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La masacre de Soweto: A 45 años de uno de los más dramáticos hitos de lucha contra el apartheid 3

Los niños recibieron una carta del amo
que decía: no más Xhosa, Sotho, no más Zulú.
Negándose a aceptarla le enviaron una respuesta
fue entonces cuando la policía vino al rescate.
Los niños morían a balazos. Las madres gritaban y lloraban,
los padres estaban trabajando en las ciudades.
Las noticias de la tarde lo dieron a conocer:
“Un pequeño altercado en la ciudad”

“Soweto blues”

Este 16 de junio se cumplen 45 años de la llamada “Masacre de Soweto”, brutal represión de la policía sudafricana sobre estudiantes y docentes movilizados en el el “township” de Soweto en una protesta pacífica contra el intento de imposición del idioma Afrikaneer como obligatorio en las escuelas. La represión ordenada por el entonces primer ministro Balthazar Johannes Vorster dejó un saldo de más de 700 muertos y 2000 heridos, incluyendo a niños desde los 12 años. Esta carnicería colonialista se convirtió en un hito de relevancia a nivel internacional para denunciar la política asesina del “apartheid” y hoy en África la jornada se conmemora como Día de la Juventud.

Con el inicio formal del régimen segregacionista del Apartheid en 1948, tras el triunfo Partido Nacional en coalición con el Partido Afrikáans, comenzaron a ponerse en marcha una serie de medidas para asegurar que la minoría blanca sudafricana (un 21 % de la población) conservara y reforzara sus lugares de privilegio. Así se aprobaron leyes que obligaban a un “registro racial” obligatorio, prohibieron los matrimonios interraciales y castigaron como delito las relaciones sexuales entre integrantes de las distintas “razas” y segregaron a la población negra a ciertos barrios, guetos o bantustanes. Soweto (abreviatura de South Western Townships o Asentamientos sudoccidentales) fue una población a 24 kilómetros de Johanesburgo que comenzó a construirse al inicio del Apartheid en un área de 65 kilómetros cuadrados a la que fue derivada la gran mayoría de la población negra expulsada de barrios que pasaban a ser “exclusivos” de blancos.

El asentamiento con millones de personas fue el epicentro de la resistencia a las políticas racistas del gobierno sudafricano, cuna de referentes como Desmond Tutu o Nelson Mandela. En el 74, con un proceso de resistencia creciente entre la población, particularmente en los jóvenes que ya habían nacido bajo el régimen segregacionista, el Gobierno de Vorster (que llegaría a ser presidente en 1978, como premio a su política represiva) decide imponer por decreto el estudio del idioma afrikáner (de origen neerlandés y mayoritario entre la población blanca) en las todas las escuelas del país, al mismo nivel que inglés, un idioma que la población negra consideraba más útil por su predominancia en el comercio y la industria. El afrikáner sólo servía para que la clase dominante pudiera hablarse en su idioma a lxs sirvientxs, por lo que era rechazado. Los estudiantes querían aprender sus distintas lenguas originarias (Xhosa, Sotho, Zulú y otras) y eventualmente inglés, por lo que la insistencia oficial de avanzar con el decreto fue generando reacciones cada vez más importantes. En enero de 1975 se aprueba una ley en este sentido y el estudiantado de Soweto comienza a organizarse contra la misma. El 30 de abril de 1976 los estudiantes del Orlando West Junior School se declaran en huelga, sumando luego a decenas de otros institutos, y convocan a una importante manifestación donde, además de cuestionar la imposición del afrikáner, se pide igualdad en el trato y las condiciones de estudio.

Las movilizaciones suscitaron no sólo el apoyo de los docentes negros sino también del Movimiento de Conciencia Negra (BCM, por sus siglas en inglés), un movimiento del activismo contra el apartheid que desde mediados de los 60 venía a cubrir el espacio vacante tras la ofensiva política oficial contra los referentes del Congreso Nacional Africano y el Congreso Panafricano, en su mayoría encarcelados desde 1960.

El Comité de Acción estudiantil convocó a una movilización pacífica para el miércoles 16 de junio de 1976, invitando a estudiantes y vecinos de Soweto y de otros “township”, en una iniciativa que terminó transformándose en una marcha masiva de cerca de 20 mil personas que marchaban con cánticos y pancartas que decían “Abajo el afirkáner” o “Si aprendemos afrikáner, que Vorster aprenda zulú”, entre otras consignas. Las fuerzas policiales primero enviaron a los perros a atacar a la multitud, que los rechazó a pedradas, para entonces abrir fuego indiscriminadamente contra la multitud con fusiles y ametralladoras, cumpliendo la consigna de restablecer el orden “a cualquier precio”.

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Uno de los primeros caídos fue el joven estudiante Hector Pierterson, de 13 años, inmortalizado en la foto de Sam Nzima que lo muestra en brazos de su compañero Mbuyisa Makhubu y ante la presencia de su hermana Antoinette, imagen que luego pasaría a ser un símbolo de la resistencia (hoy hay incluso un museo con su nombre). Los enfrentamientos continuaron durante toda la jornada, hasta entrada la noche, y al día siguiente las fuerzas armadas ocuparon Soweto, pero la lucha se extendió a otros guetos. El balance oficial reconocía 23 escolares muertos, pero la realidad es que fueron cerca de 700 las víctimas fatales, con miles de heridos.

Tras la brutal represión, el Estado Sudafricano decretó el Estado de Emergencia, que estuvo en vigencia durante 13 años en los que se sumaron a la lista trágica otros 750 jóvenes, además de decenas de miles de heridos, arrestados y torturados. Tras el fin del apartheid, en 1994, la fecha de la masacre de Soweto pasó a ser el Día del niño africano, buscando reivindicar los derechos de todos los menores del continente.

La heroica jornada de lucha y el sacrificio de Pierterson y de otros millares de jóvenes cuyo nombre la historia no registró fue uno de los grandes hitos contra el bestial apartheid, generando un descrédito internacional para el Gobierno sudafricano (especialmente tras la difusión al año siguiente del tema “Soweto Blues”, de Hugh Masekela, interpretado por Miriam Makeba), que fue concientizando al mundo de su política criminal y erosionando sus márgenes de maniobra. La masacre de Soweto tuvo tal repercusión mundial que incluso fue condenada por la ONU y Sudáfrica quedó expulsada de la FIFA. La lucha local (y las masacres del Gobierno) continuaron en paralelo con las deslegitimación internacional del gobierno, hasta que en 1993 se logró terminar formalmente con el apartheid.

El filósofo camerunés Achille Mbembe, que encuentra numerosos paralelos entre la lógica del apartheid y la actual opresión israelí (definida por numerosos autores como un “colonialismo sui géneris) sobre el pueblo palestino, analiza estos instrumentos como parte de lo que define como “necropolítica” y destaca a este “derecho de matar” como una de las características del poder colonial: “El derecho soberano de matar no está sometido a ninguna regla en las colonias. El soberano puede matar en cualquier momento, de todas maneras.  La guerra colonial no está sometida a reglas legales e institucionales, no es una actividad legalmente codificada. El terror colonial se entremezcla más bien incesantemente con un imaginario colonialista de tierras salvajes y de muerte, y con ficciones que crean la ilusión de lo real”.

Pero como la memoria no puede ser sólo un saludo formal y pasivo, creemos que hoy, a 45 años de uno de los más terribles hitos en la lucha contra la discriminación y el racismo institucionalizados, el homenaje a la lucha heroica de Soweto también pasa por el compromiso activo en la denuncia de los crímenes del Estado de Israel contra el pueblo palestino.

Por una memoria que se convierta en lucha y compromiso.

¡Basta de opresión colonial y de racismo en todo el mundo!