Este 25 de mayo de 2013 se cumplen 10 años de administración kirchnerista. Es un buen momento para hacer un balance. Este balance requiere de una comparación más amplia donde situar la última década. ¿Cómo salió de la crisis de 2001 Argentina? Para muchos comentaristas estaríamos frente a un giro a la izquierda en América Latina. Los nuevos gobiernos progresistas ofrecieron una respuesta al precipicio neoliberal. Sin embargo, no vislumbran la perspectiva un cambio fundamental en la distribución del ingreso o del poder social e institucional.
Una perspectiva democrático socialista combina la crítica del capitalismo y del poder. La explotación de las clases sociales se realiza a través del control del aparato estatal y el sistema institucional. Las relaciones de poder se necesitan y complementan con otras categorías relacionales, principalmente las que surgen de la organización política (burocracia), de la monopolización del conocimiento (intelectuales), y otras formas de división social (la opresión de género es uno de los ámbitos importantes). Tratando de evitar un clasismo mecánico, esta perspectiva es crítica de la explotación de clases, y de otras formas de opresión políticas y sociales.
Antecedentes históricos
Primero tenemos que dar cuenta de la crisis social que crearan las políticas neoliberales. Quizás Argentina haya experimentado un impacto inmediato mayor que ningún país proveniente de estas recetas para el crecimiento económico. Las propuestas liberales provienen de la dictadura militar de 1976. Los militares que derrocaron al gobierno democrático peronista en ese año, sostenían que la culpa de la inflación era debido a que un estado gigante impedía el funcionamiento del libre mercado. Según los liberales el libre funcionamiento del mercado distribuye naturalmente los recursos eficientemente. Como en gran parte del mundo, desde 1930 el estado intervino en la economía, controlando el sector externo, mediante una importante inversión directa en la economía y la industria, creando empresas del estado. También protegiendo en cierta manera los derechos de los trabajadores y los sindicatos.
A diferencia de ciertos países desarrollados, las reformas no fueron muy profundas, ni el pacto social no funcionó de igual manera. Hacia 1970 la lucha de clases era más intensa, con más radicalización popular y choques violentos entre capital y trabajo. La clase dominante usaba la represión regularmente. Entre 1976 y 1983 lo hizo con mayor fuerza, asesinando decenas de miles de activistas sociales.
No obstante, las reformas neoliberales de los militares fueron limitadas. Impusieron la apertura de la protección del mercado interno, ayudando a quebrar miles de industrias nacionales. Facilitaron la especulación financiera, principalmente desregulando el mercado financiero y haciendo que el Estado contrajera una enorme deuda externa en parte proveniente tomando deuda de las grandes empresas privadas. Pero no pudieron privatizar las empresas estatales. De hecho el desempleo fue bajo durante estos años (menos del 4%). Algunos jefes militares confesaban que para derrotar a la resistencia de los sectores radicalizados del movimiento obrero no podían crear una situación explosiva socialmente que no pudieran controlar o que pusiera en peligro el orden represivo.
Los militares se fueron del gobierno en 1983 y vuelve el régimen democrático. Ellos intentaron mantenerse en el poder con la guerra de Malvinas en 1982, pero la derrota militar aceleró la crisis de su gobierno. El gobierno elegido (radicales) buscó privatizar las empresas estatales, pero tuvo una enorme resistencia de los sindicatos, mediante muchas huelgas generales.
Los años noventa de nuevo liberales
Las recetas liberales se realizan en los años 1990 con un gobierno peronista. El peronismo es un movimiento con base en los trabajadores y en los sindicatos, aunque no tiene un carácter clasista sino pluriclasista. Desde 1989 se privatizan casi todas las empresas estatales (trenes, aviones, gas, agua, electricidad, televisión, teléfonos, barcos). La mayoría de los trabajadores fueron despedidos reduciendo la plantilla al mínimo, y ayudando a crear desempleo. La política favoreció las importaciones, barriendo con las protecciones al mercado interno, y además mediante el tipo de cambio sobrevaluado. La ocupación en el sector industrial disminuye significativamente. Si bien la economía crece durante los 1990, lo hace creando enorme desempleo. La tasa promedio del 5% en los 1980 llegó al 18% en 1996 y al 22% en plena crisis de 2002. Desde 1998 la economía entra en recesión hasta 2003.
La crisis y la rebelión social de 2001
Es una de las crisis económicas más profundas de la historia argentina. Hay que aclarar, que semejantes tasas de desempleo implican un costo social mucho mayor que en los países europeos, en los cuales existen seguros de desempleo que erogan una parte importante de los salarios (con grandes diferencias según países).
Hacia 2000 proliferan los movimientos de protesta de desocupados, crece el conflicto laboral de los trabajadores estatales. La economía se había desfinanciado. Durante los 1990 el equilibrio externo había dependido de la entrada de capitales, o de la renovada deuda externa que tomaba el gobierno. Cuando esta no se pudo pagar más o cuando los organismos externos (FMI, Banco Mundial) dejaron de prestar dinero, la economía explotó. Se crearon cuasi-monedas en las provincias, no había dinero con que pagar a los empleados estatales. Todo esto explotó cuando en diciembre de 2001 el gobierno confisca los ahorros en dólares de los ahorristas particulares, no importa la cantidad por mínima que sea. Ya no eran solo los desocupados y trabajadores, sino toda la clase media la afectada por esta política. Los días 19 y 20 de diciembre el gobierno radical declara estado de sitio, provocando mayores protestas y una virtual insurrección en la ciudad de Buenos Aires. El gobierno incrementa la represión, se producen batallas callejeras durante el 19 y 20 de diciembre. Hay unos 20 muertos en manos de la policía. Estas demostraciones combativas se acompañan con huelgas generales el 14 de diciembre y 19 y 20 del mismo mes.
El gobierno de Fernando De la Rúa renuncia, dejando un vacío de poder llenado por un gobierno de transición peronista. Esta crisis se extendió hasta fines de 2003. Entre 2001-2003 habrá cientos de ocupaciones obreras de las empresas que quebraran. Se extiende la movilización de los desocupados y de la clase media empobrecida, formándose cientos de asambleas populares en la ciudad de Buenos Aires. En estos años se forman miles de “mercados del trueque”, en los que se vuelve al trueque de mercancías sin mediación del dinero. Algunas estimaciones hablan de 6.000 clubes de trueque con una participación total de 2 y medio millón de personas en el 2002.
La década neodesarrollista 2003-2013
¿Cómo se sale de semejante crisis? Al inicio de 2002 asume un nuevo gobierno, esta vez peronista cambiando la política económica. Se devalúa la moneda, produciendo un efecto de protección sobre el mercado interno al favorecer la exportación contra la importación. El gobierno declara la cesación de pagos de la deuda externa, algo que ningún gobierno se había atrevido. Por primera vez hay gran consenso en que las políticas del Banco mundial de tinte conservadora liberal condujeron al fracaso y a la catástrofe social.
La administración de Néstor Kirchner que gana la elección de 2003 proviene del peronismo, que también administra el país con el menemismo aplicando las políticas neoliberales. Con bastante sorpresa para todos, Kirchner comienza un brusco giro para revertir y negar todo lo hecho anteriormente. Como resultado el producto bruto interno crece un promedio del 8% en su gestión (2003-2007). El desempleo se reduce significativamente a 7%. Es que a partir de la devaluación del peso el producto crece a partir de la sustitución parcial de importaciones, reactivando la actividad interna (ver CIFRA 2013). El discurso ahora opone esta política a la década neoliberal de los años 1990, hablando del crecimiento con inclusión.
Además se impulsa nuevamente el juicio a los responsables en la represión y asesinato de personas durante la dictadura militar de los 1970. Esto tiene un impacto simbólico e ideológico muy importante, dando un perfil progresista e izquierdista para algunos. Esta política revierte no solo los 1990 sino incluso los 1980, cuando el gobierno radical había promulgado las leyes de obediencia debida y punto final. En el mismo ítem de cultura progresista, se ha legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo (matrimonio igualitario).
Un conjunto de políticas son impulsadas en un sentido de intervención del estado en la economía para favorecer el crecimiento y la distribución progresiva del ingreso. Hubo estatizaciones. En 2009 la nacionalización de las jubilaciones privadas, antes en las AFJP, o fondos privados financieros. En 2012 la expropiación (parcial) de Repsol-YPF.
En 2008 el conflicto del campo fue un intento del gobierno por cobrar más impuestos a la exportación de bienes primarios, especialmente soja, que es el principal componente de la exportación. La protesta social contra esta regulación fue tan grande que derrotó al gobierno, y lo puso en una crisis en 2009 cuando pierde las elecciones a diputados. De hecho la mayoría de los analistas hablaron del “fin de ciclo” kirchnerista.
El conflicto por las retenciones agrarias presenta un elemento nuevo en la movilización social, que posiblemente marque una fase que continua. Son las llamadas clases medias las que ganan la calle, muchas veces violentamente, en vez de los trabajadores y desocupados. Un estudio muestra que la cantidad de bloqueos a calles (“piquetes”) realizados por quienes se oponen a las retenciones en el conflicto de 2008, sectores “medios”, superan las cantidades de los cortes de rutas que anteriormente realizaban los desempleados en la crisis de 2001-2002 (ver Rebon el al 2011). Pero esta protesta no indica la existencia de una capa media que se empobrece sino que debería interpretarse como la acción colectiva de un grupo que defiende las mejoras que están obteniendo de hecho con las medidas recientes. Una dinámica similar en muchos aspectos se repite en las demostraciones masivas a fines de 2012 y principios de 2013 en Buenos Aires. Cientos de miles se manifiestan en la calle contra las resoluciones del gobierno de limitar la venta de dólares. De este modo los manifestantes defienden su capacidad de ahorro privado que en la Argentina usualmente se realiza en reservas en moneda extranjera.
El gobierno retoma la iniciativa y la popularidad con medidas reformas progresivas. Gana las elecciones de 2011 con muchísimo margen (52 a 16%). Después del conflicto del campo, su segunda presidencia, y luego de la muerte de Kirchner en 2010, el gobierno profundiza su discurso antiliberal. Recupera el consenso en la población. En el discurso del gobierno estamos frente a una etapa cualitativamente distinta de los años 1990. Claramente esto esconde las continuidades en procesos estructurales fundamentales.
La baja del desempleo y el crecimiento e inversiones han permitido recuperar el poder social de los sindicatos y los trabajadores. Estos hacen más huelgas, y los sindicatos tienen más influencia política. Las huelgas volvieron masivamente luego de un reflujo histórico durante los noventa. Aunque se habla correctamente del retorno de las huelgas como forma de acción de los trabajadores, es necesario señalar, en una perspectiva comparativa más amplia, que no se retoma el nivel de los años ochenta. Y tampoco se recupera la influencia política previa a los 1990 cuando los sindicalistas tenían el 30% de los parlamentarios peronistas. El salario real se recupera desde la crisis de 2001, aunque no supera el nivel medio de los años 1990.
La pobreza se baja con planes estatales directos, no solo por el mayor empleo (aunque mayormente por este). Por este y otros motivos, la derecha dice que el gobierno tiene un plan estatista, que se traduce en el control de la economía y de la libertad de opinión. El diario La Nación habla de planes económicos “marxistas” en el gobierno. Según una fundación de economistas liberales, en 2012 “el gasto público subió el 28,4%, y se ubicó en un nivel que representa el 49,4% del PBI”. ¡Si nos basamos en los economistas liberales hemos vuelto a niveles de intervención estatal similares a los 1970!
Sin embargo la modalidad del gasto público ahora es distinta. El Estado subsidia a las grandes empresas privadas de manera directa. Tiene un gasto en empresas que antes era directo a través de las empresas estatales, ahora es indirecto a empresas privadas, para mantener algunos precios baratos, como leche, transporte. La diferencia es que ahora se benefician mucho más las empresas privadas. Como consecuencia las tasas de ganancias capitalistas que en los 2000 son igual o mayores que en 1990, la etapa de mayor rentabilidad capitalista en la historia reciente. Si tomamos lo que ocurre en las 500 grandes empresas (que explican el 60% del producto) vemos que las utilidades sobre el valor total representaron entre 19 y 12% en los noventa, pero que estas utilidades se elevan al 30% en los años recientes (cálculos en Observatorio Social 2013). Del otro lado, los salarios eran de hecho mayores en los años noventa. Mientras que participaban con 30% aproximado del valor final de las grandes empresas, la crisis tiró abajo estos salarios que se fueron reposicionando sin llegar al nivel anterior en torno del 25% en los años recientes. El abogado laboralista de la CGT Héctor Recalde y además diputado del partido oficialista, solía decir en su campaña a favor de una ley que permita el reparto de utilidades a los trabajadores que en la Argentina las tasas de ganancias son extraordinarias y que llegan al 50% mientras que el promedio en los países desarrollados sería del 6%.
Uno de los pilares de la política post-neoliberal es la devaluación de la moneda. Esto crea una barrera proteccionista, y mayor empleo, pero devalúa el costo salarial en dólares, y permite una rentabilidad capitalista importante, especialmente para los exportadores. No obstante mediante la inflación, el peso se fue apreciando en términos reales frente al dólar llegando casi al nivel de 1999 (ver CIFRA 2013).
Quizá esta composición del gasto público, y su relación con el producto global explique el bajo impacto de un significativo gasto social en categorías de bienestar social (más bien de asistencia social) que ha crecido en los años recientes. Mayores gastos reales en bienestar social no tendrían un impacto real en la disminución en la distribución del ingreso, a diferencia de los gastos sociales en la mayoría de los países desarrollados (ver Nudra 2002; González y Martner 2012, González 2010).
Muchos analistas caracterizan la nueva etapa post-neoliberal como “neo-desarrollismo” (ver Katz 2013, Svampa 2011). El neodesarrollismo es diferente del neoliberalismo ya que retoma cierta orientación keynesiana en el papel del estado en la economía. El anterior desarrollismo continuaba las políticas keynesianas, pero particularmente buscó el desarrollo de países periféricos a través de las inversiones extranjeras monopólicas a la industria básica y manufacturera. La nueva modalidad atrae las inversiones hacia los recursos naturales, que a la vez puedan exportarse beneficiando a la balanza de pagos. Esta modalidad ha sido estudiada como una forma de atracción de inversiones extranjeras directas en los países periféricos y es muy importante en la Argentina en la minería (ver Shandra et al 2003). Pero este tipo de negocios son especialmente peligrosos para el medio ambiente. En los últimos años se han sucedido protestas de pueblos enteros en las provincias contra la radicación de las empresas mineras. En Famatina (provincia de La Rioja) condujo a una pueblada contra las autoridades municipales que obligó a la renuncia del intendente.
Los frentes de una nueva crisis potencial
Por otro lado desde aproximadamente 2007 en adelante la reactivación y también la lucha salarial han creado nuevamente una competencia de precios inflacionaria. Los capitalistas se resisten a perder su tasa de ganancia que adquirieron con el neoliberalismo, y tampoco incrementan suficientemente en el nivel de inversiones para sostener el desarrollo. Como resultado, la inflación frena la recuperación salarial. También ha reevaluado al peso frente a las divisas internacionales, minando una de las bases del modelo actual. Por otro lado, la salida legal e ilegal de capitales hacia el extranjero genera una situación difícil para la economía. Los pagos de deuda externa siguen siendo enormes, a pesar de la cancelación de deuda de los primeros años kirchneristas. Pero también se incrementa la fuga de capitales, que es un mecanismo normal usado por los grandes empresarios en Argentina, como pudimos atestiguar dramáticamente en la crisis de los años noventa. La prohibición virtual de compra de moneda extranjera instrumentada por el gobierno desde 2012 es un intento de controlar esta situación. Esto ha generado un malestar creciente en las clases medias, que se movilizan por cientos de miles en Buenos Aires y el interior en el último año. La salida de capital hacia el extranjero es a su vez una expresión de la caída de la inversión privada, un factor fundamental para la continuidad del crecimiento, y creación de oferta que detenga el proceso inflacionario.
Una conclusión y un nuevo comienzo
Emir Sader en su libro El nuevo topo (2009) sugiere que la revolución latinoamericana se realiza a través de los gobiernos progresistas que surgieron como respuesta a la debacle neoliberal en gran parte de Latinoamérica. Sin embargo a la luz del balance realizado aquí estamos en presencia de políticas que han permitido un nuevo ciclo capitalista con bastante éxito, mejorando la situación de las clases populares frente a la crisis. Pero subsisten las enormes diferencias en la distribución del poder económico, social y político entre las clases sociales. Pensar además que se trata de un proceso largo hacia el cual vamos orientados, es engañarse a sí mismos. Estos cambios fundamentales implican confrontaciones violentas de clases y fuerzas sociales que no están incluidas en las estrategias progresistas de la región, pero tampoco, hay que decirlo, en la mayoría de las organizaciones obreras, sean brasileñas o argentinas. Parece ser entonces que este tipo de pretensión igualitaria, que es fundamental para la democracia, sigue siendo parte del repertorio estratégico socialista. Para ganar a las masas para el socialismo, sin embargo, la izquierda debe recorrer su propio camino de renovación (ver Democracia socialista 2013). El futuro para las masas latinoamericanas no puede ser otro “socialismo real” al estilo de Europa del este, sin democracia radical en todas las esferas. Pero tampoco el capitalismo, y más aún el periférico, pueden permitirse esta democracia radical. El nuevo topo, tal como sugería literariamente Marx en El 18 brumario, producía la historia, y por primera vez en la historia producía revoluciones revolucionándose a sí mismo.
Bibliografía referida
CIFRA, Informe de coyuntura no. 12, Buenos Aires, abril 2013.
Democracia socialista, “Documento programático”, Buenos Aires, 2013.
González, Ivonne y Martner, Ricardo, “Del síndrome vacío al desarrollo inclusivo: buscando los determinantes de la distribución del ingreso en América Latina”, CEPAL, Santiago de Chile, 2010.
González, Ivonne, “Gasto y deuda pública en América Latina: indicadores del sector público”, CEPAL, Santiago de Chile, 2012.
Katz, Claudio, “Anatomía del kirchnerismo”, Buenos Aires, 2013.
Nudra, Nita, “Globalization and the decline of the welfare state in less-developed countries”, International organization, vol. 56, no. 2, 2002.
Observatorio del derecho social, “Conflicto, negociación colectiva y mercado de trabajo”, Informe de coyuntura, CTA, Buenos Aires, 2013.
Sader, Emir, El Nuevo topo. Los caminos de la izquierda latinoamericana, Siglo XXI-CLACSO, Buenos Aires, 2009.
Shandra, John, Ross, Robert and London, Bruce, “Global capitalism and flow of foreign direct investment to non-core nations 1980-1996: a quantitative, cross analysis”, International journal of comparative sociology, vol. 44, 2003.