Por Stathis Kouvelakis

La estrategia de negociación de la dirección de Syriza falló. Pero no es demasiado tarde para evitar la derrota total.

Jacobin Magazine

Traducción: Valentín Huarte para Democracia Socialista

             Empecemos con lo que es indiscutible: el acuerdo con el Eurogrupo al que el gobierno griego fue arrastrado el viernes equivale a un repliegue precipitado.    

            El régimen del memorándum debe ser extendido, el acuerdo de créditos y la totalidad de la deuda deben ser reconocidos, “supervisión”, otra palabra para la autoridad de la Troïka, lo cual deja pocas chances para que el programa de Syriza pueda ser implementado.

            Este fracaso completo no es, ni puede ser, cuestión de azar, o el producto de una maniobra táctica mal concebida. Representa la derrota de una línea política específica que subyace a la orientación actual del gobierno.

El acuerdo del viernes

         Siguiendo el espíritu del mandato popular para una ruptura con el régimen del memorándum y la liberación de la deuda, Grecia ingresó a las negociaciones rechazando la extensión del actual “programa”, pactado por el gobierno de Samaras, junto a la partida de mil millones de euros, con excepción de la devolución de 1.9 mil millones de euros en bonos Griegos que le correspondía.

                Sin aceptar ningún procedimiento de asesoramiento ni supervisión, solicitó un “programa puente” transicional de cuatro meses, sin medidas de austeridad, para asegurar la liquidez e implementar al menos parte del programa en el marco del equilibrio presupuestario. También solicitó que los acreedores reconocieran la inviabilidad de la deuda y la necesidad inmediata de una nueva ronda de negociaciones.

                Pero el acuerdo final apunta al rechazo punto por punto de todas estas demandas. No sólo eso, sino que comporta otra serie de medidas que apuntan a atar de manos al gobierno y frustrar cualquier medida que pudiese significar un quiebre con las políticas del memorándum.

                La declaración del viernes del Eurogrupo se refiere al programa existente como un “acuerdo”, pero esto no cambia absolutamente nada esencial. La “extensión” que Grecia exige ahora (bajo el Master Financial Assistance Facility Agreement) debe ser puesta en marcha “en el marco del acuerdo actual” y apunta a la “conclusión exitosa de la evaluación sobre la base de las condiciones del acuerdo actual.”

                También se afirma claramente que:

                “sólo la aprobación por parte de las instituciones del cumplimiento de la evaluación del acuerdo extendido… permitirá cualquier desembolso de la partida del actual programa EFSF y la transferencia de las utilidades del 2014 SMP [estas son las utilidades de los bonos Griegos sobre los cuales Grecia tiene derechos]. Ambos están sujetos a la aprobación del Eurogrupo.”

                Entonces, Grecia estará recibiendo la partida que inicialmente rechazó, pero bajo la condición de adherir al compromiso de sus predecesores.

                Lo que queda entonces es una reafirmación de la típica posición alemana de imponer – como precondición para cualquier acuerdo y cualquier desembolso de fondos – el cumplimiento del procedimiento de “asesoramiento” por parte del mecanismo tripartito (sea que se llame Troïka o “instituciones”) para la supervisión de todo acuerdo pasado o futuro.

                Más aún, para dejar claro que el uso del término “instituciones” en vez del término “Troïka” es una fachada, el texto reafirma explícitamente la composición tripartita del mecanismo de supervisión, enfatizando que las “instituciones” incluyen al BCE (“ante este panorama recordamos la independencia del Banco Central Europeo”) y el Fondo Monetario Internacional (“también acordamos que el FMI continuará cumpliendo su función”).

                En lo que respecta a la deuda, el texto menciona que “las autoridades griegas reiteran el compromiso inequívoco de respetar sus obligaciones financieras hacia todos sus acreedores en tiempo y forma”. En otras palabras, hay que olvidarse de cualquier discusión sobre “recortes”, “reducción de la deuda”, sin mencionar la “cancelación de la mayor parte de la deuda”, tal como expresa el compromiso programático de Syriza.

            Cualquier “reducción de la deuda” futura es posible sólo sobre la base de lo que el Eurogrupo propuso en su resolución de noviembre del 2012, es decir, una reducción de las tasas de interés y una reprogramación, que como es sabido difiere muy poco del peso de servir a la deuda, afectando solamente al pago de intereses que ya es de por sí muy bajo.

            Pero esto no es todo, porque para el pago de la deuda Grecia está aceptando por completo el mismo marco de las resoluciones de noviembre de 2012 del Eurogrupo, durante el gobierno de la alianza de tres partidos de Antonis Samaras. Esto incluye los siguientes compromisos: superávit primarios de 4.5% (primary surpluses) desde 2016, privatizaciones aceleradas, y el establecimiento de una cuenta especial para servir a la deuda – a la cual el sector público griego debe transferir todo el ingreso de las privatizaciones, y 30% de cualquier superávit adicional.

            También por esta razón el texto del viernes menciona, no sólo excedentes, sino también “fondos de financiamiento”. En todo caso, el corazón del robo del memorándum, concretamente la consecución de superávits primarios escandalosos y la venta de la propiedad pública con el propósito exclusivo de llenar los bolsillos de los prestamistas, permanece intacto. La única pista de relajación de la presión es la vaga garantía de que “las instituciones tendrán en cuenta, con respecto al objetivo del superávit primario de 2015, las circunstancias económicas en curso en el 2015”.

            Pero no era suficiente el hecho de que los europeos rechazaran todas las demandas griegas. Han atado de pies y manos al gobierno griego de todas las formas posibles para demostrar en la práctica que, cualquiera sea el resultado electoral y el perfil político del gobierno que pueda emerger, ninguna revocación de la austeridad es plausible en el marco europeo existente. Como afirmó el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, “no puede haber alternativa democrática a los tratados europeos.”

            Y dicha previsión se cumplirá en dos sentidos. Primero, como indica el texto: “Las autoridades griegas se comprometen a abstenerse de cualquier retroceso en las medidas y cambios unilaterales de las políticas y reformas estructurales que impactarían negativamente en los objetivos fiscales, la reactivación económica o la estabilidad financiera, fijadas por las instituciones.”

            Así que tampoco hay un desmantelamiento del régimen del memorándum (“retroceso en las medidas”), ningún “cambio unilateral”, y en efecto no sólo en lo que refiere a las medidas con costos presupuestarios (tales como abolición de impuestos, elevación del umbral para el no pago de impuestos, aumentos en las jubilaciones, y “asistencia humanitaria”), tal como se afirmó inicialmente, sino en un sentido mucho más amplio, incluyendo cualquier cosa que pudiese tener un “impacto negativo” en la “reactivación económica o la estabilidad financiera”, siempre de acuerdo al juicio decisivo de las instituciones.

            No es necesario decir que esto es relevante no sólo para la reintroducción de un salario mínimo y el restablecimiento de la legislación laboral que había sido desmantelada estos últimos años, sino también para cambios en los sistemas bancarios que pudiesen fortalecer el control público (ni una palabra, por supuesto, sobre la “propiedad pública” contemplada en la declaración fundacional de Syriza).

            Además, el acuerdo especifica que:

            “los fondos hasta ahora disponibles en las reservas del HFSF (Hellenic Financial Stability Fund) deben ser retenidos por el EFSF (European Financial Stability Facility), libres de derechos de terceros mientras dure la extensión del MFFA. Los fondos continúan disponibles durante la extensión de la MFFA y sólo pueden ser usados para recapitalizaciones bancarias y costos de resolución. Sólo serán liberados a pedido del ECB/SSM.”

            Esta cláusula muestra cómo los europeos no han perdido de vista que el programa de Salónica establecía que: “el capital inicial para el sector público y un cuerpo intermediario, y el capital inicial para la creación de bancos con fines especiales, por el valor de 3 millones de euros, será proveído a través del así llamado “colchón” del HFSF para los bancos, de alrededor de 11 billones de euros.”

            En otras palabras, adiós a cualquier idea de utilizar los fondos del HFSF para objetivos orientados al crecimiento. Cualquier ilusión que todavía existiera en referencia a la posibilidad de usar los fondos europeos para propósitos fuera de la camisa de fuerza de aquellos para los que fueron asignados – e incluso que pudiesen ser puestos bajo la jurisdicción del gobierno griego – ha sido ahora despejada.

Derrota de la estrategia del “Buen Euro”

            ¿Puede Grecia creer que ha alcanzado algo, más allá de la sorprendente creatividad verbal del texto? Teóricamente sí, en tanto ya no hay referencias explícitas a las medidas de austeridad, y los “cambios estructurales” mencionados (reformas administrativas y restricción a la evasión fiscal) no pertenecen a esta categoría, modificación que por supuesto requiere ser contrastada con la lista de medidas que puede esperarse que surjan en los próximos días.

            Pero dado que el objetivo de los escandalosos superávits presupuestarios ha sido conservado, junto a la totalidad de la maquinaria de supervisión y asesoramiento de la Troïka, cualquier noción de relajación de la austeridad aparece como irreal. Nuevas medidas, y por supuesto la estabilización del actual “acervo” del memorándum son una calle de un solo sentido en tanto el actual régimen prevalezca, sea renombrado, y sea perpetuado.

            Queda claro de lo expuesto anteriormente que en el curso de las “negociaciones”, con el revólver del BCE apuntando a su cabeza y el pánico resultante en los bancos, las posiciones griegas se acercaron al colapso total. Esto ayuda a explicar las innovaciones verbales (“instituciones” en lugar de “Troïka”, “acuerdos vigentes” en lugar de “programa vigente”, “Maste Financial Assistance Facility Agreement” en lugar de “Memorándum”, etc.). Consolación simbólica o artimañas, dependiendo de cómo se lo mire.

            La cuestión que surge, por supuesto, es cómo llegamos a este dilema. ¿Cómo es posible que, a sólo pocas semanas luego del histórico resultado del 25 de enero, nos encontremos con este contramandato al mandato popular para acabar con el memorándum?

            La respuesta es simple: lo que colapsó en las últimas dos semanas es una opción estratégica específica que subyacía a la postura de SYRIZA, particularmente luego del 2012: la estrategia que excluía “movimientos unilaterales” tales como suspensión de los pagos, y más aún, salida del euro, argumentando que:

  • Sobre el tema de la deuda, una solución favorable al deudor puede ser encontrada con el acuerdo del prestamista, siguiendo el modelo de los acuerdos de Londres de 1953 para las deudas de Alemania – ignorando, por supuesto, el hecho de que las razones por las cuales los Aliados se comportaron generosamente con Alemania no se aplican de ninguna manera hoy a los Europeos vis à vis la deuda griega, y más generalmente la deuda pública de los estados sobre-endeudados actualmente en la UE.
  • Acabar con el memorándum, expulsar a la Troïka, y un modelo diferente de política económica (en otras palabras, implementación del programa de Salónica) podría ser implementada independientemente del resultado de la negociación de las negociaciones de la deuda, sobre todo, sin desencadenar ninguna reacción real de los europeos, más allá de las amenazas iniciales, las cuales fueron descalificadas como un bluff. En efecto, se preveía que la mitad del financiamiento del programa de Salónica provendría de recursos europeos. En otras palabras, no sólo que los europeos no reaccionarían, sino que generosamente financiarían políticas opuestas a las que han venido imponiendo durante 5 años.
  • Finalmente, el escenario del “buen euro” presuponía la existencia de aliados de alguna relevancia a nivel de los gobiernos y/o instituciones (esto no se refiere al apoyo de los movimientos sociales u otras fuerzas de izquierda). Los gobiernos de Francia e Italia, los socialdemócratas alemanes, y finalmente, en un verdadero delirio fantástico, el mismo Mario Draghi fueron de vez en cuando invocados como potenciales aliados.

Todo esto se cayó a pedazos en pocos días. El 4 de febrero, el BCE anunció la suspensión de la principal fuente de liquidez de los bancos griegos. La fuga de capitales, que ya había comenzado, rápidamente adquirió dimensiones incontrolables, mientras que las autoridades griegas, temiendo que tal reacción marcaría el comienzo de la “Grexit”, no tomaron ni la mínima medida “unilateral” (tal como la imposición de controles de capital).

            La cancelación de la deuda, e incluso el recorte, fueron rechazados de manera categórica por los prestamistas, que se enfurecieron con sólo escuchar dichas palabras (con el resultado de que fueron casi inmediatamente sacadas de circulación). En lugar de acabar con ellos, resultó que los únicos elementos “no negociables” eran los de conservar los memoranda y la supervisión por parte de la Troïka. Ni un solo país apoyó las posiciones de Grecia, más allá de alguna cortesía diplomática de aquellos que querían que el gobierno griego fuese capaz, marginalmente, de guardar las apariencias.

            Temiendo la “Grexit” más de lo que temía a sus interlocutores, enteramente desprevenida de cara a la absolutamente predecible desestabilización bancaria (el arma internacional clásica del sistema, desde hace más de un siglo, cuando se enfrenta a un gobierno de izquierda), Grecia fue dejada esencialmente sin ninguna herramienta de negociación. Se encontró a sí misma contra la pared y únicamente con malas opciones a su disposición. La derrota del viernes era inevitable y marca el fin de la estrategia de “una solución positiva dentro del euro”, o para ser más precisos, “una solución positiva, a cualquier costo, dentro del euro”.

¿Cómo evitar la derrota total?

            Rara vez una estrategia ha sido refutada de manera tan inequívoca y en tan poco tiempo. Manolis Glezos, de Syriza, tuvo razón al hablar de “ilusión” y, a la altura de las circunstancias, disculparse ante la gente por haber contribuido a sembrar dicha ilusión. Precisamente por la misma razón, pero de manera opuesta, y con la asistencia de algunos de los medios locales, el gobierno ha intentado representar este resultado devastador como un “éxito en la negociación”, confirmando que “Europa es un terreno de negociación”, que está “dejando atrás la Troïka y los memorándums, entre otras afirmaciones semejantes.

            Con temor de hacer lo que hizo Glezos – i.e. reconocer el fallo completo de su estrategia – la conducción intenta encubrir, haciendo pasar “carne por pescado”, para citar el dicho popular griego.

            Pero presentar la derrota como un éxito es tal vez peor que la derrota en sí misma. Por un lado, vuelve al discurso gubernamental una hipocresía, en una cadena de clichés y trivialidades, que simplemente se suman para legitimar cualquier decisión en retrospectiva, convirtiendo lo negro en blanco; y por otro lado, porque prepara el terreno, inevitablemente, para próximas derrotas, más definitivas, porque disuelve los criterios mediante los cuales el triunfo puede ser diferenciado del fracaso.

            Para ejemplificar a través de un precedente histórico bien conocido para la izquierda, si el Tratado de Brest-Litovsk, bajo el cual la Rusia Soviética aseguró la paz con Alemania, aceptando pérdidas territoriales inmensas, hubiese sido proclamado como una “victoria”, no hay dudas de que la Revolución de Octubre hubiese sido derrotada.

            Si por lo tanto queremos evitar una segunda, y esta vez decisiva derrota – que pondría fin al experimento de la izquierda griega, con consecuencias incalculables para la sociedad y para la izquierda adentro y afuera del país – debemos mirar de frente a la realidad y hablar el lenguaje de la honestidad. El debate sobre la estrategia debe finalmente recomenzar, sin tabús y sobre la base de las resoluciones del congreso de Syriza, que de un tiempo a esta parte han sido convertidas en íconos inocuos.

            Si Syriza todavía tiene una razón para existir como un sujeto político, una fuerza para la elaboración de políticas emancipatorias, y para la contribución a las luchas de las clases oprimidas, debe ser parte de este esfuerzo iniciar un análisis en profundidad de la situación presente y los medios para superarla.

            “La verdad es revolucionaria”, para citar las palabras de un líder famoso que sabía de lo que hablaba. Y sólo la verdad es revolucionaria, podríamos agregar ahora, con la experiencia histórica que hemos adquirido desde entonces.