aumento ya

Aunque el Día del periodista se celebra en nuestro país el 7 de junio, en memoria de la fundación de la Gazeta de Buenos Ayres por Mariano Moreno en 1810, a nivel internacional se conmemora el 8 de septiembre, recordando que fue el día en que el régimen nazi ejecutó al periodista checo Julius Fucik, en 1943. Hoy retomamos la efeméride para visibilizar la difícil situación que están atravesando decenas de miles de trabajadores del sector, con la mayoría de sus salarios por debajo de la línea de pobreza y brutales condiciones de precarización.

La labor periodística salió de la gestión cambiemita muy golpeada, con miles de despidos y el cierre de decenas de medios (revistas, diarios y radios, sobre todo). Un relevamiento del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) sobre la situación laboral en medios de la Ciudad, confirmó la pérdida de 3127 puestos de trabajo sólo entre 2016 y el último año de gestión macrista. Tal vez el caso con más repercusión fue el de los 354 despidos de la Agencia Télam decididos por el ex titular del Sistema de Medios Públicos Hernán Lombardi. A nivel nacional, en estimaciones conservadoras, el número se eleva a 4500, lo que implica un brutal 30% de los puestos de trabajo bajo convenio colectivo. A esta cifra hay que sumar cientos o miles de desvinculaciones de periodistas en condiciones de precariedad total, con situaciones laborales absolutamente irregulares o de encubrimiento de la relación de dependencia por la vía de la facturación como monotributista. La estrategia de presentar a trabajadorxs fijos, que cumplen horarios y tienen exigencias como el resto de lxs periodistas pero aparecen como “colaboradorxs eventuales” a los que se puede desvincular sin indemnización alguna, está absolutamente difundida en el sector y la aplican todos los grandes medios.

Además de la predecible voracidad patronal, la situación ha podido llegar a estos niveles de precarización por unos inéditos niveles de complicidad gremial, ya que la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), es un gremio absolutamente vacío, un clásico “sello de goma” que se sostiene gracias a que responde puntualmente a los intereses empresariales. Por supuesto, los sucesivos gobiernos nacionales, cuya relación con los medios de comunicación es interesada y directa, vienen avalando esta dinámica, sosteniendo a un gremio sin ninguna representatividad (cuya dirección se confirma con elecciones marginales, con participación del 20% de los padrones y plenas de irregularidades, con votos de muertxs y medios web fantasmas) como el único autorizado para participar en las paritarias y dejando fuera de las mismas a organizaciones democráticas y combativas como el mencionado Sipreba, que hoy dirige comisiones internas en la mayoría de los medios. Además, en el mundillo periodístico son conocidas las agresiones de patotas del gremio a distintos periodistas críticos  Pero UTPBA es sostenido porque garantiza el cierre sistemático de paritarias a la baja, contribuyendo a demoler el poder adquisitivo de lxs trabajadorxs del sector.

La lucha sindical periodística tiene, además, una histórica contra para visibilizar sus reclamos ya que los grandes medios, independientemente de su línea periodística, sostienen el acuerdo implícito de no difundir los reclamos gremiales en su competencia, apostando a la devolución de favores cuándo el reclamo sea de sus propios trabajadores. Así, por los grandes medios podemos enterarnos cada tanto de los reclamos de algún sindicato en particular, pero jamás veremos una noticia vinculada con una lucha periodística. Un acuerdo patronal sin fisuras, que sólo deja como canal para la difusión a los medios independientes y autogestionados.

Como mencionábamos, la estrategia de precarización hacia el sector no hace demasiados distingos partidarios ya que si bien alcanzó un punto álgido en el macrismo no se pueden señalar cambios de fondo en el actual Gobierno. Ambos tienen intereses y vínculos directos con los medios, entendiendo la centralidad que cobran los medios de comunicación en el ecosistema político actual. Es cierto que el macrismo pudo contar con el alineamiento sin fisuras de los llamados “medios hegemónicos”, pero no debemos olvidar que inicialmente el Grupo Clarín estuvo lejos de adoptar una posición opositora respecto del primer kirchnerismo, que se apoyó en su influencia y lo ayudó a crecer autorizando la fusión Multicanal-Cablevisión en 2007.

Hoy, aunque las críticas a los medios son constantes, las millonarias pautas oficiales a diarios y canales opositores se mantienen, con algunos pequeños cambios en la parte inferior de las tablas. Durante 2020 el estado invirtió 4.704 millones de pesos en publicidad oficial en más de 2.000 medios de todo el país. Por supuesto que el reparto fue muy desigual: Telefé recibió 227 millones de pesos de pauta, El Trece 215 millones, América 194, El Nueve 128 y la TV Pública 63. En cable, el más favorecido fue C5N, con 120 millones, seguido por Crónica (107m), TN (98m), Canal 26 (57m), A24 (51m) y LN+ (18m). Recordemos que, según recientes denuncias, el propio Mauricio Macri compró una importante parte de este canal, con unos retornos garantizados. En diarios, la mayor parte del dinero va a Clarín (131 millones), seguido por La Nación (120m), Crónica (93m), P/12 (93m), Diario Popular (89m), Ámbito Financiero (66m), Infobae (63m), El Cronista (58m), Perfil (45m), El destape web (31m). También reciben pautas millonarias Minuto Uno, BigBang News, Tiempo Argentino, La Política Online y El cohete a la luna. El ecosistema mediático se mantiene, aunque bajando la participación de blogs como los de Luis Novaresio o de María Laura Oliván (famosos porque durante el macrismo recibían millones a pesar de tener unas pocas decenas de visitas diarias), para favorecer a plumas más amigables con la actual gestión.

En cualquier caso, las políticas de todas estas grandes patronales que se benefician con millones de pauta oficial son indiferenciables en cuanto a la apuesta por una creciente precarización de sus trabajadores, una tendencia que además se vio favorecida por el home office de la pandemia, con periodistas produciendo contenidos por monedas, escribiendo, editando, corrigiendo y subiendo notas, todo por el mismo precio. Esta violenta precarización laboral (con medios web que exigen la producción de una docena de notas por periodista por turno, por ejemplo, lo que por supuesto obliga a un copiado y pegado sin chequeo alguno) tiene impacto directo en una notoria pérdida de calidad que se hace evidente en una prensa escrita (impresa o web) donde la ausencia de editores y correctores genera errores constantes. Por no hablar de la confiabilidad de las noticias, que está en última prioridad para las empresas, más preocupadas por el título ganchero para vender la revista o para generar el click que por ofrecer novedades chequeadas seriamente, lo que se supone que debería ser la premisa de cualquier iniciativa periodística respetable.

Esta lógica nefasta a veces es explicitada con cínica claridad por personajes como el dueño de Perfil Jorge Fontevecchia, que en una reciente entrevista, publicada en el número 47 de la revista Crisis, ante la consulta de si se podía hacer una empresa de medios con periodistas precarizados sostuvo que “el periodismo va a ser una actividad para personas con vocación”. Lejos de cualquier autocrítica por pagar sueldos por debajo de la línea de pobreza (lo que viene generando sucesivas medidas de fuerzas de sus trabajadores en los últimos meses), el empresario reivindicó la estrategia como un aporte a la profesión: “Probablemente en la segunda mitad del siglo XX, trabajar de periodista era atractivo incluso para personas que buscaban progreso económico; hoy dejó de serlo y se parece más a un profesor universitario o a un médico de hospital. Porqué la sociedad retribuye así a esas profesiones es una discusión de otro orden, pero evidentemente hay personas que están dispuestas aunque serían mucho mejor remunerados en actividades privadas. A lo mejor para el periodismo eso puede significar una mejora, en el sentido de que aumente el nivel de compromiso y deje afuera a quienes sólo quieren maximizar su beneficio”. Es decir, que sólo se dedique al periodismo quien tenga vocación (y otra fuente de ingresos que le permita subsistir). Más claro, imposible.

Aunque la línea periodística de Página 12 pueda ubicarse en las antípodas de la de Clarín, La Nación o Perfil, la estrategia del dueño del grupo empresario para sus trabajadores es idéntica, lo que ha llevando a paros de hasta una semana en la redacción del diario en los últimos meses. En 2016, P/12 pasó a ser parte del multimedio del grupo Octubre, propiedad del dirigente del PJ porteño Víctor Santa María, que escaló al poder político y mediático desde su cargo hereditario en el gremio de los encargados de edificios SUTERH, llegando a tener un bloque de fieles diputados en la Legislatura porteña, con el que negoció importantes acuerdos primero con Mauricio Macri y luego con Horacio Rodríguez Larreta.

En ese recorrido salpicado de polémicas y escándalos que siempre logró mantener en sordina, Santa María logró hacerse con el control de Sportivo Barracas, del Centro Cultural Caras y Caretas (con su teatro), la Universidad Metropolitana de la Empresa (UMET, que también tiene sala de teatro) de cuya gestión salió el actual ministro de Educación Nicolás Trota, el Instituto Superior Octubre, la Editorial Octubre, el portal Latinoamérica Piensa y la productora de cine FilmarFondeart. En cuanto a medios, estrictamente hablando, podemos contar, además de Página, a Diario Z, la revista Caras y Caretas y la revista El planeta Urbano; el canal televisivo El Nueve, el flamante Información Periodística y la plataforma on demand Octubre TV; las radios AM750 (donde se denunció el despido arbitrario de una periodista), FM Blackie 89.1, FM MR 94.7, FM Aspen 102.3 y FM Like 97.1. Nada mal.

Además de seguir siendo una figura clave en el armado del peronismo porteño, capaz de garantizar la segunda candidatura expectable en Ciudad para su pareja Gisella Marziotta, el poder de Santa María se extiende a la esfera nacional, donde logró colocar al ex CEO del Grupo Octubre Francisco “Pancho” Meritello (que además es cuñado del Secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Béliz) en el puesto clave de Secretario de Medios. Tener a tu ex mano derecha cortando el bacalao de la pauta siempre es una buena idea para maximizar beneficios. La crucial Secretaría de Medios estuvo ocupada durante el gobierno de Néstor Kirchner por el polémico multimillonario José “Pepe” Albistur, actual esposo de la principal candidata bonaerense Victoria Tolosa Paz e íntimo del presidente Alberto Fernández. Está claro que hay beneficios en el negocio periodístico y publicitario, sólo que no para sus trabajadorxs.

Así, mientras las empresas siguen recibiendo millones, buena parte de ellos desde el Estado, la situación de lxs trabajadorxs del sector es dramática. Ya hablamos de los reclamos que se vienen sucediendo en las redacciones de medios de la Ciudad como Perfil y Página 12, a los que podemos sumar Diario Popular y El Cronista, entre otros, pero la situación es similar en todo el país. Los reclamos son comunes también a los medios públicos, que en los últimos meses han atravesado conflictos similares. Este lunes la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (Fatpren) llevó adelante un paro de 24 horas a nivel nacional en el marco de la disputa paritaria con la cámara empresaria ADIRA, que agrupa a los principales diarios de la mayoría de las provincias. Ante la intransigencia patronal para negociar salarios dignos, la Federación convoca a una nueva medida de fuerza para este jueves 9 (en Ciudad el Sipreba también exige la reapertura de paritarias con la presencia del gremio, lo que hasta el momento viene siendo rechazado).

Sólo la organización y la participación activa de lxs verdaderxs protagonistas de la labor periodística puede hacer cambiar este esquema que sólo beneficia a un puñado de empresarios millonarios, incluidos aquellos que hipócritamente se presentan como aliados de un proyecto político para las grandes mayorías pero que en los medios que dirigen reproducen las lógicas más antisindicales y precarizadoras. Organización, lucha y compromiso para que el periodismo vuelva a ser un trabajo digno y bien remunerado.