Por Insurgência – Tendência interna del PSOL
Traducción: Democracia Socialista
Este 11 de mayo llegó trágicamente a su fin un ciclo de 13 años de gobiernos del PT.
Con el aval del Senado para seguir con el proceso de impeachment, la presidenta se vuelve una exiliada política interna y tiene inicio anticipado, para el delirio de las fuerzas políticas del capital, un gobierno ilegítimo, manchado por las mismas sombras de corrupción que pesaban sobre el gobierno anterior y programáticamente todavía más a la derecha del que intentaba ser el segundo mandato de la virtual ex-presidenta.
El ministerio de Temer es la temible expresión de uno de las mayores giros conservadores que el país haya visto. Hace 40 años, desde el gobierno de Geisel, que el país no tiene un gobierno sólo constituido por hombres. Un gabinete sin ni siquiera un negro o una negra. Con siete sospechosos de participación en las estafas investigadas por la Operación Lava Jato.
El ministro de Justicia de Temer, a cargo de la secretaría de Seguridad Pública de San Pablo, además de atropellar Derechos Humanos, enmascara datos sobre los crímenes. El nuevo ministro de Educación considera las “Bolsa Famíllia”[1] como una correa política y su partido se posicionó en el STF (Supremo Tribunal Federal) en contra de los cupos socio-raciales, como recuerda Bernardo de Mello Franco (“Direita Volver”, Folha de S. Paulo, 13/5/2016). El “nuevo” ministro de Relaciones Exteriores, José Serra, tiene como gran misión acabar con las iniciativas como la Unasur o el “Banco dos Brics”.
El titular de Hacienda, Henrique Meirelles, quien estará acompañado por otro banquero al frente del Banco Central, buscará altos superávits (“sobras” de la caja para el pago de la deuda pública) gracias a las contrarreformas estructurales, como la de Seguridad – aumento de la edad mínima para la jubilación, reducción de gastos en educación, salud, cultura y “todo lo que no sirve” (según la expresión usada por un ruralista amigo de Temer refiriéndose a homosexuales, indígenas y esclavos). Se anuncia a corto plazo el tan soñado exterminio del principio de negociación colectiva entre patrones y empleados, inscripto en la CLT (Leyes Laborales) y vigente hace 80 años.
Es verdad que los nominados para el gabinete de Temer fueron ya ministros de Lula y Dilma y que algunas de las ex-ministras mujeres no representaban en absoluto las luchas de las mujeres por las transformaciones y conquistas tan necesarias en su vida y autonomía, como es el caso de la ruralista Kátia Abreu. Sin embargo, la composición de este Ministerio es la expresión más acabada de la forma en que la derecha reaccionaria hace “su” política: sin participación alguna de las y los sujetos históricamente oprimidos, los cuales pretende mantener relegados a la invisibilidad en los espacios públicos y de poder.
No es casualidad que el gran capital made in Brazil (hecho en Brasil) y fuera de él optó por apostar todas las fichas a este gobierno salido de una conspiración institucional, que da la espalda a quien fue elegida en las urnas por 54 millones de brasileros. Michel Temer se propuso el desafío de unificar a la clase dominante brasilera y sus representantes en el Congreso. Para eso, defiende amplias privatizaciones, termina con las “trabas ambientales” (por ejemplo pone fin al Ministerio de Medio Ambiente), continúa la prioridad del gasto con la deuda pública y además de un ajuste fiscal durísimo a corto plazo, propone el avance en contrarreformas, con la anulación de derechos sociales en las más variadas áreas – algo que el gobierno de Dilma intentó implementar, no lo consiguió y por eso fue confrontada por gran parte del empresariado.
Réquiem para un proyecto
El momento de la derrota también es propicio para por lo menos iniciar reflexiones sobre la derrota de Dilma y el significado del fin anticipado del largo ciclo de gobiernos del PT.
Se agotó en Brasil un modelo de desarrollo sostenido, por un lado, en una coyuntura internacional favorable a la exportación de materias primas minerales y agropecuarias (el “boom” de las commodities) y, en el plano interno, de la conciliación de clases, la coalición entre partidos de orígenes sociales antagónicos y liderada por el PT.
El modelo falló por imposibilidades estructurales. Ya no era posible mantener una política económica de subordinación y absoluto respeto al predominio mundial y nacional del capital financiero, que favorece al triángulo conformado por bancos, agronegocios y empresas de infraestructura (petroleras, mineras y contratistas) con el congelamiento de las reformas estructurales progresivas – como la agraria, la urbana y la tributaria-, simultáneamente a la ejecución de políticas sociales limitadas. Especialmente en tiempos de gravísima crisis económica global y nacional, la fuerza central del capitalismo globalizado exigía más esfuerzo y competencia de los gobernantes de Brasil para implementar el ajuste en el país y en América Latina.
La histórica estrategia del PT de llegada al poder y su preservación, teniendo como camino las vías institucionales en alianza con sectores de la burguesía, demostró ser desastrosa. Fracasó un proyecto de poder de conciliación de clases. Este balance no puede ser barrido por debajo de la alfombra en nombre de la legítima indignación con el golpismo y las manifestaciones del conservadurismo. Nunca estará de más recordar que fue con los golpistas de hoy que Lula y Dilma se aliaron ayer, que fue en ellos que Lula, Dilma y el PT se apoyaron en gran parte para generar la “gobernabilidad” hoy perdida.
La derecha venció la disputa, por ahora
El proceso de impeachment, liderado la mayor parte del tiempo por el mafioso Eduardo Cunha y apoyado por ex-aliados de los gobiernos del PT fue un golpe institucional. La crisis económica, política, social y ambiental que abatió la popularidad del gobierno de Dilma abrió camino para que sectores “fisiológicos”[2] de la derecha tradicional abandonase, como ratas que son, el barco del gobierno que se hundía.
Resultantes indirectos de un ciclo de treinta años de luchas y victorias de la clase trabajadora brasilera, los gobierno del PT fueron derrotados por la derecha tradicional, sus partidos más “fisiológicos”, la mayoría de los sectores de gran capital apoyados éstos en una de las más reaccionarias olas de movilizaciones en las calles de las clases medias urbanas en la historia política del país. Justamente por eso la mayoría de la población tiene un futuro sombrío por delante. Un futuro de disminución de derechos, de avance en el conservadurismo y de medidas neoliberales en el terreno económico.
No se trata sólo de la caída de un gobierno, de un problema puntual de popularidad, corrupción o desequilibrio económico. Lo más grave es que esta derrota tendrá consecuencias sobre toda la clase trabajadora, todos los sectores oprimidos. La derecha más reaccionaria ganó la disputa de las calles y de las ideas en la sociedad. Y esto explica que ya esté en marcha una ofensiva todavía más conservadora de disminución de derechos bajo el gobierno Temer- PSDB (Partido de la Social Democracia Brasilera) y su bloque y por la mayoría “fisiológica” del Congreso Nacional.
Construir una salida de izquierda y democrática
A partir de las lecciones que sacamos de esta derrota, es necesario pensar respuestas inmediatas para organizar y unificar las luchas de resistencia y para reestructurar pacientemente un proyecto socialista.
No reconocemos legitimidad en el gobierno de Temer. No reconocemos legitimidad en la mayoría del Congreso Nacional que ejecutó un impeachment fraudulento, con sus 367 votos en la Cámara de Diputados, dedicados a atacar derechos de los trabajadores, los jóvenes, las mujeres, las negras y los negros, la población LGBT, indígenas y los pueblos originarios.
Estamos en la lucha para que no se restrinjan los derechos de las trabajadoras y los trabajadores y de los sectores oprimidos de la sociedad. Esta tarea será parte del cotidiano de los movimientos frente al gobierno de Temer. Así como estuvimos en las calles por estas banderas durante los años de gobierno del PT, seguiremos nuestra marcha contra Temer.
El proceso que resultó de la caída de Dilma, con episodios dantescos como el de la transmisión televisiva por cadena nacional de la votación en la Cámara de Diputados de la admisión del proceso el 17 de abril, demostró una vez más que vivimos en una democracia completamente a manos del poder económico. Un régimen político en el que las reglas y sus excepciones son modeladas según los intereses de los poderosos – no es otra la explicación de una Cámara de tan bajo nivel-, en contraposición a los intereses de la mayoría de la población.
Por eso es necesario y urgente generar una salida democrática más amplia para la crisis. Una salida que retire el futuro del país de las manos del Poder Judicial selectivo y elitista (que nadie elige ni controla), del Congreso corrupto y del oligopolio de los medios de comunicación.
Movimientos sociales, organizaciones políticas, colectivos e independientes son llamados a iniciar una amplia campaña para que el pueblo decida el presente y el futuro político del país, por medio de un plebiscito popular para la realización de nuevas elecciones generales bajo nuevas reglas.
Este es un camino democrático, para devolver al pueblo las condiciones de decidir el capítulo final de esta crisis y, por esa vía, intentar librarse de los capítulos de horrores que se avecinan con las medidas económicas y sociales de un gobierno bajo la batuta de Temer, apoyado en la mayoría de ese Congreso que ya conocemos.
Solamente con la radicalización de la democracia, en la lucha por una democracia real, fortaleciendo y forjando en las luchas de resistencia nuevos mecanismos de democracia participativa y directa, en la lucha por nuevas elecciones generales para la Presidencia, Cámara de Diputados y Senado, estaremos reconstruyendo, con las nuevas generaciones, un nuevo proyecto de sociedad, alternativo al de la derecha y alternativo al que el PT destruyó.
La construcción de un proyecto socialista y de sus instrumentos pasa por oponerse al gobierno de Temer y por la supresión del proyecto del PT, a partir del fortalecimiento de una izquierda coherente con los principios socialistas, que defienda el fin de la conciliación con la burguesía, el empoderamiento y la auto-organización de clase y una transformación ecosocialista de Brasil y de América Latina, protagonizada por todos los sectores oprimidos por el capital.
Entendemos que el desafío de nuestro partido PSOL, principal referente de la oposición de izquierda que marcó nuestra existencia desde el primer gobierno de Lula, será el de construirse como un partido radical, coherente y democrático, capaz de dialogar con otras fuerzas sociales y con la clase en lucha, para avanzar en este nuevo proyecto que supera al ciclo anterior, por los más diversos medios, pero principalmente con las luchas concretas: ocupando las calles, con consignas anticapitalistas, en defensa de los derechos, en la solidaridad ante la represión y por la radicalización de la de la democracia.
¡A la lucha! ¡A la izquierda!
[1]Programa social creado por Lula que forma parte de Fome Zero.
[2]Forma de denominar a los partidos que se estructuran y sobreviven a costa de cargos y dinero público.