En mayo de 1969 se estaban por cumplir 3 años de la dictadura autodenominada “Revolución Argentina”. Con un programa favorable a las grandes corporaciones multinacionales, el onganiato había decretado la prohibición de toda forma de hacer política en nombre de la tecnocracia y el orden. “No tenemos plazos, sino objetivos”, sostenía el régimen.
Vandor y Alonso, las figuras máximas de la CGT, habían asistido a la asunción del nuevo gobierno. Mientras que Perón, desde el exilio, sostuvo que había que desensillar hasta que aclare.
Los principales blancos de ataque de la dictadura fueron: la clase trabajadora, fundamentalmente del sector estatal y aquellos calificados como “ineficientes” y la universidad, tachada como “nido de comunistas”. La «noche de los bastones largos» y el cierre masivo de ingenios en Tucumán son ilustrativos de esas políticas.
Después de 3 años de derrotas, represiones y aparente calma, en la ciudad de Corrientes se encendió la chispa de un mayo rabioso. A raíz del asesinato del estudiante Juan J. Cabral, en una protesta por los aumentos de los precios del comedor, se esparció la bronca como reguero por todo el país. El hartazgo se hizo acción.
En Rosario, los/as estudiantes reunidos/as en el comedor universitario tomaron las calles. Ese 17 de mayo, el estudiante de ciencias económicas, Adolfo Ramón Bello, era asesinado a sangre fría por la policía, en pleno centro rosarino. “Todo lo que altere la vida de las aulas, el sereno estudio de las ciencias, la labor de investigación será inexorablemente reprimido”, diría días después el Ministro del Interior, Guillermo Borda.
El 21, el movimiento estudiantil, el movimiento obrero y organizaciones políticas convocaron a una “Marcha del silencio”. Se proponían recorrer el centro de la ciudad y llegar a la plaza 25 de mayo. La represión, como en otras ocasiones, quiso impedirlo. Pero esta vez, las hogueras florecían en las esquinas. Las barricadas y los choques con la policía se multiplicaban. Hacia la noche, la dictadura se cobraría otra vida. El joven trabajador y estudiante, Luis Norberto Blanco, caería asesinado por las balas policiales. Hacia las 22 hs. todo el casco céntrico estaba en poder de los/as manifestantes ¡Ardía el primer Rosariazo!
Al día siguiente, el Comando del II Cuerpo ocupaba militarmente la ciudad y la declaraba bajo zona de emergencia. Ya era muy tarde. Apenas una semana después, la rebelión obrero popular estallaba en Córdoba y decretaba, en los hechos, el fin de la dictadura que decía «no tener plazos», y daba comienzo a la ofensiva popular.
Mientras, los “azos” se multiplicarían por todo el territorio de la patria. Las organizaciones armadas irrumpían con fuerza en la escena pública y la revolución y el socialismo se debatía en las fábricas, las aulas, las barriadas y en el campo.
Los “azos” del 69 inauguraban así los tiempos de la revolución. Las masas populares se abrían camino. Movilizadas, en contra de las dirigencias claudicantes y los eternos justificadores de lo dado. Por la vida digna, contra la represión y la explotación. Por el gobierno de su propio destino.
A 53 años de esas jornadas, con la conciencia ardiente de que somos protagonistas de nuestra propia historia, recuperemos las enseñanzas rebeldes de nuestro pueblo insumiso, para retomar la lucha por la liberación social.