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En este Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer marchamos gritando “Ni una menos”, “Basta de femicidios y travesticidios” y “Aparición ya de Tehuel”.

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Hoy, 25 de noviembre, nos volvemos a encontrar en las calles, para que codo a codo, compañeras, compañeres, sigamos luchando contra todo lo que nos mata, viola, desaparece. ¿Y contra quién combatimos? Contra el patriarcado, que históricamente nos relegó a ser víctimas de la violencia machista; contra el capitalismo y sus garantes, que nos explotan, nos roban la vida, la tierra, los recursos y tratan a nuestros cuerpos como  mercancía; contra los aparatos represivos del estado que persiguen y violentan a les trabajadores sexuales. Con ello, a los gobiernos de turno, que por acción u omisión son responsables de  que estas violencias sigan siendo perpetradas. 

Bien sabido tenemos lo cruento de las violencias que día a día tenemos que sufrir, los crímenes de odio hacia las mujeres, lesbianas, trans, travestis. No puede ignorarse esta verdad que se hace presente a gritos.

Así, según datos del Observatorio de Feminicidios en Argentina, hasta el 31 de octubre de este año se cometieron 227 femicidios y 10 trans-travesticidios, por lo que en lo que va del 2021 una mujer o compañere travesti-trans fue asesinade cada 30 horas. Por otro lado, el Observatorio Ahora que Si Nos Ven, registró 168 intentos de femicidio. E incluyen otros datos, no menores: del total de víctimas, 36 habían realizado al menos una denuncia y sólo 22 tenían medidas de protección. 

No es un detalle de poca importancia el hecho de que el 65% de estos femicidios fue perpetrado en el hogar de la víctima, rompiendo con esa imagen -a fuerza de lucha cada vez más desgastada- de que las mujeres corremos más peligro en la calle, frente a desconocidos. La realidad muestra que es urgente que contemos con más y mejores políticas estatales de acompañamiento y asistencia, necesitamos lograr la autonomía en términos económicos, y eso también se consigue con el acceso a trabajo formal y a vivienda. 

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Los Femicidios son parte de la violencia Estatal

A dos años de la conformación del Ministerio de Mujeres y Diversidad, muchos somos los sectores que nos seguimos preguntando por las tan prometidas políticas públicas para la erradicación de la violencia machista en el ámbito intrafamiliar, además de las esperadas incumbencias que dicho ministerio tendría para las medidas de protección y prevención contra los femicidios.

Lejos de esto, un ministerio sin presupuesto, con campañas publicitarias pero poco desarrollo territorial, sigue atado de manos, sin dar respuesta a las demandas hsitóricas del movimiento feminista.

A su vez, a casi un año de la sanción de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, en la mayoría de las regiones los dispositivos garantes de la práctica no se han incrementado, sino que siguen siendo la misma cantidad de consejerías las que tienen que dar respuesta a una demanda creciente. Este vaciamiento en la política pública de la IVE implica una obstaculización de hecho, como así también la reinicidencia de muchas mujeres que se van de la consulta sin métodos anticonceptivos, y también la dificultad de los equipos para la detección de la violencia en el espacio IVE, etc.

Una vez más vemos como las conquistas que ganamos en las calles tienen que seguir siendo defendidas ahí, contra funcionarios que nos olvidan, contra la institucionalización de una lucha que no cabe en el parlamento.

Seguimos sin respuestas claras para las desaparecidas por trata ni para las jefas de hogar que incrementaron sus situaciones de vulneración de derechos en la pandemia. Tampoco lo hay para las mujeres indígenas que defienden sus territorios contra la empresa colonial persistente en manos de gendarmería y las fuerzas de (in)seguridad nacionales. Año tras año arriesgan su vida y la de sus hijxs, por el derecho a la tierra que les sigue siendo arrebatada. Hoy como ayer no permanecemos ajenas a estas luchas, que se dan en todo nuestro territorio y en el continente.

Por las y les que ya no están, que nos fueron arrebatadas/es, seguimos resistiendo. En este sentido, nos hacemos eco de las palabras de la weichafe Moira Millán, mujer mapuche, que dice: “Resistir es vivir porfiadamente, es arrancarle al enemigo nuestro derecho a vivir. (…) Nos resistimos a la muerte, abrazamos a la vida. Abrazamos a la vida cuando decimos no a los modelos productivos extractivistas, contaminantes y sembramos la tierra y tratamos de compartir los alimentos de otros lugares. Abrazamos la vida y resistimos todo el tiempo”. 

¡Ni una menos!

¡Vivas nos queremos!