Por Fernando Vilardo y Luis Zamora (Autodeterminación y Libertad)

                                                               “Venezuela no ha vivido una revolución social en su conjunto porque      no se ha removido el viejo estado de cosas e impuesto otro nuevo sobre sus desechos”.

(Modesto Guerrero)

El proceso de desestabilización

 

Los hechos producidos en Venezuela en estos días ponen sobre la superficie y al rojo vivo el enorme desafío que tiene el pueblo trabajador en ese país en particular, y todos los de América Latina en general. Allí una movida claramente reaccionaria y desestabilizadora encabezada por López, uno de los golpistas del 2002 ha aprovechado descontentos de sectores populares por el deterioro en las condiciones de vida para impulsar manifestaciones con la consigna de que hay que sacar al gobierno del presidente Maduro. Este ha  denunciado que se está en Venezuela ante un Golpe de Estado contra su gobierno, elegido por el voto popular y parte de un movimiento que ha sido respaldado una y otra vez por sectores mayoritarios del pueblo.  De darse ese escenario no dudaríamos un instante para rechazar ese y cualquier intento golpista y defender incondicionalmente a un gobierno elegido por el pueblo como el del actual presidente chavista.  Sin embargo, aunque hay sectores burgueses como el de López que explícitamente pretenden desplazar lo antes que puedan a Maduro y al chavismo del poder, no se ve que un golpe tenga posibilidad de éxito hoy en Venezuela  ni de que se lo esté por intentar realmente en este momento. Los desestabilizadores como López no parecen contar con los suficientes elementos de poder para pasar de ese objetivo de debilitar y desprestigiar al gobierno al de echarlo por la fuerza golpista.

El chavismo tiene el control de las Fuerzas Armadas, posee mayoría parlamentaria y en las gobernaciones, y cuenta sobre todo con un significativo apoyo popular y de los movimientos sociales que bajo ningún aspecto hace pensar en la posibilidad de que el retiro de Maduro pueda producir una salida “ordenada” que asegure la gobernabilidad al interior de Venezuela, algo esencial para los sectores empresarios y para los propios sectores mayoritarios del poder político de EE.UU. Ni el desenlace de Honduras (por no contar con las Fuerzas Armadas) ni el de Paraguay (por no contar con fuerza parlamentaria suficiente) parecen factibles como salida política de la ultra-derecha venezolana.

De allí que hoy la burguesía se encuentra dividida y sin acuerdo para una estrategia común. Mientras algunos sectores, vinculados a Leopoldo López, apuestan a una salida anticipada del gobierno de Maduro, existen otros, mayoritarios y cercanos a Capriles, que estarían apostando a un proceso de debilitamiento y desgaste para confluir en una salida institucional, lo más ordenada posible, que no ponga en riesgo la gobernabilidad. No hay que olvidar -y los sectores de poder en Venezuela no lo olvidan-, la formidable movilización del pueblo más pobre que casi sin liderazgo ni convocatoria bajó de los cerros de Caracas, rescató a Chávez y aplastó el golpe del 2002.

Por eso, y ante el debilitamiento y la pérdida gradual de apoyo popular que viene mostrando el chavismo en los últimos años, incluidos los procesos electorales, es que Capriles y la mayoría del poder económico de Venezuela parecen jugarse a ir debilitando todo lo que puedan al chavismo para luego sí derrotarlo electoralmente. Todo indica también que a eso se juega hasta hoy el propio gobierno de Obama.

Es evidente que no abandonarán el objetivo de desplazar al chavismo en cuanto puedan pero ello sin afectar la “gobernabilidad” de Venezuela en virtud de las inversiones y ganancias importantes que allí tienen. Políticamente enfrentan al gobierno de Maduro en tanto cuestionan algunos aspectos de lo que ha representado el gobierno chavista para la historia reciente latinoamericana: una clara retórica anti-imperialista, con algunos posicionamientos regionales que implicaron ciertos límites a los intereses norteamericanos; y el haber reflotado con sus consignas y discursos -más que con medidas concretas de carácter anticapitalista- la discusión sobre la búsqueda y construcción de nuevas formas de socialismo (con el slogan “Socialismo del siglo XXI”), cuyo resultado, unido al proceso de movilización de todos estos años, podría explicar el alto porcentaje de la población (algunas encuestas marcan alrededor de un 40 %) que mira con expectativa la opción por el socialismo en Venezuela. Independientemente de esto, vale la pena reafirmarlo, en la práctica no se han impulsado medidas de transformación estructural de la economía venezolana ni se ha removido la institucionalidad burguesa. A esto hay que agregar un dato muy importante. Si bien un sector de la burguesía venezolana se vio sumamente enriquecido durante todos estos años absorbiendo gran parte de la renta petrolera, no se le escapa a esos sectores económicos que una porción significativa de esa  renta se distribuyó también en políticas sociales para paliar los enormes necesidades del pueblo venezolano, lo que llevó, entre otras cosas, a una drástica reducción de la pobreza que bajó del 50 % en la que se encontraba en 1998 a menos del 25 %, y en el caso de la indigencia pasó de un 20 % a menos del 8 %. También se redujo significativamente la desnutrición que pasó del 21 % al 5 %, y la mortalidad infantil de un 25 por 1000 (1990) a  un 13 por 1000 (2010). En materia de educación la UNESCO ha reconocido la eliminación del analfabetismo en Venezuela, y en lo que hace a Salud, en 1998 había 18 médicos por cada 10.000 habitantes mientras que en la actualidad son 58 por cada 10.000. La reducción del desempleo de algo más del 16 % a cerca del 7 %, la disminución del trabajo informal del 49 % al 43,6 %, y la reducción del porcentaje de aquellos que cobran el salario mínimo en relación a la totalidad de trabajadores del sector formal de un 65 % contra un 21,1 %, explican también, junto a todo lo otro, el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores bajos y del pueblo trabajador en Venezuela. Vale decir que todas estas conquistas son las que también están en juego en la actualidad: esa burguesía enriquecida bajo el gobierno chavista reclama y presiona para obtener más de esa renta petrolera sin importar las consecuencias que esto pueda tener para los sectores más bajos del pueblo y de todos los trabajadores. 

El chavismo

                        “No puede haber socialismo y revolución cuando aumentó la tasa de explotación obrera y la economía privada, la banca y el comercio importador crecen más que la economía estatal, la agroproducción y la de control obrero. Algo no está bien.

(Modesto Guerrero)

Señalar y denunciar los nefastos intereses que tienen los distintos sectores dominantes –el imperialismo norteamericano, el capital transnacional, medios de comunicación que responden a los mismos intereses, etc. – no debe ocultar nuestra mirada crítica y nuestra acción opositora sobre un gobierno que, a pesar de su retórica anti-capitalista, no ha realizado cambios estructurales de fondo durante todos estos años, ni siquiera en forma incipiente. Por el contrario, no sólo se ha conservado el poder económico de la burguesía sino que este, incluso, ha ido en aumento. Dos datos significativos que al respecto nos aporta Manuel Sutherland desde la página Aporrea.org. El primero tiene que ver con el crecimiento del sector privado en relación al PBI durante el gobierno de Chávez; a pesar de cierto avance en el proceso de nacionalizaciones, el sector privado pasó de aportar al PBI de un 68 % en 1999 a un 71 % en el 2010, mientras que el sector público cayó de un 32 % a un 29 % en el mismo período. El segundo dato significativo fue el aumento de la tasa de explotación durante estos 12 años. El excedente de explotación (EE) es la ganancia declarada de la burguesía en el lapso de un tiempo (1 año). Ese EE fue creciendo paradójicamente durante el gobierno de Chávez, pasando de un 49 % del ingreso total a un 63 %, mientras que los asalariados vieron disminuir sus ingresos en el mismo período de un 51 % a un 37 %. En consecuencia, la burguesía ha aumentado la tasa de explotación bajo el gobierno de Chávez. Desde el año 2000 hasta la fecha, es decir, bajo el gobierno de Chávez y Maduro, creció y se afianzó una burguesía de carácter rentística y parasitaria que vive de comprar barato afuera (por los dólares subvencionados que le da el mismo gobierno) y vender caro en el mercado local. Eso explica la carestía de la mercadería ¿Resultado? El pueblo paga cada vez más y el empresariado se enriquece con ello. Además ese mismo empresariado es el que termina fugando los dólares afuera, alrededor de 150 mil millones. A esto hay que agregar una economía sumamente concentrada y además primarizada (el 95 % de lo que exporta es petróleo y derivados).  Teniendo en cuenta además el nivel de desabastecimiento que hoy existe en Venezuela, es importante agregar que más de la mitad del comercio interior se encuentra en manos privadas y fuera del control del gobierno.

Es decir, la burguesía bajo el gobierno chavista se ha fortalecido, lo que le permite hoy tener mayor nivel de incidencia para modificar las variables de la economía venezolana: inflación, desabastecimiento, especulación contra la moneda local, etc. Y todo esto hace que tenga mayores y mejores instrumentos para presionar políticamente.  Y ello es producto no solo de haber permitido el crecimiento de ese poder  burgués en estos años si no incluso de no tomar medidas contra el mismo ahora que lo acusa de acciones golpistas. Al contrario los llama a dialogar lo que crea confusión en los sectores populares y fortalece a los desestabilizadores.

A la falta de cambios económicos hay que agregar que no se hizo ningún cambio de fondo a nivel institucional. Un poder que se sigue concentrando “arriba” y continúa siendo una traba para el desarrollo de un verdadero “poder popular”. Los de arriba siguen dirigiendo los destinos de los de abajo. Mientras las instituciones del Estado permanezcan inalterables, los canales de acceso al poder para la llamada derecha venezolana también se mantendrán inalterados ¿O no estuvo muy cerca de ganar Capriles las últimas elecciones presidenciales? ¿O no es a lo que se juega parte importante de esa derecha para las próximas elecciones aprovechando el nivel de desgaste que hoy muestra Maduro?

Desafíos de autoemancipación

“No se puede hacer el socialismo con las herramientas del capitalismo”

El proceso abierto en 1998 en Venezuela vuelve a confirmar que en coyunturas como estas se dan las mejores oportunidades para llevar adelante procesos de transformación desde abajo, tanto como  que en ellas se reafirma que desde arriba, desde el Estado, desde su dirección, no se impulsan transformaciones anticapitalistas y se está lejos de alentar esas construcciones de poder contra-hegemónicas. Hay que tener en cuenta que la llegada de Chávez al poder ha sido en buena medida producto del enorme desprestigio en el que cayeron los partidos tradicionales, específicamente dos de ellos: Acción Democrática y Copei, que desde el Pacto de Punto Fijo (1958) recrearon una suerte de bipartidismo que estableció  relaciones de dominación claramente funcionales a los intereses de EEUU y a los sectores del poder económico. El profundo rechazo a la política que derivó de este Pacto puso en jaque además gran parte del aparato institucional burgués en Venezuela, generándose por abajo un proceso de cuestionamiento a las formas tradicionales de gobierno. Precisamente ese escenario de desprestigio generalizado, de descomposición del andamiaje estatal de la burguesía y del sistema de representación en su conjunto dio un marco y una oportunidad histórica para la construcción de algo muy diferente a lo que se terminó estableciendo, vinculado a mecanismos de decisión directa y a herramientas políticas compatibles con la construcción y la lucha por el socialismo. Es decir, una oportunidad para arrancarle poder político a la burguesía, lo contrario de lo que terminó ocurriendo (los hechos actuales y el casi triunfo de Capriles en las últimas elecciones presidenciales lo demuestran).

No obstante, en la historia de los pueblos, siempre son estos quienes tienen la última palabra. La riqueza del proceso bolivariano, aún abierto y potencialmente revolucionario, se encuentra fundamentalmente en que, como parte del mismo, surgieron experiencias desde abajo y contraculturales que desafiaron al poder de los arriba. Incluso de los que apoyaban y apoyan mayoritariamente al gobierno pero con una agenda de transformación profunda, opuesta a las tibias reformas aplicadas por el gobierno. Allí está en potencia la mayor radicalidad del proceso. Hoy esos sectores se encuentran contenidos por el mismo gobierno que dice representarlos. Tal como en su momento lo señalaba Modesto Guerrero, reconocido militante y cuadro del chavismo acá en la Argentina (fundador del PSUV en Buenos Aires): “Chávez fue y es muy útil a las masas como el instrumento histórico para salir del marasmo de 1992, pero él no se superó a sí mismo, ni fue superado por un régimen político más colectivo, más democrático, regulado por los movimientos. El estatismo avanza sobre el poder popular, no al revés. Allí comenzó a ser una mediación de carácter dual, muy contradictoria. Avanza y retrocede con más pragmatismo que programa histórico. Esa es la dificultad del socialismo que propagandiza. Siendo sincero en su discurso, no es suficiente para construir una sociedad socialista” (destacado nuestro). Creemos que estas palabras conservan hoy completa vigencia y que todavía se mantiene el enorme desafío por construir algo “más colectivo”, “más democrático” y “regulado por los movimientos”. Su potencialidad, el germen para una salida de este tipo se encuentra en esos miles de venezolanos y venezolanas que piensan en nuevas formas de organización popular e intentan llevarlas a la práctica. Esa presión de abajo, esa dinámica por construir algo distinto durante todos estos años fue empujando al Estado venezolano a tener que darle un marco institucional a este fenómeno de construcción de poder popular, lo que terminó ligando muchas de esas experiencias a la lógica vertical y centralista propia del Estado burgués.  En este sentido se crearon los Consejos Comunales, los distintos Comités (Comité contra la Especulación, Comité de Agua, Comité de Pobladores Urbanos, Comité de Tierras, etc.), ligados orgánicamente al Ministerio de Poder Popular. Al compás de este proceso fue creciendo el aparato burocrático estatal, resultando sumamente significativo el aumento de funcionarios desde el 2001 en adelante: de 1.345.000 funcionarios para 14 ministerios a 2.530.000 dentro de 28 ministerios. Es este escenario lo que marca en Venezuela hoy una nueva relación política de fuerzas con el poder establecido, en la que se encuentra, por un lado, una nueva burocracia estatal, parte de ella ligada por intereses de clase a una nueva capa de propietarios enriquecidos durante estos años, la llamada “boliburguesía”; por otro sectores y activistas sociales orgánicamente vinculados con el Estado, y como consecuencia de ello, central y verticalmente organizados; y finalmente un sector social amplio que choca con ese centralismo y que podría constituir la base social de una nueva democracia política que empuje a una real transición hacia el socialismo. Todo esto tiene que ver con el proceso vivo que se está dando en Venezuela. Pero si bien muchas de las expresiones disparadas incluso desde las entrañas mismas del chavismo alientan de hecho este proceso contra-hegemónico -y hasta anticapitalista-, por ejemplo, la del Ministro del Poder Comunal Iturriza cuando señaló que “sin el papel protagónico del poder popular no hay revolución bolivariana”, o del mismo Hugo Chávez cuando afirmaba “¡Comuna o nada!”, lejos está de concretarse en los hechos. Lejos está también de que los trabajadores y trabajadoras allí en Venezuela, a través de sus consejos y del control obrero de la producción, sean el vehículo para la construcción del socialismo, desafío que el mismo Chávez se ocupó de señalar en el marco de una asamblea de trabajadores: “No se trata de capitalismo de Estado… Control Obrero es Control Obrero”.  Pero, reiteramos, esos dichos no se llevan luego a la práctica y es el mismo gobierno chavista el que lo impide.

Es por eso que para enfrentar y derrotar a los distintos sectores del poder capitalista en Venezuela pensamos que hay que hacer entonces  lo contrario de lo que se ha hecho. Hay que avanzar en la propiedad colectiva, hay que quitarle poder económico a las empresas, bancos, a los dueños de la tierra, o de lo contrario seguirán saqueando la economía y las riquezas como hasta ahora y desestabilizando cada vez más aceleradamente al gobierno y quitando las conquistas conseguidas en estos años. Pero queda claro que todo esto es un desafío de los de abajo, y por eso solo se podrá lograr con más libertades, más movilización, más protagonismo, más auto-organización  de los trabajadores y el pueblo. Y ello implica saber que el gobierno no lo hace ni lo promueve. Sólo liberándose las energías vitales de los de abajo, sólo apostando a esos sectores,  (¡¡¡¡sin sus manos atadas!!!!) se podrá enfrentar realmente el avance de la derecha y los sectores reaccionarios. Las distintas experiencias e intentos de construcción de poder del pueblo trabajador que allí se han ido dando durante todos estos años nos muestran que no se parte de cero, que hay un impulso y una dinámica latente que sirve de argamasa para iniciar un camino de transformaciones profundo. El gran desafío, hoy más que nunca, es llevar adelante esas transformaciones con la energía y la creatividad del pueblo trabajador decidiendo. Lo sabemos: el socialismo es una tarea de autoemancipación. 

12/3/2014