Lucas y sus amigos solo querían jugar a la pelota. Sus sueños eran poder llegar a primera, vivir de lo que amaban, jugar al fútbol y romperla en la cancha. Esto ya no será posible, por lo menos para Lucas. La policía de la Ciudad, que dice cuidarnos, se llevó su vida de apenas 17 años y con ella sus sueños y la alegría de su familia y amigos en un nuevo caso de gatillo fácil.
La policía se cobró otra vida, mató a otro pibe de un barrio, le disparó a sangre fría y por “portación de rostro”. En este caso fue la policía de la Ciudad, la policía de Larreta. Por solo tener una gorrita o un conjunto deportivo, por vivir en una villa o por ser pobre ya te miran mal, piensan que sos un delincuente, te detienen, te revisan, te verduguean, te matan.
La cronología de los hechos se dio así: Lucas y sus amigos, que habían ido a entrenar a Barracas Central, salieron del entrenamiento rumbo a sus casas en Florencio Varela como hacían todos los días. Esta vez Lucas había llevado a sus amigos para que se probaran en el club, todos tenían el sueño de jugar en primera. Un sueño que a Lucas le arrebataron ese mismo día junto con su vida. De camino, pararon en un kiosco a comprar un jugo. En ese momento los cruzo un auto con policías de civil, sin uniforme, sin identificación, vestidos comúnmente como cualquier otra persona. Tenían armas, con una de éstas le apuntaron al auto donde venían los chicos de Barracas Central para intimidarlos y que se bajaran del auto. Al ver esta situación, asustados al pensar que los iban a robar, quien manejaba el auto donde estaba Lucas, arrancó, esquivó al auto con los policías y escapó de la situación en busca de ayuda. Ahí fue cuando se sucedieron los disparos que impactaron en la cabeza de Lucas.
Lo paradójico de todo esto es que, cuando se escaparon, a los pocos metros encontraron policías uniformados y se detuvieron para pedirles ayuda. Claramente esto no fue un intento de robo porque sino no se hubieran frenado a pedirle ayuda a estos policías. A continuación de bajar del auto, mientras les rogaban a los policías que los ayudaran gritándoles que los querían robar, llegó el auto con los policías de civil, los esposó con precintos y los detuvo allí. Los pibes lloraban de miedo y por su amigo que se les moría. Escaparon de sus verdugos de civil y se cruzaron con otros verdugos uniformados que luego encubrirían a sus compañeros.
Desde las fuerzas policiales se excusaron diciendo que los policías pensaron que Lucas y sus amigos iban a cometer un delito, que iban a robar el kiosco. Un prejuicio muy marcado solo por la forma en que iban vestidos. Para encubrirse, plantaron un arma de juguete, una réplica, en el baúl del auto de los chicos, lo que hacen siempre para justificar que dispararon ante un posible enfrentamiento. No solo esto no fue un intento de robo, sino que además, en dicho caso, un robo tampoco es motivo suficiente para matar a alguien, para intimidar, apuntar y dispararle a chicos de apenas 17 años. Si esto terminó en un asesinato y en un nuevo caso de gatillo fácil fue porque los policías desearon hacerlo y no dudaron en dispararle a Lucas.
Uno podría preguntarse por qué lo hicieron. Creo que la respuesta es más negligente y simple de lo que parece: porque pueden, porque sienten odio hacia los villeros, hacia los pibes que ranchean en una esquina o que tienen puesta una gorrita. Y este odio se expresa en persecución, represión y muerte. Hay que nombrarlos para que no queden impunes, para que sus nombres queden marcados por el gatillo fácil, con la sangre y la vida de Lucas, los policías asesinos responsables de su muerte se llaman: Juan José Nieva, Fabián Andrés López y Gabriel Alejandro Isass.
Lo más absurdo de esto, o tal vez no, es que ayer, el mismo día que mataron a Lucas, se cumplieron 5 años de la creación de la policía de la Ciudad. Mientras Lucas moría en el hospital El Cruce, los policías de la ciudad festejaban su aniversario. Parece como si uno de sus festejos hubiera sido llevarse la vida de Lucas y sumar un nuevo caso de gatillo fácil, ya van 121 desde que se fundó esta fuerza.
En resumen, los policías asesinos intimidaron a los pibes, les dispararon, mataron a Lucas, declararon mentiras, plantaron un alma falsa para justificar un enfrentamiento y tuvieron a los demás pibes detenidos todo un día sin motivo ni causa alguna. La prepotencia policial se exacerba en estos casos, su autoridad en la calle desborda y se vuelve represión y asesinato, ellos son los que deciden sobre la vida de los demás. Es necesario ponerle un freno a todo esto.
Basta de Gatillo Fácil. Justicia por Lucas González.