El autor, Samuel Johsua, fue militante de la LCR francesa hasta su disolución en el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista). Actualmente es parte de Ensemble! (Juntos), reagrupamiento de la izquierda radical dentro del Front de Gauche. El siguiente texto fue elaborado al calor de los debates teóricos e ideológicos que dieron nacimiento a Ensemble.
Samuel Johsua
Traducción de Jonathan Rocca Funes para Democracia Socialista
Advertencia
En el seno del reagrupamiento en curso en la izquierda radical [1] han surgido debates de fondo cuya importancia no puede ser subestimada, aunque ello no obstaculice en nada el trabajo común y la constitución de una formación común. Pero se hace en una cierta confusión, como es normal. Las líneas de reflexión no son siempre idénticas, las implícitas tampoco y aún menos las prioridades. Las palabras y los conceptos mismos no están siempre ligados a un sentido enteramente compartido. Aquello no anula en ningún caso la necesidad de estos debates, pero debe esperarse que una parte esté consagrada a la aclaración de malos entendidos. Es más fácil clasificando las cuestiones, aunque, como se sabe, esta repartición ya compromete, a veces, el debate de fondo mismo.
Diversas contribuciones se produjeron sobre “la forma partido”, el sentido general de lo que se llama “combate político”. Y también otro debate surgió a partir de la discusión del concepto de “ecosocialismo”. De ahí se desprende un debate sobre el socialismo mismo (y sus relaciones con el comunismo)… Y en fin, lógicamente, un debate sobre la extinción del Estado que acompaña (o no) la desaparición de las clases antagónicas después del capitalismo. En esta nota, sostengo tesis condensadas para retomar el debate sobre estas dos últimas cuestiones solamente, sea la transición socialista y la cuestión del Estado. Para no sobrecargar, no haré referencia explícita a ningún autor contemporáneo, que todos/as los/as camaradas concernidos/as me perdonen. Aunque, evidentemente, es con ellos/ellas y/o contra ellos/ellas que mis propias posiciones se forjaron y evolucionan. Este texto no tiene por tanto el carácter de un artículo de referencia, como se acostumbra en los debates universitarios. Intento aligerar al máximo. En estas condiciones, algunas de las opciones planteadas permanecen quizás un poco especulativas, pero el debate futuro ayudará a equilibrar las cosas.
1-Como dice Wittgenstein, “…de lo que no se puede hablar, es mejor callar”. En buena lógica materialista, el ser social determina la conciencia; la del comunismo, o se encuentra ya ante nuestros ojos, o no existe, o bien se encuentra bajo la forma de la pura especulación. No se puede describir simplemente el comunismo plenamente desarrollado si el ser social que se le corresponde aún no existe. Es por tanto en la sociedad actual, en sus fundamentos generales (“objetivos”) como en nuestras luchas y esperanzas de hoy día que hace falta poder encontrar las huellas de lo que podría desarrollarse una vez el capitalismo barrido. Todas las cuestiones del comunismo (todas aquellas a las cuales podemos acceder) están ya desplegadas ante nuestros ojos. Teniendo en cuenta además nuestras experiencias pasadas (dramáticas) conducidas en su nombre. Según una fórmula que a veces utilizo, el comunismo “no es complicado”. Hay que extraer todo lo que hoy día yace de él, así como sus potencialidades [2]. Pero la inversa de esto es que tampoco hay que imaginar que el conjunto de los problemas localizables de hoy para la vida en sociedad serán resueltos como por arte de magia. Dicho de otra manera, no hay que volver la cuestión insoluble llevándola a una sociedad ideal y a un ilusorio “hombre nuevo”.
Los regímenes de propiedad
2-En la transición socialista, debemos proyectar la cohabitación de varios regímenes de propiedad jurídica. Ciertamente, el socialismo es (al menos) “la propiedad colectiva de los grandes medios de producción y de intercambio”. Pero quien dice “grandes” medios de producción deja entender que hay otros. ¿Cuáles? ¿Con qué relaciones entre los regímenes de propiedad que dependen de ellos?
A menos que se tenga una visión extrema (como hace poco en Cuba o en la China de Mao), todo no puede depender de la propiedad del Estado. Se pueden distinguir cuatro formas de propiedad (al menos).
3-La propiedad del Estado (o, cuando la cuestión se plantee, europea). Ella va a concentrar lo esencial en lo que respecta a los “grandes medios”. Ella incluirá ciertamente la de la finanza, convertida en propiedad pública, sin ninguna posibilidad de puesta en competencia (y por lo tanto, de beneficio asociado). Ciertos autores distinguen luego las “grandes redes” que serían del Estado (energía, transportes, correo, etc…) de aquellas que no dependerían de él. Esto es una indicación, pero insuficiente. En una perspectiva ecosocialista, se puede (se debe) proyectar propiedades que gestionen la energía a nivel local. Lo mismo para la gestión del agua. ¿A qué nivel ubicar la salud y la educación, el libro, el cine, la cultura? ¿Por qué grandes estructuras industriales (por ejemplo de escala nacional o europea) no estarían bajo la propiedad del Estado? El debate no soporta a priori evidente (salvo para la finanza). Pero este nivel de la propiedad del Estado es desde luego decisivo.
4-E insuficiente. El segundo nivel, también dependiente de la propiedad pública, es el de las colectividades locales (en nuestro país, por ejemplo, Regiones, Comunas; en otros países, el de los Estados federados). Muchos autores consideran así que lo esencial de las estructuras de gestión del agua (aparte de las grandes obras) deben depender de este nivel. Según la historia propia de cada país, los contenidos de la escuela son, por ejemplo, o bien de nivel nacional (es la batalla constante de la izquierda en Francia, al menos de la gran mayoría, aunque haya planificaciones proyectadas), o bien de “Estados” en los países federales, o bien, a veces, como en los Estados Unidos para la enseñanza primaria, de nivel comunal. Ello implica concepciones diferentes de la función y de la naturaleza de la educación. Desde el punto de vista del pensamiento educativo hay puntos positivos y negativos en cada caso. Aquí entonces, no demasiado a priori. Hay teóricamente la propiedad pública del Estado y la de las colectividades públicas más pequeñas. La elección precisa es asunto de tradición, también de debate y de elecciones políticas, las cuales además, no tienen ninguna razón de ser planteadas de una vez por todas.
5-El quinto nivel es el de la empresa colectiva privada (autogestionada en sentido restringido). Las cooperativas forman parte de él. Se conocen desde hace mucho tiempo sus ventajas: disminución de la burocracia, mayor compromiso de los productores y de las productoras. Los riesgos también: estas empresas se confrontan luego a un mercado potencialmente competitivo, reproduciendo ciertos mecanismos capitalistas y volviendo difícil una planificación generalizada. ¿Qué parte de la actividad general hace parte de ello? Aquí también, es cuestión de elecciones y debates. Pero la experiencia demuestra incontestablemente que cerrar esta vía es muy peligroso, desde el punto de vista de la fluidez de la producción así como de las capacidades de innovación Y también desde el punto de vista de la habilidad democrática. En particular cuando se toca la relación de los campesinos con los productos de la tierra y de la cría.
6-Si se habla de campesinado (numéricamente débil a partir de ahora en Francia, pero decisivo y aún masivo a escala mundial), se ve claro que las cooperativas no regulan todos los casos. Una parte de la propiedad será (y debe ser) de tipo pequeña propiedad individual (o familiar) [3]. Una gran parte del pequeño artesanado depende de ello. Ciertamente, la posibilidad de contar asalariados/as propiamente dichos en este caso deberá ser limitada. En qué medida, aquí también, a discusión.
7-Y hace falta agregar a estas cuatro formas de propiedad canónicas una forma de… no-propiedad, o de comunismo simple y puro. De hecho, está ya mucho más presente de lo que se piensa, incluso bajo el capitalismo (el cual no descansa en reducirla, saquearla, hacerla entrar en el dominio de los intercambios mercantiles). Una forma que depende ciertamente de una gestión democrática a imaginar, y sin ningún propietario jurídicamente localizable. Puede incluso ser universal. En principio, es hoy mismo el caso del aire, de los océanos (incluso si se retiran la parte dicha de las aguas territoriales), del espacio; pero también de las producciones intelectuales: ¿a quién pertenece una idea filosófica? ¿Un teorema matemático? ¿La descripción del genoma humano? A propósito, es conocida la batalla llevada por los capitalistas sobre el patentamiento: ¿hace falta delimitar un propietario determinado para un descubrimiento, una innovación, una receta tradicional, etc…?
Los Mercados
8-“Los” mercados, y no “el mercado”. Porque aquí también hay varios que no dependen para nada de las mismas características. “La propiedad colectiva de los grandes medios…” supone como lo he indicado aquí arriba la de la finanza. Esto al menos a escala nacional, en tanto que el socialismo no se extienda más allá. No hay más, entonces, mercado financiero propiamente dicho, no más bolsa de capitales, por ejemplo. Las asignaciones públicas (nacionales o locales) dependen del plan, las que se refieren a las otras formas de propiedad dependen de una política del crédito piloteada políticamente por este mismo plan y de negociaciones en cada caso. La transición socialista supone pues la extinción de este primer mercado, bajo reserva de los intercambios financieros internacionales mantenidos, o con el sistema que permanece capitalista, o bajo la forma de decisiones bi o multilaterales de cooperación. Pero el aspecto especulativo y competitivo desaparece.
9-El segundo mercado a considerar es el del empleo. En principio, la sociedad debería marchar hacia la abolición del asalariado, la cual supone la garantía absoluta del empleo así como el fin de la división entre responsables y mandados. La segunda parte de la cuestión depende en parte del problema de la apropiación social, que voy a abordar luego. Aquí considero la primera. En los sectores públicos, del Estado o locales, el estatus se asimila al de los funcionarios franceses actuales. No pueden ser despedidos en lo esencial y sus carreras descansan en gran parte en la vejez. Se puede entonces disociar el oficio y el empleo. Este último es garantizado aunque las funciones cambien y los oficios puedan incluso desaparecer. De este hecho, ellos se hallan fuera del “mercado de empleo”. Característica que, se sabe, hasta qué punto da rabia al patronato. Pero no solamente, la desigualdad respecto de esto es patente frente a otros/as trabajadores/as. En el sector autogestionado en sentido estricto (cooperativas), y aún más en la propiedad individual, la cuestión es más delicada. Por definición, no se puede excluir que estos sectores, que dependen en parte de la competencia, puedan quebrar. Del mismo modo que si, en el sector cooperativo, se puede esperar que la brecha entre las funciones de mando y las de ejecución sean reducidas, el lazo entre el empleo y el salario está inevitablemente ligado a la marcha de la empresa. Es un problema delicado que sólo se puede resolver (solamente en parte) aumentando la parte social garantizada: mínimos sociales elevados (ir hasta la “renta universal” es otra cuestión que dejo de lado), sistema de seguridad profesional que asegure la permanencia de una parte sustancial de los derechos adquiridos, en particular ligados a la vejez, derecho a la reconversión y a la formación con mantenimiento del salario, etc.
10-Queda además una cuestión de la más alta importancia, y que haría falta tratar en tanto tal. La del enlace de las elecciones individuales con el tipo de oficios socialmente determinados como indispensables (esto depende por lo tanto de la planificación global, aunque el dibujo sólo pueda ser trazado en grandes líneas). Defendemos encarnizadamente el derecho de cada uno/a a realizar sus potencialidades. Y es con razón. ¿Pero no es evidente que debería ir hasta la elección totalmente libre de elegir “su vía” y por lo tanto su oficio? ¿Y no es evidente que es socialmente imposible? Los oficios no son intercambiables, lo que permitiría una rotación acelerada en el curso de la vida. Es un problema mayor en el comienzo de lo que significa el fin de la división social del trabajo. O bien (esto es un punto común de todos los comunistas) se trata del fin de las clases (agregando aquí el fin, en las relaciones sociales de producción, de los efectos desiguales de la diferencia de los sexos). O bien concierne el trabajo concreto mismo, y es otro asunto. En La ideología alemana, Marx afirma en un párrafo célebre: “En la sociedad comunista, es lo contrario: nadie es encerrado en un círculo exclusivo de actividades y cada uno puede formarse en cualquier rama de su elección; es la sociedad que regula la producción general y que me permite así hacer hoy tal cosa, mañana tal otra, de cazar por la mañana, de pescar por la tarde, de ocuparme de la cría por la noche y de entregarme a la crítica después de la comida, según de qué tengo ganas, sin nunca convertirme en cazador, pescador, pastor o crítico”. No sé si los pastores estarán de acuerdo con esta supuesta facilidad de remplazarlos la noche oportuna. Pero sé que para los físicos de partículas será más complicado… Y que si debo hacer operar a mi hija, verificaré cuidadosamente que es efectivamente un/a cirujano/a quien oficia, y no un profesor de esquí [4].
11-No retomo aquí lo que defendí detenidamente en otros textos [5]. Se puede y se debe reducir el alcance de la dificultad por varias medidas simultáneas. La reducción drástica del tiempo de trabajo (lo que aumenta por ende el de la actividad “libre”, por lo tanto fuera de la planificación social, la cual se corresponde con el enfoque de Marx). Deben limitarse drásticamente las brechas salariales, brechas en gran parte ligadas a la consideración social atribuida a los diferentes oficios. Se debe instrumentalizar y socializar (y luego compartir) el máximo de tareas repetitivas y obligatorias hacia el modo de evolución de las tareas “domésticas” (que necesitan la igualdad hombres/mujeres para ser efectivamente realizadas). Sobre este último punto, la reflexión de Gorz siempre me pareció fundamental. Pero si todo esto reduce el alcance de la cuestión, no la anula.
12-Queda el mercado de bienes. Y de las mercancías, ya que una parte de la producción de la cual es difícil determinar la importancia numérica, estará fuera de la propiedad pública. Aunque no hace falta reducir esto a la única forma de propiedad jurídica, la comparación de los tiempos de trabajo incorporados en lo producido sólo puede pasar a su valor de intercambio a partir del momento en que los productos son creados por procesos privados e independientes. Así, no hay intercambio mercantil entre dos extremos de una cadena de producción (mismo propietario, y sobre todo, interdependencia absoluta de los actos productivos). Pero entre dos cooperativas, independientes pues y en la medida en que lo son, es el valor de cambio el que se impone además del valor de uso. Y que sólo puede compararse a posteriori a un mercado de bienes. Esto dicho, si el capitalismo necesita un mercado tal, éste existió antes que el capitalismo propiamente dicho y no le está enteramente ligado.
Toda la cuestión aquí es saber cómo impedir lo que Marx llamaba el retorno del “viejo barro”, dicho de otra manera, la acumulación capitalista y la dominación y la medida de los mecanismos mercantiles y competitivos. Cuestión que se había planteado con la NEP en la Rusia revolucionaria (en condiciones muchos más catastróficas, es verdad). Pero si estos peligros son inevitables, las medidas para contenerlos son conocidas y no tan complicadas. El control público del crédito es un arma masiva para orientar las actividades en función de las grandes elecciones del plan. Lo que puede combinarse con la promulgación de normas sociales y ambientales estrictas. Luego, la fiscalidad también permite impedir enriquecimientos demasiado masivos. Resta una cuestión complicada que es la de la transmisión por herencia de la propiedad de los (pequeños) medios de producción. En las medidas “inmediatas” listadas al final del Manifiesto de Marx y Engels, la supresión de la herencia es planteada en un lugar destacado. Y hay pruebas de que es este mecanismo el que termina por garantizar una acumulación de capital en pocas manos. Pero por un lado, hace falta poner sobre la balanza todas estas medidas de restricción y de confinamiento, y por el otro que esto podría conducir a la supresión de hecho de la disposición efectiva de esta propiedad privada (personal o colectiva). Sin contar los riesgos de arbitraje burocrático, pero aquí se toca una cuestión mucho más general.
De la socialización y del Estado
13-El carácter jurídico de la propiedad sólo regula una pequeña parte de la apropiación real. En la URSS estalinista, la propiedad era formalmente colectiva en lo esencial, pero los trabajadores eran privados en realidad de todo poder práctico sobre la producción, sus modalidades, sobre los procesos de trabajo concretos. Hace falta entonces imperativamente distinguir la propiedad jurídica de la posesión efectiva, que comprende el dominio concreto de estas relaciones sociales de producción. “¿Quién decide?” es una pregunta que no depende solamente de las formas de propiedad. Es una afirmación que puede ampliarse en su conjunto al problema que nos es planteado. Tomemos el ejemplo de la seguridad social en Francia. He aquí una institución que funciona casi por principio comunista en plena sociedad capitalista, (“a cada uno según sus necesidades”) y que por el momento queda prácticamente inmóvil a pesar de los severos golpes que le son dados permanentemente. Durante mucho tiempo no fue del todo gestionada por el Estado, sino por un sistema donde los sindicatos figuraban en buena posición. Pero se estaba lejos (muy lejos incluso) de la gestión directa de parte de los/las asegurados/as, de su “autogestión”. Un inmenso aparato intermediario vino a intercalarse entre los/las ciudadanos/as y las decisiones efectivas (el caso de la MNEF, supuestamente gestionada por los/las estudiantes mismos/as, está entre los más caricaturescos). Aquí también, aunque existen gradaciones y aún es justificado luchar contra las consecuencias de la evolución iniciada por las ordenanzas gaullistas, se está lejos de la proclamación legal de la posesión efectiva. Es por tanto una cuestión totalmente general sobre la cual hace falta interrogarse. La “socialización” se distingue de la estatización y de las formas equivalentes en que ella corresponde a la posesión real de parte del pueblo. De su calidad y de su profundidad dependen, en consecuencia, la realidad de la proclamación democrática misma. Y esto se extiende más allá de la producción de bienes y servicios, y concierne la producción social de todos los aspectos de la vida humana: “quién decide” el contenido de la producción, la manera de conducirla, el equilibrio ambiental, la afectación de los recursos (entre el consumo y la inversión, entre los sectores). Pero también, ¿quién define exactamente “las necesidades” (de hecho, históricamente determinadas y eminentemente variables)? ¿Quién define la Ciudad y más ampliamente la manera de vivir juntos?
14-La respuesta consiste en esto: esta decisión está o en las manos directas del pueblo, o en las de sus representantes debidamente controlados/as. El proceso democrático de esencia comunista es el que refuerza a la vez la gestión directa y el control, cuando la primera no es posible. Indicación sobre la posibilidad de que él mismo no es dado de una vez por todas, sino que es objeto de una reflexión constante. Es la combinación de dos niveles que hace falta construir y dominar. El principio de subsidiaridad tomado aisladamente no es efectivamente suficiente [6]. En general se olvida su fuente en la historia religiosa cristiana de los tiempos antiguos, y más cerca de nosotros, protestante y católica. En este último caso, el principio de subsidiaridad forma parte de la doctrina “social” de la Iglesia planteada en torno a la muy reaccionaria encíclica Rerum Novarum de León XIII. Esta reflexión está en el fundamento del federalismo alemán, de las diversas “descentralizaciones”, y, se lo olvida a menudo, que está oficialmente en la base del funcionamiento de la Unión europea. A la luz de este último caso, se ve entonces que el principio puede combinarse con los muy antidemocráticos procedimientos de esta institución. Porque lo que aquí domina, tal como en la tradición histórica real, diga lo que se diga, sufre de una doble tara. En primer lugar, la trayectoria es principalmente descendente (la cima concede a la base); en segundo lugar, y sobre todo, la base pierde lo esencial de su poder desde que pasa al nivel superior. La marcha del principio comunista es otro: una toma de poder constantemente ampliada desde abajo, imperativamente combinada con un control constante de la política desde arriba.
15-Lo que depende de la gestión directa desde abajo no está dado de una vez por todas. Pero si no queremos ilusionarnos con palabras, hacen falta condiciones, enlazadas entre ellas, de manera que la toma directa sea efectiva, no solamente proclamada. ¿Cuáles? Principalmente un espacio socio-geográfico dominable, un nivel de competencia efectivamente compartido, la necesidad percibida como explícita de esta toma directa, y en fin, las ganas de ésta. Condiciones ligadas. Se entiende bien que cuanto más pequeño es el espacio, más posible es el dominio. Pero para ciertos casos, el espacio puede también ser universal, como en el ejemplo de la elaboración y del hecho de compartir programas de software libre, y similares. Pero hacen falta el resto de las condiciones: competencias dadas, necesidad y ganas. Condiciones evolutivas, las competencias son por ejemplo singularmente ligadas al grado de educación (el dominio de las prácticas gráficas, entre las cuales la lectura y la escritura son una pre-condición para participar en las comunidades numéricas, por ejemplo). Pero se sabe también, vieja cuestión, que el nivel de movilización no puede ser mantenido constantemente a un alto nivel, y que además, es imposible que sea al mismo tiempo, para todo el mundo y el conjunto de las cuestiones potencialmente abiertas a una gestión directa. Nada definitivo, pues, aquí dentro, sino límites fuera de los cuales un grado de delegación es inevitable. Es entonces una cuestión aún difícil de determinar de una vez por todas. Entre una delegación parcial, poco durable, por un lado; y un aparato administrativo estabilizado por el otro, hay un margen.
16-La diferencia cualitativa (y no solamente cuantitativa, aunque, dialécticamente, a un cierto nivel la cantidad produce también cualidad) sobreviene cuando se presenta la necesidad de poner en correspondencia las decisiones y elaboraciones entre las comunidades de base así definidas. Ciertamente, respecto a un tema restringido, limitado, siempre se lo puede imaginar bajo el modelo de una pirámide de consejos de base (soviets). Pero tres aspectos impiden que sea así en el caso general, lo cual voy a retomar ahora.
- El primero se desprende de lo que es descrito en las tesis 2 a 11. Si las formas de propiedad permanecen múltiples, es que las clases no desaparecieron totalmente. Aunque esto vaya por buen camino, hace falta considerar además que sólo estaría retirada entonces una de las fuentes de las alienaciones y de las dominaciones. Quedarían todas las otras conocidas hasta hoy (entre las cuales en primer lugar la desigualdad ligada al género) o a descubrir. Una pirámide territorial (sea sobre una base de barrio o de empresa) sólo recorta muy parcialmente estas divisiones y las contradicciones que las fundan.
- El segundo está ligado a que esto debería estar simultáneamente movilizado por la totalidad de las cuestiones en discusión y de las decisiones a tomar. Las condiciones mencionadas aquí arriba (en particular, competencias, necesidades, ganas) tienen ya dificultades para ser ligadas a una comunidad de base dada, pero no tienen ninguna chance de serlo permanentemente a una escala más amplia, nacional, continental, mundial.
- Finalmente, la experiencia histórica muestra la absoluta necesidad de una liberación autónoma a favor de un derecho durable, independiente de las fluctuaciones locales y temporales de corto término. Un derecho protector de las minorías nacionales, por ejemplo, y más en general, de los individuos. Cuya elaboración permanece deudora de procedimientos particulares, diferentes de las condiciones inevitablemente excepcionales, a veces dictatoriales, ligadas a una revolución. Hacia una verdadera Constitución sostenible.
17-Si se hace la suma de estos problemas, en ningún caso la fusión del ejecutivo, del legislativo y del judicial en soviets (y más tarde de su “pirámide”) puede ser mantenida. Pues de todo esto se deduce una conclusión central: la política no puede desaparecer, si se entiende por esto el contacto de la contradicciones sociales (en el sentido más amplio posible, no solamente en términos de clase) y los procedimientos particulares para sobrellevarlas parcialmente en cada etapa. Lo que implica mecanismos de delegación, ya no fugaces sino relativamente sostenibles. Y el mejor medio conocido de asumirlos es el sufragio universal. Lo que excluye el recurso al sorteo [7]. El cual, además de suponer que los/las ciudadanos/as comparten una competencia constitutiva igual sobre todos los temas [8], también supone que la solución a ello existe previamente, y que basta con revelarla. En lugar de que sea lo producido, construido, contradicciones y batallas políticas evolutivas. Pero si la política prosigue, entonces los derechos democráticos ligados a la organización de este combate, él mismo político, deben ser garantizados, entre los cuales el multipartidismo.
18-En una concepción verticalista de la subsidiaridad, existe un nivel (divino en su máxima esencia) que escapa al control de abajo. La elección democrática llevada a su término postula que no hay nada de eso. No hay límite. Las elecciones se desprenden de la deliberación “libre” (aunque se sabe que este término puede ser naif, y que esta “libertad” es el producto de varias determinaciones sociales que escapan parcialmente a la consciencia de los actores de la vida social y política). El control de las delegaciones se convierte en estas condiciones en una de las cuestiones mayores [9]. Pero resulta que se conoce bastante bien lo que convendría hacer. Una cámara electa por sufragio universal a la cual se suman una o varias cámaras “sociales”, que disponen quizás de un derecho de veto sobre la cuestiones que les conciernen. O de una manera más realista de un derecho de llamar a una votación popular específica si existe un desacuerdo insuperable. En todos los casos, revocabilidades posibles en curso de mandato por procedimientos cercanos a los referéndums revocatorios experimentados en la Venezuela de Chávez. Luego, impedir la profesionalización de la representación: no hay acumulación, no hay acumulación de reelecciones, procedimientos paritarios entre hombres y mujeres, remuneraciones que no superen el nivel de remuneración media. En definitiva, y con algunas modificaciones (entre las cuales ¡el voto femenino!), eran las bases de la representación en la Comuna de París.
19-¿Cómo controlar no solamente la vida política delegativa, sino también la vida económica en su conjunto? La parte privada (colectiva o individual) es en definitiva, como se ha visto, por el control, en definitiva político, de la finanza, de la fiscalidad, de las regulaciones. Pero, ¿cómo “lo público” puede controlar realmente lo que es considerado como “público” formalmente? Cuando la gestión es posible mediante la base directa (generalizando el principio de los “commons”, de los “bienes comunes”), la cuestión (ya complicada) se resume en la lucha para que en este marco nadie monopolice la decisión y el poder. ¿Y más allá? Una de las posibilidades es la siguiente. Una gestión tripartita de estos grandes establecimientos públicos. Que descansa sobre los/las electos/as del personal, de los/las representantes de las empresas ligadas arriba (proveedores) o abajo (entre los cuales, en última instancia, los consumidores mismos bajo una forma asociativa), y en fin, sobre la administración central, de manera a evitar la constitución de grupos de presión particulares. El plan nacional sería entonces el producto de debates políticos globales (teniendo por objeto decidir grandes equilibrios entre consumo e inversiones, y la naturaleza de uno y otras) definidos por sufragio universal, más idas y vueltas con estas administraciones así constituidas.
20-Todo esto de todas maneras sólo concierne el mantenimiento de lo político, que es el dominio de las contradicciones, de la duda, de las evoluciones. Es claro, sin embargo, que el conjunto designa un espacio para el mantenimiento de un Estado. Como lo explica Engels en “El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado”, este último se desprende de las contradicciones sociales. Y para Engels, tiende a la desaparición con el fin de las clases. Pero si éstas se mantienen (incluso parcialmente), si sobre todo persisten contradicciones sociales suplementarias más allá, si se imponen procedimientos de representación sostenibles, si es necesario un derecho independiente, entonces las raíces de la existencia de un aparato preciso, de un Estado, no desaparecen verdaderamente. Desde entonces, no solamente hay una tendencia, como desde su nacimiento, a levantarse permanentemente por encima de la sociedad, a perdurar por él mismo, convirtiéndose en parte del problema más que en la solución. Para controlar las tendencias inevitables, hace falta pensar en un Estado minimalista, apostando además al hecho que las evoluciones generales disminuyen el espacio. Pero Estado, no obstante. Porque reconocer las dificultades ligadas a su presencia no hace desaparecer lo que las ha creado.
Samuel Johsua
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article29805
Notas
[1] Les Alternatifs, Convergences et Alternative, Gauche Anticapitaliste, La Fédération pour une Alternative Sociale et Ecologique, Gauche Unitaire, todos miembros del Front de Gauche.
[2] Cuestión a distinguir de aquella sobre la ruptura revolucionaria, también indispensable en mi opinión para pasar de la sociedad actual a la futura.
[3] Se puede imaginar también que la tierra sea teóricamente propiedad pública, pero en la práctica alquilada durante un largo período.
[4] “Es evidente por lo que precede que todo arte (arte es aquí la técnica del artesano, SJ) tiene su especulación y su práctica: su especulación (de manera general, lo que llamaríamos teoría; SJ), que no es otra cosa que el conocimiento inoperativo de las reglas del arte; su práctica, que es sólo el uso habitual y no reflexivo de las mismas reglas. Es difícil, por no decir imposible, lanzar lejos la práctica sin la especulación, y recíprocamente de poseer efectivamente la especulación sin la práctica. En todo arte hay un gran número de circunstancias relativas a la materia, a los instrumentos y a la maniobra, que sólo el uso enseña. Es en la práctica que se representan las dificultades y se dan los fenómenos; y es en la especulación que se explican los fenómenos y se resuelven las dificultades: de ahí se sigue que no hay más que un artista (recuerdo que el término vale para artesano, SJ) que sepa entrar en razón de que puede hablar bien de su arte.” Diderot, Artículo “Arts”, in Diderot-œuvres, t.1 p. 265-266.
“Así es que nos hemos convencido de la ignorancia en la cual se está en la mayoría de los objetos de la vida y de la necesidad de salir de esta ignorancia (…). Es así que nos hemos dispuesto en condición de demostrar que el hombre de letras que sabe más de su lengua, no conoce la vigésima parte de las palabras; que, aunque cada arte tenga la suya, esta lengua es aún bastante imperfecta…”. Diderot, Prospectus in Diderot-œuvres, t.1 p.21.
[5] Samy Johsua 2011, http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article20726 et http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article2139
[6] Definición de Wikipedia : “El principio de subsidiaridad es una máxima política y social según la cual la responsabilidad de una acción pública, cuando es necesaria, debe ser concedida a la entidad más pequeña capaz de resolver el problema por ella misma.”
[7] Incluso en el caso controvertido de la democracia ateniense antigua, algunas elecciones escapan al sorteo estricto, y no menos, como las de los jefes de guerra (los “estrategas”).
[8] Hace falta distinguir la cuestión de las potencialidades y las de las performances. Por principio de izquierdas, sostenemos la igual educabilidad de todos/todas respecto a todo tema dado (aunque evidentemente sabemos que hay límites al final, pero imposibles de trazar a priori). Pero es sólo al final de un aprendizaje particular que la performance se acerca a la igualdad. Ver la nota sobre Diderot aquí arriba. No existe ningún saber de los saberes. Se puede ser a la vez un buen matemático y un buen futbolista. Pero sólo luego de haber estudiado tanto las matemáticas como el fútbol. Lo mismo si se compara la panadería y la crianza de pollos. Uno no implica el otro.
[9] Esta cuestión deviene aún más complicada a partir del momento en que las ciencias modernas se constituyen y se desarrollan; a partir del momento en que devienen un ingrediente cada vez más central en las elecciones a cumplir (ver la cuestión del calentamiento global como ejemplo a señalar). Es sólo que no se decide sobre la veracidad de un teorema matemático con una votación democrática. He tratado esta cuestión en otra parte, no la retomo aquí. Samuel Johsua, 2001, Sciences, relativisme, réalisme. De la portée politique du débat sur les relations entre “les sciences” et “le réel”, Contretemps, n°1.