En momentos así, donde uno tiene que tirar para adelante, pensar en seguirla, porque esa es la vida que compartimos, la historia que hacemos, por la que nos abrazamos, la que luchamos juntos, parece una contradicción hablar de lo irreparable de esta pérdida. El negro seguramente querría que no nos pinchemos ni un poco, pero hoy no se puede y está bien. Recordar al Negro, y devolverlo a la lucha, necesita permitirnos vivir el tamaño de la herida. La militancia es una terea colectiva si las hay, un experiencia de transformación social, y también de unx mismx en esa experiencia conjunta, y así se define sin duda por la insuficiencia de la individualidad. Sin embargo, y la pérdida del Negro hoy nos lo recuerda, la militancia es también el rescate de lo heterogéneo, de lo singular, del carácter único que somos cada unx en esta historia compartida, en estas batallas en que nos hermanamos. Con el Negro se fue un universo bello, una garra del corazón, un toro rojo, un pibazo. El desafío colectivo es poder llorarlo para después, con el espesor de su memoria encarnada en nosotrxs, vivirla de tal forma que ese entusiasta de la vida que fue siga con su presencia animando las luchas que emprendemos, los encuentros que nos debemos, las victorias que tendremos. Quien tuvo la suerte de compartir militancia con La “Kiki” y lo vio al Negro haciendo esta organización con sus compañeros y compañeras, y sintió la alegría de que existan organizaciones así, pendejxs así, no puede tener sino dos sentimientos igualmente fuertes, por un lado la tristeza y pena por el tremendo dolor de quienes vivían la vida con él, mejoraban el mundo con él, por el otro la certeza de que estos pibes y pibas de la “Kiki” van a hacer del legado del Negro una fuente de energía inagotable para la transformación de la explotación en poder, de la opresión en libertad, del dolor en alegría.
El Negro presente, ahora y siempre!
Democracia Socialista