Este 25 de septiembre, al cumplirse 18 años del fallecimiento del reconocido intelectual y militante palestino Edward Said (autor de obras clave para entender el mundo árabe como Orientalismo o La cuestión palestina), dialogamos sobre la vigencia de su pensamiento con Gabriel López, profesor de Historia Contemporánea en la facultad de Filosofía y Letras de la UBA y de Historia de Asia en el Instituto Superior del Profesorado Joaquín V. González, así como ex secretario académico de la cátedra libre Edward Said de FfyL UBA.
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-¿Cómo describirías el impacto de los trabajos de Said en el marco de los estudios poscoloniales? Por supuesto, comenzando por la revolución que implicó Orientalismo.
-En relación con Orientalismo es necesario un rodeo previo. El texto se inscribe en los estudios poscoloniales y ubica a los estudios culturales también dentro de las estructuras coloniales de poder, considerando que una de los bagajes que dan vida a esta corriente, las teorías posestructuralistas de la escuela francesa, analizan el poder pero no lo comprenden dentro de las estructuras coloniales. Los estudios culturales no refieren sólo a disciplinas académicas sino también a movimientos políticos, prácticas intelectuales, modos de investigación que estudian las “representaciones”, la relación del poder con las prácticas culturales, centrados en el análisis semiótico (groseramente en el análisis de los signos, códigos y textos). Dentro de esta corriente podemos ubicar, entre otros, a Raymond Williams, E. P. Thompson y Ranajit Guha (quien mientras Said publica Orientalismo está creando los estudios subalternos de la India, que van a dar origen a una escuela muy fructífera tanto en intelectuales como en pensamiento de los protagonistas subalternos).
Orientalismo se publica en 1978 y va a implicar una revolución dentro de los estudios críticos (que pueden tener distintos nombres, estudios postcoloniales, teoría postcolonial, discurso postcolonial). En este caso el término post no se asocia a la idea de postmodernidad, ya que la posición de Said es absolutamente humanista. Mientras que Foucault estudia el poder como sustentado en estructuras que son imposibles de abatir, Said cuestiona lo postmoderno por su falta de fe en el humanismo y en la justicia moderna, considerándolo como un pensamiento derrotista en cuanto a las posibilidades de la humanidad de rebelarse contra el sistema. Aquí lo post hace referencia a la experiencia colonial, a la relación colonizado-colonizador como estructurante del mundo moderno, aludiendo a la continuidad de ese colonialismo aún hoy, inserto también en las subjetividades, corporalidades, espacialidades y prácticas sociales. Se trata de una de las grandes narrativas modernas que estructuran un mundo que tiene como centro a Europa. Los estudios postcoloniales tratan de rescatar una narrativa de resistencias heterogéneas. El discurso postcolonial va a explorar precisamente esa relación Oriente-Occidente y sobre todo las formas de otrificación de esa relación, las formas de dominación y de supresión de resistencias, de desplazamientos y migraciones, la relación con los discursos occidentales de la historia, la filosofía, la ciencia, la lingüística…
El contexto de producción de Orientalismo es un momento álgido del mundo, con una crisis capitalista profunda posterior a la crisis del petróleo que desata la OPEP en 1973 y la simultánea Guerra del Iom Kipur, un contexto de neoliberalismo naciente pero también de derrota de Estados Unidos en Vietnam como momento cúlmine de los movimientos de liberación nacional o de descolonización (depende de donde quieras poner el protagonismo y las agencias).
También es importante rescatar que Orientalismo tiene unos antecesores que el mismo Said no rescata, en su mayor parte árabes: Abdul Latif Tibawi (un historiador erudito del Islam), HichemDjait (un historiador y filósofo tunecino) o Syed Hussein Alatas (un sociólogo malayo). Y además, la obra de Said debe entenderse de conjunto. Así, junto con Orientalismo hay que pensar La cuestión palestina, de 1979, un texto que tiene la dimensión de Orientalismo pero con el punto de vista palestino sobre la empresa colonial sionista y las formas de construir Israel y Palestina. En ese sentido, sería la traslación de las hipótesis de Orientalismo a la situación palestina, retomando el punto de vista del sujeto colonizado. Algo de esto también hay en Cultura e imperialismo, de 1993, donde da cuenta de una de las grandes críticas que se le planteó respecto de Orientalismo por proponer a Occidente como el único sujeto, como la única agencia, que es quien describe y construye sobre Oriente, sin dar cuenta de las resistencias por parte de los colonizados, algo en lo que se enfoca en este trabajo, producido ya en un contexto muy diferente, de postguerra fría, cuando el eje del mal había dejado de ser coyunturalmente el comunismo y había pasado a ser el mundo árabe e islámico (con la idea del “choque de civilizaciones” de Samuel Huntington, la invasión de Irak, etc.) Cultura e imperialismo rastrea los elementos de resistencia de los pueblos colonizados, dándole más lugar a la cultura.
El objetivo de Said con Orientalismo es denunciar la matriz con que Occidente construyó a Oriente, en un proceso en el que mientras produce su mismidad al tiempo está generando una otredad. Ese es el signo de poder de Occidente sobre Oriente y el resto del mundo. Cuando describe a Oriente, Occidente se está describiendo a sí mismo y reduciendo esas características que define como propias a un espacio geográfico limitado a Europa Occidental y los Estados Unidos. América latina no sería parte de Occidente en ese modelo, por lo que nosotros también tendríamos que construir nuestro propio Orientalismo.
Así Oriente es en primer lugar un constructo de saber, una empresa de conocimiento que reacciona al avance del Islam y de los otomanos sobre Occidente, planteándose la necesidad de estudiar al enemigo. Pero luego, cuando el imperialismo logra avanzar sobre ese mundo (el mundo otomano pero también la India y el conjunto de lo que hoy sería el tercer mundo), la empresa apunta a describir, a construir nociones de saber y a nombrar a Oriente como una forma de construir representaciones y un imaginario, una estructura de sentimiento, en términos de Raymond Williams, una manera de sentir y de pensar que le da un lugar y una forma de actuar al colonizador (en una representación que muchas veces es asumida por el colonizado). El primer problema de los movimientos nacionalistas o de liberación es, entonces, romper con las representaciones que se hicieron sobre sí mismos, salir de esa dicotomía, del “no puedo, no soy, todavía no logro ser” que propone la empresa colonial y orientalista con su discurso de la diferencia. El nacionalismo tiene que romper ese discurso, asumiendo su propia agencia, diciendo “yo soy, yo quiero, yo puedo”, asumiendo un ser.
-Ese es uno de los principales objetivos de Orientalismo, ¿no es así?
-En ese texto Said plantea la existencia de cuatro “dogmas”. Uno es la diferencia ontológica, la diferencia entre cualidades, esencialidades y carencias entre Oriente y Occidente. Occidente es razón y Oriente religiosidad, uno es mentalidad racional otro es ilógico, fabulador y dogmático; uno es maduro y el otro infantil. Realidades dicotómicas que abarcan tanto las nociones socioculturales ligadas con la modernidad (el individualismo, el igualitarismo, el laicismo y la ciencia), como nociones económicas y políticas. Uno es capitalismo, el otro es modo de producción asiático; uno es progreso y el otro atraso; uno es Estado nación y democracias liberales y el otro es despotismo.
El segundo dogma es que Oriente es una abstracción, que no remite a ningún lugar en concreto. Aunque remite a una antigüedad clásica (las pinturas orientalistas muestran grandes construcciones olvidadas por los contemporáneos que aparecen a su lado pastando cabras), Oriente es apenas un lugar a ser descubierto por Occidente que es quien retoma (de ahí la idea de “Renacimiento”) esas culturas en todo su esplendor, con el espíritu del tiempo que se desarrolla hasta culminar en Occidente, como diría Hegel. Por ende, el tercer dogma es que Oriente está estancado en la historia, que se quedó en el pasado y hay que llevarle el desarrollo y el progreso. Por último, Oriente aparece a la vez como peligroso (es Al Qaeda y los talibanes) pero también sensual. Es un lugar de deseo, un lugar de erotismo, de harenes, de danza del vientre, de exotismo, donde están las mujeres que tienen que ser protegidas y salvadas por el hombre occidental de las garras de los morochos. Representaciones que vemos calcadas hoy con el caso de Afganistán.
Por lo tanto, Oriente y Occidente son cualidades, no se hace referencia a cuestiones geográficas sino a esencialidades psicosociológicas, a actitudes mentales contrapuestas. Obviamente Occidente es todo aquello que no es Oriente. Por lo tanto, Oriente es deshumanizado y vaciado de sentido, con una humanidad tergiversada para justificar el bombardeo con drones, por ejemplo. La humanidad queda dividida en dos formas ontológicas, una plena y otra menos plena, que deja al Oriente real en una ausencia. Esa ausencia es ni más ni menos que la imagen del desierto. En nuestro caso, con un desierto patagónico que es parecido al del Sahara, tuvimos “La campaña del desierto”, como espacio a ser conquistado. Ese es el mandato oculto del orientalismo que también podemos ver a lo largo de nuestra historia que va desde Julio A. Roca hasta los dictados del FMI o la aceptación de las empresas desarrollistas para cumplir con el dictado de la historia que no es ni más ni menos que seguir la linealidad del devenir, repetir lo que ya hizo Europa, que es lo único válido. El objetivo ético y moral del libro de Said es desaprender el espíritu inherente de la dominación, romper con las formas aprendidas, dejar de verse con los ojos de otros, sacarse la alienación orientalista de encima.
En el 95 Said escribe un postfacio para Orientalismo en el que se hace cargo de las diferentes interpretaciones y trata de corregir las malas interpretaciones de su teoría. Tengamos en cuenta que el libro se publicó en el contexto previo a la revolución islámica de Irán de 1979 y antes de la Primera Intifada palestina de 1986, más cerca de la invasión al Líbano del 82 y la aparición de Hezbollah, un escenario en el que la amenaza de la empresa colonial occidental pone de manifiesto el resurgir de un Islam que entra en la disputa simbólica respecto de lo que se ha construido sobre él. Entonces hubo lecturas de Orientalismo como la prueba de que todo lo que se dijo sobre Oriente es mentira y de que “nosotros somos los más capos del mundo”, lo que termina logrando una lectura antioccidentalista que repropone el binarismo de la historia y de las identidades, algo de lo que Said está muy lejos (porque el error tanto del Orientalismo como de la Occidentosis, que implica la construcción de un Occidente también irreal, que asume esencialismos y categorías binarias que son siempre ahistóricas). Said no propone perpetuar la construcción de la representación sino dar voz al suprimido, al subalterno, al no representado, saliendo de las construcciones identitarias fijas. Esto es importante como respuesta a los nacionalismos árabes o islamistas que tienen como programa la fijación de una identidad inmutable, esencializada a través de los tiempos y la cultura.
-Al principio definiste a Said cómo un humanista, ¿por qué elegís esa categoría?
-A Said, que nace en Jerusalén en 1935, se lo reconoce como un representante intelectual palestino Su autobiografía tiene el título muy sugestivo de Fuera de lugar (lo que da cuenta de una vida en los bordes) y la empieza a escribir al filo de la muerte, cuando se entera que tiene leucemia, en el 99.
Said vivió fuera de lugar en muchos sentidos, no sólo en relación con su tierra, porque él y su familia fueron víctimas de la limpieza étnica que llevó adelante el sionismo en Palestina en 1948, aunque su familia pudo refugiarse en El Cairo, donde él va a estudiar en un colegio inglés. Como no le va muy bien en los estudios, el padre lo manda a vivir con una tía a Estados Unidos, donde termina doctorándose en 1962 y siendo profesor de Literatura comparada en la Universidad de Columbia. Es decir que tiene una vida en el exilio, en otra cultura, sin sus familiares, en otro idioma. Pero no es un fuera de lugar respecto de su palestinidad sino que también va a serlo en la misma academia, porque aunque hasta la guerra de 1967 había tenido una relación muy laxa con Palestina, a partir de ese momento, como cuenta en sus memorias, se empieza a sentir como una persona distinta y el peregrino despreocupado toma consciencia de la angustia, del despojo, del desalojo y de la limpieza étnica que se repropone en su tierra. Así se compromete con la causa palestina hasta transformarse en una voz contestataria en la academia contra la alianza que tiene Estados Unidos con Israel.
Antes de ver su relación militante con Palestina es importante rescatar su perspectiva humanista. El teórico poscolonial indio Homi Bhabha afirma que la obra de Said es “un canto a la libertad entonado incluso mientras las sombras se ciernen sobre nosotros”. Era un humanista de la resistencia que busca construir una narrativa antihegemónica, partiendo de la solidaridad del subalterno y de la antinomia respecto del discurso hegemónico.
Su obra entonces es necesariamente un estudio sobre la integración y la interdependencia que se opone a los trabajos dominados por las tradiciones que esencializan los tipos culturales de cada nación, judíos o palestinos, cuando no son más que universales que representan el legado imperial a través de los que la cultura dominante elimina las impurezas y lo híbrido que integra toda cultura. Considera que la tarea del humanismo es excavar los silencios, el universo de memorias de los grupos excluidos e invisibilizados, esa clase de testimonios que no aparecen en los informes. Y es en esa tarea donde cobra fuerza todo el ejemplo de la historia de lxs palestinxs, que han sido negados en su palestinidad (“los palestinos no existen” fue un lema del sionismo). Said se propone la tarea de reconstruir la palestinidad, la memoria palestina, no sólo para recuperar una historia de sufrimiento sino también una forma de vida, una cultura y una identidad. Esa palestinidad irrumpe y perturba el mandato colonial y el manto de silencio que trató de poner el sionismo. Ese es el rescate del “sumud”, la idea palestina de quedarse, de anclarse en la tierra y resistir. Entonces la recuperación de la historia y de la identidad es central para Said, como palestino y como parte del pueblo. Y es importante también que sea en función de la idea de resistencia. En “La Biblia leída con los ojos de los cananeos” dice: “La fortaleza del cananeo, esto es, su posición de exiliado, es que habiendo sido derrotado y externo puede quizás más fácilmente tener compasión, más fácilmente llamar injusticia a la injusticia, más fácilmente hablar franca y directamente de toda opresión y con menos dificultad tratar de entender, en vez de mistificar y obstruir, la historia y la igualdad”. Es decir, justamente el hecho palestino de ser víctimas de las víctimas le da la oportunidad de ser también el representante de la humanidad. Eso también el legado de Edward.
-Además de docente y ensayista, Said también fue un consecuente activista pro palestino, como contás, no sólo desde el lugar académico sino hasta integrando el gobierno palestino.
-Said vive, obviamente no en carne propia, las turbulencias de las guerras, las ocupaciones, los desalojos, pero también el emerger de las resistencias y esperanzas del pueblo palestino. El sionismo, va a decir Said, es la ideología de la diferencia, la recapitulación de las estructuras básicas del imperialismo moderno, que predica la oposición entre un ser completamente humano y uno no tan humano. Por lo tanto, la oposición al sionismo es el humanismo, que implica el necesario desarrollo de una lógica de ser en común.
Dice Said: “El humanismo implica una lógica de ser en común en la que la tarea de interpretación nunca estuviera confinada a los libros, la música, el arte sino que también se aplicara a la vida y a la humanidad misma”. Concebía a la humanidad como “colectiva, absorbente, comprensiva, heterogénea y en permanente pugna”. Según esta definición, el sionismo sobre “esa concepción violenta”, sobre “la fracturada y binaria subyacencia del imperialismo europeo, con su contraposición entre lo humano y lo no humano o lo subhumano”.
Eso es lo interesante, la forma en que la lucha por Palestina nos convoca, acá en Argentina o en cualquier lugar del mundo, porque es una lucha por el humanismo. La idea de Palestina por la que trabaja Said implica tanto combatir como trascender la deformante, violenta y finalmente inhumana lógica del sionismo.
Él, en su palestinidad y su activismo, estaba peleando por el estado binancional. Su propuesta era construir un tejido rico de identidades, de cultura, de historias, que no pueda ser abarcado y poseído por una sola entidad, por una sola narrativa, tratando de romper con esa lógica de cualquier nacionalismo de “este es mi lugar y vos quedás afuera”. Esto refleja obviamente el sentimiento de pérdida de los palestinos, el desplazamiento que está presente hasta hoy, en una reconfiguración constante. Said trabaja sobre este leit motiv freudiano de la repetición en la vida cotidiana, esta espada de Damocles de la expulsión y el exilio con la que viven todo el tiempo lxs palestinxs.
Antes mencionaba La cuestión palestina, que tiene al 67 como eje importante, pero no sólo como un momento de despojo sino también como la coyuntura en que lxs palestinxs salen de la estructura árabe nacional en que estaban encuadrados y controlados por Egipto y por Jordania y pasan a construir sus propias organizaciones, su propia identidad y sus vínculos de solidaridad. Dejan de ser exiliados palestinos para ser una fuerza política y es ahí cuando Said asume la causa palestina, se transforma en su defensor en el extranjero y en referente para el movimiento, pasando también a ser miembro del Consejo Nacional Palestino (un Parlamento palestino en el exilio). Ahí aúna la militancia con el oficio, la crítica literaria, la historia y el accionar político.
Y es interesante lo que dice sobre Palestina, buscando plantarse contra la esencialización y la naturalización. En el 79 va a decir, en un artículo que se llama “La verdad” que Palestina no existe. Algo que parece absolutamente provocativo. “Hoy en día Palestina no existe, salvo como recuerdo o, lo que es más importante, como idea, como experiencia política y humana, como acción de sostenida voluntad popular”. Es decir, una visión compleja, que entiende a Palestina como idea, como voluntad viviente unida a un pueblo que la encarna. Esa concepción de Palestina y pueblo, Palestina y causa, es una idea mayor que Palestina en sí misma, una idea que inspira lucha y un sentido de justicia, un concepto humanista sin exclusividad étnica, racial o religiosa, sino más bien, como plantea Said, una identidad inclusiva y comunitaria. Said identifica que la idea de Palestina es una lucha por la articulación de un nuevo sentido de lo que significa ser humano.
Durante los últimos años de su vida, Said va a dejar de abogar por el estado binacional o los dos estados para pasar a tener una posición bastante crítica y cercana a la de una corriente israelí (que, aunque duró poco, dio intelectuales de fuste como Illan Pappé) que proponía un único estado para israelíes y palestinos. En un artículo de marzo de 2001, “La única alternativa”, Said escribía: “Dos pueblos, una sola tierra, igualdad para todos, una persona un voto y humanidad afirmada en un estado binacional”. También señalaba que Israel tampoco va a poder ser nunca un estado puramente judío, como quisiera el sueño sionista, porque eso implica culminar con la limpieza étnica comenzada en el 48, pero tampoco pueden existir dos estados, porque por un lado Israel nunca lo iba a permitir pero también porque la autonomía de un estado palestino separado es impracticable, por el avance de la colonización sionista.
Esto nos lleva a la necesidad de la reconciliación como eje central para alcanzar una verdadera paz y un proyecto común entre dos pueblos. Al respecto dice Said que no puede haber reconciliación “salvo que ambos pueblos, dos comunidades sufrientes, resuelvan que su existencia es un hecho secular y como tal debe ser afrontado”. La lucha palestina no sólo representa la lucha nacionalista de una variedad clásica sino más bien una lucha por anular el exclusivismo del sionismo y reemplazarlo por una alternativa que israelíes humanistas como Illan Pappé también anhelan: la integración, cooperación, participación, pertenencia y ser en común. Esa era la última propuesta de Said.
-En esa dinámica tuvo incluso fuertes polémicas con Yaser Arafat y la Organización parala Liberación de Palestina (OLP), cuestionó los acuerdos de Oslo, etcétera.
-Sí, en el 91 se llevan adelante las negociaciones en Madrid, luego los acuerdos de Oslo y más adelante los de Camp David, ante lo que Said va a dimitir como parte del Consejo Nacional Palestino por las diferencias con Arafat y la dirección de la OLP. Para él los acuerdos de Oslo no van a representar la esperanza que reconoce que fueron para la mayoría de los palestinos, sino que va a comprender, por el lugar privilegiado en que estaba pero también por su claridad sobre el proyecto sionista, que son una traición de Arafat y una demostración de la incompetencia y la incapacidad de la dirección de la OLP.
Él ve que mientras se están llevando adelante las negociaciones se producen graves avances en la colonización de Palestina, con la expansión de las colonias como una cruda realidad biopolítica. En entrevistas como “La pluma y la espada” o textos como “Gaza y Jericó” (los dos primeros lugares donde va a tener autonomía la Autoridad Nacional Palestina) va a denunciar la incapacidad y traición de la OLP.
En este último texto plantea: “La idea axial de este libro es que los acuerdos firmados recientemente no son resultado más que de la capitulación árabe innecesaria y no inexorable en mi opinión. Los acuerdos de Oslo y luego de Washington han posibilitado la realización de todos los objetivos tácticos y estratégicos de Israel a cuenta de todos los principios declarados de la lucha nacionalista árabe y de la causa palestina. Israel ha obtenido de los árabes la aceptación, el reconocimiento y la legitimidad sin verse obligado a renunciar a la soberanía sobre la mayoría de los territorios árabes ocupados. Israel es el único estado del mundo que no posee fronteras nacionales declaradas y a pesar de ello disfruta desde ahora del reconocimiento y por parte de sus vecinos de su legalidad y su derecho a la seguridad”.
Obviamente reconoce que la contienda palestino sionista no podía resolverse por medios militares y dice: “Creo con todas mis fuerzas en un futuro en el que se reconcilien los pueblos y las culturas que ahora aparecen como incompatible y he invertido en esta creencia y en esta acción acerca de ella mis más denodados esfuerzos. Pero la auténtica reconciliación no se impone a la fuerza y nunca se alcanzará entre sociedades y culturas cuyo poderío difiere abismalmente y en la que este diferencial es utilizado para imponer el dominio de los unos sobre los otros. La verdadera paz no puede conseguirse más que entre pares y copartícipes que desde la independencia, la fuerza y la cohesión se entiendan recíprocamente y participen en ella de manera equivalente”.
Said plantea que no puede haber acuerdos o paz entre contendientes tan disímiles y ve con claridad que lo que Oslo encubre es la Intifada. Por un lado está la incapacidad de Israel de resolver y aquietar a la sociedad civil que se levantó en la Intifada, así como la incapacidad de la OLP para dirigirla, por lo que intenta utilizar los acuerdos para reproponerse. Explica Said: “Con la OLP en descomposición y la situación de los territorios ocupados en el culmen del deterioro, los palestinos no han atravesado nunca una crisis interna peor que la que comenzó el año pasado cuando Arafat se refugió en el plan israelí que le devolvería el centro de la escena y desembarazaría a Israel del problema de la insurrección que ahora el propio Arafat debe resolver. Admiro a los pocos responsables palestinos que corajudamente afirman que esto puede ser el primer paso para acabar con la ocupación, pero cualquier que conozca las características del método de liderazgo de Arafat está suficientemente avisado para comenzar a trabajar inmediatamente por una enmienda radical de la situación actual. Ahora Arafat ha cancelado unilateralmente la Intifada, lo que puede causar nuevos desgarros, decepciones y conflictos que hagan un flaco favor tanto a los palestinos como a los israelíes”.
Después de hablar de los acuerdos de Oslo como del “Versalles palestino”, Said hace una predicción que hoy podemos ver que se cumplió totalmente: “El cálculo israelí consiste en que, aceptando patrullar Gaza, la OLP se enredará pronto con los competidores locales, entre los cuales Hamas es sólo uno más. En lugar de hacerse más fuerte en esta etapa transitoria los palestinos se debilitarán y quedarán aún más bajo la presión israelí y sus exigencias cuando comiencen las últimas rondas de negociaciones”.