No podemos escondernos bajo la cama o desplazarnos hacia Canadá. Este este es un momento para defender la política democrática, no para repudiarla.
 
Megan Erickson, Katherine Hill, Matt Karp, Connor Kilpatrick, & Bhaskar Sunkara
 
Traducción para Democracia Socialista de  Constanza Filloy y Gabriela Mitidieri
 
 
No tenemos ilusión alguna con respecto al impacto de la victoria de Donald Trump. Se trata, efectivamente, de un desastre. La perspectiva de un gobierno de derecha unificada y dirigido por un representante del autoritarismo populista implica una catástrofe para [el pueblo trabajador.
Hay dos tipos de respuestas a esta situación: la primera es culpar al pueblo estadounidense, la segunda es culpar a las élites económicas y políticas del país.
En los próximas días y semanas, muchxs expertxs se encontrarán realizando lo primero. Algunxs liberales asustadxs ya han publicado explicaciones alentando migraciones hacia Canadá. Anoche, el sitio canadiense de migraciones colapsó por la cantidad de visitas. Es claro que quienes nos trajeron a este precipicio están ahora planeando su escapatoria.
Pero culpar al pueblo estadounidense por la victoria de Trump solo agudiza aún más el elitismo que impulsó a gran parte de sus votantes en un primer lugar. Es incuestionable que el racismo y el sexismo jugaron un papel crucial en el ascenso de Trump. Del mismo modo, es preocupante pensar en qué medida su triunfo electoral servirá para fortalecer las fuerzas más reaccionarias de Estados Unidos.
Aun así, una respuesta a Trump que comience y termine con el horror no es una respuesta política: es una forma de parálisis: la política de esconderse debajo de la cama. Y una respuesta a la avanzada de las fuerzas de derecha que se agote en la denuncia moral es lo opuesto a la política. No es más que una derrota.
Sostener que el atractivo de Trump se basó exclusivamente en su componente xenófobo, es asumir que prácticamente la mayoría de lxs estadounidenses fueron guiadxs por el odio y un deseo común de un programa político de supremacía blanca
No creemos esto. Y los hechos tampoco lo demuestran.
Como indica Nate Cohn, analista del New York Times, de esta elección participaron quienes eligieron a Barack Obama como presidente en el 2012. No todxs pueden ser consideradxs personas reaccionarias.
Clinton obtuvo solo el 65% de los votos latinos, comparado con el 71% que obtuvo Obama hace 4 años. Su desempeño fue pobre, considerando que competía con un candidato que proponía construir una muralla a lo largo de la frontera sur del país; un candidato que arrancó su campaña llamando “violadores” a los mexicanos.
Clinton ganó el 34% de los votos de las mujeres blancas sin estudios universitarios. Y sólo ganó el 54% de los votos totales de las mujeres, comparado con el 55% de Obama en 2012. Clinton, por supuesto, estaba compitiendo con un rival que se jactó en cámara de “agarrar a las mujeres por la vagina”.
Esta fue una elección para que Clinton perdiera. Y así lo hizo. Mucha de la responsabilidad caerá en Clinton como candidata, pero ella sólo encarnó el consenso de esta generación de líderes del Partido Demócrata. Bajo Obama, lxs demócratas perdieron casi mil asientos legislativos, una docena de gobernaciones, sesenta y nueve asientos en la Casa Blanca y trece en el Senado. Anoche no pasó porque sí.
El problema con Clinton no fue su peculiaridad sino sus rasgos comunes. Ha sido una característica del Partido Demócrata que lxs jugadorxs en Washington decidieran sobre el/la nominadx -con apoyos masivos- muchos meses antes de que un sola urna fuera escrutada.
Llevaron adelante una opción fatídica para todxs nosotrxs organizándose contra el tipo de políticas que podía ganar: una política para los sectores populares.
El 72% de todxs lxs estadounidenses que votaron anoche creen que “la economía es manipulada para beneficiar a lxs ricxs y a lxs poderosxs” el 68% está de acuerdo en que “los partidos tradicionales y lxs políticxs no se preocupan por gente como yo.”
Practicamente solo entre lxs políticxs demócratas, Bernie Sanders le habló a este caldeado sentimiento de alienación y rabia de clase. Sanders sostuvo un mensaje básico para el pueblo de Estados Unidos: ustedes se merecen más y tienen razón en creer que esto es así. Salud pública, educación, un salario digno. Es un mensaje que lo ha convertido por lejos en el político más popular en el país. La plataforma formal de Hillary Clinton se acercó a algunas de las ideas concretas de Sanders, pero repudió su mensaje central. Para aquellxs a cargo del Partido Demócrata, no tenía sentido cuestionar a los Estados Unidos. Para ellxs, EE UU nunca dejó de ser grandioso. Y las cosas sólo han puesto cada vez mejor. Lxs líderes del partido le pidieron a lxs votantes que les permitieran hacer política por ellxs. Pensaron que lo tenían bajo control. Se equivocaban. Ahora todxs tenemos que lidiar con las consecuencias. Y lo haremos. Esta es una nueva era que requiere un nuevo tipo de política. Una que le hable a las esperanzas y a las necesidades urgentes de la gente, más que a sus miedos. Porque resulta que el liberalismo elitista no puede vencer al populismo de derecha. No podemos mudarnos a Canadá ni escondernos debajo de la cama. Es un momento de abrazar las políticas democráticas, no de repudiarlas.