Por Gonzalo P. Hernández

Los trabajadores del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación hemos sido sometidos, desde la misma asunción de la gestión de Cambiemos, a una sistemática política de persecución que ha apelado a todos los recursos del “Estado ampliado” (Gramsci) que gobierna el país bajo la gestión de Mauricio Macri.

Durante todo el año 2016 se fueron gestando una enorme serie de mecanismos de demonización de los empleados públicos en general, tildándonos sistemáticamente de “ñoquis” o, según palabras del hoy ex ministro de la cartera de Hacienda Alfonso Prat Gay, como “grasa militante”, con militancia política siempre asociada directamente al gobierno saliente.

La gestión del ministro Esteban Bullrich ha puesto especial énfasis en sacar provecho de la situación de precariedad laboral en la cual se desempeñaba gran parte de los trabajadores del Ministerio tras las distintas gestiones kirchneristas, para imponer un régimen de disciplinamiento -basado en el temor a la pérdida del empleo- de esta porción de trabajadores que no contaban con la estabilidad que otorga la pertenencia a la “planta permanente” del escalafón SINEP. Los vínculos -vía diversas universidades u OEI (Organización de Estados Iberoamericanos)- de empleados que revestían en situación de contratados bajo locación de obra o prestación de servicios, buscaron ser rápidamente discontinuados. Situación similar se dio con aquellos trabajadores que revestían bajo la modalidad que usualmente se denomina “Resolución 48” o “planta transitoria”, que firman anualmente la renovación de su vínculo laboral que vence cada 31 de diciembre.

Programas y áreas enteros del Ministerio fueron desmantelados, como Conectar Igualdad, las Orquestas y Coros Infantiles, Plan de Lectura, o la Diniece. A lo largo de todo el año se fueron dando renovaciones parciales por 60 o 90 días de los contratos a término, a los efectos de ir dividiendo permanentemente la lucha de los trabajadores, que iban quedando en la calle por tandas ante la finalización del vínculo laboral.

El Ministerio está a cargo de una persona que no posee ningún empacho en afirmar que la formación recibida por los estudiantes debe ser sometida a la demanda de las empresas en el mercado laboral, discurso que brinda alegremente en cada foro empresario al que es invitado. Ministro que, en estos mismos ámbitos se presenta alegremente como “Gerente de Recursos Humanos”.

Uno de los principales ejes de ataque contra los trabajadores del Ministerio pasó sistemáticamente por la obsesiva demanda de cumplimiento de la “jornada laboral de 8hs” que establece el convenio para los trabajadores de planta. No puede ser obviado en este punto que dicha exigencia no existía en muchos casos para la situación de los empleados bajo contrato de tiempo determinado. No obstante, los mismos fueron sometidos a la misma exigencia, impropia de contratos “flexibles”.

Apéndice. Taylorismo-Fordismo vs Toyotismo. Breve historia de los mecanismos de disciplinamiento al interior del mundo del trabajo.

Hacia mediados del siglo XIX los Estados Unidos habían recibido un fuerte flujo inmigratorio proveniente fundamentalmente de los países más industrializados de Europa occidental. Muchos de los trabajadores que migraban hacia este país en fuerte expansión poseían una elevada calificación laboral.

La irrupción del pensamiento de Frederick Taylor, denominado “organización científica del trabajo”, buscó despojar a los “skilled workers” (trabajadores calificados) de su capacidad de extorsión al expropiarlos de su “savoir faire” (saber hacer, “know how”). La posibilidad empresaria de concebir un “trabajo prescripto” basado en una fuerte división del trabajo y capaz de ser desempeñado por trabajadores no calificados fue un triunfo sumamente importante para el capital, arrojando como resultado una rápida difusión del taylorismo por el mundo.

Esta tendencia de énfasis en el control absoluto de los procedimientos productivos por el capital fue continuada y perfeccionada por el fordismo, que –con la introducción de la cadena de montaje- permitió que los tiempos productivos le fueran impuestos al trabajador por la máquina (en términos marxianos, la ya célebre “subsunción real del trabajo al capital”).

Pero ya en el último cuarto del SXX esta obsesión del capital por ahogar todo ámbito de autonomía de los trabajadores iba a terminar obrando en su contra. En efecto, la crisis del modelo taylorista – fordista será producida por la excesiva rigidez de una organización productiva concebida para producir grandes cantidades de productos estandarizados. La necesidad de adaptarse a demandas menos masivas y mucho más diversificadas iba a requerir una mayor flexibilidad productiva; la que demandaría de una revalorización de la autonomía de los trabajadores que les permitiera involucrarse en forma creciente en el proceso productivo, identificándose con el mismo y sugiriendo innovaciones.

El capital terminará descubriendo -gracias al enorme aporte de Taiichi Ohno, el padre del denominado “toyotismo”-, los beneficios que podría extraer de suprimir toda la dotación de personal encargada de labores de supervisión –que llegaba a alcanzar un tercio de la plantilla- y delegar las funciones de control de calidad en los propios trabajadores, que pasaban a reapropiarse –luego de ser parcializados- de la totalidad del proceso productivo.

Disciplina y Control. Vigilar y Castigar.

Voy a apelar aquí a los investigadores Isabel Morayta, Julieta Pirillo y Mariano Zukerfeld[1]: “En términos históricos, la disciplina es el mecanismo de poder que caracteriza a las sociedades del capitalismo industrial (o a las sociedades “disciplinarias”, “modernas”, etc.). Este mecanismo puede definirse como un conjunto de métodos que imponen una relación de docilidad-utilidad mediante la supervisión, vigilancia y dominación minuciosa de las operaciones del cuerpo, permitiendo que cada individuo pueda ser observado, calificado y manipulado.”[2]

 “El control, por su parte, es un mecanismo asociado a las sociedades del capitalismo informacional (o a las llamadas sociedades “de control”, “posmodernas” o “posindustriales”).”

“Por eso, quizás el aspecto más notable del control sea que actúa bajo la apariencia de dar libertad a los sujetos que domina: deja hacer, incentiva la iniciativa personal, rechaza las rigideces. Lo que propone es “…dejar que la gente haga y las cosas pasen, que las cosas transcurran; dejar hacer, pasar y transcurrir significa esencial y fundamentalmente hacer de tal suerte que la realidad se desarrolle y marche” (Foucault, 2006b: 86).”

“Algo similar ocurre con el tiempo. Éste no tiene por qué ser administrado de una única forma: los sujetos pueden elegir qué uso darán a sus horas, cómo organizarán sus tiempos de ocio, trabajo y estudio, cómo estructurarán cronológicamente sus vidas. Por ende, el control no se expresa ni en tiempos rígidos ni en espacios cerrados.”[3]

Llama poderosamente la atención que una gestión de RRHH del SXXI, al interior de un gobierno que creó, dentro del nuevo organigrama del Poder Ejecutivo, un “Ministerio de Modernización”; que se llena la boca de discursos con aires de eficiencia y actualización de la gestión, ponga tanto énfasis en un control del desempeño laboral mucho más propio de la primera mitad del SXX -y aplicable a trabajadores no calificados- como es el régimen taylorista-fordista.

Los mecanismos de sometimiento de los cuerpos propios de las sociedades “disciplinarias” se han demostrado obsoletos en la sociedad capitalista a partir de la década de los ’70 del siglo pasado.

         Gestión Bullrich: Disciplina fordista bajo presencia policial:

Increíblemente, frente al plan de lucha lanzado a fines del año pasado por los trabajadores enfrentando el desmantelamiento del Programa de formación docente a distancia “Nuestra Escuela” (2600 tutores virtuales despedidos y miles de docentes perjudicados), junto a la no renovación de otros 400 contratos de “planta transitoria” –plan a partir del cual se habría logrado la extensión de “Nuestra Escuela” hasta 2018 y la renovación de 200 de los 400 contratos-  los trabajadores del Ministerio hemos tenido que acostumbrarnos este año a la permanente presencia policial –con portación de armas de fuego-, en todos los accesos y en el interior de las propias dependencias.

Esta presencia es inadmisible y escandalosa. Hemos observado la presencia de cámaras que filman el ingreso al Ministerio de los trabajadores, que de por sí deben hacerlo por una única puerta disponible y en medio de fuertes vallados y cordones policiales, como si fuésemos verdaderos delincuentes.

En medio de toda esta militarización de las oficinas públicas y esta violencia permanente contra trabajadores de la educación, es indignante la apelación a controles de desempeño laboral centrados en lógicas disciplinarias basadas en controles horarios propios de una era capitalista dejada atrás hace ya más de 40 años. Es increíble que en pleno SXXI se juzgue el desempeño de trabajadores altamente especializados por un criterio fundado en el cumplimiento estricto de una jornada de trabajo de 8hs, sin evaluar su desempeño en base a objetivos cumplidos. Esto no hace más que desmontar el pretendido discurso eficientista de una gestión que, en realidad, pone este tipo de argumentos para ocultar su apuesta al completo vaciamiento del Ministerio en particular y de la educación pública en general.

Es necesario enfrentar frontalmente este vaciamiento. En este sentido, desmontar los mecanismos de producción de sentido de esta gestión es imprescindible. Basta de persecuciones y despidos basados unívocamente en el cumplimiento de la jornada de trabajo, al mismo tiempo que se vacía de contenido la existencia de áreas enteras del Ministerio como paso previo a su disolución.

Los trabajadores debemos estar más que nunca unidos en repudio a estas prácticas inadmisibles de intimidación, que han incluido reiteradas amenazas por parte de autoridades de primera línea de la gestión. Ningún despido es justificado basado en un criterio meramente horario. Ninguna práctica de intimidación por parte de la gestión es válida. Los trabajadores poseemos nuestros derechos y estamos dispuestos a hacerlos valer.

Basta de despidos. Basta de persecuciones e intimidaciones contra los trabajadores. Basta de mercantilización de la educación. Sí al pensamiento crítico. FUERA LA POLICÍA DEL MINISTERIO YA!.

[1] Isabel Morayta, Julieta Pirillo y Mariano Zukerfeld, Hacia la categoría de Trabajo Informacional: El caso de los call centers. Avances de investigación. https://capitalismoyconocimiento.files.wordpress.com/2010/12/morayta-pirillo-zukerfeld-control-y-disciplina-en-los-call-centers-avances-de-investigacic3b3n.pdf

[2] Texto citado, pág. 4.

[3] Ídem anterior, pág. 5