Compartimos la declaración de los compañeros de la Corriente Surcos de La Plata ante la reciente devaluación del peso.
1 de Febrero de 2014
La devaluación ocurrida en los últimos días representa un grave retroceso para el pueblo argentino. Esta medida, fogoneada por sectores económicos concentrados, fue convalidada por el gobierno como el “precio justo para la divisa”. Esto se suma a una subida de precios muy importante al transporte y un nivel inflacionario que ha dejado muy atrás los aumentos salariales conseguidos durante el 2013. Sin embargo, aunque las explicaciones posibles se pueden buscar en una falta de dólares en el corto plazo, así como en las siempre presentes maniobras especulativas de empresas dominantes, las consecuencias se sentirán por la estructura económica que se ha consolidado en los últimos diez años y la falta de medidas contundentes por parte del gobierno para cambiar estructuralmente el país.
Los límites del modelo y los que siguen ganando
La devaluación hoy en Argentina tiene claros ganadores: los sectores ligados a la exportación, constituidos por la cadena agroalimentaria, especialmente la rama de sojera, y en segundo lugar los industriales. Ambos sectores se encuentran dominados por un puñado de pequeñas empresas transnacionales que durante los últimos diez años de gran crecimiento de la economía, han sido los que más han ganado, junto con los bancos. Es precisamente la acumulación lograda en los últimos tiempos, basada en un sistema regresivo de impuestos que castiga a los que menos ganan, de exenciones en algunos casos, como la minería, y la libre disponibilidad de sus ganancias en divisas que no se obliga a reinvertir y se giran al exterior, lo que les ha dado el poder hegemónico para generar corridas en el mercado cambiario como la de la última semana. Y estos han sido pilares fundamentales del modelo que se ha instaurado durante el kirchnerismo, generando crecimiento económico, pero que no ha cambiado la extranjerización de la tierra, de la industria y de la economía en general. Sumado a ello, la distribución del ingreso que se dio a través de los subsidios, la Asignación Universal o el reciente Progresar (que son insuficientes y aún no se institucionalizan en leyes con actualizaciones periódicas), no fue financiada mediante el recorte de las ganancias extraordinarias, sino que, por el contrario, se sostuvo con recursos provenientes de la recaudación de los trabajadores formales. Los salarios, que efectivamente han crecido durante varios años por arriba de la inflación y hay mas trabajadores empleados, aún no han superado el poder de compra de las décadas anteriores. Esto demuestra, sumado a la enorme masa que se encuentra en situación informal, que la recuperación Argentino se cimentó en parte en un bajísimo costo del trabajo. Mientras tanto, las reservas del Banco Central, que durante años se acrecentaron para que el peso no se revalue y aprovechando el clima exportador, fueron utilizadas para el pago de una deuda externa ilegítima que el mismo gobierno se enorgullece de “pagar serialmente”. Este estado de la estructura económica y las decisiones tomadas es lo que ha hecho que la devaluación se pase rápidamente a los precios y profundice los niveles de inflación, golpeando a los sectores medios y los más pobres.
La devaluación hoy en Argentina tiene claros ganadores: los sectores ligados a la exportación, constituidos por la cadena agroalimentaria, especialmente la rama de sojera, y en segundo lugar los industriales. Ambos sectores se encuentran dominados por un puñado de pequeñas empresas transnacionales que durante los últimos diez años de gran crecimiento de la economía, han sido los que más han ganado, junto con los bancos. Es precisamente la acumulación lograda en los últimos tiempos, basada en un sistema regresivo de impuestos que castiga a los que menos ganan, de exenciones en algunos casos, como la minería, y la libre disponibilidad de sus ganancias en divisas que no se obliga a reinvertir y se giran al exterior, lo que les ha dado el poder hegemónico para generar corridas en el mercado cambiario como la de la última semana. Y estos han sido pilares fundamentales del modelo que se ha instaurado durante el kirchnerismo, generando crecimiento económico, pero que no ha cambiado la extranjerización de la tierra, de la industria y de la economía en general. Sumado a ello, la distribución del ingreso que se dio a través de los subsidios, la Asignación Universal o el reciente Progresar (que son insuficientes y aún no se institucionalizan en leyes con actualizaciones periódicas), no fue financiada mediante el recorte de las ganancias extraordinarias, sino que, por el contrario, se sostuvo con recursos provenientes de la recaudación de los trabajadores formales. Los salarios, que efectivamente han crecido durante varios años por arriba de la inflación y hay mas trabajadores empleados, aún no han superado el poder de compra de las décadas anteriores. Esto demuestra, sumado a la enorme masa que se encuentra en situación informal, que la recuperación Argentino se cimentó en parte en un bajísimo costo del trabajo. Mientras tanto, las reservas del Banco Central, que durante años se acrecentaron para que el peso no se revalue y aprovechando el clima exportador, fueron utilizadas para el pago de una deuda externa ilegítima que el mismo gobierno se enorgullece de “pagar serialmente”. Este estado de la estructura económica y las decisiones tomadas es lo que ha hecho que la devaluación se pase rápidamente a los precios y profundice los niveles de inflación, golpeando a los sectores medios y los más pobres.
Los cambios necesarios en el corto y medianos plazo
Ante este escenario el gobierno ha elegido combatir la inflación mediante acuerdos de precios que tienen un cumplimiento parcial. La dificultad de la efectivización de los acuerdos se suma a que ante un cambio brusco de situación las empresas pueden retirarse del acuerdo y no existen herramientas ni sanciones suficientes que lo prevengan. La coyuntura requiere entonces una serie de medidas que rompan con el estado de las cosas. Algunas de las medidas posibles son controlar toda la cadena generadora de precios, interviniendo decisivamente con los agentes especuladores y recortando los márgenes de ganancias extraordinarias que existen hoy en dia, estableciendo al mismo tiempo que sobre redes ya existentes una distribución nacional de productos al precio que se venden en el Mercado Central, beneficiando así a productores para aumentar la oferta en el corto plazo. También se debería encarar una profunda reforma del sistema tributario. Aunque ese proceso es largo e implica una gran discusión, se debe eliminar el IVA a la canasta alimentaria y compensar esa pérdida de recaudación impuestos a la renta y las actividades financieras, así como a la minería, a las viviendas y tierras ociosas. Por otro lado, para se lograría detener la huida de dólares con la nacionalización del comercio exterior y volcando esas divisas en obras de infraestructura (edilicia, caminera, ferroviaria y energética) que genere en empleo genuino y en incentivos a la producción a quienes hoy se han visto perjudicados con el avance de la frontera del cultivo de la soja. En cuarto lugar se debe intervenir el mercado inmobiliario, frenando de una vez por todas la especulación con terrenos, venta de inmuebles y alquileres, que hoy son una gran presión para cientos de miles de familias, aún aquellas que fueron beneficiarias del ProCreAr y no encuentran soluciones dentro de los requisitos del programa.
Sin embargo, entendemos que gran parte de estas soluciones no forman parte del programa político del Kirchnerismo y que ni siquiera en con el mayor apoyo electoral y popular se las ha planteado en 10 años. Es así que hoy las alternativas políticas son todas salidas por derecha y que las soluciones que se proponen implican mas ajuste y recorte del gasto público, así como una liberalización económica clásica. Esto sería la descarga total de la crisis sobre los que menos tiene, así como la destrucción de las conquistas alcanzadas. Es en este escenario y con la tarea de instalar estas discusiones en el debate público que se vuelve indispensable la formación de un consenso al conjunto de las fuerzas de izquierda y del campo popular, para formar un frente social que presente una alternativa de resistencia pero también de avance, que ponga a la Argentina en el camino transformador que ya han emprendido Bolivia o Venezuela, que reduzca drásticamente los niveles de pobreza, que cambie lo acumulación a favor de la mayoría e independice a nuestro país de la dependencia económica y monetaria a la cual estamos sometidos.
Ante este escenario el gobierno ha elegido combatir la inflación mediante acuerdos de precios que tienen un cumplimiento parcial. La dificultad de la efectivización de los acuerdos se suma a que ante un cambio brusco de situación las empresas pueden retirarse del acuerdo y no existen herramientas ni sanciones suficientes que lo prevengan. La coyuntura requiere entonces una serie de medidas que rompan con el estado de las cosas. Algunas de las medidas posibles son controlar toda la cadena generadora de precios, interviniendo decisivamente con los agentes especuladores y recortando los márgenes de ganancias extraordinarias que existen hoy en dia, estableciendo al mismo tiempo que sobre redes ya existentes una distribución nacional de productos al precio que se venden en el Mercado Central, beneficiando así a productores para aumentar la oferta en el corto plazo. También se debería encarar una profunda reforma del sistema tributario. Aunque ese proceso es largo e implica una gran discusión, se debe eliminar el IVA a la canasta alimentaria y compensar esa pérdida de recaudación impuestos a la renta y las actividades financieras, así como a la minería, a las viviendas y tierras ociosas. Por otro lado, para se lograría detener la huida de dólares con la nacionalización del comercio exterior y volcando esas divisas en obras de infraestructura (edilicia, caminera, ferroviaria y energética) que genere en empleo genuino y en incentivos a la producción a quienes hoy se han visto perjudicados con el avance de la frontera del cultivo de la soja. En cuarto lugar se debe intervenir el mercado inmobiliario, frenando de una vez por todas la especulación con terrenos, venta de inmuebles y alquileres, que hoy son una gran presión para cientos de miles de familias, aún aquellas que fueron beneficiarias del ProCreAr y no encuentran soluciones dentro de los requisitos del programa.
Sin embargo, entendemos que gran parte de estas soluciones no forman parte del programa político del Kirchnerismo y que ni siquiera en con el mayor apoyo electoral y popular se las ha planteado en 10 años. Es así que hoy las alternativas políticas son todas salidas por derecha y que las soluciones que se proponen implican mas ajuste y recorte del gasto público, así como una liberalización económica clásica. Esto sería la descarga total de la crisis sobre los que menos tiene, así como la destrucción de las conquistas alcanzadas. Es en este escenario y con la tarea de instalar estas discusiones en el debate público que se vuelve indispensable la formación de un consenso al conjunto de las fuerzas de izquierda y del campo popular, para formar un frente social que presente una alternativa de resistencia pero también de avance, que ponga a la Argentina en el camino transformador que ya han emprendido Bolivia o Venezuela, que reduzca drásticamente los niveles de pobreza, que cambie lo acumulación a favor de la mayoría e independice a nuestro país de la dependencia económica y monetaria a la cual estamos sometidos.