por Guillermo Almeyra
Trataré de ser telegráfico, para que estas notas sean más cortas.
Lo fundamental, determinante, es lo que sucede a nivel mundial y no el posicionamiento de los diversos grupos del establishment y la lucha entre los diversos sectores políticos de las clases dominantes o un proceso electoral que, por importante que puedan ser sus consecuencias, no tiene como actores principales, ni de lejos, a los trabajadores y los sectores democráticos de la sociedad.
Por eso el silencio del FIT como tal ante las amenazas estadounidenses a Venezuela no sólo es indicio de su sectarismo ante los gobiernos capitalistas no sometidos a Estados Unidos sino también de una visión estrechamente regionalista y puramente electoral que no tiene en cuenta ni los intereses que dice defender ni los efectos de los acontecimientos mundiales en todos los aspectos de la lucha de clases (incluyendo los electorales) ni, sobre todo, la necesidad de seguir de cerca la evolución de la subjetividad de los oprimidos y explotados. Porque la única salida no es forzosamente el desarrollo de la izquierda ni su triunfo es supuestamente inevitable. Del curso internacional depende si, en lo inmediato, que no retrocedamos aún más hacia un siglo XIX con tecnología y catástrofes ecológicas, además de la superexplotación de las masas políticamente sometidas y desorganizadas. Hay que contar con el optimismo de la voluntad pero no abandonar el pesimismo de la inteligencia (Sorel) para evitar el autismo y la ceguera política.
Maduro se apoya en las fuerzas armadas, la institución más conservadora del Estado capitalista y que en su seno está llena de agentes del imperialismo y de la oligarquía. Se apoya en Cabello y la boliburguesía y en la burocracia conservadora, cómplices en la profundización del desastre. Trató de impedir una conferencia pública de Marea Socialista, que milita en la izquierda del PSUV y toda manifestación independiente de los trabajadores y de sus organizaciones. Ideológicamente, no va más allá de una mezcla del socialcristianismo con el stalinismo. Pero los ataques imperialistas no están dirigidos contra Maduro sino contra todos los progresos realizados por Venezuela con el movimiento que llevó al gobierno a Chávez, y también contra todos los gobiernos “progresistas” de la región. La acción del imperialismo yanqui prepara la guerra contra Rusia y China, países que son imperialistas pero, a la vez, un obstáculo – por el control burocrático de las oligarquías locales- para el capital financiero internacional.
La limitada reanimación de la economía de EE.UU y de la UE y Japón, obtenida con la reducción de los salarios al extremo, el desastre ambiental y la explotación de los países dependientes, y el debilitamiento de Rusia, Irán y China como efecto de la crisis petrolera y del consumo mundial favorecen en lo inmediato las aventuras bélicas y las provocaciones (Ucrania, M.Oriente). Por eso hay que derrotar las amenazas imperialistas contra Venezuela, no contra Maduro, al mismo tiempo que con la crítica a éste y a los gobiernos similares, se hace avanzar una conciencia de clase independiente y anticapitalista mientras se los defiende como los bolcheviques “defendieron” a Kerensky.
En el marco de esta ofensiva mundial del capital figuran los golpes “blancos” o no en América del Sur (Brasil, Argentina, Venezuela) y las elecciones en Argentina en las que los diversos sectores de la burguesía intentan dirimir, con los trabajadores y la izquierda como convidados de piedra, quién y para quiénes dirigirá el país y cuál será el tipo de “relaciones carnales” con Washington.
La posición junto a Macri de la UCR ha aclarado mejor el panorama. Un sector (Moreau y otros, en Buenos Aires y Capital y en la Juventud Radical) seguirán probablemente una vía contraria, en un alianza llena de roces y contradicciones con el gobierno, que permanentemente les tiende puentes y presenta a Raúl Alfonsín como un sucesor de Yrigoyen, ese protoPerón según la Secretaría del Pensamiento Único. Ese sector neoforjista no es muy fuerte, pero puede incidir en la provincia de Buenos Aires, Otro sector, con Alfonsín hijo, mantendrá la candidatura de M.Stolbizer y también en la provincia de Buenos Aires, le quitará igualmente votos a Macri. En Mendoza, el radicalismo seguirá a Cobos en su oposición a Macri, pero lo hará golpeado por la posición nacional. Eso podría dejar algún margen para el FIT local, que aprovecharía el descontento de un ala más popular y tradicional del radicalismo y los efectos del vacío a la izquierda del kirchnerismo, debido al oportunismo de comunistas y socialistas y a la crisis y desprestigio del PJ.
Macri podría reforzar sus huestes en Santa Fe, Córdoba, la provincia de Buenos Aires y en Corrientes y la C.Federal, pero en ésta última el apoyo de Carrió a Gabriela Michetti en las PASO hace peligrar el aparato clientelar y punteril peronista-macrista que sigue a Rodríguez Larreta y, por consiguiente, puede costarle votos a Macri mismo.
Al mismo tiempo, la liquefacción del centroizquierda saca del camino a Solanas, Lozano y Cía y podría estrechar el electorado de Zamora y similares. Porque el efecto de la polarización Macri-Scioli también debilita mucho a Massa y la derecha clásica peronista, que podría volver al redil del PJ y, al mismo tiempo, potencia un voto conservador, “útil”. O sea quienes no quieren a Scioli por derechista pero temen que pueda ganar electoralmente la extrema derecha , para evitar pasar de la sartén a las brasas, dejarían de lado sentimientos e ideas para concentrarse en torno al candidato antimacrista con más posibilidad, o sea, el del PJ.
A mi juicio ese proceso de conservación, ese voto polarizado, reduciría el caudal del FIT entre los que, sin ser trotskistas, le daban su voto de lucha y de protesta a sabiendas de que, cuando mucho, podría lograr algún diputado más y, por lo tanto, favorecería al candidato oficial. No está excluido, además, que los kirchneristas no traten de formar un bloque semiindependiente dentro del bloque del FpV, dándole un puesto importante (y la inmunidad) a CFK y una serie de bancas a La Cámpora.
Una conclusión lógica para el FIT y para la izquierda que le dará sus votos es la necesidad de insistir menos en el aspecto meramente electoral (un voto a trabajadores, un voto de protesta, un voto por reivindicaciones) y reforzar en cambio lo que está poco presente en la campaña electoral: desarrollo directo de organismos de poder popular, supresión de los organismos represivos del Estado (Inteligencia, por ejemplo, infiltrados por el imperialismo), desarrollo de la discusión de planes obreros regionales de reordenamiento del territorio y de la economía, etc.