ANNA COLIN LEBDEBEV
Lunes 5 de mayo de 2014
¿Quiénes son? ¿Qué quieren? Separatistas, prorrusos, proucranianos, Maidán, Antimaidán, “hombrecillos verdes”, ultranacionalistas, fuerzas de autodefensa, manifestantes… ¿Quién empuña las armas, en nombre de quién y por qué? Para quienes no viven allí, la situación en Ucrania se entiende cada vez menos, sobre todo cuando las categorías utilizadas, muy políticas, no ayudan a poner las cosas en claro.
Así, los observadores tienen a menudo dificultades para distanciarse críticamente de la idea de una “población rusa de Ucrania” que esgrime el gobierno de Rusia para justificar una eventual intervención. Se confunde fácilmente entre rusos y rusófonos y se achaca abusivamente a la lengua la responsabilidad de una división social. Si la actitud de Rusia transforma hoy la crisis ucraniana en una confrontación internacional, en el interior del país el antagonismo es en gran parte social y económico.
La propaganda y contrapropaganda que filtran la información en uno y otro lado siguen sembrando la confusión. La desinformación alcanza un grado inédito en Rusia. Así, los corresponsales franceses presentes en Donetsk el pasado lunes 28 de abril, describen en Le Monde (bajo el título de “En el este de Ucrania, los manifestantes ceden la calle a los matones”) una manifestación proucraniana violentamente atacada por un centenar de hombres armados prorrusos. Ese mismo día, la agencia rusa Itar Tass presenta ese mismo suceso como una manifestación prorrusa atacada por neonazis favorables al poder de Kiev.
A mí, que en este momento no estoy allí, también me resulta difícil hablar con plena certeza. Sin embargo, la distancia forzada me induce a reflexionar sobre la naturaleza de los dos levantamientos: el de Maidán, hace algunos meses, y el del este de Ucrania actualmente. La revolución de Kiev del invierno de 2013-2014 y los movimientos de protesta actuales en el este de Ucrania tienen un origen común: la desconfianza generalizada con respecto al Estado ucraniano tal como ha funcionado desde el hundimiento de la URSS. Estas dos revoluciones antagonistas no parecen ser revoluciones gemelas: cada una tiene su enemigo y su proyecto y mira en direcciones opuestas.
En diciembre de 2013, el movimiento de protesta en Kiev se estructuró en torno al rechazo de un Estado corrupto y oligárquico. En su búsqueda de una sociedad más justa, Maidán mira al oeste, viendo en Europa occidental un modelo de funcionamiento político y un baluarte contra el enemigo. Contrariamente a lo que se ha podido decir, el enemigo de Maidán no es Rusia, sino la Unión Soviética. Más exactamente, la movilización en Kiev rechazaba un funcionamiento político heredado de la URSS, con el dominio del “gran hermano” sobre los países satélites, un partido gubernamental que distribuye los beneficios entre los fieles y la marginación de las demás fuerzas sociales/1.
A partir del mes de marzo de 2013, las manifestaciones de descontento que se producen en el este del país se basan en el mismo malestar de fondo: un Estado corrupto, una crisis económica que devasta la región, y además con la sensación de ser los olvidados de la historia. Una parte de la población del este se sintió excluida de Maidán, incluso amenazada por el nuevo gobierno. Esta sensación de amenaza es obra de la propaganda rusa que trata de demonizar la revolución de Kiev; a su vez, el gobierno de Kiev no ha hecho gran cosa por tranquilizar al conjunto de los ciudadanos. Al igual que en Kiev, los descontentos del este han buscado un aliado con el que poder aspirar a una vida mejor. No tardó en encontrarlo, justo al otro lado de la frontera, con los brazos bien abiertos y promesas de justicia y mejores salarios: Rusia. En la región oriental de Ucrania, y sobre todo en las zonas golpeadas por la desaparición del tejido industrial soviético, el recuerdo de la URSS se asocia a la prosperidad y a la gloria. Si se considera que el Estado ucraniano es el responsable de la decadencia, el Estado ruso puede aparecer como un potente salvador.
Si las dos revueltas tienen las mismas raíces, las personas que las apoyan tienen un perfil social muy diferente. La revolución de Kiev estuvo basada en gran parte en capas urbanas, “letradas”, internacionalizadas, así como en cierto número de empresarios privados. La revuelta independentista en el este del país se apoya en personas modestas y más que modestas, así como en cierto número de elites administrativas. Aunque esta revuelta esté encuadrada por grupos de hombres armados profesionales, que se dice que son rusos –los famosos “hombrecillos verdes”–, lo cierto es que goza de la adhesión sincera de una parte limitada de la población, desfavorecida y en muchos casos aislada, que nutre su visión del mundo en lo esencial de los programas televisivos. Por cierto que en muchos casos se trata de la televisión rusa, que puede verse en toda Ucrania.
¿Una revolución de los ricos contra una revolución de los pobres? Ni mucho menos, pero la diferencia de base social es llamativa. Las “dos Ucranias” no son la que habla ucraniano contra la que habla ruso, sino la de los integrados y la de los marginados, a veces impulsadas por dinámicas de desprecio u hostilidad. Maidán, que supo movilizar a las capas “letradas” de las grandes ciudades del país con una fuerza impresionante, no logró hacerse comprender en los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Tal vez se haya dejado engañar por la imagen de una región oriental apática que siempre se contentaba con seguir al centro. Peor aún, el derrocamiento de un poder político parece haber provocado la destrucción de un Estado construido sobre la base de fidelidades clientelares. Además, el poder de Kiev no ha sabido dirigirse a las fuerzas armadas con órdenes claras, acantonándolas en una acción antiterrorista difícil de entender, de manera que estas fuerzas también han escapado a su control.
El Estado ha desaparecido del este del país, como constatan los corresponsales presentes en la región. El juego está ahora en manos de otros grupos, lo que hace que la situación sea todavía más explosiva. A escala local se organizan grupos armados más o menos privados, tanto en el bando proucraniano como en el independentista. Los primeros pretenden acabar con las bandas armadas que asedian las instituciones públicas y causan disturbios. Para los segundos se trata de crear la imagen de una población movilizada contra el poder de Kiev y de obtener el apoyo de Rusia. Estos grupos serán todavía más difíciles de calificar y de describir que las fuerzas actualmente en liza, y sin duda actuarán al margen de la ley. Esta vez, el Estado está efectivamente al borde de una guerra civil, pese a que un sondeo reciente/2 confirma que una mayoría de ucranianos de esta región se oponen a las acciones de los independentistas y a una eventual intervención militar de Rusia.
Si acaba estallando esta guerra civil, la base común de los movimientos de protesta de Kiev y del este carecerá de importancia. Los ucranianos ya no tendrán ninguna oportunidad de tomar conciencia de que lo que les une en la protesta es sin duda más que lo que les separa.
30/04/2014
http://www.cercec.fr/anna-colin.html
Traducción: VIENTO SUR
Notas:
1/ Con respecto a la “otra Ucrania” que no se lanzó a las barricadas se puede leer el siguiente artículo del 26/02/2014 en: http://blogs.mediapart.fr/blog/anna…
2/ Véase: http://zn.ua/UKRAINE/mneniya-i-vzgl…