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Una vez más Israel bombardea Gaza y su escalada criminal se cuenta en decenas de muertos y miles de heridos palestinos. Como en otras ocasiones, la ofensiva militar (la más violenta desde 2014) es el resultado de una política de constantes provocaciones israelíes durante el Ramadán. Hoy con el agravante de que los criminales bombardeos sobre la población civil palestina se producen en medio de una epidemia que ya tenía los sistemas de salud al borde del colapso.

Las tensiones en Jerusalén ya venían escalando desde inicios del Ramadán, cuando las fuerzas de seguridad israelíes decidieron instalar barricadas en la entrada a la Ciudad Vieja para evitar aglomeraciones de fieles, dando cuenta de sus intenciones de generar una nueva escalada del conflicto con otra provocación. La medida injustificada y abusiva a inicio del mes sagrado del Islam generó una serie de reacciones populares que tras varias jornadas de protesta obligaron a la Policía israelí a liberar la Puerta de Damasco. Pero la mecha ya estaba encendida.

Las movilizaciones continuaron, tomando como bandera la solidaridad con siete familias palestinas que enfrentan el pedido de desalojo de colonos judíos que quieren echarlas de sus viviendas en el barrio de Seij Yarrah, en la ocupada Jerusalén este. La ley vigente permite que familias judías reclamen la presunta propiedad de viviendas en Jerusalén este con títulos anteriores a 1948 pero prohíbe a los árabes hacer lo mismo con propiedades en Jerusalén Oeste. Este desalojo por goteo (en el marco de una política general definida por Human Right Watch como “crímenes de apartheid”), con todo el aval legal de un Estado racista y criminal, se suma así al resto de las estrategias de genocidio que Israel lleva adelante desde hace décadas contra el pueblo palestino en Jerusalén, en Gaza y en Cisjordania

La represión se hizo abierta y masiva a fines de la semana pasada cuando las fuerzas de seguridad israelíes aprovecharon el último viernes de Ramadán para una intervención en la Explanada de las Mezquitas, uno de los tres lugares más sagrados del Islam, que dejó decenas de heridos palestinos. Al día siguiente fueron asesinados dos palestinos en un puesto de control al norte de Cisjordania y otro joven árabe fue muerto por un colono judío en la ciudad de Lod.

El pico de los choques en Jerusalén se produjo el día lunes, fecha en que los israelíes celebran la “reunificación” de la ciudad en 1967, que para los árabes marca el inicio de una ocupación ilegal que nunca se detuvo. La ocupación y posterior anexión de Jerusalén Este no tiene ningún reconocimiento internacional (la ONU sigue definiéndolo como “territorio ocupado”), pero eso no impide un total control de hecho por parte de Israel sobre la misma. La decisión del ex presidente estadounidense Donald Trump de mudar la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalén (como tantas otras señales y apoyos concretos de EEUU a Israel, tanto en términos militares como económicos), buscó legitimarla como ciudad capital, pese a ser un territorio en disputa, elevando las tensiones que hoy vuelven a estallar.

La escalada, claramente provocada y buscada por el Estado de Israel, replica la habitual dinámica sionista que comienza con una provocación que gatille algún tipo de reacción popular, una brutal represión a la misma buscando la reacción militar por parte de los brazos armados de las organizaciones islámicas, una posterior “respuesta” bélica absolutamente desproporcionada sobre Gaza y por fin nuevos avances territoriales, desconocimiento de los precarios compromisos previos en nombre de la supuesta ofensiva terrorista y un saldo de cientos o miles de muertos del lado Palestino.En esta ocasión, el lanzamiento de misiles de Hamas (en su mayor parte contrarrestados por el sistema de defensa de una de las fuerzas armadas más modernas del mundo) es la nueva excusa para más de 48 horas de bombardeo ininterrumpido sobre la población civil de Gaza, una de las ciudades más densamente pobladas del mundo. Al momento se registraron por lo menos 53 muertos en la ciudad, entre los que se cuentan 15 niñxs y tres mujeres, y cientos de heridxs que se suman a los derivados de las represiones en Jerusalén. El gobierno de Benjamin Netanyahu ya declaró que Israel “responderá con fuerza”, en un conflicto que se ha extendido a distintos puntos del país, anticipando una aceleración de la masacre contra el pueblo palestino.

Hasta el momento, según denuncia el conteo provisional palestino, las 1500 rondas de bombardeo sobre Gaza ya generaron daños parciales en 500 torres residenciales y mil casas, el desplome de tres edificios íntegros, destrucción en distintos grados de 52 sedes gubernamentales, 12 instalaciones de medios informativos, siete escuelas, varias clínicas de atención primaria de salud y la estratégica planta desalinizadora de agua del norte de la ciudad, gravemente dañada. Además, fue golpeada la red eléctrica y de alcantarillado, el transporte, los comercios y las granjas, tierras agrícolas, pozos y redes de riego, con pérdidas que se estiman en millones de dólares. Ninguno de estos daños humanos y materiales pueden considerarse casuales o colaterales para una fuerza militar que se precia de la precisión de sus misiles teledirigidos. Son ataques pensados para generar la mayor cantidad de daño posible en una población civil de más de dos millones de personas que hoy se encuentra en una situación dramática.

Ya Israel venía retaceando y complicando la lucha contra la epidemia de coronavirus en Palestina, especialmente en Gaza, donde los insumos médicos son sistemáticamente bloqueados en los puestos de guardia israelíes. Así, mientras la población israelí ya fue vacunada en casi un 60%, la palestina no alcanza al 1%. Sobre estos sistemas sanitarios saboteados y siempre al borde del colapso, ahora el gobierno de Netanyahu añade una lluvia de bombas.

Como también suele suceder, estos nuevos crímenes de lesa humanidad en curso cuentan no sólo con el apoyo de Estados Unidos y las principales potencias europeas sino también con la aquiescencia de los organismos internacionales que a lo sumo se limitan a condenas formales contra el “uso excesivo de la fuerza” por parte de Israel, lo mismo que la absoluta mayoría de los gobiernos del mundo que en el mejor de los casos replican las tibias y declarativas posiciones de la ONU y en el peor sólo cuestionan al terrorismo islámico y avalan plenamente la brutal respuesta militar israelí. Además, la nueva ofensiva sionista cuenta a su favor con la histórica protección mediática que sólo da cuenta de las versiones oficiales del “enfrentamiento” entre israelíes y terroristas. Hoy más que nunca, Palestina necesita de toda nuestra solidaridad y compromiso activo para difundir la nueva escalada criminal del Estado de Israel.

Por el fin de los desalojos en Jerusalén y por un movimiento internacional para que Israel cumpla con los acuerdos internacionales y de cuenta de sus crímenes de lesa humanidad y su constante violación de los derechos humanos.

¡Basta de crímenes de guerra! ¡Paren de bombardear Gaza!