Este viernes el uruguayo Luis Almagro fue reelegido como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), para otro período de cinco años al frente del organismo. La votación que lo consagro fue dividida, con 23 votos a su favor (le bastaba con 18) y 10 para la diplomática ecuatoriana María Fernanda Espinosa, ex canciller del gobierno ecuatoriano de Rafael Correa, quien, luego de la renuncia del candidato peruano Hugo de Zela, había quedado como la esperanza de los países que se oponían a que el cuestionado funcionario renueve su mandato.
En la OEA las votaciones son secretas, por lo que sólo podemos especular sobre los países que apoyaron a Almagro. Está claro que la absoluta mayoría de los progresismos continentales votó en su contra, incluyendo al representante argentino Carlos Raimundi, designado por Alberto Fernández. Las polémicas decisiones de Almagro, sobre todo en lo que hace a su violenta oposición al gobierno venezolano y su reciente aval al golpe de Estado en Bolivia, le hicieron perder la unanimidad con la que logró su cargo en 2015, con 33 votos a favor, incluyendo el apoyo entusiasta de la representante argentina Nilda Garré, que operó a su favor pese a que ya desde el año anterior Almagro venía cargando contra el gobierno de Nicolás Maduro (a quien calificó reiteradamente de “dictador” y “usurpador”), lo que generó su ruptura política con el ex presidente José “Pepe” Mujica, de quien había sido canciller entre 2010 y principios de 2015.
Luego de la votación de este viernes, Venezuela difundió un comunicado en el que denuncia que esta reelección es el resultado de una “grotesca operación de chantaje y extorsión, dirigida directamente desde el Gobierno de los Estados Unidos, al mejor estilo de las mafias del crimen organizado transnacional”. Luego añade: “El Departamento de Estado de EEUU impuso la elección apresurada e inoportuna de su agente predilecto con el fin de mantener a la OEA como el Ministerio de sus Colonias, herramienta de unilateralismo colectivo destinada a hacer cumplir la voluntad imperialista de la Casa Blanca y a socavar las soberanías nacionales de los pueblos del continente americano”.
No es nada sorprendente el accionar de Almagro en un organismo que históricamente ha respondido de manera directa e inmediata a los intereses regionales de los Estados Unidos, desde la expulsión de Cuba en 1962 por considerar que su adhesión al marxismo-leninismo era incompatible con “los principios y objetivos del sistema interamericano”.
Si los ataques de Almagro contra Venezuela se remontan a 2014, en septiembre de 2018 alcanzaron su apogeo, cuando “no descartó” una posible intervención militar sobre Venezuela, con el argumento de la crisis social y política que atravesaba la república bolivariana. Luego de esta declaración, el secretario General de la OEA fue expulsado del Frente Amplio uruguayo en una votación unánime. La vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez denunció: “Almagro pretende revivir los peores expedientes de intervención militar imperialistas en nuestra Región, cuya estabilidad está seriamente amenazada por la demencial actuación de quien usurpa de forma desviada y abusiva la secretaría general de la OEA”.
En abril del año pasado Almagro fue más allá, cuando la OEA reconoció como representante permanente de Venezuela a Gustavo Tarré, elegido por el Parlamento Venezolano que respondía al “autoproclamado” presidente Juan Guaidó (la resolución presentada por Colombia contó con el apoyo Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Paraguay y Perú). Marín Sevilla, la legítima representante venezolana consideró respecto de la decisión del Consejo Permanente: “Si se permite esta manipulación, se elimina la soberanía nacional, la soberanía popular y viviremos en el mundo ya no del derecho internacional sino de la ley del más fuerte o de los más numerosos”.
Pocos meses después, en octubre de 2019, el organismo americano fue la punta de lanza de los Estados Unidos para llevar adelante el golpe de Estado contra el presidente boliviano Evo Morales. Primero avaló los informes de los veedores de la OEA que sembraron dudas sobre un posible fraude orquestado por el gobierno para evitar el ballotage con el candidato opositor Carlos Mesa (aunque esto luego fue reiteradamente desmentido por distintos analistas independientes), luego sostuvo que “el golpe de Estado es el de Evo cuando pretende quedarse con una elección que no había ganado”, para finalmente convalidar como presidenta a la también autoproclamada Jeanine Áñez.
La candidatura de Almagro para la reelección, propuesta por Colombia y, por supuesto, sostenida por los Estados Unidos, cosechó importantes avales en su camino hacia la victoria. El alineamiento automático con Estados Unidos del funcionario (fiel a la tradición de la OEA) también obliga a pensar en el rol regional de este organismo fundado en 1948 y desde entonces controlado por los gobiernos estadounidenses. Este control se garantiza, entre otras razones políticas e ideológicas, también por la vía económica ya que la OEA se financia por aportes de los países miembros en proporción al tamaño de sus economías. Así, Estados Unidos aporta desde hace décadas alrededor del 60% de los fondos operativos del organismo (algo más de 50 millones de dólares en 2019, el 59.47% del financiamiento total), mientras que Brasil suma un 12%, Canadá un 8%, México un 5% y la Argentina un 3% (la nada despreciable suma de USD 2,5 millones).
Días antes de la votación de este viernes, veintisiete ex jefes de Estado y de Gobierno de España y Latinoamérica explicitaron su apoyo a Almagro en un comunicado difundido por la llamada Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), donde ratificaron que el rol del uruguayo era “crucial para el porvenir de la región en su conjunto (…) y frente a las expectativas de millones de ciudadanos que ansían y merecen el retorno de la democracia a sus países y un futuro de dignidad y bienestar”. El texto contó con las firmas de José María Aznar (España), Vicente Fox y Felipe Calderón (México), Mauricio Macri (Argentina), Eduardo Frei (Chile), Ricardo Martinelli y Mireya Moscoso (Panamá), Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle (Uruguay) y Andrés Pastrana y César Gaviria (Colombia).
Luego de confirmarse su triunfo, el reelecto Secretario General recibió felicitaciones de personajes como el ex candidato a vicepresidente Miguel Ángel Pichetto, la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich, el presidente colombiano Ivan Duque, el autoproclamado Juan Guaidó, el ex presidente boliviano Jorge “Tuto” Quiroga y el colombiano Andrés Pastrana, entre otros repudiables personajes de la historia nuestroamericana, además del propio secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo.
Más allá del rol que el organismo viene teniendo desde su origen, en tanto corporización institucional de la doctrina Monroe de “América para los (norte)americanos”, repudiamos firmemente la reelección de uno de los secretarios generales más serviles respecto de los intereses del imperialismo estadounidense y más activamente beligerante contra los procesos latinoamericanos que intentaron tomar distancia del alineamiento automático y “unipolar” que hoy el gobierno de Donald Trump busca extender a todo el continente.
 
, 21/3/2020