Christine Delphy
[Christine Delphy es un referente en el feminismo francés como teórica y como activista. Su libro El enemigo principal. Economía política del patriarcado (Hay traducción castellana: Por un feminismo materialista, La Sal, Barcelona, 1982), fue fundamental para la corriente del feminismo materialista. Desde los años 60 del siglo pasado participa en organizaciones feministas. En este artículo de 2015 defiende un feminismo que no vaya contra las mujeres musulmanas. Un año después, este llamamiento es todavía más urgente. ]
¿Es racista la corriente principal del feminismo en Francia? Fui cofundadora de Nouvelles Questions Feministes (Nuevas Cuestiones Feministas), junto con Simone de Beauvoir, en 1977 y he formado parte durante mucho tiempo del Movimiento de Liberación de las Mujeres (MLF), pero cada vez tengo más claro que las actitudes en Francia con respecto al hiyab y las mujeres musulmanas no solo son incomprensibles, sino también reprobables.
La primera ley abiertamente antimusulmana se promulgó en 2004, al prohibir que las escolares se cubrieran el cabello con un pañuelo, partiendo del supuesto de que los “signos religiosos” atentan contra la laicidad: secularismo político. Sin embargo, la campaña ideológica contra el islam comenzó hace más de 40 años. El periodista Thomas Deltombe constató que, entre la década de 1980 y mediados de la de 2000, no pasó ni una sola semana sin que uno u otro de los semanarios franceses se preguntara “¿Debemos temer al islam?” o “¿Es el islam incompatible con la democracia?”.
Los diarios y los programas de radio y televisión hicieron gala de la misma obsesión. La cosa empeoró con el tiempo, pues el público se convenció de que la civilización occidental estaba siendo amenazada por el islam en general y de que este peligro lo encarnaban en Francia los cinco millones de hijos e hijas de los inmigrantes norteafricanos, sean musulmanes o no, que viven en este país.
Ahora se utiliza la laicidad como argumento contra los musulmanes, pues esta ley ha sufrido una reinterpretación radical por parte de políticos, periodistas y grupos de presión, y ha sido falseada. Tal como escribió Saíd Bouamama en 2004, la versión francesa de la islamofobia, que intenta disfrazarse de secularismo político, no es más que una manera de hacer respetable el racismo. Incluso antes de que la ley de 2004 implicara que las adolescentes que llevaran pañuelo quedarían excluidas de la escuela –violando de este modo su derecho fundamental a la educación–, grupos feministas establecidos en Francia no aceptaban en sus mítines a mujeres que llevaran pañuelo.
Decidieron por anticipado que el hiyab era un símbolo de opresión y que esto no podía ser feminista, incluso que era contrario a todo lo que defiende el feminismo. Las pocas de nosotras que nos opusimos a esa ley discriminatoria empezamos a preguntarnos si los tacones altos, el pintalabios y otros muchos signos de femineidad también podrían tacharse de símbolos de opresión.
Este desacato es irónico: se supone que esas mujeres llevan pañuelo porque les obligan sus hombres y que la solución frente a esta influencia indebida consiste en expulsarlas de la escuela y devolverlas a las mismas familias opresoras. Si para las feministas francesas las mujeres musulmanas que llevan pañuelo son mujeres oprimidas, esta debería ser una razón para no excluirlas de la escuela o restringir sus movimientos, sino para abrazarlas. En todo el país, la gente no considera a las mujeres musulmanes como “verdaderas” francesas.
En estas condiciones, el hecho de llevar un signo religioso ostensible tiene uno de muchos posibles significados, o todos ellos: puede significar que las mujeres musulmanas se solidarizan con la gente de su mismo grupo étnico; puede significar un intento de eludir esta condición refugiándose en la espiritualidad que les ofrece la religión; puede ser una manera tácita de desafiar al establishment. Las mujeres que llevan pañuelo comparten la opresión patriarcal, con el problema añadido de la discriminación racial.
Las feministas blancas deberían aceptar que esas mujeres quieran desarrollar su propio feminismo basado en su propia situación, y que este feminismo tenga en cuenta su cultura islámica. En vez de ello, mis compañeras feministas participan en la ampliación de uno de los peores desgarros en el seno de la sociedad francesa, cuando el tiempo se acaba.
20/07/2015
Traducción: VIENTO SUR
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