A menos de una semana del anuncio presidencial del estado de emergencia sanitaria, la crisis global alrededor de la pandemia del COVID-19 aumenta. Las alarmantes cifras obligan a medidas urgentes y a un debate sobre un sistema de salud que dé respuesta universal, que no lucre con la salud de la población ni privilegie a sectores por su capacidad de pago, dejando a mayorías en la desprotección. ¿Es posible sacar la salud de las manos del mercado?
Un virus recorre el mundo
Este 19 de marzo, las cifras oficiales de Coronavirus llegaban a casi lxs 200 mil contagiadxs y aproximadamente 8 mil fallecidxs a nivel global. 68 de esos fallecimientos se dieron en países de América. El país que se encuentra en alerta roja es Italia, que solamente en un día ha registrado casi 500 muertes, mientras que países como Holanda registra la mayor cantidad de trabajadorxs de salud contagiadxs en el ejercicio de su labor sanitaria. Por otro lado, en China, principal foco de contagio detectado en 2019, logró sus primeras 24 horas sin un nuevo registro de COVID-19 positivo autónomo.
La expansión de la pandemia fue realizando un tránsito variado. Hubo una esperable respuesta xenófoba por parte de los países que hace tiempo han direccionado su política de seguridad a la criminalización y persecución de la pobreza y las migraciones. En este sentido, no es curioso que Donald Trump hable del “virus chino”, mientras los sectores conservadores y reaccionarios intentan instalar un sentido común xenófobo en el conjunto del pueblo.
Lejos de esto, entendemos que las ideas simplistas y explicaciones monocausales que se intentan imponer alrededor de esta enfermedad, recaen en la incorrecta responsabilización únicamente individual de las personas sobre su salud y cuidados. Mientras tanto, y muy celosamente, se evita un análisis en profundidad de los efectos que el sistema capitalista, la acumulación por desposesión y la larga ola recesiva preexistente han tenido en nuestros países, en relación a la organización social: la desarticulación y privatización de los sistemas de seguridad y asistencia social, de salud y educación públicos, entre otros. A esto debemos sumarle la situación geopolítica del actual momento histórico: la imposición de políticas económicas y sociales de las potencias imperialistas a los países dependientes, a través de organismos de crédito internacionales o directamente por la fuerza. Se obtura así la posibilidad de que esta crisis sanitaria implique la organización y conformación de un modelo de salud colectiva.
Llegado a este punto, entendemos que la medida de aislamiento preventivo que se ha tomado a nivel internacional es sumamente necesaria. Es prioritario realizar cuidados colectivos que conduzcan a resguardar de la pandemia a quienes sufren cotidianamente la desigualdad. El distanciamiento físico dictado es correcto y algo por lo que todas las organizaciones debemos abogar. Sin embargo consideramos que es insuficiente si no se acompaña de medidas sociales concretas. Debemos decir que la explotación capitalista es la razón “innombrable” de la pandemia. Con un 60% de trabajadores a nivel mundial en empleo precario y subempleo, con una clase trabajadora feminizada en su composición y en sus labores, la crisis sanitaria requeriría reconocer estos determinantes y llevar adelante un programa de acción que se adecúe a las necesidades de todo el pueblo y no de los grandes mercados y laboratorios que han demostrado su ineptitud en dar respuesta a esta situación.
La emergencia de la pandemia pone en cuestionamiento de forma brutal hacia dónde destinan su presupuesto los países del primer mundo y los de economía dependiente.
El FMI, la Unión Europea y su responsabilidad
La responsabilidad del FMI y de la Unión Europea es inocultable. Durante las últimas décadas han promovido, legislado y obligado a los países a desmantelar progresivamente sus sistemas de salud públicos, muchos de atención universal gratuita total o casi total. Esta pandemia encuentra sistemas de salud fragmentados, desfinanciados, en gran medida privatizados y deteriorados de manera tal que no logran prevenir ni contener el avance de la misma, y tampoco atender la multiplicación de casos de gravedad. No es cierto que era imposible evitar llegar a este punto. Resultó imposible después del desguace de los sistemas y políticas de salud pública.
La deuda externa, en particular la deuda con el FMI, opera como un elemento de extorsión para imponer políticas económicas y ajustes sociales, quita de derechos, destrucción de trabajo formal y coberturas sociales. Nuestro país es un ejemplo de implementación de estas políticas, aunque la resistencia popular ha logrado conservar muchos derechos. Hoy el gobierno debate un acuerdo y renegociación con el FMI y con los tenedores privados. Resulta fundamental suspender inmediatamente los pagos y realizar una auditoría de la deuda y evaluar su legitimidad y legalidad. Las negociaciones deberían ser con otros países en situaciones similares, en función de lograr una posición de fuerza mayor para romper las imposiciones políticas y económicas y buscar salidas por otros caminos.
La actual crisis, agravada y acelerada por la pandemia, tiene desastrosas consecuencias sobre las condiciones de vida de nuestro pueblo. Esto vuelve aún más urgente plantarse frente al FMI y destinar los recursos a donde corresponde.
Argentina frente a la crisis y la pandemia
En cuanto comenzaron a llevarse adelante las medidas adoptadas por el gobierno de Alberto Fernández, se evidenciaron las contradicciones de las mismas: el recorte de líneas de transporte implicó que las que quedaron en funcionamiento comenzaron a generar aglomerados de personas, convirtiéndose en grandes focos infecciosos y llevando a que la medida no sólo sea parcial, sino en cierto punto contraproducente.
A su vez el aislamiento relegado a la decisión individual se topa con dos conflictos. El primero que quienes debieran tomar la decisión de llevar adelante la cuarentena por haber vuelto de viajes recientes de países foco de enfermedad, no la han reconocido ni efectuado. Por otro lado, reconociendo el 40% de trabajo informal en el país, la medida implica pedirle a grandes sectores de la población que renuncien a sus empleos o que se vean en serios conflictos en los mismos por el recorte de transporte, tomando en cuenta que la presión mediática ha instalado un estado de alerta y pánico en la mayoría de la población.
De no ser atendidas, esta situación se agravaría a partir de las últimas medidas anunciadas en el día de ayer de “aislamiento total” acompañado de la entrega operativa de las ciudades a las policías. Si bien la cuarentena es una medida inevitable y positiva, es preciso clarificar de qué forma lxs trabajadores precarizadxs e informales van a pagar alimentos, alquiler e impuestos. Si bien se anunciaron refuerzos a programas sociales, se escatima la resolución del trabajo de personas que están siendo expulsadas al desempleo. Ante la cuarentena, esa gran parte de la clase trabajadora no tendrá ningún ingreso o se verá empujada al endeudamiento y al hambre, efectos que no serán sólo por diez días.
A su vez, la recarga en tareas de cuidado que esto implica para las mujeres en sus hogares, a la par de que muchas de ellas se insertan laboralmente en tareas de cuidado a niñxs y adultxs mayores, no ha resultado en respuestas ni políticas públicas por parte del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, ni de la secretaría de cuidados del mismo hasta ahora.
En el conurbano de la Provincia de Buenos Aires lxs trabajadorxs de salud atienden precarizadxs, desprotejidxs, “preparándose para la guerra” en canchas de fútbol, y hospitales y salitas no están recibiendo mejoras de infraestructura. Tampoco hay noticias de un refuerzo de partidas presupuestarias para los sueldos de trabajadores que, a nivel mundial, han demostrado estar expuestxs al coronavirus sin una responsabilización estatal al respecto. Contemplando un probable desborde del sistema de salud sólo a causa del coronavirus ¿cómo será posible que responda al resto de los problemas que ya lo tenían desbordado sin una inversión en salud en gran escala y urgente? A las interminables esperas y pésimas condiciones que nuestros hospitales arrastran desde hace muchos años, y que vienen empeorando, y conjuntamente al vaciamiento del sistema de atención primaria, se le suman un nuevo brote de sarampión y una propagación muy veloz del dengue. Así “esperamos” al coronavirus.
La respuesta inmediata
La discusión sobre la salud con una mirada colectiva en torno a esta pandemia requiere que el Estado asuma responsabilidades y el pueblo participe de las mismas en torno a dos ejes básicos: la prevención y la respuesta. Entendemos que las respuestas que se están dando en nuestro país son tempranas a diferencia de las que se dieron en el resto del mundo y que nos encontramos con dispositivos de salud “privilegiados” en comparación con la situación regional, que deben ser aprovechados para las medidas que deben tomarse.
Como primera medida proponemos: habría que suspender el pago de los servicios básicos hasta que la emergencia sanitaria termine, acompañada de una asignación salarial universal para todxs aquellxs que se encuentran con ingresos menores al salario mínimo vital y móvil.
Se debe reforzar desde el Estado las tareas que comprenden la reproducción social de la clase trabajadora, tanto dentro del hogar como los comedores territoriales y demás instancias que se han sostenido para solventar la vida de lxs hijxs de la clase trabajadora.
El aislamiento bajo vigilancia epidemiológica estatal de quienes han viajado a los países foco, en hoteles equipados y acondicionados para el aislamiento, con acompañamiento médico para la detección temprana del virus. Esta medida urgente que ha sido de gran utilidad en países como Cuba debe ser ejemplo. Quienes han viajado no pueden ser responsables individualmente de su estado de salud, sino que deben ser acompañadxs por el sistema público de sanidad.
A la par, nuestro país cuenta con una gran red de servicios locales y comunitarios de atención que debido a la falta de insumos están siendo desaprovechados para el asesoramiento territorial a trabajadorxs expuestxs a la pandemia. Necesitamos un refuerzo en infraestructura y mejoras en las condiciones edilicias y laborales de todxs lxs trabajdorxs públicos de salud.
Esta última medida debe plantearse de acción inmediata para que en el corto plazo, proyectando el crecimiento de la enfermedad, nos encontremos con un sistema acondicionado capaz de dar respuestas a toda la población, contemplando las diversas realidades en todo el territorio.
Hacia un sistema complejo de salud colectiva
Como venimos desarrollando, la actual crisis por el coronavirus ha desnudado la compleja situación sanitaria a la que nos ha llevado el capitalismo extractivista, que ha dejado a una gran parte de la población en el hacinamiento y la pobreza extrema, caldo de cultivo de todas las enfermedades, mientras que una minoría disfruta del turismo y se ahoga en el consumo de fármacos que poco tienen que ver con la prevención o la atención integral de la salud. Debemos agregar que el COVID-19 no es el primer virus que se expande rápidamente por varios países en el siglo XXI, poniendo en crisis los sistemas sanitarios. Ya han pasado el SARS (2002-2003), la gripe porcina H1N1 (2009), el MERS (2012), el ébola (2014-2016), el zica (2015) y el dengue (2016). Ante cada episodio los gobiernos nos presentan la situación como una catástrofe inevitable y sorpresiva, en la que a ellos sólo les toca comandar la emergencia. Eso no es cierto. Pasada la pandemia, si se mantiene la lógica que hasta ahora ha prevalecido, es poco probable que los gobiernos destinen los recursos necesarios para fortalecer los sistemas de salud públicos si la lucha popular no se los impone.
El paradigma cubano
Luego de la revolución cubana en 1959, el país llevó adelante una de las más grandes expropiaciones al capital privado nacional e internacional de la historia de occidente, e impulsó a partir de ello un financiamiento rígido y sostenido al sistema educativo, sanitario y científico de la isla. Esto produjo que en los últimos diez años hayan llegado a niveles reconocidos mundialmente de alfabetización, salud integral y avances en la producción científica de tratamientos como el de VIH/SIDA y el cáncer.
En la actual coyuntura el sistema médico cubano ha tomado medidas de protección al interior de la isla y en solidaridad con todos los países afectados que soliciten su apoyo.
La masividad en la producción del medicamento cubano Interferon Alfa 2B para el reforzamiento del sistema inmunológico de lxs infectadxs, al igual que el envío internacional de miles de profesionales de la salud cubanxs en las brigadas solidarias han sido políticas impulsadas por el principal proceso revolucionario que se mantiene en pie en América Latina.
Su sistema de salud incluye además de Hospitales Generales, centros de salud territoriales con 19 especialidades y equipamiento de alta complejidad, desde una lógica de prevención y participación activa de la población.
Es este equipamiento y esta ponderación al sistema de salud público y colectivo de la isla el que permite que la organización ante la pandemia parta de la acción de promoción, educación y diagnóstico temprano.
Como primera medida lxs cubanos organizaron capacitaciones para todxs lxs trabajadores del sistema de salud, sumando a ellxs 28 mil estudiantes avanzadxs de la carrera de ciencias médicas, siendo su participación obligatoria para nacidxs en cuba, y voluntaria para la decena de miles de estudiantes extranjerxs que deciden formarse en Cuba.
Luego de ello se procedió a la identificación de la etapa de prevención en la que se encuentra la pandemia en la isla y no de transmisión como ocurre en los países más afectados. Por ello se dispusieron hoteles rápidamente equipados con instrumentos y personal calificado para el aislamiento bajo vigilancia epidemiológica de todxs lxs turistas y quienes han viajado a los países foco. Lxs once diagnósticadxs positivxs de la isla fueron detectadxs a tiempo en dichos hoteles, con personal de acompañamiento y tratamiento rápido para lxs mismxs.
A su vez, lxs 28 mil estudiantes de las brigadas solidarias han realizado relevamientos a un millón de personas por día, equipados por el Estado y por los centros comunitarios territoriales. Con todo este recorrido y de acuerdo con el ejemplo cubano, sostenemos que no solo es posible sacar a la salud pública de las manos del mercado y el lucro, sino que es imprescindible.
Del combate a la pandemia a la lucha por una nueva sociedad
La promoción y prevención, atención primaria y la solidaridad deben ser los pilares de nuestra salud pública. Pero eso significa la disposición política de enfrentar a los grandes laboratorios y empresas farmacéuticas y al amplio aparato de clínicas y atención privada. La lógica del capitalismo es contraria a cualquier posibilidad de resolución integral de la crisis sanitaria y económica que disparó el coronavirus a nivel mundial, porque implica en sí misma la elección del bienestar de algunxs por sobre el de otrxs.
Como revolucionarixs entendemos que en el marco de esta pandemia urge luchar por la vida de todxs y no sólo de unxs pocxs, contra el capitalismo patriarcal y racista que nos selecciona para la extinción o la supervivencia, y por la construcción de un proyecto de la clase trabajadora que rompa con la mercantilización de nuestras vidas y produzca relaciones, estilos de vida y ambientes saludables para todo el pueblo.
La salida de la pandemia debe ser un puntapié para cuestionar las prioridades del gasto público, rever los sistemas de atención y protección estatales. Nuestro país ha podido conquistar derechos y avances siempre que se ha organizado y luchado. Es prioritario que esta crisis nos encuentre solidarixs y hermanadxs a quienes más sufren y enfrentadxs a quienes niegan constantemente una vida digna a lxs trabajadorxs.