Leon Cremieux
La Intersindical (CGT, FO, FSU, Solidaires, UNEF, UNL et FIDL) ha cifrado en más de 1 millón de personas la gente que se ha manifestado en 260 ciudades el 31 de marzo.
Una jornada de huelgas y manifestaciones que ha constituido, sin ninguna duda, un verdadero éxito. El 9 de marzo [ver http://www.vientosur.info/spip.php?article11071] las cifras fueron de 450 000 manifestantes en 170 ciudades. En esta ocasión, incluso la policía en su propio recuento reconoce que el número de manifestantes ha sido dos veces superior a las del 9 de marzo.
Entre esas dos fechas, los estudiantes de institutos y universidades también se movilizaron el 17 y el 24 de marzo. Movilizaciones a las que en muchos sitios se sumaron cortejos de empresas.
En la mayoría de las ciudades, los cortejos han sido mucho más números que el día 9. Incluso en Paris, donde llovía de forma torrencial.
En esta movilización se han sumado nuevos sectores en huelga, tanto en el sector público como en el privado. En la SNCF [ferrocarril] más del 40 % han salido a la huelga contra la ley El Khomri [Ministra que impulsa la reforma laboral], pero también contra un decreto-base que fije los criterios para una futura desregulación del estatuto del personal ferroviario.
La movilización de la juventud también ha sido más amplia que el día 9. El 31 han sido 350 los institutos bloqueados contra 120 el día 9 y 200 el día 17. A la movilización estudiantil aún le queda mucho campo para extenderse, pero los comités de movilización [Comisiones de estudiantes para organizar y extender la lucha] se desarrollan en decenas de universidades.
Y, por último, mucha gente joven de los barrios populares ha tomado parte en las movilizaciones, siendo su participación superior a la del 9 de marzo.
Y frente a ella, la represión policial: La policía intervino en varias ciudades de forma provocativas y violenta contra la juventud, a imagen y semejanza de la agresión contra un joven estudiante de secundaria del centro Henri-Bergson del distrito XIX de Paris el día 24 de marzo [ver https://www.youtube.com/watch?v=P6nlZLVU81g ].
Así pues, el movimiento se extiende con la vista puesta en la fecha en que se inicia el debate en la Asamblea nacional, prevista para el 9 de mayo.
En cualquier caso, esta movilización es la más masiva a la que ha tenido que hacer frente el gobierno después de 2010, cuando las huelgas, manifestaciones y bloqueos no lograron poner freno a un nuevo ataque contra el sistema de pensiones. Aunque ahora mismo todo el mundo piensa más en el año 2006, cuando las masivas movilizaciones de la juventud, con el apoyo de los trabajadores y trabajadoras, lograron echar abajo el CPE, “contrato de primer empleo” impulsado por el gobierno De Villepin
Sin embargo, el contexto actual es muy diferente. Sobre todo en una cuestión central: las últimas grandes movilizaciones sociales en Francia (1995, 2003, 2006, 2010) se dieron siempre contra gobiernos de la derecha.
Muchos militantes sienten el “ambiente” de 2003 o el de 2010 pero, por el momento, a diferencia de 2003, el movimiento huelguístico en los centros de secundaria y en las universidades no ha alcanzado el nivel de 2006 ni en amplitud ni en auto-organización; y entre los trabajadores y trabajadoras no emerge ningún sector capaz de desempeñar un papel motor que desempeñaros en 2010 los ferroviarios, los basureros o los transportistas; al igual que el sector de Correos o el de enseñanza lo hizo en otras ocasiones.
Evidentemente, la ley El Khomri afecta mucho más a quienes trabajan en el sector privado, regidos por el Código laboral, los convenios colectivos y los acuerdos a nivel de empresa, que en el sector público. Pero los cortejos de la función pública también ha sido numerosos el 31 de marzo (aún cuando el cortejo del sindicato de la enseñanza, FSU, no estaba tan nutrido como en otras movilizaciones), consciente de que la política antisocial del gobierno va dirigida contra todos los sectores,.
Más allá de eso, todo el mundo es consciente de que este movimiento tiene unas características particulares en relación a otras movilizaciones precedentes. Características que pesan tanto positiva como negativamente.
En principio, este movimiento se produce en una situación política un tanto particular. Hasta el 9 de marzo, la situación estaba marcada por los atentados de noviembre pasado, la desenfrenada política securitaria del gobierno y la ampliación del período del estado de excepción. Un contexto político determinado también por la polarización que ejerce el Front National, que ganó de forma neta las elecciones regionales en diciembre del 2015.
Hollande y Valls esperaban sacar provecho de los atentados para asfixiar a la derecha (Los Republicanos, presididos por Sarkozy) y aparecer como sólidos hombres de Estado, tal como lo hizo G.W. Bush tras el 11 de septiembre de 2001, con el fin de asegurar su reelección [en las próximas elecciones de 2017].
Este plan les ha salido bien en un aspecto: la crisis de la derecha es mas grande que nunca. El partido Los Republicanos están totalmente diezmado. Sarkozy ha fracasado en su intento de volver al primer plano, Alain Juppé cosecha más popularidad que él y, en cualquier caso, los aspirante a ser candidato presidencial de la derecha crecen como los hongos.
Por su parte, los centristas de la UDI han anunciado que no participaran en unas primarias conjuntas con Los Republicanos. Por tanto, la derecha tradicional es un campo de ruinas.
Ahora bien, en el otro lado, el crédito de los jefes de guerra y hombres de Estado que son Hollande y Valls, también se ha fundido como la nieve bajo el sol.
La ley El Khomri es como la segunda espina clavada en el pecho del ejecutivo. La primera ha sido el boomerang político que le ha estallado en la cara al gobierno con su propuesta para la reforma constitucional. Hollande y Valls esperaban meter en un aprieto a la derecha forzándoles a votar la perpetuación del estado de excepción y la retirada de la nacionalidad por actos de terrorismo, que podía generar apátridas, vulnerando la legalidad internacional.
El descrédito del gobierno, incluso en el seno del Partido socialista, tanto en relación a cuestiones securitarias como sociales, se ha convertido en una verdadera encerrona para él, quedando a merced de la derecha en lo que tiene que ver con la reforma constitucional, ya que finalmente Los Republicanos rechazaron llegar a un acuerdo con el Partido socialista en el Senado, obligando a Hollande y Valls a una retirada en toda regla en vísperas del 31 de marzo.
Hollande, con un 15 % de la opinión pública a favor, está más desacreditado que nunca lo haya estado un Presidente de la V República. Valls va por el mismo camino. Evidentemente, el descrédito a la izquierda, más allá del PS, ya que la política reaccionaria del gobierno choca con una gran parte del “pueblo de izquierdas”.
A la política securitaria del estado de excepción se le añade evidentemente la ofensiva social de las leyes Macron [ministro de Economía y Finanzas] y Rebsamen [Ministro de trabajo en los dos primeros gobiernos Valls] pero, también, la innoble política desarrollada contra las personas migrantes y su cabezonería en torno a los “proyectos inútiles”, cuyo mayor exponente es el Aeropuerto de Notre Dme des Landes. El PS también está preñado de turbulencias, y los “críticos” se ven reforzados con la adhesión de la antigua ministra de trabajo Martine Aubry.
Incluso Benjamin Lucas, presidente de las juventudes del PS exige la retirada de la ley El Khomri al mismo tiempo que la UNEF, sindicato estudiantes próximo al PS, se mantiene firme impulsando la movilización estudiantil.
La represión contra los militantes sindicales, como los de Good Year, perseguidos y condenados por haber retenido a la dirección para tratar de impedir el cierre de la empresa, constituye otro elemento de la situación.
Por último, la implantación del estado de excepción y la campaña racista islamófoba del Estado de estos últimos meses ha dado pie a miles de registros domiciliarios en los barrios populares. Muchos gente joven de estos barrios han estado presentes en las movilizaciones para hacer frente a esos ataques.
El conjunto de este contexto sociales no permite ver claro hacia donde se va, ya que por el momento ninguna fuerza sindical, social o política es capaz de dar un sentido y una coherencia a la exasperación y a las exigencias de justicia social y de democracia.
En esta situación, por otra parte, las direcciones confederales de los sindicatos aparecen aún más ineficaces de lo habitual. La reacción contra el proyecto El Khomri ha sido posible por la movilización de las y los jóvenes, y por la actividad a través de las redes sociales que en una veintena de días logró recoger 1 millón de firmas contra la Ley e impulsar la movilización del 9 de marzo. Evidentemente, a estas redes se le sumó la actividad firme de los sectores más militantes de los sindicatos, que le han dado la dinámica social a la movilización. Ahora mismo, más que en 2010, las dirección sindicales temen a un movimiento social que plantee directamente la cuestión política de una alternativa a la austeridad. Más aún cuando, por primera vez, esta exigencia se plantea frente a un gobierno de izquierdas. De ahí que las burocracias sindicales agiten la amenaza del Front National [de cara a las presidenciales de 2017) para no ir hacia un enfrentamiento global contra la política del gobierno.
Sin embargo, asistimos a una ebullición social real de redes que plantean cuestiones fundamentales como la solidaridad, la justicia social, la justicia climática, el control democrático de las decisiones y las opciones de sociedad. Esta ebullición hace de la vida política y social actual en Francia una emulsión estimulante.
Así en víspera del 31 de marzo, 400 trabajadores “sin papeles” obtuvieron una victoria impresionante. Tras haber ocupado la dirección General de Trabajo con el apoyo de la Intersindical del Ministetio y el colectivo Droits Devant, impusieron la apertura de negociaciones para modificar la normativa que rige su regularización.
En numerosas ciudades, se montan comités para apoyar a los sindicalistas de Good Year condenados por la justicia.
La noche del 31 de marzo [que, a pesar del desalojo, se repitieron el día 1 -nuevamente desalojados- y se volverán a dar hoy], varios miles de jóvenes se reunieron en la Plaza de la República de parís en torno a las redes #darlemiedo, #nochedepie, #nocheroja para impulsar dinámicas de ocupación de plazas. El colectivo Droit au Logement (derecho a la vivienda) se sumó a esta iniciativa.
Todos estos fenómenos dispersos son muestra de una efervescencia y de la búsqueda de una dinámica social, al igual que el llamamiento de varios cientos de sindicalistas de la CGT, Solidarires y la FSU para organizar una movilización general.
Las semanas que vienen dirán si todas estas dinámicas potenciales llegan a cuajar, unirse, ampliarse y construir una relación de fuerzas suficientemente fuerte como para hacer retroceder a Hollande y Valls.
1/04/2016
Leon Cremieux, sindicalista de SudAérien