Con entrevistas a Andreu Coll de Izquierda Anticapitalista (España) y a Michael Löwy del NPA (Francia), iniciamos en nuestra web la publicación de una serie de conversaciones con dirigentes e intelectuales de la izquierda radical europea de distintos países. A propósito de estas conversaciones, presentamos una breve introducción a la situación política y económica europea. El peligro fascista, el futuro del Euro y el retroceso de la social-democracia, entre otros temas.
Por Martín Mosquera
(febrero, 2014)
I
El año pasado, el presidente del Banco Central de Alemania, Jens Weidmann, advirtió que la crisis en Europa podría tardar hasta una década en resolverse. Esta incierta resolución de la situación económica expone a la región a una situación nueva e imprevisible: esto es, al inicio de un periodo de probables manifestaciones sociales de distinto tipo, crisis políticas, y alteración de las identidades culturales que se forjaron a partir de la posguerra, en el contexto de una progresiva reconfiguración del paisaje económico y social del continente.
Daniel Bensaïd afirmó en una entrevista en 2009: “Asistimos a una enésima crisis económica, pero también a una crisis de soluciones a la crisis. Cuando oigo hablar de un nuevo New Deal o de soluciones keynesianas en el marco del capitalismo mundializado realmente existente, me río en voz baja. Porque el keynesianismo supone un espacio económico homogéneo, con un efecto de arrastre del consumo sobre la producción. En una economía mundializada y en una Europa “volando al viento”, este dispositivo es inviable. Si se piensa, como nosotros, que la crisis será más grave y más larga, hay que inscribirse de forma duradera para reconstruir una izquierda fuerte y de combate”. Bensaïd, fallecido en 2010, dirigente de mayo del 68 y fundador del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) francés, fue uno de los principales animadores del surgimiento de una nueva izquierda radical a escala europea.
La expresión “izquierda radical” remite a los movimientos y partidos que se ubican ideológicamente a la izquierda de la poderosa social-democracia, convertida durante las últimas décadas en uno de los sostenes fundamentales del proyecto de una Unión Europea neoliberal comandada por la troika (es decir, los tres organismos decisivos de la política comunitaria: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional).
II
Luego de casi una década de crecimiento económico y burbuja consumista al compás del desarrollo de la sobrevaluada moneda única (en un proceso que encuentra paralelos con la convertibilidad argentina, pero a niveles primermundistas), la primera reacción del pueblo europeo frente al derrumbe económico fue de estupor y pasividad ante una situación inesperada. Con el tiempo, y como reconocimiento de que la situación ya no iba a ser la misma, empezaron a surgir las primeras respuestas sociales. En una especie de extensión de las revueltas en los países árabes, surgieron los indignados europeos, el 15M español, las huelgas sindicales, en el mismo momento en que se desarrollaba el Occupy Walt Street del otro lado del océano. Desde Nueva York a las calles de Atenas o Madrid, se extendieron las consignas: “somos el 99%” y “democracia real ya”.
Pese a la existencia de movilizaciones sociales, la crisis económica no suscitó por el momento la emergencia visible de una alternativa política progresiva en la mayoría de los países europeos. El caso de la coalición de izquierdas SYRIZA (Coalición de Izquierda Radical) en Grecia, que ya disputó el gobierno en las últimas elecciones presidenciales y tiene todavía chances de acceder al poder con un programa de ruptura con la Troika, es por ahora más la excepción que la norma. Como dice un manifiesto de apoyo a SYRIZA ante las últimas elecciones presidenciales, firmado por la primera plana de la intelectualidad de izquierdas europea (Slavoj Zizek, Alain Badiou, Toni Negri, Michael Lowy, Giorgio Agambem, entre muchos otros): “Es en Atenas donde está en juego el futuro de la democracia y de la propia Europa. Por una sorprendente ironía de la historia, los griegos se encuentran en primera línea de nuestro combate común.” El país más golpeado por la crisis, es también el que evidencia muestras más avanzadas de convulsión política: derrumbe completo de la socialdemocracia, posibilidad de un “gobierno de ruptura” con la Troika impulsado por SYRIZA pero, también, crecimiento de la extrema derecha alrededor del partido neo-nazi Amanecer Dorado, con influencia tanto en las fuerzas represivas como en la juventud. Afirmó el filósofo marxista esloveno Slavoj Zizek, en una conferencia pocos días antes de las últimas elecciones griegas, al lado de su candidato presidencial Alexis Tsipas: “En sus Notas hacia una definición de la cultura, T.S. Eliot subrayó que hay momentos en que la única alternativa posible está entre la herejía y la no creencia. En otros términos, la única forma de mantener una religión viva en una tal situación es realizar una escisión sectaria. Tal es la posición de Europa actualmente. Sólo una nueva “herejía” -que SYRIZA representa en este momento- es capaz de salvar lo que merece ser salvado de la herencia europea: la democracia, la confianza en el pueblo, la solidaridad igualitaria, etc. La Europa que tendremos si SYRIZA es mantenida a raya será una “Europa de valores asiáticos”, que no tienen, por supuesto, nada que ver con Asia sino todo que ver con la tendencia del capitalismo contemporáneo a suspender la democracia”.
En términos históricos de largo aliento, Europa aparece atravesada por una recomposición social y económica de proporciones. Los planes de austeridad que recorren indiscriminadamente al continente expresan un proyecto de mediano plazo, sin plan B para las clases dominantes: la desarticulación del Estado Social europeo, esa enorme concesión e invención histórica del capital para apaciguar el fantasma revolucionario y amortiguar las tensiones de clases. Ese capitalismo social que caracterizó y enorgulleció a la Europa occidental está en retirada, probablemente de modo definitivo.
III
Las transformaciones económicas están golpeando fuertemente en el (antes) estable sistema político europeo basado en la alternancia ordenada entre formaciones conservadoras y socialdemócratas moderadas. Varias décadas de pronunciada conversión de la socialdemocracia a una versión suave del liberalismo comienzan a horadarle su poderosa base social. Por su parte, los Partidos Comunistas, salvo excepciones, son una sombra de su pasado, reducidos a una existencia simbólica, desprestigiados entre los desastres autoritarios del “socialismo real”, la burocratización de sus estructuras sindicales y la integración institucional de su dirigencia política. Los sectores medios y populares crecientemente quedan huérfanos de representación política, como lo demuestran las sucesivas implosiones de los sistemas de partidos y su esquema de alternancia bipartidista (Italia y Grecia son los principales ejemplos, pero Portugal, España y Francia no se quedan muy atrás). Aun así, nada garantiza que se vea coronada con éxito la emergencia de una nueva izquierda europea como opción de masas. La actual ola de indignación, de hecho, puede tomar direcciones enteramente opuestas: la de una alternativa de izquierda radical o la de un populismo xenófobo de derechas. Más aún, en lo inmediato parece ser por lejos la extrema derecha la que aparece en mejores condiciones para capitalizar el descontento social.
El fantasma fascista recorre Europa efectivamente luego de sesenta años. Su expresión más desarrollada se encuentra en el grupo neo-nazi griego Amanecer Dorado, actualmente convertido en un partido político, con significativa representación parlamentaria. Aparece una extrema derecha aggiornada a los tiempos actuales, con vocación de poder y capacidad hegemónica. Con un perfil anti-sistema y anti-político, con inserción social y una fuerte implantación en el aparato estatal y represivo, el neo-fascismo griego es, tal vez, el experimento de avanzada de unas de las alternativas políticas que se le abren al viejo continente. Como lo demuestra el reciente asesinato en Atenas del militante de izquierda y músico Pavlos Fyssas –y, poco tiempo antes, el asesinato de un militante anti-fascista en París– la extrema derecha empieza a ser un peligro real a mano de los burgueses asustados de Europa, pero también de los sectores medios y populares que inculpan a los inmigrantes por la falta de trabajo.
Recientemente la Justicia griega procedió a la detención de la cúpula de Amanecer Dorado, en respuesta al asesinato de Fyssas. El líder del partido, Nikolaos Michaloliakos, junto a otros cinco diputados y varios miembros más, fue arrestado bajo la acusación de ser parte de una asociación criminal. Según afirmó SYRIZA en una declaración luego de la detención: “Desde hace dos años una gran parte del sistema mediático, político y empresarial ha ofrecido alimento y espacio para que se desarrollara y se avivara con el monstruo del fascismo (…) A pesar de que es tras cinco asesinatos y cientos de ataques criminales (…) objetivamente pasamos página (…) lo que es urgente ahora es que el cuchillo toque hueso y sean desmanteladas las estructuras paraestatales y fascistas dentro de la administración del Estado”.
El clima derechista también se expresa en Francia, donde se produjeron enormes movilizaciones sociales contra el proyecto del gobierno socialista de Mariage pour tous (Matrimonio para todos) que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo. Francia es un país con larga tradición de movilizaciones sociales, de un lado y del otro del espectro ideológico. Sin embargo, estas movilizaciones de la derecha social francesa rompieron el techo de masividad de las últimas décadas, convirtiéndose en la manifestación callejera más grande desde mayo del 68. Se trata de una significativa, aunque no siempre visible, Francia católica, contra-revolucionaria, que hunde sus raíces en la reacción a la misma revolución francesa. De conjunto, se configura una polarización hacia la derecha de la situación política que parece estar siendo capitalizada por el Frente Nacional (FN) dirigido por Marine Le Pen. El FN es otra formación de extrema derecha aggiornada a los tiempos, donde las consignas derechistas y racistas contra los inmigrantes y el componente nacionalista/anti-imperialista de rechazo a la Europa liberal (lo que le permite capitalizar parte del descontento social actual) se combina con una cierta modernización de los modales políticos de sus referentes. Fascismo posmoderno.
Recientemente, el FN venció en las elecciones de la comuna de Brignoles, en el sureste del país, bastión histórico del Partido Comunista. La conclusión del FN fue categórica: “La diabolización ha terminado”, anunció la mano derecha de Marine Le Pen, Florian Philipot. Por su parte, el mensaje de Marine activó una dimensión utópica amenazante: “Ahora debemos organizar nuestra llegada al poder”.
IV
El desarrollo de la crisis conduce a que en el imaginario popular europeo el retroceso social se identifique con el euro y el proyecto de integración continental, creciendo entonces el rechazo a la Unión Europea y a la moneda única. Sin embargo, la cuestión de la salida del euro no es un problema fácil para las propuestas de izquierda frente a la crisis, dado que, en una economía capitalista, dicha salida sería equivalente a una devaluación masiva del salario. No es casual que el Frente Nacional en Francia, al igual que otras agrupaciones reaccionarias de Europa, se haya posicionado por la salida inmediata del euro y SYRIZA en Grecia por un escrupuloso “en principio no”.
Como dijera sencillamente Bensaïd: “Siempre hay una salida para la crisis económica, el problema es saber a qué precio y quien paga la cuenta”. La crisis va a terminar en algún momento, pero el paisaje europeo habrá cambiado significativamente. Se está inmerso en un “cruce de caminos”, de recomposiciones y reconfiguraciones, del cual emergerá la Europa que conoceremos durante el próximo periodo histórico. Aunque minoritaria, la izquierda radical europea no es insignificante y constituye una de las reservas fundamentales para la construcción de una Europa social y democrática que recupere los anhelos universalistas y emancipatorios propios de lo mejor del legado europeo.