Carmen Cohen

Un año más La marcha del orgullo nos convoca en las calles para manifestarnos contra todas las desigualdades, violencias y jerarquías materiales y simbólicas a la que nos somete esta sociedad cisheteropatriarcal en  la vivimos. ¿Por qué marchar hoy? ¿Por qué marchar con orgullo, por qué orgullo y no otra cosa? Marchamos con orgullo porque no siempre fue de suyo que cambiar el mundo implicase abolir la opresión de géneros, porque no siempre fue de suyo que luchar por la sociedad sin clases implicase, a la vez, luchar contra la dominación de géneros que precariza constantemente nuestras vidas. No siempre fue de suyo esto para las organizaciones de izquierda; sin embargo es nuestra tarea como militantes revolucionarixs convencernos de eso para construir el mundo en el que queremos vivir.

La lucha de géneros anticapitalista es una exigencia política indispensable para nuestro proyecto estratégico de sociedad, creemos que para socavar radicalmente las relaciones de género sistémicas es preciso atacar a todos los santos consagrados del capital. ¿Por qué creemos que la lucha contra la explotación económica capitalista debe ser también la lucha contra la opresión de géneros? ¿De qué hablamos cuando hablamos del régimen cisheteropatriarcal? Vivimos en un mundo donde  la retroalimentación funcional que se genera entre el modelo de acumulación capitalista y el régimen de género hegemónico nos condiciona objetiva y subjetivamente. No sólo porque las relaciones patriarcales de poder subordinan a un género por sobre otro, el hombre oprime a la mujer, sino también porque dichas relaciones de géneros se fundamentan por un lado, en la heterosexualidad obligatoria la que se nos impone discriminando y patologizando todo aquello que cuestione dicha ideología (la unión de un hombre con una mujer) y, por otro lado, en la cis-sexualidad obligatoria que normaliza nuestros cuerpos, predica y genitaliza como verdad única y natural la existencia de dos sexos: uno masculino, otro femenino, al primero se le atribuye pene, al segundo vagina.

El sistema de género capitalista sirve para la reproducción del conjunto de las relaciones sociales, de allí que exista una opresión patriarcal específicamente capitalista. La articulación de la explotación capitalista con una específica división del trabajo en relaciones de género históricamente determinadas da cuenta que, aunque no de manera exclusiva, la producción capitalista se basa en la opresión de géneros. Este sistema de opresión que si bien antecede al capitalismo se ve, sin dudas, refuncionalizado por éste según sus intereses, genera mecanismos coercitivos y productivos para que nuestras subjetividades reproduzcan en diversos ámbitos de la vida las normativas sexo-genéricas hegemónicas. El heteropratriarcado se fundamenta sobre las estructuras que recaen sobre el conjunto de la sociedad haciendo de la desigualdad estructural de clase también relaciones de sometimiento y dominación que vivimos todxs.

Día a día vivimos violencias de géneros de distinto tipo desde los así llamados “piropos” y las “miradas” opresivas hasta la tortura, las desapariciones, los femicidios y crímenes por nuestra condición de género por ser trans, intersex, por ser travestis, por ser mujeres, por ser lesbianas, putos, pansexuales o lo que se nos da la gana.

Esto lejos de ser algo abstracto lo vemos y vivimos en los “valores” que nos han impuesto en nuestros vínculos y relaciones, lo vemos en la construcción ideológica de la llamada “familia nuclear”, fuente primaria de la desigualdad material de géneros, lo vemos en la cosificación de nuestros cuerpos, en los múltiples casos de femicidios, en los discursos progresistas que legitiman a la religión católica y sus instituciones, aquellas que dominan y patologizan lo que en los patrones de la norma social hegemónica no entra. A su vez lo vemos en la normalización de las decisiones sobre nuestro propio cuerpo (aborto ilegal, estereotipos de belleza, prácticas sexuales dominantes), lo vemos en la anormalización de las identidades de género no hegemónicas etc.

El discurso político y mediático dominante permanentemente refuerza la dominación de géneros, moraliza y despolitiza nuestras luchas y nuestra organización consciente de empoderamiento feminista.

Ejemplo de enorme repercusión y saldo organizativo para el movimiento feminista y LGBTTIQ fue el acontecimiento social del NI UNA MENOS, nuevo “fenómeno” del que no sólo se apropian los medios de comunicación sino también los discursos de lxs políticxs reaccionarioxs, lxs mismxs que todos los días legitiman y refuerzan la ideología heteropatriarcal garantizando su producción y reproducción.

Son miles las mujeres, trans, travestis desaparecidas por las redes de trata, desaparecidas para ser explotadxs sexualmente, son miles las mujeres y trans que abortan clandestinamente en condiciones aberrantes por no tener garantizado un derecho como el aborto libre, legal, seguro y gratuito. Sabemos que el Estado y el gobierno son responsables tanto de penalizar e ilegalizar el aborto como de sostener con la complicidad política a las redes de trata de personas que secuestran, torturan y desaparecen para hacer de nuestros cuerpos uno de los negocios más rentables del capitalismo. Estamos convencidxs de que a las cosas hay que llamarlas por su nombre, cada situación de violencia patriarcal, cada desaparición por redes de trata, cada femicidio, cada travesticidio sabemos que tiene ideología, tiene aliados en el aparato de Estado, aliados a los que sin ninguna duda que debemos combatir. Marita Verón, Florencia Penacchi son miles de mujeres desaparecidxs para ser explotadxs sexualmente, Effy Beth son miles de chicxs trans violentadas y asesinadxs por el sistema, Pepa Gaitán son miles, Laura Moyano, el propio Ioshua, condenadx por pobre y puto villerx, Diana Sacayán, asesinadx por ser unx luchadorx  travesti…por ellxs y por todxs resistimos las violencias patriarcal y cisheterosexista, luchamos y nos organizamos para construir el mundo y la sociedad socialista y feminista en la que deseamos vivir. Sabemos que la desigualdad estructural de clase se articula con la desigualdad estructural de géneros en este sistema y por eso, sabemos que como sociedad toda nos cabe organizarnos, empoderarnos colectivamente y dar las luchas políticas orgánicamente articuladas para acabar con la miseria del capital y todos sus aliados. Para ello, creemos imprescindible sexualizar nuestros pensamientos, nuestras organizaciones, sexualizar las plazas, las calles y las camas con el propósito de construir prácticas realmente emancipadoras. La prefiguración hegemónica del futuro no tiene la certeza de un fin previsible, pero de allí la certeza de que nuestra lucha de clases sea feminista. Ahora es cuando, ¡Arriba el poder popular clasista y disidente!