Cédric Durand

¡Qué bofetón! A lo largo de toda la semana hemos visto cómo los eurócratas temblaban de rabia ante la audacia de Alexis Tsipras. ¿Convocar al pueblo contra las exigencias de los acreedores? Era lo más inoportuno que podía hacer. Para el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se trataba de una traición. Angela Merkel, François Hollande, Matteo Renzi, cada cual por su lado, llamaron al electorado griego a votar SI a la Europa neoliberal. Totalmente ofendido, Martin Schultz, el presidente socialdemócrata del Parlamento europeo, planteó la necesidad de imponer un gobierno tecnócrata en Grecia. Meno emotiva, desde Frankfurt, la Banca Central Europea organizó la asfixia financiera del país, forzando al gobierno a limitar las retiradas de fondos y a establecer el control de capitales. Los media privados griegos, las federaciones patronales, el principal sindicato griego y la Confederación europea de sindicatos (CES) se emplearon a fondo a favor de anular la voluntad de resistencia del pueblo y hacer caer a Syriza. Para estas fuerzas, se trata de algo más que una derrota, se trata de una humillación política, el fin de una mascarada sobre la irrevocabilidad de las conquistas de las clases dominantes europeas.

El resultado no tiene discusión. Organizado en 8 días y sin el menor obstáculo -habrá que felicitar a los funcionarios griegos por su eficacia-, el resultado del NO es radical: con el 61 % de votos contra la austeridad, la mayoría del país se ha manifestado contra la Europa neoliberal. Este resultado, que supera de lejos todas las proyecciones, constituye una magnífica victoria de un pueblo que rechaza continuar hipotecando su futuro, de un pueblo que no tiene miedo y reabre el campo de los posibles para él mismo y para todo el continente.

Los efectos de esta victoria van a resonar durante largo tiempo en la historia europea. Por primera vez, el juego de Bruselas, basado en la coalición permanente entre el centro-derecha y el centro-izquierda, estalla en pedazos. En Grecia se han enfrentado, en estado puro, dos legitimidades: la de la democracia del pueblo soberano y la de las reglas burocráticas pacientemente impuestas por las fuerzas del capital transnacional y las finanzas. Constituye un ejemplo para todos los pueblos de Europa; la demostración viva de que sus dirigentes pueden impulsar otras opciones siempre que tengan un mínimo de voluntad para hacerlo.

Una consecuencia inmediata del resultado de este domingo va a ser de avanzar de forma dramática el horizonte de la salida de Grecia de la zona Euro. El mandato dado a Alexis Tsipras no tiene dobles lecturas. No puede volver a Atenas con un acuerdo que contemple aceptar un nuevo memorándum a cambio de una reestructuración de la deuda. La derecha del gobierno que se opuso a la idea del referéndum no está en condiciones de avanzar sus peones y, en todo caso, el gobierno no contaría con la mayoría, a favor de un nueva imposición, ni en el Parlamento, ni en el país. En el campo de los acreedores, la situación tampoco presenta mucho margen. El método de gestión de la crisis europea de Angela Merkel se encuentra en un callejón sin salida. No puede salvar la integridad del Euro sin poner en cuestión el núcleo duro de su funcionamiento: a saber, la ausencia de transferencias financieras entre países y los mecanismos de ajuste basados únicamente en el recorte de los salarios y del gasto público. Es difícil imaginar que den este paso. Más aún cuando no parece razonable pensar que François Hollande pueda revertir la mesa.

Es cierto que el gobierno americano, estupefacto por la torpeza de los dirigentes europeos, va a intentar por todos los medios que se llegue a un compromiso, que asistiremos a nuevos intentos para enderezar la situación, pero la mecánica desencadenada parece imparable. La liquidez de la banca griega se acaba en 24 horas y si el BCE no abre el grifo -lo que no puede hacer sin un acuerdo financiero más amplio- la banca griega se va a encontrar en quiebra a muy corto plazo. El gobierno griego se encontraría entonces obligado a intervenir creando, bajo una forma u otra, una nueva moneda.

El plebiscito de Atenas puede situar al continente en un punto de bifurcación. Pero, por el momento, la victoria del NO es sólo una promesa que debe materializarse. Si el gobierno de Syriza rechaza ceder antes las últimas presiones de sus acreedores, en los días que vienen tendrá que dotarse de instrumentos que le permitan romper la lógica imperante del neoliberalismo. El pueblo griego, a la cabeza de los pueblos europeos, se presta a escribir una nueva página en la historia de la emancipación humana. Sus victorias serán las nuestras.

6/7/2015
http://www.contretemps.eu/interventions/bifurcation-grecque
Traducción: VIENTO SUR