El 28 de junio de 1966, el Ejercito llevaba a cabo un Golpe de Estado contra el gobierno de Arturo Illia. Los golpistas mal llamaron a su acción reaccionaria, antidemocrática y con tintes fascistas como “Revolución Argentina”.
Fue así que se dio la primera dictadura en la cual las Fuerzas Armadas argentinas se propusieron mantener de forma permanente el control del Estado, a diferencia de golpes anteriores en los que falsamente siempre adujeron un marco temporal o llamaron a elecciones amañadas, surgiendo el concepto de Estado Burocrático Autoritario.
Habiendo testimonios de que Onganía declaró en una reunión de los mandos castrenses, la intención de ocupar el poder durante un periodo de aproximadamente 43 años, que de haberse concretado hubiera finalizado en 2013, todo con la intención de llevar a cabo un largo proceso de disciplinamiento de la sociedad y reforma corporativista (fascista) del estado, similar al salazarismo portugués o el franquismo español.
El golpe se enmarca fuertemente en el contexto de la Guerra Fría y estuvo bien influenciado por la política exterior estadounidense, sin ir mas lejos, en 1964, Juan Carlos Onganía, entonces General en Jefe del Ejército, declaraba durante la Quinta Conferencia de Jefes de Estado Mayor Americanos, celebrada en la academia militar de los Estados Unidos, que el Ejercito argentino adoptaba “La Doctrina de Seguridad Nacional” de dicho país, como principio rector de la doctrina de defensa de nuestro país.
Dicha doctrina se basaba en el precepto de que cualquier “amenaza” a los intereses económicos o políticos de los Estados Unidos era un acto en favor de la Unión Soviética, considerando incluso a la población civil de los distintos países como “posibles amenazas” y que por ende era necesario influenciar a los ejércitos de los países dependientes, principalmente en Latinoamérica (pero no exclusivamente en la región), a cambiar su hipótesis de conflicto por una de conflicto interno y represión al disenso político, o tomando el poder de forma autoritaria de ser necesario.
Empleando para ello torturas, desapariciones y tácticas militares de guerra en la resolución de protestas políticas, elementos en los cuales, el ejército norteamericano entrenó a los ejércitos latinoamericanos en la llamada “Escuela de las Américas”.
Así, Onganía confirmaba el sometimiento del ejército a los intereses norteamericanos. Fue entonces cuando el gobierno de Illia decidido cancelar los contratos petroleros del Estado, los cuales en su mayoría eran con empresas estadounidenses, que el país del Norte pondría en su mira el derrocar el gobierno democrático argentino, por “amenazar sus intereses”.
Además, las medidas de control de precios tomadas por el gobierno, hicieron que la oligarquía local, nucleada en torno a la Sociedad Rural, se sumara a la conspiración, moviendo fichas para que los periódicos de su propiedad como La Nación o La Prensa caracterizaran a Illia como “torpe” o “tortuga” y elevaran la figura del general Onganía, así llegado el día 28 de junio, las fuerzas armadas derrocaron al gobierno y instauraron a dicho general como dictador.
Ni bien tomaron el poder, las fuerzas armadas instauraron un clima represivo, ilegalizando los partidos políticos, quitando el derecho a huelga, militarizando las calles y arremetiendo contra las libertades civiles en un supuesto estado de sitio permanente.
El nuevo gobierno dictatorial no tardó con sus primeras medidas en cargar por un lado contra la universidad y el estudiantado, interviniendo la universidad, censurando los programas de estudio, hasta entonces considerados de primer nivel mundial, y arremetiendo contra los principios de cogobierno emanados de la reforma universitaria, por ser demasiado democráticos para el gusto del ejército, todo esto causó una protesta de estudiantes, profesores y graduados, que incluyó incluso a algunos decanos, la misma fue brutalmente disuelta en la llamada “Noche de los Bastones Largos”.
Cuando la policía federal y el ejército entraron a bastonazos violando el principio de autonomía universitaria y enviando al exilio a cientos de profesorxs y cientificxs, por nombrar algunos, el filósofo Risieri Frondizi; el epistemólogo, físico y meteorólogo Rolando García, el historiador Tulio Halperín Yoghi; el epistemólogo Gregorio Klimosvsky; la astrónoma Catherine Gattegno; la médica psiquiatra Telma Reca, experta en Psicología Evolutiva; la física atómica, Mariana Weissmann y Manuel Sadosky quien era responsable del departamento de cálculo, en lo que se podría denominar una autentica fuga de cerebros a causa de la represión.
La dictadura se cebó especialmente con la Facultad de Ingeniería y el Departamento de Cálculo, siendo responsable de la huida al exilio no solo del responsable de dicho departamento, si no de la mayoría de miembrxs del mismo, entre ellxs el equipo que trabajaba con “Clementina” la primera computadora que tuvo el país, traída desde Reino Unido a inicios de los 60.
La misma cayó en desuso al tener que exiliarse el equipo que trabajaba con ella y le daba mantenimiento. En consecuencia, entró en un rápido proceso de desgaste que terminó en 1971, cuando dejó de funcionar y la dictadura la vendió por partes como chatarra, sin nunca buscarle un remplazo.
La pérdida de Clementina seria un ejemplo de las enormes pérdidas y retrasos que sufriría la ciencia nacional a consecuencia de la dictadura, dicha computadora que se uso entre otras cosas para revisar los cálculos del paso del cometa Haley, fue también la plataforma sobre la que se diseñó COMIC, el primer lenguaje de programación íntegramente argentino, diseñado además por un equipo casi 100% de científicas mujeres. Tal invento se perdería junto a Clementina.
Todas estas pérdidas en cuanto a lo matriz técnico-científica del país, contribuyeron a hacernos más dependientes de las potencias, que de hecho se aprovecharon de la fuga de cerebros para usar el talento de lxs científicxs argentinxs perseguidxs, que terminarían trabajando en Estados Unidos y Europa.
Por otro lado, la dictadura también atacó duramente a lxs trabajadorxs, tanto interviniendo los sindicatos poniendo direcciones burócratas y colaboracionistas, como ilegalizando el derecho a huelga y obligando a la mediación estatal en cada negociación, siempre a favor de la patronal.
Pero también aplicando un duro ajuste vía congelamiento de salarios, devaluación del 40% de la moneda, así como imponiendo un orden económico neoliberal, privatizando empresas nacionales o revirtiendo nacionalizaciones, y quitando las medidas de control de capitales, todo en favor de la burguesía.
Sin embargo, todos estos ataques producirían el malestar entre el estudiantado y la clase trabajadora, dando lugar así a una unión de ambos sectores, que sería la que terminaría volteando a la dictadura a finales de la década e inicios de los 70.
Fue así como, durante los años 68-69, el malestar social se iría mostrando en una serie de protestas y huelgas masivas, en el marco de un mundo cada vez más convulso, en el que los pueblos se irían levantando contra el status quo de posguerra, teniendo casi siempre como protagonistas a estos dos sectores, el estudiantado y el proletariado.
En respuesta al colaboracionismo de la burocracia sindical, lxs trabajadorxs comenzarían a nuclearse en una central opositora: la CGT De Lxs Argentinxs, dirigida por el Sindicato de Luz y Fuerza de Agustín Tosco, Raimundo Ongaro del Sindicato Gráfico, entre otrxs. Esta central nuclearia a los sectores del peronismo combativo que terminarían formando la tendencia revolucionaria, sectores provenientes de distintas extracciones comunistas (guevaristas, trotskistas, maoístas, entre otros) como los que terminarían formando el PRT, sectores influenciados por la Teología de la Liberación, el movimiento de curas por el tercer mundo, y la izquierda cristiana o del socialismo combativo.
Es así como, ya a partir del año 69, dicha central, en alianza con las organizaciones estudiantiles, dirigía huelgas masivas, inspiradas en el ejemplo y espíritu del mayo francés del año 68, conocidas popularmente como el Ciclo de los “azos”, entre las cuales quizás dos de las más memorables fueran el rosariazo, con mayor protagonización estudiantil, y de hecho originada en una protesta por aumentos del comedor universitario, o el Cordobazo, con mayor peso de las organizaciones sindicales.
Estas puebladas, en conjunto con la aparición de las organizaciones político-militares inspiradas en los movimientos de liberación como la lucha de Vietnam o Cuba, que plantarían cara a la dictadura fueron minando la estabilidad del gobierno. El ajusticiamiento de Aramburu, llevado a cabo por Montoneros en junio de 1970, haría que Onganía perdiera el respaldo del resto de jefes de las Fuerzas Armadas y se viera obligado a renunciar el 8tavo día de junio, asumiendo Roberto Marcelo Levingston, que tampoco duraría mucho en el cargo antes de renunciar en favor de Alejandro Agustín Lanusse. Este, presionado por la continuación de las puebladas y el aumento de la actividad guerrillera, se vería obligado a dar paso a elecciones, que en un principio intentaron que fueran fraudulentas, pero que debido a la presión popular tuvieron que ser abiertas e incluso incluir al proscrito peronismo, dando pie a un breve retorno a la democracia con la corta e inestable presidencia de Héctor Cámpora y la tercera presidencia de Perón.
Con todo es importante destacar que solo la lucha del pueblo trabajador, de forma continuada y heroica, logro tener la suficiente fuerza como para torcer el brazo a la dictadura, arruinar sus planes de permanencia en el poder y dar retorno a una corta democracia, demostrando que la lucha de clases condiciona las formas que pueda tomar el estado, incluso durante el dominio del sistema capitalista, y también es por eso que queremos saludar hoy 8 de junio, en conmemoración de la caída de Onganía y el inicio del fin de la dictadura, a lxs héroes anónimos de esa gesta proletaria.