Por Martín Mosquera

Septiembre 2013

Michael Löwy es uno de los intelectuales marxistas más destacados de la actualidad. Proveniente de Brasil, vive en París desde 1969, aunque mantiene un contacto cotidiano con su país y latinoamérica. Es director de investigación emérito en el Centre National de la Recherche Scientifique (Centro Nacional de Investigación Científica) e integrante del NPA francés (Nuevo Partido Anticapitalista) y de la Cuarta Internacional. Su obra recorre temáticas diversas, como la concepción de la revolución en el joven Marx, el pensamiento de Rosa Luxemburgo y, más recientemente, el ecosocialismo. De manera particular, Löwy ha rescatado el pensamiento de Walter Benjamin como un autor central para la recreación de un marxismo revolucionario a la altura de nuestra época. Recientemente se reeditó en nuestro país su libro “Walter Benjamin: aviso de incendio”. Una lectura de la tesis “Sobre el concepto de historia” (por Fondo de Cultura Económica). Para Democracia Socialista fue la oportunidad para iniciar una conversación sobre Benjamin, la crisis ecológica y los gobiernos “antiimperialistas” de la región, entre otros temas.

¿Cuál es la actualidad y el valor central del pensamiento de Walter Benjamin para nuestro tiempo?

Michael Löwy: Walter Benjamin ocupa un lugar singular y único en la historia del pensamiento moderno: fue el primer partidario del materialismo histórico en romper con la ideología burguesa del progreso.  Su marxismo tiene por eso una calidad particular, que lo distingue de las formas dominantes y oficiales del pensamiento de izquierda  (« progresista »),  y le confiere una formidable superioridad metodológica. Esta visión disidente le permitió ser uno de los pocos marxistas en los años anteriores al 1945 en proponer una crítica radical del concepto de  « explotación de la naturaleza »,  y de la relación « asesina » de la civilización capitalista con la naturaleza. ¡Nada más actual en el siglo XXI!  Su testamento político y filosófico,  las Tesis Sobre el concepto de historia (1940) redactadas poco ante de su muerte –  del suicidio para escapar de la Gestapo – es uno de los documentos más importantes del pensamiento revolucionario desde las Tesis sobre Feuerbach de Karl Marx.

El “aviso de incendio” que lanza Benjamin, contra la ideología del progreso y el desarrollo de la sociedad burguesa parece más actual que nunca. Ud. suele utilizar el concepto de “crisis civilizatoria” para describir la situación actual. ¿Cuál es el alcance de esta crisis de la civilización capitalista? ¿En qué sentido se diferencia de una simple crisis económica? 

ML: Las distintas crisis que hoy enfrenta la humanidad a nivel mundial resultan de un mismo fenómeno: un sistema que transforma todo – la tierra, el agua, el aire que respiramos, la naturaleza, los seres humanos- en mercancía; que no conoce otro criterio que no sea la expansión de los negocios y la acumulación de beneficios para unos cuantos. Sin embargo, este conjunto de crisis son aspectos interrelacionados de una crisis más general, la crisis de la moderna civilización industrial capitalista.

La crisis económica del sistema es la más grave desde el 1929,  pero la crisis ecológica es la más peligrosa. El proceso de devastación de la naturaleza, de deterioro del medio ambiente y de cambio climático se ha acelerado a tal punto que no estamos discutiendo más sobre un futuro a largo plazo. Estamos discutiendo procesos que ya están en curso, la catástrofe ya comenzó, esta es la realidad y estamos en una carrera contra el tiempo para intentar frenar y contener este proceso desastroso.

La crisis ecológica  no resulta del exceso de población, como dicen algunos, ni de la tecnología en sí abstractamente, ni tampoco de la mala voluntad del género humano. Se trata de algo muy concreto: de las consecuencias del proceso de acumulación del capital, en particular de su forma actual, de globalización neoliberal. Este es el elemento esencial, motor de este proceso y de esta lógica destructiva que corresponde a la necesidad de expansión ilimitada –aquello que Hegel llamaba “mal infinito”- de un proceso infinito de acumulación de negocios, acumulación de capital que es inherente a la lógica de la civilización capitalista industrial moderna.

Walter Benjamin afirmaba que “el capitalismo nunca va morir de muerte natural”. A propósito de esto, ¿cómo ve a la izquierda europea frente a la actual crisis económica?

 ML: Algunos pensadores de la izquierda más moderada creen que con algunas medidas « keynesianas »,  permitiendo que vuelva el crecimiento económico,  se resolverá la crisis: es una ilusión, porque la crisis es muy profunda, y seguirá agravándose  si no se toman medidas radicales.  Por otro lado el supuesto « crecimiento » – es decir,  el incremento del PIB –  tendrá por consecuencia una aceleración desastrosa de la crisis ecológica.

 Otro tipo de ilusión,  ahora  en la izquierda más radical,  es la creencia de que se trata de la « crisis final » del capitalismo;  víctima de sus propias contradicciones, el sistema está condenado,  y con la profundización de la crisis financiera llegara a un derrumbe definitivo.  Esto me parece una equivocación  total.  Tenía razón Benjamin: en términos puramente económicos,  el capitalismo siempre encontrara alguna salida,  en último caso con la guerra y/o el fascismo,  como  en los años 1930.   Solo una acción colectiva consciente de las clases subalternas y de las victimas del sistema podrá derrumbarlo y abrir el camino para una sociedad alternativa.   Es lo que llamamos una revolución.

La crisis – y posible catástrofe – ecológica le ha dado un nuevo sentido y actualidad al concepto benjaminiano de la revolución como interrupción, como freno de emergencia. ¿Cómo ve las posibilidades actuales  de “evitar lo peor” en relación a la catástrofe ecológica? 

ML: Como hemos señalado,  la catástrofe ecológica ya ha empezado.  Su manifestación más peligrosa es el proceso de cambio climático; un proceso que resulta de los gases de efecto invernadero emitidos por la industria, el agro-negocio y el sistema de transporte existentes en las sociedades capitalistas modernas. Este cambio tendrá como resultado – no en un siglo,  sino en algunas decenas de años – no sólo el aumento de la temperatura en todo el planeta, sino también la desertificación de tierras, problema que en la actualidad tiene efectos devastadores sobre la población del tercer mundo, la elevación del nivel del mar, la desaparición de ciudades enteras – Hong-Kong, Río de Janeiro,  Ámsterdam,  Venecia – debajo del océano y la desaparición de ecosistemas enteros. Todo ello nos acerca a lo que sería la sexta mega extinción de la vida sobre el planeta Tierra.

En las Tesis Sobre el concepto de historia Benjamin se refiere con frecuencia a Marx pero, en un punto importante,  toma una distancia critica en relación al autor de El Capital: « Marx dijo que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial.  Pero tal vez las cosas se presentan de una manera muy distinta. Puede ser que las revoluciones sean el acto por el cual la humanidad que viaja en el tren aplica los frenos de emergencia ». De manera implícita,  la imagen sugiere que si la humanidad le permite al tren seguir su camino – ya trazado por la estructura de acero de los rieles – y nada detiene su carrera vertiginosa,  nos precipitaremos directamente en el desastre,  el choque o el abismo. Ban-Ki-Moon,  el secretario general de las Naciones Unidas,  que no tiene nada de revolucionario,  hacia hace poco (Le Monde 5.9.2009) el siguiente diagnóstico: « Nosotros » decía –  sin duda se refiere este « nosotros » a los gobiernos del planeta – « nosotros tenemos el pie pegado en el acelerador y nos precipitamos hacia el abismo ».

¿Logrará aun la humanidad  accionar les frenos revolucionarios?  Cada generación,  escribe Benjamin en las Tesis Sobre el concepto de historia, ha recibido una « débil fuerza mesiánica »: así también la nuestra.  Si no la ejercemos « antes de un momento casi calculable de la evolución económica y social,  todo se habrá perdido » – es más una paráfrasis de un ensayo de Benjamin del 1928.

Frenar el tren significa luchar por una alternativa radical, un nuevo modo de producción y  una sociedad más igualitaria, más solidaria y más democrática, luchar por un modo de vida alternativo, una nueva civilización ecosocialista más allá del reino del dinero, de los hábitos de consumo artificialmente inducidos por la publicidad, y de la producción al infinito de mercancías inútiles.

El ecosocialismo es también una estrategia de lucha, desde ya, aquí y ahora. No vamos a esperar hasta el día en que el mundo se transforme, no, nosotros vamos a comenzar desde ya, ahora, a luchar por esos objetivos. Frenar la catástrofe tiene por eje central una estrategia de convergencia de las luchas sociales y ambientales, de las luchas de clases y de las luchas ecológicas, contra el enemigo común que son las políticas neoliberales, la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el imperialismo americano y el capitalismo global. Este es el enemigo común de los dos movimientos, el movimiento ambiental y el movimiento social. No se trata de una abstracción.

La experiencia de la lucha indígena en América Latina es uno de los ejemplos más avanzados. En Bolivia, por ejemplo, desde hace años miles de indígenas lograron irrumpir en la escena política en defensa de las condiciones sociales, la preservación del territorio y la conservación de los recursos. Esta lucha ha logrado evolucionar hasta cuestionar los fundamentos sobre los cuales el Estado se está organizado en su país, exigiendo su refundación, partiendo del reconocimiento a los diversos grupos indígenas y procurando la conservación de la naturaleza.

En América Latina la lucha ecológica de los campesinos e indígenas, en donde también han participado de manera protagónica estudiantes, mujeres y obreros, se ha convertido rápidamente en una lucha política, de esta manera las luchas por el bienestar comunitario y la lucha por la preservación de los recursos y el respeto a la naturaleza son simultáneas e indisolubles.

Recientemente el presidente ecuatoriano Correa terminó por autorizar la explotación del Parque Nacional Yasuni, luego de haberse comprometido con su conservación hace poco tiempo atrás. ¿Cómo ve a la región latinoamericana en relación a las preocupaciones ecológicas, especialmente a los gobiernos “anti-imperialistas” de Venezuela, Bolivia y Ecuador?

ML: Los tres gobiernos anti-imperialistas y anti-oligárquicos de América Latina  –  bastante distintos de los gobiernos de centro-izquierda social-liberales,  como el de Lula-Dilma en Brasil  –  representan las experiencias sociales más avanzadas hasta ahora en el continente.  Al plantear como su horizonte histórico el socialismo del siglo XXI han abierto una perspectiva nueva para América Latina. El problema es que en su práctica económica siguen prisioneros del « extractivismo fosil »: la economía del país sigue tiendo por fundamento las energías fósiles,  el petróleo y el gas. Con eso no solo se tornan dependientes del mercado mundial dominado por las potencias imperialistas,  sino también contribuyen directamente al proceso de cambio climático.

La propuesta del Parque Nacional Yasuni –  dejar el petróleo bajo tierra y exigir una indemnización de los países ricos del Norte – fue una propuesta de los movimientos indígenas y ecológicos de Ecuador,  que fue asumida por el Presidente Correa después de su elección,  e implementada por el entonces Ministro de Minas  y Energía Alberto Acosta.   En el caso del Parque Yasuni,  como en muchas luchas indígenas, en especial en la región amazónica, el combate de las comunidades locales en contra de la voracidad destructora de la oligarquía fósil coincide totalmente con la gran causa ecológica del siglo XXI:  la lucha en contra del cambio climático.   El proyecto del Parque Yasuni era el símbolo de una opción radical: preferir la naturaleza al mercado,  la vida a la ganancia.  Los países capitalistas industriales no se entusiasmaron por el proyecto,  no solo porque nada tiene que ver con los « mecanismos de mercado » donde tienen su preferencia,  sino porque temían el efecto estimulante de esta iniciativa : otros países podrían plantear propuestas similares…
Por todas estas razones es muy decepcionante la decisión del presidente Correa de renunciar al Proyecto  y capitular a las presiones de la oligarquía fósil,  permitiendo a las multinacionales petroleras la instalación en el Parque Yasuni.  Los movimientos indígenas y ecológicos, la izquierda ecosocialista han protestado y exigen un referéndum popular. El futuro dirá si podrán salvar la propuesta.