Jean-Luc Godard, Historia(s) del Cine
Acá podremos sin duda equivocarnos, tal vez mucho incluso, pero preferimos eso a refugiarnos en reductos que nos acalambren los anhelos, la pregunta, el ensayo. Intentaremos andar este proyecto sin reparos ni respetos teóricos. La perspectiva que asumimos no está carente de riesgos en tanto, podemos anticiparlo, pone en cuestión algunos capítulos muy caros a la biblioteca marxista. Sin embargo, creemos fundamental embarcarnos en esta tarea en tanto entendemos que un pensamiento que pretenda subvertir la presente realidad ideológica y material debe combatir cualquier resabio que lo aparte del camino de la crítica sin cuartel, condición necesaria aunque no suficiente para la trasformación radical de nuestra existencia. La filosofía que subyace a la reflexión política ya no puede ser un sistema de categorías conclusas que pretenda comprender acabadamente y para siempre la realidad en su conjunto, como si entre pensamiento y realidad hubiese alguna continuidad virtuosa u armonía supuesta. En cambio, y necesariamente, el pensamiento revolucionario debe hacerse de un andamiaje conceptual en movimiento, de un dinamismo que le permita modificarse imperiosamente a la luz de lo que intenta comprender y transformar, desarrollarse en la tarea en que tiene que verse determinado por lo otro de sí, cuya realidad nos excede. Esto no implica que nuestros supuestos filosóficos deban ser algo desmembrado, ecléctico o sin norte. Simplemente significa que debemos abrazar la pérdida de la ilusión ciega de la razón omnipotente, para así abandonar el dogmatismo propio de ese pensar de izquierdas que aún arrastra fetiches idealistas. Si no queremos que el marxismo sea un perro muerto, debemos trabajar para que no sea un método exterior a esta realidad vertiginosa y cada vez más compleja. Debemos asumir nuestra insuficiencia. Reconocer las limitaciones del propio pensamiento, exponerse al vértigo que implica la existencia de un abismo entre el pensar, la realidad y la estrategia correcta, no es simplemente asumir una limitación, sino hacer de la conciencia de esa herida teórica la grieta donde se abre un vínculo genuino y creativo con lo que se nos escapa, una indagación incansable por lo que constituye nuestro objeto, la realidad que pretendemos subvertir. Éste es un paso insoslayable en la tarea de rescatar al pensamiento como arma para la revolución de las recaídas en sus propios fetiches, sin por ello abonar al relativismo, del que sólo nos librará la claridad estratégica, y en ningún caso los dogmas. Aún nos resta mucho en el proceso de hacer la crítica de un acervo propio que ha tenido y tiene consecuencias de envergadura. En ese sentido, este proyecto intenta aportar en la tarea, sin duda inagotable y colectiva, de desarrollar algunas líneas para la necesaria reelaboración de un renovado andamiaje conceptual que nos permita avanzar en nuestros objetivos.