionario” al que planteaban delimitado en función de una orientación revolucionaria y socialista, en claro debate con el perfil amplio que había asumido el FAS del cual habían decidido retirarse; el “frente único” como espacio de unidad de acción por reivindicaciones mínimas y democráticas que debía incluir a sectores reformistas y democrático-burgueses; y los “comités de resistencia” como ámbitos concretos que expresaban esa unidad de forma práctica y focalizada.
Villa Constitución: clasismo y lucha armada
A mediados de 1974, la situación–decía El Obrero Nº4- obligaba a la progresiva incorporación de formas armadas a la lucha, aun considerando que las masas no la habían adoptado como forma principal. El problema fundamental –dirían en el número siguiente- “es el de la participación de UNA CLASE en la lucha armada por el poder… Y el proletariado llega a ese nivel de lucha a través de su experiencia concreta y directa…”, razón por la cual las organizaciones revolucionarias debían “foguearse” en “la dirección práctica de las expresiones violentas de la lucha de masas” y hacer acciones separadas sólo en la medida en que contribuyan al desarrollo de ese movimiento[32]. Era central, entonces, como dirían en su Nº7, formar Piquetes Obreros Armados (POA) independientes del partido. Según decían, esos organismos estaban a la orden del día, como lo demostraba la experiencia de Villa Constitución, pero eran además, como explicaban en el número siguiente, la preconfiguración de las milicias, la forma militar de masas que serviría de fundamento en un futuro, para la conformación de un ejército revolucionario. Esto debía desarrollarse al mismo tiempo que las organizaciones revolucionarias realizaban acciones independientes, pues “una organización o partido que pretenda jugar un rol de vanguardia DEBE CONTAR CON UNA CAPACIDAD MILITAR PROPIA”[33].
Esta perspectiva de intervención militar[34] se puso a prueba en Villa Constitución, en donde Poder Obrero intervino con fuerza, ya con una visión más amplia del clasismo. Su incidencia se debía a la presencia de cuadros como Francisco Sobrero (jefe de contaduría en Acindar) y a la influencia estrecha sobre varios dirigentes gremiales incluido Alberto Piccinini.
El villazo de marzo de 1974, que implicó la lucha de miles de obreros acompañados por amplios sectores populares, abrió una lucha obrera inimaginable que llevó al triunfo de la Lista Marrón antiburocráica en la seccional de la UOM, con Piccinini como Secretario General. Aunque en mayo de 1975 se impuso la alianza de empresarios, la burocracia sindical de la UOM y el Estado nacional con el operativo “serpiente roja”, eso fue luego de afrontar una de las resistencias más ejemplares de la lucha obrera en nuestro país, con 59 días de huelga, enfrentamientos de todo tipo y el apoyo de las organizaciones armadas.
Poder Obrero mostró su acompañamiento desde el inicio. La lucha, decían, “nos hace recordar las heroicas tomas de PERDRIEL, de SITRAC SITRAM, de todas las movilizaciones que jalonaron el Cordobazo y Viborazo… los mismos métodos de lucha, la misma actitud clasista de su dirección, ¡Sin dudas, en Villa Constitución nace una nueva y poderosa fuerza clasista!”.[35]
Ahora, para Poder Obrero, era central respetar los tiempos del proceso para avanzar en una coordinación nacional con base real. Destacaban las intervenciones de Piccinini, Segovia y Tosco, reclamaban la participación de Montoneros y más compromiso por parte del MSB (PRT), del PB y de Salamanca (PCR), para poder consolidar una fuerza con capacidad de enfrentamiento, y confrontaban con el PST que reclamaba la formación inmediata de una coordinadora para la que consideraban que no había condiciones[36]. Destacaban la intervención autónoma de los trabajadores, y en particular del “Comité de lucha” que había permitido sostener la huelga y la autodefensa por fuera de las estructuras legales del sindicato[37].
En este marco, intentaban plasmar su propuesta de Piquetes Obreros Armados a los que señalaba como “algo enraizado en la experiencia de Villa”, “un fenómeno surgido de abajo” que debía contar con el aporte de distintos activistas y organizaciones[38] (aunque los piquetes que describían estaban claramente orientados por Poder Obrero).
Uno de ellos había enfrentado a la guardia de la fábrica y secuestrado a un miembro de la burocracia sindical, difundiendo luego su interrogatorio. Y aunque algunos militantes ligados a Poder Obrero habían sido atacados por la represión, el impacto que había tenido al interior de las fábricas (incluyendo la suspensión “por traidor” de un miembro del sindicato por decisión de la junta de delegados) había sido valioso[39]. Meses más tarde seguía la presencia de estos organismos, como lo expresa la “Advertencia” en donde afirmaban que “la justicia obrera se hará inmediatamente cargo” de “aquellos traidores, matones y burócratas que quieran tocar a algún compañero”[40].
Este tipo de acciones, junto a otras como la toma de radios asumidas desde Poder Obrero[41], llegaron a darle cierta notoriedad a la organización, hasta el punto que el Ministro del Interior los señaló como responsables por la lucha de Villa Constitución. Aprovechando el momento, el grupo difundió su respuesta: “nuestra organización en Santa Fe, la Organización Revolucionaria PODER OBRERO, ha estado profundamente enraizada en el glorioso movimiento obrero de Villa, desde su surgimiento… hemos sido los principales impulsores de la propuesta de formación de Piquetes Obreros Armados… nuestra organización se burló del impresionante dispositivo represivo… transmitió sus proclamas copando la propaladora y emisora local, así como volanteando desde un avión secuestrado al efecto, y otras acciones”[42].
La formación de OCPO
A comienzos de 1975 se dio un nuevo salto en calidad con la integración de Lucha Socialista que dio lugar, algunos meses más tarde, al bautismo del grupo como “Organización Comunista Poder Obrero”.
Lucha Socialista era un agrupamiento centrado en La Plata que contaba con algunos dirigentes y representaciones obreras y con presencia en el movimiento estudiantil con el Grupo Universitario Socialista (GUS). A diferencia de los otros agrupamientos que confluyeron en OCPO –a excepción de los militantes provenientes de FAL 22 de Agosto-, había llamado a votar al FREJULI en marzo del 73, considerando que el triunfo de Cámpora y el rechazo electoral a la dictadura, era un paso progresivo. Si bien no eran un grupo armado, venían planteando la necesidad de la acción armada de masas, al menos desde 1974[43]. Y en términos estratégicos planteaban que la revolución en Argentina debía ser socialista, asumiendo tareas antiimperialistas y que era necesaria la construcción de un partido revolucionario proletario, internacionalista, y formado por cuadros profesionales y conspirativos[44].
En mayo de 1975, El Obrero Nº12 planteaba “Nuestra organización (Poder Obrero, El Obrero y MIR) y la organización ‘Lucha Socialista’, hemos decidido dar pasos firmes y decididos en dirección a la unión de ambas organizaciones”. En junio, una conferencia plasmaba, por primera vez, los acuerdos constitutivos de lo que pronto será OCPO.
En aquellas “Bases para un acuerdo de fusión” se definía a la Argentina como un país “capitalista-monopolista-dependiente” que atravesaba una situación “pre-revolucionaria”, en donde el grueso de las relaciones de producción tanto en centros industriales como en áreas rurales eran capitalistas, con una alta concentración empresarial en manos de los grandes grupos nacionales y extranjeros, atados al “capital financiero imperialista”. De esos aspectos concluían el carácter socialista de una revolución que debería asumir, a su vez, importantes tareas antiimperialistas.
Su perspectiva era alcanzar un “gobierno revolucionario obrero y popular”. Se trataba de la cristalización de un “frente único en el Gobierno Revolucionario, tanto desde el punto de vista social expresado en la coexistencia del proletariado con otros sectores no explotadores, como desde el punto de vista político en la presencia del partido de los comunistas junto con otros partidos obreros y populares”.
Como primeras medidas de un gobierno revolucionario proponían “la estatización de la banca y el comercio exterior, la expropiación de los monopolios industriales, comerciales, de servicios, estancias y grandes empresas agrícola-ganaderas, así como de todas las propiedades necesarias para el funcionamiento de la economía socialista”, planteando el control obrero para las propiedades no expropiadas y la dirección y administración obrera para las expropiadas.
Aunque con cierta cautela sobre su uso, reivindicaban la validez de las “consignas transicionales” como medio para proyectar a un nivel superior la perspectiva de la lucha obrera, considerando que debían promoverse sin abandonar los programas reivindicativos inmediatos y por la ampliación de las libertades democráticas. Entre esas consignas planteaban los piquetes obreros armados, los comités sindicales de lucha, el control de ritmos de producción, y los comités obreros y populares de resistencia a la opresión. Tomando en cuenta el marco represivo, destacaban la “lucha democrática” orientada a ampliar los márgenes de libertad de organización y movilización de las masas y los revolucionarios. Consideraban que era necesario asumir una muy amplia unidad de acción que incluyera a partidos democrático burgueses en torno a objetivos concretos de lucha, para lo cual era necesario mantener la más firme independencia política y organizativa. Destacaban también el “frente único” para promover la unidad de lucha de la clase obrera y el pueblo integrando a todos los partidos del “campo popular” incluyendo a aquellos “centristas” o “reformistas” y excluyendo a los partidos burgueses, aún los reformistas o democráticos.
Señalaban que “La tarea principal y más importante de la fase, es la construcción del partido de los comunistas”, que debía seguir el “modelo leninista del partido de cuadros”. No hacían alusión a los demás partidos de izquierda, pero de su caracterización crítica del PRT, Montoneros y PC, así como de la directa omisión de otros grupos (como los partidos de matriz trotskista o maoísta), se desprende que buscaban constituirse como partido separado. Aun así, señalaban: “no nos autotitulamos hoy el partido de la vanguardia”, entendiendo que resta aún “profundizar la línea y la consolidación de nuestra estructura partidaria” así como “demostrar que nuestro proyecto es capaz de polarizar a la avanzada obrera”.
Además, el texto señalaba la importancia de los “órganos de democracia directa”, como fundamento del poder revolucionario. Y en el plano sindical promovían un “Frente de Unidad antiburocrática y antipatronal” con el mismo arco de tendencias que en el frente único.
En cuanto a lo militar consideraban que la perspectiva debía ser formar “un ejército revolucionario” en base al armamento de la clase obrera. Por lo pronto consideraban que el partido debía contar con “su propia expresión militar”, reivindicando la realización de “operaciones ‘ejemplares’ que marquen, con justeza política, al movimiento obrero y popular la legítima vía de violencia para la lucha por el poder”, pero “cuidando de no caer… en el mero propagandismo o el sustituísmo militarista”.[45].
En julio de 1975 El Obrero Nº13 ya era firmado conjuntamente. La iniciativa de unificación favoreció, a su vez, la incorporación de algunos militantes provenientes de FAL América en Armas, FAL 22 de Agosto, PRT Fracción Roja y MR17, y más tarde sectores que habían estado vinculados con Ortega Peña. Los militantes identificados con la lucha armada pero no con el PRT-ERP ni Montoneros empezaban a ver a OCPO como una suerte de tercera opción.
Finalmente el 18 de septiembre de 1975 el Comité Central de la nueva organización bautizado “Barros, Leyes, Rocamora y Orlando” resolvió “Unificar el nombre de la organización que, de ahora en adelante, pasará a denominarse ORGANIZACIÓN COMUNISTA PODER OBRERO”[46].
Con las coordinadoras y la lucha armada
La cristalización de OCPO se dio en un momento candente. Las políticas de ajuste de Isabel Perón aceleraron la reacción del movimiento obrero que respondió con las movilizaciones de junio y julio de 1975 sostenidas en las Coordinadoras interfabriles. Era un movimiento defensivo ante una gran ofensiva del capital que se expresaba no sólo en el ajuste económico, sino también en la creciente represión estatal y paraestatal que ya se estaba cobrando miles de muertos y desaparecidos y que derivaría pronto en el golpe de estado. En este marco, OCPO se propuso intervenir, al mismo tiempo, en el movimiento de masas de las coordinadoras, y en el enfrentamiento militar cada vez más agudo.
El movimiento de las Coordinadoras que se dinamizó con el paro de la CGT, estaba nutrido por el conjunto del activismo antiburocrático, con fuerte presencia de la izquierda peronista y marxista. OCPO mostró cierta presencia por su trayectoria ya existente en Santa Fe, su significativa construcción en Córdoba como parte de la mesa provisoria de Gremios en Lucha, y cierta presencia en Buenos Aires. Allí, como lo ha registrado Lobbe, “Poder Obrero, disponía de una célula muy consolidada en los laboratorios Squibb (Martínez), con delegados de sección y un representante en la Comisión Interna que en los hechos la codirigía junto con la JTP”[47]. Se trata de una planta de más de 1000 trabajadores en donde OCPO jugó un papel protagónico en muchas de sus luchas, incluyendo experiencias de toma de fábrica con rehenes y en donde desplegó una agrupación clandestina. Existen otras referencias a la participación de OCPO en las Coordinadoras. Por ejemplo, Dardo Castro destaca su presencia “en grandes sectores, metalúrgicos… sobre todo… en las fábricas de más alta calificación, no? Petroquímicas, química pesada… automotriz…”. Carlos Ghirotti, entonces oficial chapista en la FIAT de Palomar y parte de la Agrupación de Trabajadores de Base de FIAT señala que OCPO tenía trabajo político en una fábrica muy importante en la zona de San Justo[48].
En julio de 1975 El Obrero Nº13 titulaba “Es mi país que ha comenzado a revivir”, en relación a la movilización obrera que llevó a la gestación de las coordinadoras. Francisco Sobrero, de Villa Constitución, valoraba que las consignas políticas se habían instalado en el centro del plenario del 20 de julio: se había reclamado por la estatización y el control obrero de las fábricas en quiebra, la derogación del estado de sitio y de la legislación represiva, y la libertad de los presos políticos, al tiempo que se sostenían los reclamos por salario, paritarias y control de precios. El salto en calidad que implicaba partir de consignas reivindicativas y terminar con planteos políticos era el eje más evidente por el cual se volvía fundamental mantener y profundizar la coordinación, promover un programa de reivindicaciones comunes y hacer un congreso obrero y popular del que participaran todas las fuerzas que estaban en lucha.
En consecuencia, el periódico señalaba que era preciso “exigir elecciones, con levantamiento del Estado de Sitio, libertad a los presos políticos y gremiales y un conjunto de libertades y garantías democráticas. Asimismo exigir un programa económico y social de emergencia, que haga pagar la crisis a los monopolios y a los grandes terratenientes y capitalistas, aplicándoles un impuesto progresivo a las ganancias; que expropie los monopolios desabastecedores; que imponga el control popular de los precios; que suspenda el pago de la deuda con el imperialismo; que reduzca drásticamente el presupuesto destinado a represión”.
Ese planteo implicaba “levantar bien alto la consigna del derrocamiento de Isabel y del llamado a elecciones democráticas, a realizarse en tres meses”, exigiendo “que el gobierno quede provisoriamente en el Congreso” entre la necesaria renuncia de Isabel hasta las elecciones. De esa forma, señalaban, se garantizaba el carácter provisional y se apostaba a la conformación de un Congreso Obrero y Popular que pudiera plantear nuevas medidas en función de los intereses de la clase obrera[49].
Estos ejes eran parte de un debate político central: qué hacer ante el derrumbe del gobierno. Montoneros se inclinaba por la convocatoria a nuevas elecciones, el PRT promovía una Asamblea Constituyente soberana, el PST un gobierno de transición a cargo de un ·senador obrero”, el PO una CGT “condicionada” por la movilización de las bases obreras, y el PC y el PCR rechazaban la caída del gobierno[50]. En principio aquel plenario había terminado por plantear una consigna unificada, reclamando la “Renuncia de todo el gobierno, encabezado por Isabel Martínez, que traicionaron el mandato popular del 11 de Marzo”.
Tras el reflujo del movimiento, y en el intento por seguir promoviendo la movilización popular, Poder Obrero impulsó una agrupación para la intervención de masas. El Movimiento Socialista Revolucionario (MSR) conformado en septiembre de 1975 dio lugar a un nuevo canal de difusión, su órgano de prensa “RESPUESTA de la clase obrera y el pueblo” que comenzó a publicarse quincenalmente a principios de febrero de 1976 y desde donde se planteaba la necesidad de desarrollar una política de frente único de las organizaciones populares contra el golpismo y la derecha, tomando a las coordinadoras como principal ejemplo de articulación[51].
En este marco la organización se volcó más decididamente al accionar militar por medio de las Brigadas Rojas. Ya en abril de 1975 habían empezado a intervenir con el secuestro de una avioneta en Villa Constitución, arrojando volantes sobre la población y la cárcel donde estaban presos los dirigentes sindicales[52]. En julio, Poder Obrero informaba sobre el secuestro de un directivo de la fábrica que había permitido la reincorporación de 65 activistas despedidos, destacando que las bases fabriles habían ratificado la acción militar en su propia asamblea[53]. Al mes siguiente se extendían las acciones por Córdoba, con el ataque a la empresa Transac, dinamitando la casa del interventor de la Universidad y con el secuestro y la liberación de un directivo de SIEMENS, por lo que habían obtenido un millón de dólares[54]. Mientras se sostenían acciones de propaganda y de amedrentamiento a dependencias policiales, comenzaron a sumarse también acciones de represalia, como la ejecución de un burócrata de la UOM de Rosario, del Comodoro retirado Longinotti, en Castelar[55], o del Oficial de Policía Norberto H. Sosa en Córdoba[56].
Al plantearse como una organización integral que asumía tanto aquellas tareas que involucraban el desarrollo de masas, como las que hacían al plano específicamente militar, OCPO sufrió las tensiones de sus posiciones internas en la búsqueda de un equilibrio.
En el Comité Central de octubre de 1975 se explicitaron dos tendencias, una volcada con mayor fuerza hacia el acompañamiento del movimiento obrero (llamada “espontaneista”) y otra hacia el accionar militar (llamada “militarista”), resultando una posición de equilibrio en donde se intentó seguir sosteniendo ambos ejes, aunque el marco represivo fortaleció el plano militar[57]. Esto se expresó en informe del CC que veía la posibilidad del golpe para la primera mitad de 1976. Para la respuesta popular debía contarse con el movimiento obrero como un sector determinante, razón por la cual había que reactivar las coordinadoras. Además, el grupo planteaba una línea de unidad de acción con fuerzas democráticas contra el golpismo y por libertades democráticas. Hacía énfasis en la importancia de conformar un frente único junto a las dos principales organizaciones revolucionarias, Montoneros y el PRT, planteando, en ese marco, la necesidad de “fortalecer la intervención en todos los niveles, en particular el militar”[58].
La tapa de El Obrero de enero de 1976 era elocuente: “Movilizarse y armarse para aplastar el golpe”. Ante la inminente caída de Isabel reclamaban elecciones libres y sin proscripciones convocadas por una asamblea legislativa. Destacaban la necesidad de sostener y fortalecer las coordinadoras, como organismo principal para la articulación del movimiento obrero, planteaban la necesidad de la autodefensa y del armamento popular en general, destacando la formación de POA en Villa Constitución y el acompañamiento de grupos armados a las iniciativas obreras, y dedicaban un importante espacio a exponer las acciones de las Brigadas Rojas[59].
Para entonces, si bien OCPO seguía planteando la necesidad de fortalecerse para formar un “partido político comunista”, ya ponía en evidencia los límites de su propia construcción, expresando mucho más claramente una voluntad frentista con Montoneros y PRT, para cerrar “el paso al golpe”, considerando que ese acercamiento debía darse en todos los planos, y en particular con un trabajo común desde las bases en experiencias como las coordinadoras.
Luego del golpe de 1976 veremos aún la pervivencia de estos ejes de intervención. Mientras se intentaba sostener un trabajo en el seno del movimiento obrero y popular, se consolidó la acción militar y se reafirmó la orientación frentista con Montoneros y PRT, como lo ejemplifica el frustrado intento de una estructura unificada a mediados de 1976, la Organización para la Liberación Argentina (OLA). Al igual que otros grupos, para OCPO el impacto de la represión fue fulminante. Así, aunque se mantuvo en acción algunos años, lo hizo en un proceso de retracción permanente hasta su desarticulación.
En aquellos pocos e intensos años de lucha se había dado un acelerado crecimiento político al calor de los balances. No es sorprendente entonces que, tras el golpe, cuando la situación política ya mostraba el cierre de un ciclo de luchas, se plasmaran algunas de las elaboraciones más logradas de los militantes de OCPO.
Un folleto que circuló internamente hacia 1976 expresaba algunas de las definiciones políticas más significativas a las que había llegado el grupo. Allí se realizaba un balance crítico sobre su preparación para la lucha armada (a la que debían haber dedicado más esfuerzos) y sobre su sobreestimación del nivel de conciencia alcanzado por la clase obrera en el marco de las Coordinadoras (reflejado en la incorrecta convocatoria a realizar un Congreso Obrero y Popular), pero se tomaba esos elementos como aportes a una estrategia revolucionaria que debía prestar especial atención a los organismos de democracia directa de las masas y sus preconfiguraciones. Se planteaba, además, la necesidad de construir un Ejército Revolucionario obrero y popular de masas y de promover un Frente revolucionario que fuera más allá de su propio partido[60].
Del mismo modo, ya en el exilio militantes de OCPO harán balances sobre las luchas del ciclo 1969-1976, como lo expresa el folleto elaborado en 1977 por militantes de OCPO en México, en donde se hace un profundo análisis de las distintas fuerzas sociales y políticas del proceso y su dinámica[61], y como se ve también en las revistas Rearme impulsadas desde 1978 desde el mismo país.
Consideraciones finales
El estudio sobre OCPO está aún en un estado inicial. La carencia relativa de trabajos y los propios límites de este apunte dejan en claro que es necesario seguir avanzando.
Estos primeros aportes nos permiten esbozar algunas reflexiones.
Como queda a la vista, la búsqueda particular de OCPO implicó tiempos diferenciados. Un tiempo inicial, previo aún a la integración de los afluentes, en el que los distintos grupos establecieron los ejes estratégicos de su acción política. Fue un momento de reafirmación ideológica en donde se definía el carácter socialista de la revolución, la centralidad de la clase obrera y del partido revolucionario; y fue también el momento del sectarismo, en donde se confundíeron los principios con la táctica, donde aún resultaba dificultoso transitar por los sinuosos caminos de la política. Luego, a partir de la puesta a prueba de su práctica militante, se pasó a un momento de elaboración táctica desplegado al calor de la confluencia. Esa política se fue desarrollando con la heterodoxia propia de la nueva izquierda, tan defensora de tradiciones del marxismo, como dispuesta a buscar nuevos caminos ante nuevas circunstancias.
Nos parece evidente que el mismo intento de superación del momento propagandista de los distintos afluentes dio una impronta a Poder Obrero. Se trató de un proceso de confluencia muy dinámico, del que formaron parte una larga serie de grupos (no menos de una decena), que repitió esa práctica, promoviendo nuevos acuerdos de forma recurrente. Así, la confluencia, lejos de ser un hecho anecdótico (un hito fundacional) se transformó en factor constitutivo, en una práctica.
Por supuesto, no podemos obviar que, como toda construcción, su propuesta de integración suponía una delimitación, aunque nos parece significativo cómo esos límites se fueron actualizando. De ahí que Poder Obrero haya podido pasar rápidamente de una primera propuesta de confluencia que incluía sólo a los grupos de la izquierda socialista y que planteaba una diferenciación tajante ante fuerzas como PRT y Montoneros, a un momento en que reconocía a estos grupos como aliados principales, para luego plantearse como orientación estratégica la confluencia con aquellos grupos en la OLA, reconociendo su origen diverso pero también su lugar como parte fundamental de la vanguardia revolucionaria argentina.
No desconocemos que muchas de esas decisiones fueron apuradas por las circunstancias, pero su propuesta de resolución práctica estaba marcada por la valoración de la confluencia como un eje nodal.
Difícilmente puedan entenderse algunas de las conclusiones políticas a las arribó OCPO sin tomar en cuenta este punto.
Una primera y muy evidente, es que un partido revolucionario -o su embrión- se construye por medio de la confluencia. Esto, como se ha visto, supuso un esfuerzo para superar la marginalidad política de los afluentes, a partir del entendimiento e integración con otros destacamentos que, si bien compartían líneas comunes, solían venir de orígenes muy diversos.
En relación directa con lo anterior, OCPO planteó como hipótesis estratégica que la toma del poder podía llevarse adelante con la intervención de más de un partido a la vez. Su hipótesis, en donde una fuerza social revolucionaria pudiera irrumpir sin contar con una única expresión política, sino varias, supone una definición importante.
En primer lugar, es una delimitación ante un marxismo positivista o esquemático que pudiera imaginar que a UNA clase (el proletariado) corresponde históricamente UN partido, como si la misma clase no estuviera atravesada por tensiones (sociales, políticas, culturales, etc.) y pudiera encontrar expresiones en más de un agrupamiento político (que por otra parte contendrá también a otros sectores de clase).
En segundo lugar, esta definición se orienta hacia una ruptura con la lógica de la autoproclamación. Por supuesto, Poder Obrero asumía la necesidad de que la lucha de la clase obrera logre conformar una dirección revolucionaria que pueda asumir en forma consciente el papel de vanguardia. Pero de ello no derivaba que esa política orientadora de los sectores conscientes vaya a cristalizarse en un único partido revolucionario antes de la toma del poder. Esto restaba lugar a definirse como “EL” partido revolucionario, y los obligaba a intentar formar “UN” partido revolucionario que se dé una política hacia los otros partidos existentes.
En este marco, es significativo el lugar asignado al frente revolucionario, como un frente de organizaciones con diferencias importantes pero también con acuerdos nodales en cuanto a los objetivos estratégicos. Aunque se consideraba (y valoraba positivamente) la posibilidad de lograr la integración orgánica de las distintas organizaciones revolucionarias, se reconocía también la posibilidad de mantener un funcionamiento separado, en el marco de un frente, aún en el difícil contexto de una ofensiva revolucionaria.
La lógica de la confluencia también trajo aparejada la búsqueda de una nueva y más rica influencia de tradiciones y corrientes históricas, como parte del propio partido revolucionario en formación. Para OCPO (como para gran parte de la nueva izquierda de los ’70) la clave ya no era tanto de donde se venía, sino a donde se pretendía ir. Los límites para la integración de una misma organización eran los acuerdos de fondo (sobre la necesidad de la revolución, el socialismo, el rol de la clase obrera, de la lucha armada, del partido, la lectura de la etapa y de las tareas políticas principales), más allá de las tradiciones y formación previa. Es así que se leían, debatían y reconocían los aportes de Marx, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Gramsci, Mandel o el Che Guevara, entre tantos otros.
Esto era posible, porque se trataba de reconocer la estrategia específica planteada para la realidad concreta que se vivía. De ahí que la diversidad de aportes, lejos de expresar eclecticismo, suponía la multiplicación de herramientas a ser puestas en juego a la hora de pensar la específica dinámica revolucionaria que puede adquirir el proceso del que se forma parte.
Un aspecto importante, en este sentido, es el esfuerzo realizado por OCPO y sus afluentes para profundizar el análisis de la sociedad argentina de su tiempo. Semejante cosa suponía apropiarse de herramientas de análisis vigentes, pero también cuestionarlas cuando fuera necesario. Tal es el caso de la crítica a la caracterización de la Argentina como un país semicolonial, agrario y atrasado; en franca polémica con la mayoría de las corrientes de izquierda. Con el tiempo el grupo fue profundizando su caracterización, manteniendo una valoración que ponderaba el desarrollo económico medio del país con su consecuente industrialización y urbanización, valorando a su vez la dimensión antiimperialista de la lucha, definiendo a la Argentina como un capitalismo dependiente. Este análisis fue un punto de apoyo importante para considerar el peso central de la clase obrera en Argentina y el lugar hegemónico que debía ocupar en una alianza de sectores explotados y oprimidos para el desarrollo de la revolución.
Con la conformación de Poder Obrero, los militantes provenientes de los distintos afluentes se proponían superar una etapa ultraizquierdista en la que les faltaba desarrollar el plano de la acción política. Los agrupamientos iniciales tenían importantes definiciones estratégicas, centradas en el carácter socialista de la revolución, y también una serie de orientaciones inmediatas vinculadas con la intervención en la clase obrera y el rescate de Sitrac Sitram. Pero carecían de herramientas que permitieran desarrollar una política para vincular su práctica militante junto a sectores de la clase obrera y una perspectiva socialista. Es allí que cobra relevancia su reevaluación del momento electoral de 1973, de su caracterización del peronismo, y de su concepción frentista tanto a nivel sindical como político.
Así, vemos en OCPO un interesante esfuerzo por construir respuestas prácticas y teóricas al problema de la relación entre el movimiento obrero y popular y la estrategia revolucionaria para la toma del poder, incluyendo su dimensión militar. Algo que hacían intentando una delimitación ante el “espontaneísmo” y el “vanguardismo”.
La principal reflexión en el primer aspecto, tiene que ver con su apuesta a generar organismos de acción de masas no partidarios pero con definiciones que superen el plano reivindicativo. De ahí su planteo estratégico de promoción de concejos obreros y populares, así como su propuesta militar de Piquetes Obreros Armados y la perspectiva de formación de milicias. Se trata de propuestas que se integran con las tareas de la vanguardia, es decir que no reemplazan ni postergan la necesidad de la organización partidaria, ni llevan a desconocer la necesidad de intervenir en el plano militar desde un mayor nivel de profesionalismo y definición política. Así para OCPO la construcción del partido con definición comunista y de la vanguardia armada (cuyo ensayo fueron las Brigadas Rojas) funcionaban como un dinamizador (y no como algo contrapuesto) de organismos más amplios de masas en sus distintos planos de intervención.
Esta propuesta, debía ir acompañada de una correcta caracterización de las fuerzas sociales en acción y de la etapa (en el caso del período 1969-1976, considerado como “prerrevolucionario” por OCPO), para intervenir con propuestas de avanzada que puedan ser interpretadas y acompañadas por las masas y su vanguardia amplia. Este fue uno de los planos principales en los que OCPO discutía con Montoneros y PRT por algunas de sus caracterizaciones (en particular la de “situación revolucionaria”) y de sus acciones, no por rechazar la violencia de la vanguardia, sino en función de la lectura de la situación y la respuesta de los sectores de masas ante ellas.
En este marco, el frentismo se transformó en un eje central para OCPO, no sólo en el plano partidario y estratégico, sino también en la promoción de frentes defensivos, como el frente democrático, en momentos en que se planteaba la necesidad de hacer converger al conjunto de la resistencia contra el golpe de Estado. De ahí también su valoración del plano “democrático” de la lucha obrera y popular.
Con ese mismo acervo, a partir de 1974 la propuesta de Poder Obrero para el movimiento obrero fue el desarrollo de un clasismo amplio, que ya no podía identificarse con su delimitación estrecha de los primeros ’70. Superando la visión que reclamaba una afinidad estratégica a las expresiones del movimiento obrero, OCPO avanzó hacia una definición del clasismo basada en prácticas antipatronales, antiburocráticas e independientes del Estado. En base a esos conceptos fundamentales, se propuso lograr los mayores niveles de unidad posibles, entendiendo la necesidad de generar una política frentista con todos los trabajadores luchadores de las distintas tradiciones, tanto marxistas como peronistas, que fueran consecuentes con su práctica antipatronal y antiburocrática. Su lugar dirigente en Villa Constitución y su práctica en el marco de las Coordinadoras se hizo abonando esta orientación.
Por supuesto, como señalamos al comienzo de estos apuntes, sabemos que no es posible encontrar, ni en OCPO ni en ninguna otra experiencia, la respuesta al conjunto de preguntas que aún siguen abiertas sobre la experiencia de los años ’70. Sí se puede, sin embargo, tomar muchas de sus claves como fuente para la reflexión y acción futuras. En ese sentido, creemos, la experiencia de Poder Obrero tiene mucho para decirnos.
Bibliografía citada
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Fuentes citadas
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Informe de inteligencia DIPBA. Legajo Nº3987. Informe sobre OCPO. 12/75.
Informe de inteligencia DIPBA. Legajo Nº3989. Propaganda de OCPO y Brigadas Rojas en Córdoba. 12/75.
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[1] Castro, D. e Iturburu, J. (2004). “Organización Comunista Poder Obrero”. Lucha Armada Nº1, pp. 102-109, Buenos Aires; Iturburu, J. (2006). “Por qué Poder Obrero”. Qué Hacer Nº1, pp. 84-104, Buenos Aires.
[2] A Vencer (2009). Organización Comunista Poder Obrero: Una aproximación al socialismo revolucionario en los ‘70. Buenos Aires, Ediciones A Vencer; Último Recurso (2005), “Entrevista a Pancho”, Buenos Aires, Ediciones Estrategia.
[3] El trabajo más significativo hasta donde sabemos, lamentablemente aún no ha sido publicado, es el de Ana Mohaded: Mohaded, A. (2009). La propuesta teórica, política, y organizativa de la Organización Comunista Poder Obrero, tesis inédita.
[4] Cormick, F. (2014). “La Organización Comunista Poder Obrero y su perspectiva en el movimiento obrero. Una apuesta al clasismo: del Sitrac Sitram a Villa Constitución”. VIII Jornadas de Sociología de la UNLP, La Plata; Jacobo, C. y Quiroga, M. (2014). “La política sindical de El Obrero/Organización Comunista Poder Obrero (1970-1975)”, IV Jornadas Nacionales de Historia Social, La Falda; Rodríguez Lupo, L. (2004) Coordinadoras de Zona Norte. La intervención de la Organización Comunista Poder Obrero, Trabajo inédito.
[5] Lissandrello, G. (2011). “La izquierda y el movimiento obrero: La experiencia de El Obrero en Córdoba (1970-1973)”, Razón y Revolución N° 21, pp. 133-146, Buenos Aires; Quiroga, M. (2013) “El lugar de la Lucha Armada en la organización política El Obrero (1970-1974)”, ponencia en las XIV Jornadas Interescuelas de Historia, Mendoza.
[6] El Obrero, “Acerca del carácter de la revolución”, 1972.
[7] Grenat, S. (2010). Una espada sin cabeza. Las FAL y la construcción del partido revolucionario en los 70, Buenos Aires, Ediciones RyR.
[8] Hendler, A. (2010). La guerrilla invisible. Historia de las Fuerzas Argentinas de Liberación, Buenos Aires, Vergara.
[9] Mohaded, A. La propuesta teórica, política, y organizativa… op. cit
[10] MIR, “Primera conferencia”, 1972.
[11] El Obrero-MIR-Poder Obrero-Lucha Comunista, El Obrero s/n, 5/74.
[12] En otro trabajo desarrollé el cambio que se opera en la política sindical por parte de OCPO y sus afluentes, pasando de una visión estrecha del clasismo, a una reconsideración del clasismo en términos más amplios cuyo ejemplo más claro es Villa Constitución. (Cormick, F. “La Organización Comunista Poder Obrero y su perspectiva en el movimiento obrero…” op. cit.)
[13] El Obrero, “Sobre la Situación Política Actual”, 1972.
[14] El Obrero, El Obrero Nº1, 12/ 72.
[15] El Obrero, El Obrero Nº3, 2/ 73.
[16] MIR, “Primera conferencia”, 1972.
[17] Hendler, A. La guerrilla invisible. op. cit.
[18] El Obrero, “Nuestros errores” en El Obrero Nº4, 11/73.
[19] MIR, “Nuestra propuesta frente al proceso electoral”, en Venceremos Nº2, 8/73.
[20] MIR, “Constitución del FAS en Tucumán”, en Venceremos Nº2, 8/73.
[21] El Obrero, El Obrero Nº5, 11/ 73.
[22] El Obrero, “El acto de Atalanta de la JP” en El Obrero Nº8, 3/ 74.
[23] MIR, Poder Obrero y El Obrero, “Al peronismo revolucionario”, en El Obrero Nº8, 3/ 74.
[24] El Obrero-MIR-Poder Obrero-Lucha Comunista, “Fuimos a Plaza De Mayo” en El Obrero s/n, 5/74.
[25] El Obrero-MIR-Poder Obrero, “Todos al VI Congreso del FAS”, 6/74.
[26] MIR, “Primera conferencia”, 1972.
[27] MIR, Venceremos Nº4, 10/74
[28] Último Recurso, “Entrevista a Pancho”. op. cit.
[29] El Obrero, Boletín El Obrero Nº14, 5/71
[30] Mohaded, A. La propuesta teórica, política, y organizativa… op. cit
[31] Mohaded, A. La propuesta teórica, política, y organizativa… op. cit
[32] El Obrero-MIR-Poder Obrero, “El armamento obrero” en El Obrero Nº5, 9/74.
[33] El Obrero-MIR-Poder Obrero, “El armamento obrero (IV) Milicia y ejército” en El Obrero Nº8, 11/74. Destacados del original.
[34] Realicé un análisis más pormenorizado sobre el plano militar en “Partido, lucha armada y movimiento obrero. La recuperación de un vínculo complejo a partir de la experiencia de la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO)”, ponencia presentada en las XV Jornadas Interescuelas-Departamentos de Historia, a realizarse en septiembre de 2015 en Comodoro Rivadavia.
[35] El Obrero, “Villa Constitución: un triunfo de la lucha obrera” en El Obrero Nº8, 3/ 74.
[36] El Obrero-MIR-Poder Obrero-Lucha Comunista, “Plenario en Villa Constitución” en El Obrero s/n, 5/74.
[37] El Obrero-MIR-Poder Obrero, “Que significa el comité de lucha” en El Obrero Nº12, 5/75.
[38] El Obrero-MIR-Poder Obrero, “El armamento obrero” en El Obrero Nº5, 9/74.
[39] El Obrero-MIR-Poder Obrero, “No era para tanto” en El Obrero Nº5, 9/74.
[40] El Obrero-MIR-Poder Obrero, “Los piquetes de Villa” en El Obrero Nº8, 11/74.
[41] Informe de inteligencia DIPBA. Legajo Nº3375. Proclama emitida por una emisora radial tomada. 4/75.
[42] El Obrero-MIR-Poder Obrero, “Respuesta al ‘informe’ del gobierno sobre Villa” en El Obrero Nº12, 5/75.
[43] Lucha Socialista, “Contra la represión, Lucha!”, 10/74.
[44] Lucha Socialista, “Tesis I: Situación actual y tareas. Propuesta de Lucha socialista”, 7/75.
[45] El Obrero-MIR-Poder Obrero y Lucha Socialista, “Hacia la construcción de un Partido Revolucionario de la clase obrera. (Conferencia sobre unificación)”, 6/75.
[46] Informe de inteligencia DIPBA. Legajo Nº3987. Informe sobre OCPO. 12/75.
[47] Löbbe, Héctor (2009) La Guerrilla Fabril: Clase Obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires, Buenos Aires, Ediciones Razón y Revolución.
[48] Rodríguez Lupo, L., Coordinadoras de Zona Norte… op. cit.
[49] El Obrero-MIR-Poder Obrero y Lucha Socialista, El Obrero Nº13, 7/75
[50] Löbbe, Héctor. La Guerrilla Fabril… op. cit.
[51] MRS, Respuesta Nº1, 2/76.
[52] Informe de inteligencia DIPBA. Legajo Nº3987. Informe sobre OCPO. 12/75.
[53] El Obrero-MIR-Poder Obrero y Lucha Socialista, “Brigadas Rojas. Un ejemplo”, El Obrero Nº13, 7/75.
[54] Informe de inteligencia DIPBA. Legajo Nº3609. Informe sobre acciones de Brigadas Rojas. 9/75.
[55] Informe de inteligencia DIPBA. Legajo Nº3987. Informe sobre OCPO. 12/75.
[56] Informe de inteligencia DIPBA. Legajo Nº3989. Propaganda de OCPO y Brigadas Rojas en Córdoba. 12/75.
[57] Castro, D. e Iturburu, J. “Organización Comunista Poder Obrero”. op. cit.
[58] OCPO. “Informe Político del CC”, 10/75
[59] OCPO, El Obrero s/n, 2/76.
[60] OCPO, “Democracia y revolución”, 1976
[61] OCPO, “Lucha democrática y hegemonía proletaria”, 1977