Desde Democracia Socialista dialogamos con integrantes de las principales federaciones nacionales que agrupan a la docencia universitaria: La Federación Nacional de Docentes Universitarios (Conadu), la Conadu Histórica (Conaduh) y la Federación de los Docentes de las Universidades (Fedun).
Entrevistamos a
-Susana Roitman: Docente de la Universidad Nacional de Villa María, cuyo sindicato de base ADIUVIM pertenece a Fedun. Con un grupo de compañerxs conformaron un colectivo de docentes autoconvocados que se sumó a los paros impulsados por Conadu Histórica. Integra, como independiente, Rompiendo Cadenas (una suma de organizaciones de izquierda).
–Pablo Ghigliani: Docente de la UNLP y delegado de Adulp-Conadu por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Integra el colectivo Trabajadorxs en Lucha.
-Cecilia Piérola: Docente de la UBA. Integrante de la Mesa Ejecutiva de AGD, sindicato de base de Conadu Histórica, por la minoría (Movimiento Docente). Participa del Laboratorio del Salario de la Docencia Universitaria. Militante de Democracia Socialista.
-El salario recibió un fuerte golpe durante el macrismo. En el caso de la docencia universitaria, un aspecto de ello fueron las sumas “no remunerativas”, elemento que se había anulado con grandes luchas hace décadas. Además, la inflación superó con creces los incrementos salariales. Si en el voto al Frente de Todos hubo un mandato de revertir estas bajas del salario real docente ¿cómo valoran la actual revisión salarial que se produce a muy pocos meses de firmada la nueva paritaria 2021?
SR: -No comparto la idea de que el voto al Frente de Todos en la docencia universitaria tuviera ese mandato tan específico. Más bien fue un voto “para que no gane Macri”. Dentro de este paraguas, muchos pensaron en dar la disputa “adentro”, dado que la versatilidad del peronismo y la mejora en los salarios reales son componentes importantes de esa disputa. Todas las políticas han puesto en tela de juicio la posibilidad de modificar la correlación de fuerzas aproximándose a la estatalidad u ocupando algún cargo en el gobierno. La revisión de la paritaria, como todas las del sector público y casi todas en el sector privado, ha mostrado que el ajuste es un hecho y la prioridad que tiene pagar la deuda, con todas sus implicancias de favores al capital más concentrado. El Laboratorio del Salario de la Docencia Universitaria ha demostrado con detalle las pérdidas, por más maquillajes que se apliquen. Lo nuevo, quizá, es que aún la central más combativa, CONADUH, ha firmado ese acuerdo. Creo que hay un gran descontento de las bases, pero también cansancio y no disposición a la acción colectiva. Esta crisis, con sus particularidades virtuales, tiene la apatía como una de sus resultantes. Es solo una intuición “fotográfica”. No es la película y, por supuesto, hay que empujar en otra dirección.
CP: -Empiezo por los números. Efectivamente, el golpe al salario durante el macrismo fue brutal. En el caso de la docencia universitaria perdimos entre un 20 y un 25% de poder adquisitivo. A eso le agregamos que, contando desde octubre de 2019 hasta ahora, hemos perdido otro 19%, aproximadamente. El dato sobresaliente que nos da el Laboratorio que mencionaba Susana es que hace cuatro años seguidos que se pierde en cualquier comparación interanual. Esto indica que la caída del salario no es coyuntural, no es que lo que perdemos ahora es probable que se recupere más adelante, sino que hay una caída sostenida y estructural. Se abarató a pisos históricos el “costo laboral”, como decía Macri.
Como decíamos, desde la llegada al gobierno del Frente de Todos ha seguido cayendo nuestro salario. Incluso “retroactivamente”, porque la primera acta que se firma, en 2020, cancela la cláusula gatillo que debía compensar la inflación desde octubre de 2019. Ese fue un hecho muy grave, porque puso en tela de juicio toda negociación: no hay ninguna garantía de que se cumpla lo que se firma. Y ahí no había pandemia. Luego, todas las actas se firmaron a la baja. En el caso del acta de 2021 en el momento mismo en que se firmaba, ya se perdía. O sea, no es que se fue perdiendo luego, que quizás no había certidumbre sobre cómo iba a evolucionar la inflación… Nada de eso: se firma en mayo consagrando una pérdida, que no se recupera, del 8% del salario entre enero y abril. Datos confirmados. Hay varias trampas en cómo el gobierno y algunas conducciones sindicales presentan la cosa. Generan confusiones (ya que, por ejemplo, las actas no especifican el período de vigencia) y mentiras. Este año tuvimos otro caso por el que algunas conducciones “cuentan doble” una recomposición. Me explico: entre enero y marzo de 2021 cobramos un 10% (en cómodas cuotas), por un acuerdo que se firmó el 23 de diciembre de 2020 y que se presentó como la compensación por lo perdido en 2020 contra la inflación. Contando eso es que dicen que “le empatamos a la inflación en 2020” (cosa que aun con ese monto es falso). Pero ahora resulta que nos quieren mostrar que en 2021 le empatamos otra vez ¡contando ese mismo 10% del principio! Es una trampa tremenda. O bien deberían pagarnos lo que perdimos en 2020 o bien lo que se está firmando ahora hace que se lleve perdido alrededor del 11%. Se va a terminar el año y el período paritario “teórico” con una pérdida del orden del 7%.
Entonces, mi valoración es que es un mal acuerdo, en consonancia con lo que viene pasando. Y que estamos sumidxs en mucha confusión sobre cómo contabilizar el poder adquisitivo, lo que hace muy difícil que el conjunto de la docencia pueda valorar objetivamente la situación. Obviamente a eso se suman los motivos políticos de la aceptación o de la resignación, que acertadamente señala Susana.
PG: -Aunque seguramente lxs docentes universitarixs que votaron al Frente de Todos en el 2019 albergaban esperanzas de que un triunfo del peronismo fuera el principio de un proceso de recomposición salarial, coincido con Susana en que ese voto no puede ser interpretado linealmente en términos gremiales. Creo que responde a un horizonte mucho más amplio y que lo trasciende. Respecto del acuerdo paritario 2021 y su revisión, mi valoración es muy negativa. El análisis de los números que ofrece Cecilia es elocuente. Son cuatro años de caída ininterrumpida, no sólo frente a la inflación anual, sino también en las comparaciones interanuales de cada uno de los 48 meses transcurridos. La conducción de Adulp presenta los porcentajes de manera confusa. Son muchxs lxs compañerxs que, en las reuniones y asambleas por lugar de trabajo, en los plenarios de delegadxs y en las asambleas generales de afiliadxs, manifiestan abiertamente que desconocen con precisión la magnitud de la caída del salario real experimentada, que nadie, ni siquiera la conducción del gremio, pone en duda. Pero le atribuyen toda la responsabilidad al macrismo. La Comisión Directiva de Adulp oculta sistemáticamente que fue la propia CONADU la que puso la firma al acuerdo que el año pasado, ya con Alberto Fernández al frente del Poder Ejecutivo, desconociendo la cláusula gatillo de la paritaria 2019 y consolidando la pérdida experimentada en el último tramo del gobierno de Cambiemos. Tengo la impresión de que, en cambio, muchxs compañerxs de base que apoyan a la conducción gremial, simplemente desconocen, o nunca terminaron de entender, este hecho gravísimo que constituyó una verdadera entrega y que, sin embargo, fue aprobado en asamblea sin costo político alguno. Otro elemento que rara vez entra en juego en la discusión, y sin el cual la valoración de los acuerdos es incompleta, es la enorme cantidad de dinero que perdemos mes a mes por el retraso sistemático respecto del movimiento de los precios, más allá del nivel que alcance nuestro salario real al final de la paritaria. Hay que insistir en que aun cuando las cláusulas de revisión salarial definieran aumentos iguales al de la tasa de inflación al final del período, la pérdida a lo largo de la paritaria sería un hecho consumado. Las míseras y múltiples cuotas son completamente funcionales a que esto suceda.
-Las condiciones de trabajo en el sector docente universitario siempre fueron un tema importante de discusión, aunque en términos sindicales secundaria respecto del salarial. Pero la pandemia llevó al primer plano este debate, no solo por la sobrecarga del espacio hogareño y las dificultades de conectividad, sino también por la falta de estrategias pedagógicas. En este sentido, ¿qué balance tienen de este último tiempo? En la misma línea, siendo que la vuelta a la presencialidad se propone de modo “híbrido”, con anuncios de combinaciones entre conectividad y presencialidad, clases filmadas y una “nueva normalidad” ¿qué primeras impresiones tiene de estas ideas?
SR: -Creo que en términos de condiciones de trabajo sin duda el esfuerzo se ha duplicado y la superposición del plano doméstico y laboral nos ha desbordado. De los rasgos negativos de la condición de trabajo virtual, uno que va enlazado con lo que decíamos antes es la pérdida del espacio de politicidad que acompaña a las universidades desde su creación, digamos desde la edad media. Nunca hemos vivido un aislamiento de tal magnitud. Creo que para el movimiento estudiantil esto ha sido tremendo. Si pensamos que hace solo tres años se producían las históricas tomas de facultades, la temporalidad parece estirarse como un chicle. La sumisión y el individualismo han “tomado” las formas de trabajo. La virtualización ha sido un gran aporte al avance de las políticas de ajuste. Por supuesto que tenemos que oponernos a esta “nueva normalidad”, pero me parece que para eso hay que repensar las formas de articulación y de discusión, porque desperdigados, con estos gremios y estas confederaciones, va a ser difícil la resistencia. Por otra parte, con este modo tan individualista de afrontar la enseñanza muchos te dicen que prefieren seguir con la virtualidad por costos, tiempo, etc. Así que va a ser una batalla dura. También está el peligro de la fragmentación de esta “hibridez” y que pase a resolverse todo en términos de cada universidad, sin marco nacional, sin expresión en el Convenio Colectivo de Trabajo (CCT). Esto nos quitaría más fuerzas aún.
CP: -Comparto con Susana la caracterización que hace sobre las dificultades para la organización que nos impuso el aislamiento. También comparto que estas modalidades de enseñanza están facilitando la incorporación de principios educativos neoliberales. Sin embargo, pienso que tenemos que ser cuidadosxs con las tácticas que nos damos y que no es buena idea una orientación tipo “no a la virtualidad”, que fue la que tuvo la conducción de AGD en la UBA, que terminó en un fracaso estrepitoso. Con esa orientación se negaron a discutir reglamentaciones para el trabajo remoto y la virtualidad no solo las impuso, lo cual era obvio, sino que esto sucedió sin condicionamiento alguno. Las experiencias menos nefastas fueron justamente las de aquellos lugares donde las conducciones locales sí exigieron pautas a las gestiones, en vez de oponerse a la virtualidad, como el caso del Colegio Nacional de Buenos Aires. No solo conquistaron pautas para el trabajo, sino que además mantuvieron la organización y el espíritu de resistencia, lo cual se observa en las protestas de los últimos meses, de dimensiones que no se ven en ningún otro lugar de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Las herramientas tecnológicas para la enseñanza existen hace mucho, y claramente su utilización se aceleró con la pandemia. No se trata de herramientas neutrales, pero tampoco es efectiva una oposición a su implementación (del mismo modo en que es poco efectivo negarse a dar una clase con el alumnado mirando al frente, en vez de trabajando en ronda, incluso cuando una lo señale como problema).
Primer balance: tenemos que pelear por condiciones laborales y pedagógicas (todo lo cual requiere presupuesto) para que la implementación inevitable de herramientas tecnológicas no implique un deterioro del trabajo, de la enseñanza y del aprendizaje.
Segundo balance: las tareas de reproducción doméstica y cuidado siguen predominantemente siendo una carga para las colegas, por lo tanto, no es cierto que en niveles educativos más altos se haya equiparado. En los últimos meses se han difundido numerosos papers que muestran el enorme crecimiento de la desigualdad en la cantidad de artículos publicados por mujeres y varones. Se retrocedió décadas en relación con el avance de cierta igualdad. Esto se va a notar en las próximas convocatorias, concursos y todo tipo de mecanismos de acceso, permanencia y ascenso en el sistema universitario y de ciencia y técnica. Se impone en la agenda el reclamo por medidas del tipo paridad, así como incentivos específicos para que las colegas puedan volcarse más a sus carreras y menos a las tareas de cuidado. Son reclamos que se sumarán a los históricos: escuelas infantiles en los lugares de trabajo, licencias, etc. Un caso actual es el del programa de ascensos para ayudantes de primera: tenemos que discutir criterios que consideren el enfoque de género. Y, por supuesto, para lo que sea que signifique esa “nueva normalidad”, que ella no perjudique a las compañeras.
Por último, me gustaría decir que dado el análisis que hicimos del salario en la pregunta anterior y dados los signos de recuperación macroeconómica, pienso que es posible que el salario no siga cayendo. Ya está en niveles muy bajos, que dificultan que se baje aún más, y sin “quedate en casa” puede ser imposible eso para los sectores dominantes. De manera que me parece que lo que se viene es la discusión sobre condiciones de trabajo. En muchos sectores esto se tramitará como amenazas a los derechos consagrados en los convenios particulares, si los sectores dominantes no logran imponer una reforma laboral flexibilizadora (como a todas luces querrían). La pregunta es: ¿cómo se va a expresar en nuestro sector? Es evidente que, como dice Susana, se va a vehiculizar mediante la enseñanza virtual. ¿Qué características específicas tendrá? No es claro que en todo el país se exprese igual, aunque ya hay pautas publicadas por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) que hablan de las aulas híbridas, que tienen la característica de permitir un enorme deterioro de la relación docente/estudiante, por ejemplo. Esto, naturalmente, empeora tanto las condiciones laborales como las pedagógicas.
Entonces me parece que hay que girar un poco el foco de lo salarial (sin abandonarlo, claro) a las condiciones de trabajo que, a diferencia de lo salarial, tienen la característica de variar enormemente de sector en sector de la clase trabajadora. Me explico: en lo salarial toda la clase debería ganar lo que se necesita para vivir bien, para decirlo resumidamente. Y eso es un valor definido de manera homogénea. Después hay otros conceptos que tienen que ver más con las herramientas de trabajo (de ahí los bonos por conectividad, etc.). Pero en lo esencial es un reclamo homogéneo de la clase. En el caso de las condiciones de trabajo hay una parte abstracta en que sí el reclamo es el mismo (condiciones dignas, salubres, etc.) y algunos rasgos concretos también comunes (espacios limpios, seguros, en la coyuntura actual espacios ventilados, etc), pero luego hay dimensiones muy específicas por rama. En nuestro sector, por ejemplo, todo lo que tiene ver con el gobierno de la universidad hace a nuestras condiciones de trabajo de manera muy directa. Por ejemplo, en el Ciclo Básico Común (CBC) de la UBA no existe el cogobierno. Entonces los jurados de los concursos son elegidos por el Director, designado por el Rector. Eso es arbitrariedad pura y atenta contra nuestras condiciones de trabajo (de acceso, permanencia, ascenso). ¿Se trata de un asunto “académico” o “sindical”? Es una separación analítica y artificial. Nosotrxs tenemos que trabajar las condiciones laborales de la docencia en todos los frentes. Esto es algo que a cierto sector del sindicalismo clasista le cuesta ver.
PG: -Primero, todas las encuestas disponibles muestran que hemos trabajado muchas más horas durante la pandemia; lo que, dicho sea de paso, no es un dato trivial a la hora de evaluar los acuerdos salariales de estos dos años: trabajamos más por menos sueldo. También aquí hay otra dimensión salarial: nos vemos obligados a pagar de nuestro bolsillo la luz, el gas, la tecnología, el mobiliario y demás elementos necesarios para llevar adelante nuestras tareas. El bono de conectividad que las conducciones de ambas CONADUs presentaron positivamente en sus comunicados es, en este sentido, una verdadera burla. Segundo, la virtualización forzosa de nuestra tarea puso en el centro de la escena de un modo inédito a las condiciones de trabajo. No creo que haga falta ahondar en la descripción. Enumero lo más evidente más allá de la prolongación al infinito de nuestra jornada laboral: la superposición de hogar y trabajo (con disímiles consecuencias para mujeres y varones, como subraya Cecilia) y la falta de equipamiento tecnológico y de mobiliario adecuado. Es difícil medir las consecuencias sobre nuestra salud pero todxs conocemos compañerxs afectadxs o lo experimentamxs en carne propia: espaldas destrozadas, tendinitis, problemas de vista, migrañas permanentes, dificultades para conciliar el sueño, irritabilidad, stress, etc. Esto no es menor. Además, como señala Susana, la virtualización forzada nos aisló y nos presentó nuevos desafíos para la organización. Todxs quienes han estudiado el teletrabajo han destacado su carga individualizante y sus repercusiones negativas sobre colectivos organizados. Sin embargo, surgieron también, como siempre, experiencias de organización, pequeñas e incipientes, que debemos rescatar. Y coincido con Cecilia en que tenemos que pensar muy bien cómo afrontar la etapa que se abre: el retorno a la presencialidad, la bimodalidad, las aulas híbridas, la continuidad de la virtualización, etcétera, o lo que sea que venga en el futuro como “nueva normalidad”. Oponerse frontalmente, demandando simple y llanamente la vuelta a las modalidades previas a la pandemia, no parece un camino ni posible ni deseable.
Además, son muchas las variables a tener en cuenta para discutir, que van desde lo laboral hasta lo pedagógico, pasando por el falso discurso de la inclusión, se lo mire desde dónde se lo mire, que vienen enarbolando varios funcionarios para defender la virtualidad. Y en este punto, la enorme heterogeneidad existente en las distintas facultades y en sus prácticas de enseñanza es algo que requiere también una discusión a ras del suelo. Por ello creo que una demanda básica y elemental es que podamos abrir estas cuestiones al más amplio debate y con la activa participación de quienes trabajamos. Adulp, en cambio, ha reaccionado concentrando todas estas discusiones en comisiones integradas por dirigentes del gremio y autoridades, sin consulta previa con lxs docentes y comunicando a posteriori los acuerdos. Es esperable que sigan idéntico camino en todo lo relativo a la vuelta a la presencialidad. En el caso de los protocolos ya acordados opino que sería deseable organizar comités de salud en los lugares de trabajo que controlen el cumplimiento de los mismos. Y apostar a la participación activa en todas las negociaciones vinculadas a las condiciones en que desarrollaremos nuestras tareas docentes y de investigación.
-El sindicalismo atraviesa una crisis general en varios sentidos, lo que se notó con la pandemia, y los sindicatos de la docencia universitaria no son ajenos a ello. ¿Cómo ven la situación de sus federaciones y sus sindicatos de base?
SR: -El gremio nuestro, ADIUVIM, jamás discutió nada ni se autoproclamó como adherido a la “democracia sindical”. Pertenece a FEDUN, la central más obsecuente de las tres, adherida a la CGT. Es un gremio íntimamente ligado a la conducción de la Universidad, de la Intendencia de Villa María, alineado con el kirchnerismo que “rompe” parcialmente con el cordobesismo, una expresión peronista bien de derecha. Es un gremio típicamente verticalista sin porosidad alguna. En todo este tiempo no convocaron nunca a asamblea, y eso que armamos un petitorio con la cantidad de firmas requeridas para hacer una. Los esfuerzos que hemos hecho de autoconvocatorias y llamados a asambleas han sido importantes en algunos casos y otros se han diluido. También por cansancio. En mi opinión hay que empezar a pensar estrategias paralelas a la militancia tradicional de sindicato, federación. Sin perderlas de vista, hay que tratar de pensar otras alternativas. La Red Nacional de Docentes de Base fue una buena iniciativa. Hay que ver si se puede hacer un balance mínimo y ver como seguir en esa línea que desborde a lo institucionalizado.
CP: -Las conducciones de CONADU y de FEDUN acataron límpidamente el “hay 2019”. Se expresó en la firma a la baja de 2018 en un contexto en que el colectivo de trabajadorxs docentes estaba muy movilizado, con una fuerza y unidad que hacía mucho no se veía. La movilización bajo la lluvia en agosto de 2018 fue una evidencia de ello. O sea: la docencia estaba en un momento muy combativo y las federaciones firmaron a la baja. Fue muy frustrante. Luego, como te decía, al igual que el resto del sindicalismo y la dirigencia social hoy oficialista, frenaron cualquier posibilidad de movilización. Ojo, yo no soy de las que piensan que si no hay un estallido es por culpa de las direcciones traidoras que lo taponan. El estado de ánimo social tiene autonomía respecto de las direcciones y a veces es lo que explica a las direcciones. Pero en el período 2018-2019 los mecanismos de contención fueron explícitos y en 2018 aplastaron lo que efectivamente era un movimiento en alza.
En el caso de la Federación que integra el sindicato del que soy afiliada, si bien una parte importante de la lista que conduce es partidaria del frente de gobierno, ha demostrado independencia. Llevó adelante medidas de protesta y no le firmó las paritarias a la baja, excepto esta revisión. A mí esto me parece muy importante, porque tenemos que separar en alguna medida lo partidario de lo sindical (aunque obviamente las cuestiones sindicales están ligadas a las políticas estatales). Nosotrxs necesitamos organizaciones sindicales que incluyan a todo el colectivo de trabajadores y trabajadoras, sin importar su identidad político-partidaria. Lo que tenemos, y en la UBA se expresa muy claramente, son sindicatos que en su interacción se relacionan como fracciones, agrupaciones, sin espacio de elaboración política común. Por lo tanto, todxs lxs de izquierda estamos en AGD (supongamos) y en temas centrales como la firma de una paritaria estamos siempre de acuerdo, son las asambleas más cortas de todas. Mientras tanto, en nuestros lugares de trabajo vemos a colegas que se resignan a la firma de la paritaria. ¿Y cuál es el espacio que tenemos como trabajadorxs para debatir con esxs compañerxs? Ninguno, salvo la sala de profesorxs o los espacios de base que puedan formarse entre docentes de distintos sindicatos (o no afiliadxs, que son la mayoría, por cierto). Terminamos dando los debates con nuestrxs compañerxs por fuera del sindicato, porque los sindicatos con una asociación partidaria tan fuerte no nos contienen en un espacio común como clase. Yo no estoy de acuerdo con los sectores de la conducción de Conaduh que militaron en las asambleas de base la firma de la revisión. Pero también es un dato a relevar que muchxs docentes en sus asambleas efectivamente votaron la firma, y que Conaduh tomó la decisión de firmar en un Congreso medianamente representativo.
PG: -Adulp es un gremio clave de la conducción de CONADU. Las decisiones tácticas y estratégicas de su conducción están determinadas casi por completo por sus alineamientos políticos. Las más recientes y patéticas pruebas de ello fueron, por un lado, la firma del acuerdo paritario del 2018 para garantizar la gobernabilidad de cara al 2019 y, por el otro, la ya mencionada entrega de la cláusula gatillo a principios del año pasado para aliviar las cuentas fiscales del gobierno recientemente elegido. Tanto Susana como Cecilia han hecho referencia al contexto en que la CONADU, y en nuestro caso, Adulp, militaron la aceptación de un acuerdo pésimo en el 2018: tomas de facultades, marchas multitudinarias del conjunto de la docencia universitaria y, dos días antes de la firma, el reconocimiento por TV por parte del propio ministro de Economía de que todas sus previsiones inflacionarias se había ido al demonio.
Desconozco qué está pasando por la cabeza de lxs dirigentes y activistas oficialistas que en la última asamblea de nuestro sindicato de base militaron la aceptación del acuerdo como una contribución a la tranquilidad social y al triunfo en las PASO del Frente de Todos. Quizás hayan experimentado el giro Hugo Yasky, quien pasó de afirmar en febrero del año pasado que las cláusulas gatillos generan inflación a reclamar, después del último domingo electoral, mayor distribución.
Los sindicatos de base que conforman la CONADU son diversos y tengo un conocimiento sumamente desigual sobre los mismos. Sí alcanzo a ver un creciente descontento en varios de ellos, sobre todo desde el 2018 en adelante, y observo también, pero carezco de información suficiente, síntomas de crisis en las alturas. Me refiero a las fuertes críticas de la Corriente sindical, federal y popular 16 de abril, tanto respecto del acuerdo como de la falta de democracia interna en CONADU. Pero, como decía, carezco de una visión de conjunto.
-La militancia sindical docente universitaria tuvo conquistas importantes en numerosos tramos de su historia. ¿Qué análisis hacen de la predisposición de las bases a retomar un ciclo de luchas? ¿Existen posibilidades de recambio de dirigencias a nivel de Federación o de los sindicatos de base?
SR: -En el caso específico de FEDUN, no me parece que haya posibilidad alguna, por la gran trabazón interna y externa que teje ese tipo de gremialismo y por la escasa disposición de las bases a romper con eso y falta de una masa crítica de militancia que ponga en cuestión eso. Esto por ahora, por supuesto. Creo que ahora hay que buscar formas alternativas. Insisto con el tema de la Red u otras formas de organización que permitan unir a los docentes desde abajo por otros canales, poniendo en cuestión las fronteras de las centrales o de la lucha gremial. Esto sin perder de vista lo sindical clásico. Pero, en relación con la pregunta de si el sindicalismo atraviesa una crisis importante, creo que no hay que tenerle miedo a otras formas, que hay que reinventarse. Y la articulación internacional no debe ser ajena a esta reinvención porque el proceso de vaciamiento universitario del pensamiento crítico y la subordinación del conocimiento creado en las Universidades a las multinacionales informáticas, biogenéticas, farmacéuticas, etcétera, es un fenómeno que traspasa lo nacional. En fin, lo típico de estos tiempos, además de la renuencia a lo colectivo, es la fragmentación de las luchas en particularismos. Hay que ver como se enfrenta eso.
CP: -Estoy muy de acuerdo en la matriz de cómo lo piensa Susana. Por un lado, que qué hacer en cada Federación es algo que tienen que analizarse en particular. No hay una fórmula o un principio general para esto. En algunos lugares habrá que tratar de ganar los sindicatos, en otros habrá que construir por fuera espacios autónomos. Siempre con el horizonte no de la pureza ideológica, propia de una organización política, sino con el de la unidad de la clase en favor de sus intereses (y esto en un sentido no-corporativo, sino clasista). Por otro lado, en la importancia de construir espacios de intercambio que efectivamente crucen docentes que militan en diferentes organizaciones o que están interesadxs en diferentes aspectos específicos de nuestra tarea. Esto hoy se hace por fuera de las federaciones y de los gremios, pero para mí eso es lo que debería caracterizar a los sindicatos: la amplitud más amplia en la unidad como colectivo de trabajadorxs. Sin embargo, en mi experiencia, los espacios clasistas, de izquierdas, etcétera, muchas veces pecamos de privilegiar la construcción de la propia corriente y en cuanto vemos que en un espacio así (amplio, de base) participa una corriente adversaria ya la miramos de reojo y no le ponemos fichas. Hay corrientes que cuando conduce el peronismo y ellas son oposición, por caso, impulsan todo tipo de espacio autónomo de organización, marchar en columnas separadas, etc. Pero cuando conduce su propia organización, boicotean todas las instancias de autoorganización acusándolas de las peores cosas. Paradójicamente, en algunos lugares en que la conducción está alineada con el gobierno o las gestiones es donde mejor se construye un espacio alternativo común a las expresiones del sindicalismo clasista.
Respecto del ánimo de lxs trabajadorxs de nuestro sector, yo lo que veo es una combinación de frustración y desaprobación con resignación y miedo a la derecha. Creo que hay una combinación de factores para ello, que podemos resumir en la combinación de crisis. No es cierto que en los ciclos de alza del movimiento popular sean concomitantes a épocas de crisis y que ciclos de bonanza son ciclos de mayor pasividad. Numerosos casos históricos muestran lo contrario. En este caso, en que en la conciencia de millones la crisis no está asociada primariamente a las políticas del gobierno en curso (sino al gobierno anterior o a la pandemia), combinado con el alineamiento de las principales conducciones del movimiento de masas, comprometidas con la contención de cualquier posible estallido, es esperable este ánimo de poca predisposición a la lucha. Obviamente hay que ver qué pasa cuando se levanten las restricciones (legales y psicológicas) sanitarias y se vea alguna cierta recuperación macro de manera más clara; si el movimiento social argentino, históricamente combativo, se suma a la ola de protestas que a nivel regional había quedado en pausa por el confinamiento y que ya recomenzó en varios lugares o si sigue en la pasividad.
PG: -Somos alrededor de 10 mil lxs docentes que trabajamos en las 17 facultades de la UNLP, a lxs que hay que sumar aquellxs que trabajan en los tres colegios secundarios, la escuela agraria Inchausti, la escuela Anexa, el jardín de infantes y la guardería, y quizás alguna dependencia más que ahora olvido. Aproximadamente 4 mil lxs afiliadxs; unos 2 mil lxs que participamxs en la última elección gremial hace dos años y entre 200 y 500, según el caso, los que participamos de las asambleas virtuales que aprobaron los acuerdos y revisiones durante el 2020 y 2021, con un apoyo que osciló alrededor del 75% de lxs presentes. No podemos desconocer la realidad: la conducción de Adulp y su abierto alineamiento con el gobierno encuentra una base firme en este activo. Uno de menor intensidad y más distante que se expresa en los actos eleccionarios y otro mucho más intenso que se expresa en las asambleas. Los motivos son varios. Para empezar, lo obvio: la casi totalidad de lxs delegadxs, por ejemplo, se identifican y militan, con compromisos diversos, con lo que gustan definir como movimiento nacional y popular, algo de contornos difusos pero que concita lealtades y apoyos. Esta identificación es muy extendida y cristalina en las asambleas. Pero, además, este activo más intenso suele formar parte de la trama de relaciones políticas, laborales (no solo docentes sino también administrativas) y personales que se integra con las gestiones de varias facultades de las que muchas veces forman parte y en la que encuentran un fuerte apoyo. Aquí entra en juego la peculiar fisonomía de nuestra patronal, una de cuyas capas es fruto del juego político del gobierno universitario. Esta capa patronal no define el monto de nuestros salarios, pero incide de manera directa en el mismo mediante la asignación de las dedicaciones, por ejemplo, y es clave a la hora de bloquear trayectorias laborales de opositores y a la hora de definir múltiples dimensiones de nuestras condiciones de trabajo y los recursos con que contamos para desarrollarlo. Esta capa patronal goza, además, de plenos derechos políticos en el gremio y, por lo tanto, podemos encontrarnos con decanos, secretarios académicos, directores de colegios, jefes de departamentos y demás en las asambleas. Esta es una cuestión que amerita discusión. Condiciona muchas veces las decisiones de lxs compañerxs a la hora de votar o, simplemente, de participar o intervenir en una asamblea.
Por ello, aunque desde hace años existe efectivamente descontento en muchxs compañerxs frente a este panorama, y es posible que el mismo se haya incrementado, por lo general suele manifestarse como desánimo, resignación y apatía. Por eso no tengo grandes expectativas de cambios dirigenciales o de movimientos significativos de las bases en nuestro sindicato. Hoy por hoy la conducción tiene un apoyo importante. Deposito mis esperanzas, sin embargo, en consolidar el interesante proceso de agrupamiento de lxs activistas de la izquierda, partidaria o no, que se expresa hoy en Trabajadorxs en Lucha.