Diciembre de 2013
En Argentina ha vuelto a activarse la disputa entre los de arriba. En estos diez años hubo un gran esfuerzo del kirchnerismo por establecer un consenso con las instituciones del sistema que permitiera restablecer la gobernabilidad capitalista y la acumulación de capital.
Un esfuerzo que visto sobre estos diez años le fue exitoso: una enorme creación de valor basada en una intensificación de la explotación productiva sobre los trabajadores y la naturaleza. Lo que explica que entre pago de deuda externa y fuga de capitales se fueran del país más de 150.000 millones de dólares y que al mismo tiempo el país creciera a tasas chinas, con un fuerte incremento del consumo dentro del país.
Pero este “esfuerzo” kirchnerista no fue exitoso visto hacia adelante. Los límites a un desarrollo capitalista integrado del país antes aparecían a los tres o cuatro años de intentarlo. Simplemente esta vez esos límites aparecieron a diez años de iniciado ese intento. Los factores que permitieron este changüí se han agotado: gran alza del precio de las materias primas exportables, innovaciones tecnológicas instaladas pero ociosas, amplia infraestructura de servicios disponible y barata, bajos costos laborales y fuerte disciplinamiento de la fuerza de trabajo, fuerte incremento de la demanda externa, entre otros.
Ha vuelto entonces “la restricción externa” propia de nuestro capitalismo dependiente. Sin reformas estructurales el modelo está agotado y sólo puede volver hacia atrás, volviendo al modelo noventista subordinado a las necesidades del mercado mundial, donde una parte de los trabajadores “sobramos” y otra parte quedaríamos desposeídos de todo poder social y político.
En este marco, la campaña electoral tuvo llamativas coincidencias entre el kirchnerismo y la oposición de derecha. La agenda de la clase dominante parece unificarse en algunos puntos centrales: ajuste de las cuentas públicas, restablecimiento de las “buenas” relaciones con el capital concentrado del mercado mundial y los organismos internacionales de crédito, aumento de la criminalización de la protesta, entre otros puntos. El caso de los trabajadores petroleros de Las Heras condenados a perpetua por participar de una pueblada contra las fuerzas represivas, muestra que la clase dominante tiene claro que hay límites a lo que se puede hacer en esta democracia.
Si bien el kirchnerismo tiene una pata dentro del movimiento popular y en base a ello tiene mayor capacidad de maniobra que las fracciones de derecha, hay que remarcar que esa parte del movimiento popular se ha demostrado una y otra vez impotente para incidir en serio (y no solo para apoyar) en la política del kirchnerismo.
Qué modelo y qué fuerza social
El kirchnerismo ha intentado ponerse por encima de los factores de poder, como árbitro y como armador del juego al mismo tiempo. Aprovechando que el 2001/2002 produjo una correlación de fuerzas con cierto peso del campo popular, el kirchnerismo buscó ocupar ese rol bonapartista tomando apoyo de fracciones que fue ganando de ese campo popular y reforzado por una opinión pública que le era favorable, influida por la reactivación de tasas chinas y ciertas medidas progresistas. Pero si bien el hiperactivismo del gobierno le permitió mantenerse con iniciativa permanente e ir consolidando una tropa propia, el hecho es que en definitiva no se ha podido erigir en conductor de una fuerza social cohesionada por un modelo de capitalismo a seguir viable.
Hoy vemos que las conducciones orgánicas de las principales fracciones de empresarios y trabajadores no son en realidad kirchneristas. La Unión Industrial Argentina, Asociación Empresaria Argentina, Mesa de enlace, CGTs, CTA Micheli, fluctúan entre la oposición y la búsqueda de asociarse laxamente al kirchnerismo para obtener ventajas particulares para su sector. Los tibios intentos kirchneristas por conducir masas de esas fracciones de clase puenteando a aquellas conducciones, no han dado mayor resultado, y la misma imagen del gobierno está en una tendencia declinante.
Por supuesto, estas conducciones “orgánicas” tampoco tienen raíces sólidas. No tienen un modelo de sociedad definido por el cual luchar, ni tienen fuertes acuerdos entre sí.
Lo que campea transversalmente entonces es cierta conciencia de que la estructura económica y cultural de la sociedad está en movimiento, insatisfecha y en crisis. Por lo cual quienes quieren conservar su situación de poder privilegiada acuerdan implícitamente en “no sacar los pies del plato”, tratando de impedir que emerjan movimientos de base sustancialmente transformadores. ¿“Entre bueyes no hay cornadas” entonces?
La ofensiva policial
La derecha pura y dura nunca aceptó a Yrigoyen ni a Perón, a pesar de lo duro que estos reprimieron a las tendencias de izquierda en el movimiento popular. Y tampoco han aceptado –a pesar de lo ya dicho- al kirchnerismo. El 2008 fue el enfrentamiento en que esa derecha logró carnadura de masas y por tanto triunfar, pero repetidamente ha intentado desgastar o acabar con este gobierno. Y en condiciones de una democracia relativamente estable, la disputa por las masas, por el corazón y la mente del pueblo, se hace indispensable para todo aquel que quiera ejercer el poder en esta sociedad.
La acción policial de abandonar las calles, concentrarse en las jefaturas policiales y coordinar saqueos a la población en general, por medio del delito organizado por ellos mismos, es una acción efectivamente desestabilizadora que fue en muchos casos acompañada por punteros políticos del aparato del PJ. Esto busca aterrorizar y producir un enfrentamiento de todos contra todos que deje la sensación que sólo podría solucionarlo la policía misma. De esa forma buscan relegitimarse, obtener mejores ingresos y debilitar al gobierno.
Pero esta acción rompe cierto código interburgués, al poner en cuestión no solo al personal de parte del núcleo duro del estado burgués, sino su misma eficiencia en los términos básicos de si hay o no un monopolio de la fuerza. En el mismo sentido podemos leer las disputas abiertas en los servicios de inteligencia, las fuerzas armadas y el poder judicial, espacios que el kirchnerismo intenta coparles a (o al menos negociar con) los sectores tradicionales de la clase dominante.
La acción de este embrionario “partido narco-policial” pone en crisis la gobernabilidad y abre entonces una caja de pandora que ellos mismos no pueden estar seguros de poder controlar.
Y por tanto no necesariamente se relegitiman ante la sociedad, como las marchas en Tucumán y Córdoba lo muestran, marchas representativas de una importante ruptura embrionaria entre buena parte del pueblo y esas policías (y en alguna medida embrionaria con el poder que ellas defienden), deslegitimación que se da por motivos bien distintos, entre sectores disímiles que van desde la derecha a la izquierda. Y este mismo cuestionamiento amenaza con extenderse como mancha de aceite a instituciones del sistema que venían recuperando su legitimidad, pero sin poder borrar de todas maneras cierto sedimento crítico de las jornadas del 2001-2002.
En suma, la acción policial deja un saldo contradictorio. Una acción netamente mafiosa ha dejado un pésimo precedente al ser convalidada por los gobiernos con aumentos salariales y no sanciones. Al mismo tiempo esto deja planteada una consigna de masas: “equiparación salarial, salario igual a la canasta familiar”.
¿Retrocederá el kirchnerismo entonces? Está en un punto donde no puede del todo ni retroceder sin ser derrotado ni atacar sin exponerse a ser aplastado. Pero levemente a su favor está el renacer en la burguesía del miedo a la ingobernabilidad. Hoy nuestra clase tiene mayor fuerza que hace doce años, aunque seguirá la incógnita de en qué devendrá esta fuerza hasta que no haya una nueva gran medición de fuerzas entre las clases y las fuerzas sociales constituidas y en formación. Esta indeterminación es la mayor carta que juega el kirchnerismo, tanto ante la burguesía (“la ingobernabilidad”) como ante los trabajadores (“la vuelta a los noventa”).
A su vez la opinión pública no aparece ligada orgánicamente a ninguna de las fuerzas en pugna, por lo cual la situación mantiene un margen de indeterminación muy grande. Ahora empieza la disputa por quién sale fortalecido y quién debilitado del paro policial. La consigna de equiparación del salario de todos los estatales abre por su parte una veta de acumulación popular posible. Al mismo tiempo queda por ver ¿Qué relación se fijará entre la población (y cada grupo social) y la policía? ¿Qué pasará con el partido narco-policial, se consolidará o tendrá que disolver sus vínculos? ¿El empresariado se unificará hacia la derecha o seguirá sin apostar a fondo de conjunto?
Es una frase hecha que la política no es una ciencia exacta. Está compuesta por elementos visibles y medibles, pero también por otros elementos que sólo salen a la luz por medio de los enfrentamientos sociales, que hacen emerger lo que ha venido incubándose fuera de la luz del sol durante procesos de largos años. Es parte del arte de la política prever cuándo y cómo llevar adelante esos enfrentamientos, siempre listos para acumular positivamente esos resultados.
En esta coyuntura de gran fluidez social, donde la imagen de las instituciones y de los políticos se vuelven a poner en cuestión, así como cuál debe ser el rumbo a seguir, la situación es propicia para apostar a tomar la iniciativa audazmente desde el campo popular.
Por supuesto, para tener iniciativa hay que tener ideas y también una fuerza para llevarlas adelante. Es tan importante por tanto tener espíritu de ofensiva, como espíritu unitario. Al metal sólo se le puede dar forma machacando –con fuerza- en caliente.
Núcleos promotores de acción: Izquierdas
El 27 de octubre (hace menos de dos meses!) la izquierda obtuvo 1.400.000 votos. La derecha creció en mayor cantidad, pero la izquierda fue quien creció en mayor proporción. Lo mismo viene ocurriendo en las conducciones de las organizaciones gremiales y de masas, la izquierda siendo minoritaria es quien más crece en proporción. Las elecciones del 27 de octubre (y las de salta) marcan un cambio cualitativo para la izquierda, positivo aunque contradictorio. La visibilidad y el realismo de las posiciones de izquierda dieron un salto adelante ante las masas.
Dentro de la izquierda el Partido Obrero (PO) –conduciendo el Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT)- sacó varios cuerpos de ventaja. Se trata de una izquierda con una identidad anticapitalista y clasista, pero con prácticas (y un programa) que no establecen el famoso puente que ligaría la perspectiva socialista con las tareas inmediatas. En su campaña electoral han presentado algunas reformas estructurales y varias reformas de mínima, pero a grandes rasgos no hay una estrategia de poder visible, no aparece una relación concreta entre la formación de una fuerza social revolucionaria que puede materializar una vía anticapitalista. No obstante, comparados al resto de las fuerzas que se presentaron nacionalmente, el FIT aparecía de hecho con una identidad anticapitalista.
Pero debemos remarcar que al centrar la disputa y acumulación de poder más bien en el crecimiento de su partido, están preanunciando serios y probados vicios alejados de un auténtico camino revolucionario. Sin dar una definición cerrada de aquí en adelante, vemos rasgos reformistas, sectarios y burocráticos en el FIT. Reformistas en tanto las reformas aparecen centradas en la cantidad de votos y cargos que saque el FIT. Sectarios y burocráticos en cuanto a la forma en que se plantean el desarrollo del FIT, una forma competitiva entre ellos y al mismo tiempo controlada por los partidos y cerrada a una relación dinámica y abierta a la clase. Estos defectos que vislumbramos, son similares a las diferencias que venimos teniendo en las construcciones gremiales.
En lo inmediato el FIT, que va a seguir creciendo y los sectores de la clase que avancen en una experiencia por izquierda van a tener, en principio, como dirección al FIT, hasta tanto se llegue a una contrastación experiencial de masas con su política. En tal sentido las acciones directas van a chocar con esa dirección y van a tender probablemente a ser absorbidas y subordinadas por la práctica representativista y partido-céntrica del PO.
Es muy probable que se den fuertes tensiones en el FIT respecto a estas prácticas del PO, pero sin romper, ya que aunque en menor medida que el PO, el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) e Izquierda Socialista (IS) también tienen un período de acumulación por delante.
Indudablemente se ha dado una combinación de factores para esto: el tenaz y persistente trabajo de los trotskistas (junto a la deserción de la centroizquierda) permitió que el importante sector que busca algo a la izquierda del kirchnerismo los votara en estas elecciones, así como viene ocurriendo en las organizaciones gremiales. Algo similar, pero en mucha menor medida pasa con las corrientes de la nueva izquierda.
Pensarnos en nuestra fuerza social
Las observaciones que hacemos sobre el FIT no las hacemos para competir con ellos y cuidar el rancho propio. Más bien reconocemos que en un sentido el FIT es la dirección de hecho de la fuerza social –embrionaria- de la que somos parte. La fuerza social que incluye al conjunto de los enfrentamientos que sectores de la clase vienen (venimos) dando en la búsqueda de construir un poder de los trabajadores autónomo o independiente que pueda construir una sociedad sin alienación ni explotación. Por cierto, no creemos que sea la mejor dirección y vamos dando la disputa para que en lo local y en lo general la clase pueda ser efectivamente protagonista de su camino. Pero mientras tanto impulsamos frentes en común en todo espacio que le permita acumular a la clase, como los distintos frentes multicolores que se vienen conformando en los gremios, circunstanciales frentes piqueteros, y distintos tipos de “encuentros” (como el ENM o el EMVyJusticia) entre otros.
En este sentido, vemos positivamente la propuesta del EDI (Economistas de Izquierda) en cuanto a buscar construir un frente electoral en común de la izquierda que va de Marea Popular/Frente Popular Darío Santillán-Corriente Nacional (hoy en un proceso de unificación que esperemos se concrete para bien) pasando por Autodeterminación y Libertad (AyL) hasta el FIT y otros grupos del trotskismo. Es claro que hay aquí una diversidad importante, pero creemos que asumir este planteo es un piso superador de las tradiciones de la izquierda argentina, aun cuando de asumirlo ello no daría garantías de concreción de por sí. Desde nuestro punto de vista la perspectiva que debe hacerse presente aquí es la de construir un frente que sirva con su referencia y los cargos que gane al fortalecimiento de la clase de conjunto, al protagonismo popular por medio de organizaciones democráticas de masas, que impulse y no frene la democracia directa y la acción directa de las masas. Un frente que asuma públicamente que no puede aceptarse una democracia tutelada por el capital donde las decisiones populares puedan ser limitadas por personajes e instituciones vitalicias.
Nuestra fuerza social y estas propuestas tampoco pueden pensarse en sí mismas (es decir en abstracto) sino a su vez dentro de la situación general. Y estamos en una situación paradójica: un escenario donde crece la derecha y crece la izquierda, pero donde la primera es la que tiene todo para llegar (en alguna de sus variantes) a recobrar el poder ejecutivo (y por lo tanto el pleno control sobre los núcleos duros del estado). ¿Llevará esto a una vuelta al noventismo y la pérdida de derechos? Esto sólo podría llevar a una intensificación de la lucha de clases, hoy larvada. Pero esta intensificación de la lucha de clases se daría en condiciones muy peligrosas para nuestra clase, donde por ejemplo un sector importante de nuestra clase está lumpenizado y subordinado a la conducción de los factores de poder más de derecha. Y sectores importantes de los sectores medios (comerciantes, profesionales, pequeños empresarios) ganados por el discurso de la inseguridad.
No cabe duda que el camino de liberación hoy no se ve limitado sólo por la represión del estado. La hegemonía capitalista en los valores, prácticas, costumbre, formas de ser y de vivir en el mundo, es una hegemonía con algunas grietas pero sigue siendo dominante. Los frentes electorales de izquierda deben ser conscientes de esto, manejando la tensión entre el plantear una perspectiva socialista desde las prácticas y las luchas de hoy, y el asumir que las grietas a trabajar en la hegemonía del sistema son grietas envueltas en fuertes contradicciones.
¿Qué estrategias se están debatiendo en la izquierda al respecto? Y acá la cosa es preocupante. Años de peso minoritario nos han desacostumbrado a la mirada estratégica, con el agravante de que esto es evidente en partidos con especial responsabilidad hoy, como el PO. Basta echar un vistazo desde el tirito del PO con Blumberg a este no pronunciarse sobre la cuestión de fondo del reciente accionar policial. En el mismo sentido nos parece que la mayoría de los partidos de izquierda actuó erradamente (de distinta manera y por distintos motivos) en coyunturas claves, como la del campo en el 2008, la ley de medios, etc.
La nueva izquierda y la emergencia estratégica
En la nueva izquierda (NI) hoy nos encontramos a su vez en estado deliberativo, justo en este momento que hay que actuar con unidad y decisión. A grandes rasgos vemos que muchos grupos caracterizan una fuerte centralidad de la lucha electoral y eligen moderar el tono y las acciones anticapitalistas en función de dialogar y construir junto a sectores de la centroizquierda/reformistas. Otros sectores no veíamos tanta centralidad a la lucha electoral ni veíamos bueno moderar el tono anticapitalista, y en tal sentido no nos presentamos a elecciones. Todas estas cuestiones vienen llevando a una dilusión del carácter anticapitalista y por el protagonismo de los trabajadores de la nueva izquierda.
En nuestra opinión es fundamental fortalecer y dar una identidad definida a una nueva izquierda revolucionaria. Creemos que es un ordenador de las tareas de la etapa. Y esto debe lograr acumular el trabajo de base en una proyección de política de masas. En tal sentido debemos elaborar teórica y prácticamente una construcción que pueda alcanzar un armado electoral que esté subordinado y en función del desarrollo de una fuerza social revolucionaria. Esta fuerza social ya viene creciendo en las múltiples luchas que orientamos las distintas tendencias de izquierda. No es una fuerza consolidada ni firme, pero ya podemos rastrearla en esas luchas y en los espacios de coordinación permanentes. Hoy el FIT es el sector de más peso en ella, pero tanto en los territorios de base, como en los armados superestructurales (incluyendo los electorales) tenemos importantes diferencias con ellos, lo cual puede observarse en los múltiples frentes en que convivimos en cercanía y con diferencias.
Sintéticamente, creemos que los partidos del FIT (en distinto grado) siguen creyendo que la única conciencia y el único auténtico protagonismo de los trabajadores sólo puede darse dentro de sus partidos, lo cual los lleva a ubicarse en el centro del poder que quieren construir.
Por lo tanto, creemos indispensable dar un salto en la conformación de una NI revolucionaria en nuestro país, como forma de poder encarar frentes políticos en común tanto con el FIT como con la NI que viene moderando su discurso. Sin dar ese salto se diluiría nuestra política, es decir el protagonismo popular de carácter anticapitalista, incluso en la táctica electoral.
Esta previsión no es algo especulativo. Se basa en diferencias concretas que tenemos hace tiempo en cuanto a cómo entender la democratización de las organizaciones gremiales y la democratización de nuestros lugares de trabajo y estudio. En cuanto a cómo abordar tareas anticapitalistas como la construcción de mecanismos de poder cooperativos, de cómo promover un carácter crítico en la formación como estudiantes y en la lucha de los trabajadores ocupados y desocupados. Y también hay diferencias en cuanto a cómo valoramos las experiencias históricas de nuestra clase, como el caso de la revolución rusa, el socialismo real, los 70 y el ALBA.
Pero queremos remarcar que entendemos que la clarificación de las diferencias debe tener en cuenta dos cuestiones centrales: una es que deben enmarcarse en la construcción de una fuerza social transformadora que nos aúna a todos, es decir como diferencias internas y no como antagonismos. Y otra, que deben ser relativas a este momento concreto, pero abiertas a poder modificarse y superarse hacia adelante, al menos como hipótesis.
Reafirmamos entonces la búsqueda de vías de unidad de la clase, disputando su orientación hacia la izquierda. Sin perder la paciencia y recuperando la audacia, apostamos a la socialización del poder en todas sus dimensiones, desde la acción organizada de los trabajadores.
Por el poder popular de los trabajadores y el pueblo oprimido,
Por el socialismo desde abajo y a la izquierda.
A sacar la tierna furia, a organizar victorias!!
Organización Politica La Cadera